domingo, 23 de julio de 2023

Convertirse en un país rico no es más que una decisión colectiva

Publicado en el Diario Portafolio 

https://www.portafolio.co/mas-contenido/como-la-colectividad-podria-convertir-a-colombia-en-un-pais-rico-585840

Durante años hemos tenido oportunidad de conocer un conjunto muy amplio de teorías que intentan explicar las razones por las cuales existen diferencias tan marcadas entre países en materia de riqueza y desarrollo, las aproximaciones son tan variadas que van desde planteamientos como el imperialismo, pasando por las características geográficas y socio demográficas del territorio, hasta el tenor de las reglas sociales e incluso sofisticadas teorías de la conspiración. Lo cierto es que al final de cuentas, al analizar casos de desarrollo rápido como los de Taiwán, Israel, Luxemburgo, Noruega, China, por mencionar algunos, lo que termina definiendo si un país se desarrolla o no y alcanza altos o bajos estándares de bienestar, son las decisiones que toma en materia política y económica. A pesar de que el caso de cada país es diferente y difícilmente comparable al de los demás, lo claro es que, en algún momento de su historia, tomaron la decisión como sociedad de salir de la pobreza para posteriormente, modificar una a una las dimensiones de su realidad, asegurando semejante resultado.

Por su parte, a pesar de que en Latinoamérica hemos tomado un sin número de decisiones económico-políticas a lo largo de los años, en la mayoría de nuestros países, su incidencia nos ha llevado por caminos menos exitosos que las de los casos enunciados. Desafortunadamente, debido a la evolución histórica de nuestra realidad, todos nuestros imaginarios han estado mediados por conceptos como la lucha de clases, el autoritarismo, el populismo, entre otros. En este sentido, nuestras decisiones han girado en torno a deudas históricas, reivindicación, enfrentamientos entre grupos poblacionales específicos y demás fenómenos similares.

Al final de cuentas, bajo esta lógica, la sumatoria de cada una de las decisiones tomadas por las diferentes generaciones, terminó configurando un entorno sociopolítico y económico, que nos ha dejado a medio camino en términos de dar alcance real a las necesidades de nuestras poblaciones. Vale la pena reconocer que, en la actualidad, la mayoría de nuestros países son de ingreso medio y adolecen de una marcada desigualdad, además sus matrices productivas tienen escasa capacidad para producir valor, debido a que están concentradas en la producción de bienes y servicios primarios con mermado nivel de sofisticación.

Como consecuencia, hoy día, se tiene una amplia base poblacional escasamente formada, con capacidades poco sofisticadas y fácilmente reemplazables que carece de capacidad para producir grandes cantidades de valor. Semejante situación la mantiene cautiva en los sectores de la matriz productiva que menos valor producen, por lo que los ingresos que recibe terminan siendo insuficientes.

Una situación como ésta supone un verdadero reto social, pues el valor que estas poblaciones son capaces de aportar para la provisión de bienes y servicios públicos es prácticamente nulo, por lo que la porción más formada, con capacidades más desarrolladas y mayor facilidad para producir valor, asume la totalidad de dichos costos. Así las cosas, termina cediéndole al Estado tanto valor producido, que al final de cuentas son pocos los incentivos que tiene para seguir produciendo la misma cantidad de valor.

En razón a lo mencionado, terminamos con realidades llenas de mecanismos diseñados para capturar el valor producido por una parte de la sociedad, con la esperanza de poder transferírselo a la otra con menores posibilidades. Sin embargo, un entorno de estas características termina dificultando de forma muy relevante el emprendimiento y la construcción colectiva de ideas que permitan la producción de más valor, en tanto, la matriz productiva no evoluciona hacia sectores de alto valor, sino que contradictoriamente, se deteriora y focaliza en sectores informales que, al final de cuentas, no son capaces de garantizar ingresos razonables para estas poblaciones menos favorecidas. En consecuencia, terminamos en un entorno lleno de pobreza y desigualdad estructural que, a pesar de todos los esfuerzos, desde un punto de vista objetivo, nunca podrán ser erradicadas.

