Fuente de la imágen: Revista Yorokobu
La economía es un sistema altamente complejo que debe gerenciarse de forma magistral y cuidadosa si es que se tiene el objetivo de mejorar el nivel de desarrollo de un país.
En
primera instancia vale la pena comprender que semejante estructura no puede engañarse
ni manipularse. Es claro que, la economía contemporánea está llena de actores
tomando decisiones con base en la información y estímulos que reciben del entorno,
que con el paso de los años, han venido incrementando de forma exponencial su
capacidad para entender lo que pasa en los mercados, gracias al desarrollo de
la tecnología y la analítica avanzada.
Debe
tenerse en cuenta que, por ejemplo, un sinnúmero de personas entregan directa o
indirectamente sus ahorros grandes, medianos o pequeños a fondos de inversión
nacionales e internacionales de diferente índole o características, que cuentan
con equipos cada vez más sofisticados, encargados de hacer la lectura en tiempo
real de las condiciones del mercado, con el propósito de tomar decisiones anticipadas,
inteligentes, que eviten a toda costa la pérdida de valor de las inversiones.
En
este sentido, pensar siquiera en implementar mecanismos de gerencia de la
economía, similares a aquellos populares en décadas pasadas, es francamente
ingenuo e irresponsable.
Dada
la evolución financiera de la humanidad, cómo nunca antes en la historia, los
capitales se mueven alrededor del mundo y lo hacen buscando entornos estables,
seguros, en los que sea posible la creación de valor. Estos movimientos son
permanentes, pero especialmente fuertes en momentos como el actual, en el que
se esperan resultados adversos en todas las economías del mundo.
Es
claro que, los diferentes inversionistas grandes y pequeños buscan por todos
los medios proteger los ahorros que han construido a lo largo de su vida, movilizando
sus inversiones a los entornos más seguros posibles. Estos movimientos tienen
incidencia directa sobre variables como la tasa de cambio, la inflación, la
producción interna bruta etc.
Desde
este punto de vista, los países que generen incertidumbre tendrán por definición
desbandada de capitales y parálisis de los que se quedan. Toda esta dinámica ralentiza
la economía real, la de las personas, los hogares, las micro, pequeñas y
medianas empresas.
De
hecho, lo que nos han demostrado las crisis económicas de los últimos 150 años
y recientemente la inmobiliaria del 2008, así como la de la pandemia del COVID 19
que vivimos en la actualidad, es que los intentos sistemáticos por engañar la
economía siempre anteceden procesos recesivos complejos.
Así
las cosas, los países más ricos, aprendiendo de la historia, han desarrollado patrones
de gerencia de la economía más responsables y realistas. Su objetivo principal,
es mantener sus economías
suficientemente estables, para que los diferentes capitales se movilicen hacia ellas
y sobre todo, que los inversionistas se animen a generar valor, creando empleo
y riqueza interna.
En
Colombia aún no apropiamos este mismo aprendizaje, por ejemplo, hacemos una
reforma tributaria cada año, asumiendo que decisiones de este estilo no van a originar
daños sobre la economía y que no se materializarán efectos nocivos sobre el
ecosistema productivo. De hecho, tenemos una lógica de gobierno pendular,
inmadura que cambia de parecer cada cuatro años e ingenuamente asumimos que
está indecisión no tendrá efecto sobre la actividad privada, la fuga y
parálisis de capitales.
Incluso,
las declaraciones de los gobiernos de turno, que intentan de forma ilusa
tranquilizar los mercados, en el entretanto de la incertidumbre generada por
ellos mismos, en general, se refieren a la incidencia de sus decisiones sobre
los grandes capitales, lo cual es extraño por cuánto la economía real de los
hogares y pequeños negocios es la que configura el ADN de la riqueza de las
naciones. En este sentido, cualquier aspecto que genere incertidumbre en la
clase media, por ejemplo, aplaza sus motivaciones de emprendimiento y consumo, lo
cierto es que, éstas decisiones son las que en realidad generan efectos
adversos sobre el desarrollo de un país, pues son los negocios agrícolas, los restaurantes, las tiendas, las peluquerías,
panaderías etc., los que verdaderamente ofrecen posibilidades de empleo e
ingreso a la mayoría de la población.
En Latinoamérica
tenemos por doquier ejemplos fallidos de gobiernos que ingenuamente se creyeron
más inteligentes que cientos de equipos económicos dotados con un arsenal de herramientas
de última generación. Alucinantes intentos por manipular la economía causaron,
entre otras cosas, la impresionante crisis de desabastecimiento en Venezuela y
una irracional inflación, que destruyeron el bienestar de los hogares, al punto
de generar una de las diásporas más grandes de la humanidad, detrás se cuentan
ejemplos similares, guardadas proporciones, como el de Argentina, Nicaragua
etc.
En
esencia, nuestros gobiernos gerencian de forma descuidada y poco rigurosa la
economía y pretendemos tener procesos económicos de creación de valor y riqueza
de países desarrollados, los cuales se
comportan de una forma totalmente diferente.
Dicho
lo anterior, es importante anotar que, Latinoamérica viene eligiendo gobiernos
que proponen cambios estructurales en aspectos que durante años han permanecido
invariables. Es claro, que el progresismo en cualquier escenario es pertinente
para materializar verdaderos procesos de mejora, la innovación que motiva el
cambio es necesaria para garantizar resultados evolutivos sociales positivos. Ahora,
debe tenerse mucho cuidado con confundir el progresismo con la intención de
traer del pasado ideas que han mostrado no funcionar, simplemente porque son
propuestas por ideologías particulares, pues se trata de dos cosas totalmente
diferentes. Cuando lo que se procura es la instalación social de ideas
antiguas, en realidad no hay progresismo sino un marcado conservadurismo. En
efecto, en procesos como el de Venezuela, Argentina y Nicaragua lo que se puede
ver, es la terquedad de ideas absolutamente conservadoras de una vertiente
ideológica que no había gobernado, insertadas en economías que se encuentran
años por delante de tales planteamientos.
De
otra parte, debe aclararse que el progresismo no puede suponer la gerencia
ligera y descuidada de la economía, por el contrario, teniendo en cuenta sus
objetivos en términos de cambio social, necesita de la gestión magistral de las
transformaciones y además, de la generación de riqueza estructural, que
asegure el verdadero mejoramiento de la felicidad de todos y cada uno de los hogares,
creando las condiciones para que efectivamente se muevan de manera equitativa,
hacia una situación de mayor abundancia en comparación con la que existía antes de
dar inicio a su gobierno.
Muy buen análisis.
ResponderEliminarLeyendo el texto me generó una reflexión sobre acontecimientos recientes y la necesidad de entender qué sucede.
El presidente Gustavo Petro y su equipo de gobierno en el sector transporte hacen una reunión con los contratistas de la primera línea del metro de Bogotá para plantearles que la hagan en un tramo subterránea. Una vez se enteran los demás actores, que deberían haber participado, el ministro lo niega. Unos días después se sabe que la reunión se hizo con ese propósito.
Mi conclusión es que no solo es como lo planteas de falta de gerencia pública para el 2022 sino que consideran que están jugando un LEGO con fichas obsoletas y con reglas para niños de 7 años (que me perdonen los niños).
Lo mismo puedo decir de la discusión acerca de incentivar la industria de las confecciones con remedios fallidos de hace 60 años.