martes, 15 de agosto de 2023

El mito de la redistribución de la riqueza.


Fuente: GenialGurú


Publicado en la diario Portafolio https://www.portafolio.co/economia/finanzas/el-mito-de-la-redistribucion-de-la-riqueza-587732

Muchos estamos interesados genuinamente en reducir la desigualdad de ingresos y riqueza predominante en el mundo, particularmente porque comprendemos sus reales implicaciones, las cuales en su mayoría, impiden que una sociedad viva en armonía y equilibrio.

En general, las sociedades más desiguales son las que tienden a tener fenómenos de violencia más arraigados, modelos de gobierno menos eficaces y justos, menores niveles de desarrollo y posibilidades de alcanzarlo. En términos generales, la desigualdad es sinónimo de sociedades fallidas con patologías estructurales imposibles de solucionar, hasta tanto, la inequidad, su causa principal, no desaparezca.

Lo cierto es que, existen diferentes formas de enfrentar semejante problema endémico, una de las mas generalizadas y por definición menos eficaces, es lo que conocemos como redistribución de la riqueza. En definitiva, se trata de un mecanismo propuesto en coro por ciertos sectores de la sociedad actual, que desde un punto de vista histórico, se puede afirmar que lleva décadas de implementación sin generar resultados concretos, mientras por el contrario ha profundizado los niveles de pobreza de toda economía que ha intentado ponerla en práctica de forma ortodoxa.

Ahora, si se trata de un mecanismo que no funciona, la cuestión obvia es por qué tantas personas reclaman su implementación. La explicación a una pregunta de tal profundidad es relativamente simple, diversos grupos políticos han entendido a lo largo de la historia, que ideologizar y enfrentar sociedades ofreciéndoles una utopía y proponiendo presuntos culpables de la desgracia, es la manera más eficaz de alinear preferencias para asegurar una amplia base de votantes que garantice el acceso irrestricto al poder.

Para explicar por qué no funciona, intentemos visualizar un escenario en el que mañana mismo al interior de nuestro país, tenemos la posibilidad de distribuir la riqueza, asumamos que tenemos la opción de tomar todos los recursos acumulados por grupos poblacionales específicos, transferirlos a quien haga las veces de Estado, para que éste a su vez distribuya estos recursos persona por persona de forma equitativa. ¿Se acercará la realidad redistribuida, a la utopía planteada por aquellas ideologías? ¿Acaso todos los problemas que se supone serían solucionados con semejante medida, estarían solventados?

Los casos documentados a los que tenemos acceso en la historia, demuestran de inmediato que no se alcanza la utopía y mucho menos se solucionan los problemas estructurales, lo cierto es que siguen existiendo y reproduciéndose en el entretanto de un conjunto específico de mutaciones.

Semejante conclusión tiene mucho sentido en la medida en que la redistribución, no cambia realmente los elementos estructurales que conducen a la creación diferenciada de valor, causante de brechas sistémicas en la obtención de ingresos y la creación de riqueza.

Es ingenuo perder de vista que en el sistema económico actual, se remunera en mayor medida lo que la sociedad considera más valioso sofisticado y excepcional, es por eso y solo por eso, que un gerente de una compañía gana mucho más que un empleado raso, que un neurocirujano percibe ingresos muy superiores a los de un camillero. Mientras las decisiones de los primeros respectivamente, suponen la habilitación para que toda una organización produzca un número importante de cosas que van a ser remuneradas y corregir patologías al interior de un sistema altamente complejo como el cuerpo humano; las decisiones de los empleados en la base de la pirámide organizacional tienen baja incidencia, eso sin mencionar que un resultado de estas características es posible debido al proceso de creación de capital humano altamente sofisticado por el que pasan los gerentes y los especialistas médicos, versus el rápido y superficial proceso a través del cual se construyen las capacidades de los operarios.