Salir de esta espiral de deterioro, supone varios cambios en el paradigma político y económico. Lo primero como en el caso de los países de reciente desarrollo, es convencernos de que ya no queremos ser países pobres, lo segundo es abandonar los paradigmas tradicionales en el marco de los cuales llegamos a esta situación, dejar atrás la perspectiva de lucha de clases, de reivindicaciones sociales, de subsidiar la pobreza, para pasar a imaginarios concentrados en producir riqueza para todos y cada uno de los integrantes de nuestra sociedad. Lo segundo, naturalmente, es iniciar un proceso serio de recomposición de la matriz productiva migrando a otros sectores que produzcan bienes y servicios altamente demandados por el resto del mundo y que supongan una muy masiva concentración de valor agregado. Lo tercero, es formar a las nuevas generaciones de bajos ingresos estructuralmente, para generar las capacidades sofisticadas que requieren los nuevos sectores productivos, de forma que se integren efectivamente a ellos entregando mucho valor y de esta manera, eleven notablemente su nivel de ingresos. Lo cuarto, es centrar los recursos públicos escasos en financiar de forma decidida dicha oferta educativa y modificar todo el entorno de infraestructura, para facilitar el flujo de bienes y servicios producidos por estos sectores hacia el exterior. Lo quinto, es ofrecer infinidad de incentivos para empresas con conocimiento desarrollado en los sectores a los que queremos migrar, para que se instalen en el país, aprender de ellas y paralelamente priorizar el irrestricto apoyo a emprendimientos totalmente nacionales que aprovechen estos aprendizajes y nutran industrias sólidas de gran alcance.

Claramente, objetivos como los anotados no los materializaremos de la noche a la mañana, por lo tanto, para que funcione, es necesario que todos nos convenzamos de que este efectivamente es el camino, que luchemos generación tras generación por recorrerlo de forma certera y sobre todo, que en el entretanto, nos unamos como sociedad conformando un equipo sólido que trabaje obsesivamente codo a codo sin dudas ni reservas.


jueves, 6 de julio de 2023

Las economías irreales y la miopía de los economistas


La economía es por definición, un sistema complejo auto organizado, esto quiere decir que múltiples actores con intereses variados, voluntariamente, se interrelacionan con otros de diversas maneras. Lo interesante del caso, es que siglos de prueba y error en lo que tiene que ver con las características de estos actores y la naturaleza de semejantes interacciones, han generado un sistema estable, con equilibrios más o menos definidos, alrededor del cual gira la vida de todos nosotros. No obstante tengamos la impresión de que las economías de los países son separadas, tan grande e intrincado es este sistema, que supone la vinculación en una sola economía global, de todos los seres humanos que habitamos el planeta.

Una situación como esta supone un verdadero reto para la cibernética, desde el punto de vista de nuestra real posibilidad para controlar y gestionar efectivamente el sistema económico. En efecto, la capacidad de los economistas para comprender todas las partes de este sistema y sus verdaderas interrelaciones es increíblemente limitada, la forma en la que lo estudian tiene serios problemas pues pretenden sacar conclusiones generales, observando los resultados asociados a las partes del sistema. Aún los premios nobel de economía, pretenden explicar un sistema complejo proponiendo teorías específicas sin llegar a concretar ni tan siquiera un asomo de una teoría del todo. Lo cierto, es que en el marco de semejante miopía, proponen fórmulas que en vez de garantizar resultados óptimos para las personas que formamos parte del sistema económico, lo que hacen es perjudicarnos desde diferentes puntos de vista. Muchas de estas recomendaciones que además están preocupantemente contaminadas con sesgos políticos específicos, lo que buscan es manipular el sistema, sus partes e interrelaciones, para materializar un resultado que se supone óptimo cuando claramente no lo es. 

