Fuente: Red Informativa
A lo largo de la historia se han definido múltiples propuestas que afrontan el concepto de Política, cuando se revisa la literatura al respecto, pueden encontrarse varios puntos de vista que recogen diferentes énfasis. La perspectiva que, en lo personal, más me gusta y considero más ajustada a la realidad, es la que define a la política como el proceso de toma de decisiones con el propósito de lograr objetivos conjuntos y avanzar en el logro del bien común.
La forma en la que se toman tales decisiones es tan variada como las sociedades de las cuales procede, lo cierto del caso, es que, a lo largo de los años, hemos optado en un sinnúmero de países, por elegir un conjunto de representantes habilitados para tomar ciertas decisiones por nosotros, a estas personas en general les llamamos políticos.
Por otro lado, uno de los argumentos que muchos sostienen, es que las ideologías juegan un rol importante a la hora de facilitar la toma de decisiones en conjunto, que la discusión ideológica nos conduce por el camino de la evolución como sociedad, no obstante, vale la pena revisar con cuidado semejante conclusión.
Las ideologías pueden entenderse como un set de ideas, más o menos fundamentado que define el comportamiento de las personas y por supuesto, la forma en la que toman las decisiones. Si ese grupo de concepciones está poco arraigado, las personas estarán dispuestas a cambiar su punto de vista conforme conozcan otras ideas que puedan considerar válidas, sin embargo, cuando las ideas están amarradas a lo más profundo de la esencia de las personas, no existe manera de que, mediante la exposición a otros puntos de vista, se modifique la perspectiva.
Por lo tanto, si las ideas de diferente índole: políticas, económicas, sociales, científicas, biológicas etc., no están demasiado cimentadas, la discusión política, es decir, el intercambio de ideas para tomar decisiones en conjunto, en el marco de la búsqueda del bien común; nos llevará por el camino de exponer múltiples alternativas para escoger la que consideremos más conveniente para todos. Sin embargo, cuando las ideas están completamente arraigadas, la discusión política no es más que una pérdida de tiempo y dará como resultado decisiones que favorecen a unos en desmedro de los otros, la imposición autoritaria del punto de vista de quienes tienen las mayorías y la utilización de infinidad de mecanismos, para desvirtuar las ideas que no coinciden con la perspectiva dominante, todo lo anterior, sin siquiera tener en cuenta los argumentos de las ideas alternas que se ponen en consideración.
De acuerdo con lo expresado, es claro que sociedades polarizadas, es decir, sociedades que tienen ideas antagónicas políticas, económicas, sociales, científicas, biológicas etc, muy arraigadas en porciones de su población que se enfrentan, son sociedades a las que les cuesta mucho tomar decisiones en conjunto, sociedades que tienen evidentes dificultades para avanzar. Lo usual al interior de ellas es que la discusión sea la prioridad en todos los escenarios, mientras la decisión se convierte en un aspecto secundario, a pesar de que en el proceso político de una sociedad que avanza rápidamente a la materialización del bien común, las decisiones deberían ser lo fundamental mientras la discusión no es más que un proceso de apoyo que facilita su consecución.
Las sociedades polarizadas, además, tienen procesos políticos que conducen a frecuentes cambios de rumbo, cuando una facción logra dominar sobre la otra, la sociedad es dirigida en un sentido, mientras el grupo antagónico dominado intenta convertirse en el dominante para cambiar el rumbo y enfilarlo hacia sus propios intereses. Por lo tanto, se trata de sociedades cuyas decisiones conjuntas son pendulares, están marcadas por reformas y contrarreformas, que en últimas, también generan parálisis en términos de la materialización de los objetivos conjuntos y el bien común.
Ahora, el origen del mito de que las ideologías arraigadas pueden ser convenientes para la política parece estar sustentado en el ejercicio del poder. Para facilitar la alineación de preferencias de grandes cantidades de personas en torno a quien debe representarlos políticamente hablando, basta con trabajar mediante propaganda y marketing ideológico, en instalar un conjunto de ideas en sus imaginarios y arraigarlas lo suficiente, para que este grupo de individuos actúe de manera sincrónica como si fuera un solo cuerpo. Podemos decir que un set de ideas muy cimentado juega el rol de la partitura en una orquesta, pues conduce a todos los músicos a tocar la misma melodía siguiendo las indicaciones precisas de quien tiene en la mano la batuta. Lo cierto es que, no obstante, la ideologización nos paraliza como sociedad, le facilita la labor al director de orquesta y hace posible que no hayan demasiadas modificaciones en términos de quien tiene la posibilidad de desempeñar dicho rol.
Expuesto lo anterior, se puede entender, por qué la ideologización en sociedades en las que el ejercicio del poder es totalitario, tiene tanta relevancia y por qué se convierte en un proceso absolutista. Las sociedades democráticas polarizadas tocan su melodía en el marco de dos partituras diferentes, mientras los directores de orquesta luchan por que los procesos electorales los mantengan en dicho rol, por otra parte, en las sociedades dictatoriales la polarización desaparece, esencialmente porque se cancela totalmente una vertiente ideológica, usualmente mediante el ejercicio de la autoridad y la fuerza, de manera que, una sola es la melodía que toca la orquesta mientras uno solo es el director que lleva la batuta.
Lo cierto es que las sociedades más maduras, más inteligentes, son entornos en los que las ideologías muy arraigadas tienen cada vez menos cabida. Se configuran bajo la filosofía de mente abierta y se reconoce la naturaleza individual del ser humano, su indudable capacidad para pensar por sí mismo y generar sus propias ideas, por encima de los puntos de vista que algunos tratan de instalar de forma general y por lo tanto, definen una partitura construida entre todos, ajena a imposiciones, más bien se trata de una melodía desarrollada en conjunto en el marco de la cual, las capacidades solistas de los intérpretes se articulan muy bien, con los resultados de la orquesta como conjunto. Además, se trata de sociedades verdaderamente democráticas, en las que mediante el voto eligen al director que mejor pueda garantizar que la melodía suene, tal cual como la concibió la sociedad.
A manera de conclusión podemos afirmar que, antes que facilitar el ejercicio político, el intercambio de ideas para definir los objetivos que tenemos como sociedad y materializar el bien común, las ideologías muy arraigadas de cualquier índole, dificultan el proceso y lo conducen a resultados que van en contravía del bienestar general. Por lo tanto, entendiendo semejante situación, vale la pena reducir paulatinamente, la carga ideológica en los procesos de formación de las nuevas generaciones y trabajar decididamente, en promover la apertura mental de todos los individuos en una sociedad, de suerte que, logremos una política más ágil, más pertinente y más efectiva que nos beneficie a todos.