sábado, 2 de noviembre de 2024

Sobre el premio Nobel de economía y las razones por las que Colombia no se desarrolla

 


Artículo publicado en el Diario Portafolio

Las personas en general, tendemos a confundir el concepto de institución con el concepto de organización hasta el punto que llamamos instituciones a las organizaciones públicas. Acá hay un error de comprensión evidente que nos puede llevar a subestimar las conclusiones de la teoría de desarrollo más importante de la época actual y que es propicio aclarar.

En primera instancia, debo decir que me alegra que el Nobel de economía de este año haya quedado en manos de personas tan influyentes y con contribuciones tan relevantes para el mundo, aunque es pertinente señalar que el valor de su trabajo, no radica principalmente en la tesis propuesta sobre las instituciones y su capacidad para determinar el desarrollo, expuesta ampliamente con diferentes matices por la economía institucional, la teoría de organizaciones, la teoría de sistemas y otras áreas diversas. El aporte más importante es el enfoque histórico y científico de toda la aproximación, la variedad de casos, cifras vinculadas, así como los grupos comparados, que incluyen en sus diferentes artículos publicados y permiten sustentar sus conclusiones.

Para la economía institucional, la teoría de organizaciones, de sistemas y demás áreas relacionadas, las instituciones de las que hablan los galardonados con el premio Nobel, son reglas de interacción definidas explícita o implícitamente al interior de un sistema económico, político y social, que determinan los resultados entregados por dicho sistema. Por ejemplo, una sociedad en la que se convierte en una regla, la prevalencia y respeto de la palabra como acuerdo entre partes, gozará de una configuración jurídica contractual simple, fácil, que reducirá algo llamado los costos de transacción, es decir, la dificultad o facilidad para hacer el acuerdo. En resumidas cuentas, en una sociedad en la que todos cumplimos lo que acordamos y lo que decimos, no son necesarias parafernalias complejas para obligar a las partes a respetar lo acordado, de la misma forma será muy sencillo desarrollar este tipo de transacciones entre sus miembros.

Dicho lo anterior, vale la pena aclarar que las instituciones son reglas cotidianas, formales e informales, muchas de las cuales terminan convirtiéndose en normas exigidas por el Estado.

Lo interesante de esta definición, es que las instituciones de las que hablan los premiados con el Nobel, no son cosas abstractas lejanas de la vida del ciudadano promedio, sino que son reglas que todos nosotros configuramos y ponemos en práctica a diario, en el marco de nuestras permanentes interacciones.

Ahora, a lo que se refieren con la separación entre instituciones extractivas o inclusivas es aún más sugestivo, hacen alusión a la configuración de reglas sociales definidas para que una parte de la sociedad se aproveche del resto o por el contrario convenciones estructuradas para incluir rigurosamente los intereses deseos y expectativas de todos, evitando a toda costa la dominación o prevalencia de algún grupo de personas sobre el resto.

En cualquier caso, vale la pena ser cuidadosos con la comprensión acomodada ideológicamente de esos conceptos, lo que demuestran los galardonados es que a lo largo de la historia se han configurado instituciones extractivas en sociedades capitalistas, socialistas, comunistas, democráticas o dictatoriales, por mencionar algunos casos. Por lo tanto, no tiene sentido, centrarse exclusivamente en el concepto de dominio político o económico, durante años por ejemplo, el matrimonio en muchos países del mundo se definió como un acuerdo entre hombres y mujeres mediado por una serie de reglas de interacción extractivas, no inclusivas, en las que una parte dominaba a la otra y planteaba todo un andamiaje para aprovecharse de sus aportes y sobre todo, dificultar su iniciativa, evolución y posterior desarrollo. Lo que hoy reconocemos es que bajo esta lógica, aceptada por la sociedad, las mujeres estuvieron sometidas durante años en muchos países sin poder materializar sus expectativas más elementales. Por otro lado, ellas mismas también se apropiaron durante años del valor generado por los hombres, convirtiéndolos esencialmente en proveedores, de manera que en el marco del acuerdo había algún grado de extracción mutua, configurando una relación opuesta a concebirse como iguales que construyen y aportan en conjunto sin dominación o extracción. Lo cierto es que las instituciones son reglas de interacción, que definen la manera en la que se desarrolla una cátedra en un centro educativo, se soluciona una controversia entre vecinos o se definen las obligaciones en las parejas, por mencionar algunos ejemplos.

Dicho lo anterior, es oportuno anotar que quienes definimos las instituciones, somos en realidad todos nosotros de forma totalmente inconsciente, en cada decisión, en cada acuerdo, costumbre o convención, entre otros.

Colombia es un caso de estudio particular que afrontan los ganadores del Nobel de forma detallada, preguntándose por qué un país que ha sido relativamente estable política y económicamente, que se comporta en algunos indicadores como un país desarrollado, sigue siendo pobre. La responsabilidad de semejantes resultados está por supuesto explicada por la manera en la que como sociedad históricamente hemos conformado nuestras instituciones. Las reglas que definen todas nuestras interacciones, generan profundas fricciones y desincentivos que nos impiden convertirnos en un país desarrollado. Nuestras decisiones, costumbres, convenciones y por supuesto, nuestras leyes, le hacen muy difícil a cada colombiano emprender, innovar, producir valor, lucrarse de él y evolucionar en materia de ingresos. A lo largo del tiempo, con el argumento de solucionar una serie de problemas, hemos configurado un entorno que desestimula drásticamente el emprendimiento y pone a la mayoría del país a depender de las iniciativas de unos pocos nacionales y extranjeros, mientras generan una especie de adicción al salario mínimo.

Finalmente, lo interesante de todo esto es que nos deja claro que desarrollarnos es una decisión social más que una imposición del destino y la providencia. Si de verdad queremos salir del subdesarrollo lo que tenemos que hacer es estructurar un sistema político, económico y social inclusivo, facilitador, que reduzca a cero todas las fricciones, desestímulos que hemos creado a lo largo de la historia y modificar drásticamente nuestra manera de ver el mundo, para que cada colombiano esté centrado en agregar valor a la humanidad, en el marco de un entorno que cada vez haga más fácil construir nuestra riqueza y bienestar.

Versión en audio