Lo cierto es que, un sistema complejo, auto organizado, por definición, no puede manipularse, es decir, no puede ser engañado en el largo plazo. En gracia de la verdad, lo que han logrado estos intentos de manipulación a lo largo del tiempo, es generar caos y desorden, la realidad es que donde se siguen las recomendaciones de los economistas con semejantes visiones limitadas, se generan daños que posteriormente cuesta mucho corregir.  Por cuenta  de lo que muchos llaman “heterodoxia económica”, que no es otra cosa, que propuestas desconectadas de la verdadera complejidad del sistema económico, se han venido construyendo a lo largo de los años economías irreales, que fingen ser de una manera, con la esperanza de mejorar sus equilibrios, cuando en realidad son de otra forma totalmente diferente. Los síntomas de semejantes economías son fácilmente identificables: controles de precios con la esperanza de reducir los resultados naturales de la interacción entre la oferta y la demanda, manipulación de la tasa de cambio para supuestamente hacer la producción nacional más competitiva a los ojos del resto del mundo, alto volumen monetario en los mercados para supuestamente incentivar el consumo y la producción interna, altos impuestos, deuda y gasto público para pretender mejorar el bienestar de los menos favorecidos etc. Lo cierto es que medidas de estas características tienen el mismo efecto del maquillaje sobre una persona no muy agraciada, en el corto plazo la hace lucir bella, mientras en el largo plazo, una vez desaparece, se revelan las verdaderas características morfológicas. 

Esta dinámica ha llevado a las economías a un nivel de falsedad tal que el Estado ha sido propuesto como un mecanismo para reemplazarlas, cuando técnicamente el segundo se financia enteramente a través de las primeras, por lo que, en el marco de los parámetros actuales, no puede existir sin aquellas. Lo cierto es que pretender tener un Estado boyante sin garantizar una economía desarrollada y sobre todo real, es lo mismo que intentar obtener huevos de oro, matando la gallina que los produce o disfrazando de ave a un animal diferente. 

En efecto, la acumulación sistemática de las decisiones tomadas a lo largo de años de análisis parciales, produce resultados indeseados como la pobreza y la desigualdad. El afán por seguir caminos que generan beneficios banales únicamente en el corto plazo, hace que los actores de la economía cambien su comportamiento, con el consecuente deterioro drástico de su capacidad para crear valor y por lo tanto, la reducción de la posibilidad de la economía para generar excedentes y riqueza que beneficien a todos y cada uno de sus integrantes. De la misma forma, conforme se deterioran los estructurales, mayor es el afán de fingir y pretender, es decir, cuanto menos agraciada la persona, mayor la necesidad de grandes cantidades de maquillaje para aparentar la belleza de la que se carece, por lo que más irreal se vuelve la economía. 

Al final de cuentas terminamos con una economía deteriorada, que produce poco valor y una base importante de pobres, que intentan ser rescatados mediante mecanismos también falsos como la redistribución, bajo esta óptica se pretende que una sola parte de la sociedad, una pequeña, financie a la gran mayoría, no obstante esta decisión merma aún más la economía pues reduce, de nuevo, la capacidad para generar valor y amplía la base de pobres dependientes que seguirán en la pobreza toda la vida sin ninguna posibilidad de movilidad social. 

Finalmente, un sistema auto organizado que a lo largo de cientos de años de aprendizaje ha entendido como configurarse, termina siendo desdibujado por personas que pretenden entenderlo, pero que en realidad no tienen idea alguna de las implicaciones de sus decisiones sobre él. Por lo tanto, terminan configurando economías que están destinadas al fracaso, a la generación de pobreza y sobre todo de desigualdad. 

Lo lógico, naturalmente, sería migrar la perspectiva a tener economías reales, honestas, que renuncien a los maquillajes innecesarios, que sean capaces de evidenciar sus defectos y corregirlos de manera estructural, economías estables diseñadas para desaparecer estructuralmente la pobreza y la desigualdad, en las que el Estado no pretenda reemplazarlas sino más bien, estimularlas honestamente para garantizar cambios sustanciales que permitan que hasta el último de los individuos, pueda sentirse totalmente tranquilo y sobre todo, realizado.