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sábado, 21 de enero de 2023

Mentalidad de subdesarrollo


De corazón, creo que nuestros gobiernos y en general el Estado, tienen que ser repensados enteramente. Antes de exponer los argumentos vale la pena darles algo de contexto acerca de mi historia personal para que entiendan sus motivaciones. 

Crecí al interior de una familia educada, este particular hizo toda la diferencia en el curso de mi vida, pues me permitió ver el mundo con un nivel de sofisticación algo superior al de los demás. Debido a la naturaleza del trabajo de mi padre, viví en zonas rurales buena parte de mi niñez y adolescencia, por lo tanto, empecé mis estudios primarios en un preescolar del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, seguidamente, los continué en escuelas rurales y concentraciones escolares de distintos poblados. Más tarde, estudié en colegios públicos y los últimos años en un colegio religioso en el que me gradué con varias distinciones que me dieron acceso a una beca para educación superior. A pesar de la beca, mis estudios universitarios los hice trabajando en el día y estudiando en la noche. Gracias al nivel educativo de toda mi familia, tuve acceso a puntos de vista diversos y a un volumen importante de libros que decidí devorar desde muy pequeño, en estas colecciones se encontraban prácticamente todas las obras seminales de la humanidad en economía, filosofía, matemáticas etc. Después de hacer todo este recorrido y apropiar todo este conocimiento, tres cosas quedaron claras para mí: 1. Lo importantes que son la educación y el contexto, en el desarrollo de las personas. 2. Lo fortuito que fue mi caso, pues por lo que sé, pocos de mis compañeros de estudios tuvieron posibilidades similares. 3. La certeza de que la realidad colombiana es muy diferente a la que tienen en la cabeza quienes toman decisiones que la afectan. 

Con los años y luego de otros estudios, me convertí en profesor de las mejores universidades del país, en asesor gerencial de organizaciones públicas, privadas y empresario. Hasta la fecha, he tenido la posibilidad de ocupar cargos directivos públicos, privados y trabajar en diferentes países del mundo. En la actualidad puedo decir, que luego de analizar por dentro organizaciones de prácticamente todos los sectores, comprendo en toda su extensión el Estado, sus objetivos y sus problemas más estructurales. Lo que quiero decir con esta larga introducción es que no soy un observador externo, que todo este recorrido desde la niñez hasta el día de hoy me ha permitido entender cómo funciona el país, nuestra sociedad y advertir cosas que definitivamente deben cambiarse. 

La educación que recibí no fue la mejor, la razón de mi evolución tuvo que ver más con mi decisión autodidacta y las posibilidades que me ofreció el entorno familiar. Las zonas en las que viví tenían serios problemas de orden público, de hecho, mi padre murió asesinado bajo circunstancias generadas por ese contexto, vale la pena decir, que la justicia y en general la institucionalidad vinculada a dicha situación fueron totalmente inoperantes. Siendo de provincia, para poder evolucionar profesionalmente, tuve que emigrar a la capital, en todo caso, pude hacerlo gracias a la generosidad familiar. 

Lo cierto, es que los resultados alcanzados se deben a mi empeño, por supuesto, pero también, a que conté con mucha suerte, en el sentido de que el contexto, excepcionalmente, me ofreció las condiciones propicias para crecer y desarrollarme.

Es claro, que los gobiernos y el Estado juegan un rol fundamental en la evolución de las personas. No obstante, tendemos a subestimar este papel, a aceptar y normalizar las deficiencias en su funcionamiento. Para que una persona materialice todo su potencial, basta con ofrecerle las condiciones de contexto apropiadas y ella misma, por sus propios medios, hará toda la magia.

Imagínense un país que ofrezca educación de calidad para todos, en dónde el acceso a educación superior excelsa sea la regla y no la excepción, en el que las condiciones de orden público estén garantizadas, la salud y los ingresos de las familias no sean una preocupación, un país en el que la justicia asegure el desarrollo equitativo de todo y de todos.

Vale la pena resaltar que, crear una realidad como la anotada, no depende únicamente de los individuos, de las familias o de las empresas, en realidad está determinada enteramente por una organización denominada Estado que, a lo largo de siglos de evolución social, se configuró en los diferentes países del mundo, para lograr este cometido. Tal convención necesita ser dirigida y gestionada, función que está enteramente en cabeza de los gobiernos. 

Un conjunto de países, llamados desarrollados, han logrado entornos ideales para el mejoramiento del bienestar humano, gracias en general, a que sus Estados funcionan de maravilla y sus gobiernos hacen una labor excepcional.  Los países que están por detrás en desarrollo, aún no se acercan a dicho nivel, tienen Estados mediocres y gobiernos que de ninguna forma adelantan una gestión acertada. 

La pregunta que muchos deben estarse haciendo es: ¿cómo los países desarrollados se convirtieron en tales? Lo cierto es que, en algún momento de su historia, tomaron la decisión de hacer las cosas de forma diferente, dejando atrás la mediocridad y la permisividad a la que se habían sujetado por años. Sus sociedades subieron los estándares y se concentraron en exigir otra realidad. Personas, sindicatos, empresas, organizaciones no gubernamentales con cada acción cotidiana, presionaron la materialización de las transformaciones. 

Nosotros podemos dar un salto similar, para lograrlo, primero, tenemos que abandonar el pensamiento subdesarrollado centrado en bajas expectativas y escasa exigencia. Si seguimos pensando que, con infraestructura mediocre, asesinatos a diario, educación de mala calidad y restringida, inestabilidad económica, justicia pesada y corrupta etc., estamos conformes, jamás daremos el salto hacia el desarrollo. Es menester, dejar atrás la visión atrasada del mundo en la que calificamos como “privilegios” elementos esenciales para tener una vida digna, no es lógico asumir como prerrogativas, las condiciones apenas aceptables de las que gozan ciertos grupos poblacionales, cuando claramente se trata de derechos que cualquier sociedad evolucionada debería garantizar para cada uno de sus integrantes.

Todos estos son aspectos que, con una política distinta a la tradicional, gobiernos eficaces, centrados en gerencia y una organización pública diferente, podemos solucionar de la noche a la mañana. Por lo tanto, vale la pena exigir y generar mediante la acción individual y colectiva, este tipo de cambios. 

Luego de elevar las expectativas, empecemos a exigir transformaciones en el contexto, enseñémosles a nuestros hijos a ser exigentes también.  A cada gobernante, a cada rama del poder público, exijámosles operar de forma más avanzada que Amazon o Apple, mejor que cualquier organización privada de primer nivel. No aceptemos sus excusas ni dejemos que nos envuelvan con sus discursos, simplemente concentremos nuestra atención crítica en si el orden público, la justicia y la economía funcionan perfectamente, en si la carretera está construida y correctamente refaccionada, en si la ciudad, el municipio se encuentran exquisitamente mantenidos o no. Olvidémonos de la disculpa de siempre, esa que habla de que los recursos no son suficientes para financiar la construcción y sostenimiento de entornos ideales, con conocimiento de causa, les puedo decir que esos recursos son más que suficientes para hacer una gestión decente del país. Por el contrario, el hecho de que cada vez se haga menos con flujos de ingresos que han crecido de forma ingente, debe conducirnos a preguntarnos acerca de la capacidad gerencial de quienes nos lideran. 

Quitémonos la venda de los ojos y convenzámonos de que las cosas pueden ser de otra manera, presionemos el salto hacia el desarrollo, a ver si de una vez por todas configuramos un entorno en el que salir adelante, no sea una excepción, cuestión de suerte, sino que más bien sea la regla, para todos y cada uno de los colombianos.