Durante años, inducidos por políticos y diferentes actores interesados en conseguir seguidores, hemos llegado a pensar que semejantes diferencias, no son sino producto de conspiraciones sociales cuando en realidad, son resultado de condiciones esenciales del sistema económico y social, que les permiten a unos ofrecerle a la sociedad trabajo mas sofisticado y valioso que otros. Lo cierto es que, bajo tan negativa influencia, hemos omitido recurrentemente la discusión respecto a lo que debemos modificar, para que la capacidad de generar valor de los miembros de una sociedad sea comparable.

Dicho lo anterior, vale la pena analizar cuidadosamente, algunos de los cuestionamientos esenciales de la redistribución, para seguir esclareciendo las razones por las cuales, los países latinoamericanos que la han implementado no han mejorado sus niveles de desarrollo.

Lo primero que hay que decir, es que para poder hacer una redistribución exitosa, debe existir suficiente riqueza como para transferirla a las poblaciones menos favorecidas y por esta vía, convertir a todos los individuos de una sociedad, en integrantes de una clase media rica. En contraste, las sociedades latinoamericana son en general pobres, conformadas regularmente por una clase media pequeña y vulnerable, una clase alta diminuta, mientras las clases bajas son la mayoría de la población, por lo tanto, redistribuir al interior de ellas supone destruir la clase media, pues los recursos de la clase alta proporcionalmente jamás serán suficientes para mejorar las condiciones de las clases bajas, en este sentido, lo que se puede observar luego de la redistribución es una equiparación por lo bajo y no por lo alto, fuga hacia otras latitudes de las grandes riquezas y una presión impositiva expropiante sobre las clases medias.

En adición a esta simple aritmética, los segundo, es que una redistribución efectiva, parte del hecho de que el aparato estatal al que se le trasladan los recursos, es eficaz a la hora de transferirlos de los sectores altos a los bajos, sin embargo, los países latinoamericanos no tienen semejante posibilidad. De hecho sus organizaciones públicas en general son ineficientes, están cooptadas por la corrupción y la burocracia, por lo tanto, buena parte de esos recursos escasos se pierden financiando semejante organización o terminan en los bolsillos de personas deshonestas.

Además, para que la redistribución funcione realmente, debe garantizar la corrección eficaz de los problemas estructurales que condujeron a profundizar la desigualdad, es decir, debe asegurar que los escasos recursos que se le quitan a una parte de la población, se centren en construir capacidades que le permitan a la porción de menores ingresos, empezar a generar riqueza en proporciones siquiera parecidas a las de la población más rica. No obstante lo anterior, lo que se puede observar en los países latinoamericanos, es que los recursos que se quitan esencialmente a la clase media, le son transferidos a las clases menos favorecidas a través de mecanismos que no tienen ningún efecto sobre el mejoramiento de su capacidad para generar ingresos, como subsidios a los servicios públicos y entrega de salarios, entre otros. Es claro que, aspectos duros como el mejoramiento drástico de la calidad de la educación básica y media, la materialización de la cobertura universal en la educación superior, el incentivo a la investigación y desarrollo con alto potencial para generar valor, el mejoramiento drástico de la infraestructura de soporte para la creación de valor y la inversión necesaria para construir un entorno que facilite la generación sostenible de ingresos; son aspectos que se han dejado de lado.

De otra parte, una redistribución como la planteada, reduce los incentivos para la creación de valor, la pregunta obvia que los individuos empiezan a hacerse, es por qué deberían crear más valor del mínimo posible, si semejante esfuerzo no supondrá, en realidad, mejora alguna en las condiciones de vida de quien lo genera. En este sentido, lo que hemos visto en los países que han implementado estos mecanismos de forma muy decidida, es que las personas al interior del país dejan de idear, emprender e incluso formarse; de hecho, usualmente tiene lugar una sistemática fuga de capital humano, lo que se observa es que las ideas e iniciativas son llevadas a otros contextos en donde sean mejor valorados tales procesos de creación de nuevo valor.

Otro resultado palpable en aquellos países en los que se han implementado procesos estrictos de redistribución, es el evidente conflicto de intereses entre la clase media y las clases menos favorecidas. La primera, siente que está siendo despojada de una dignidad frágil, que ha ganado a pulso enfrentándose a un entorno hostil, percibe que le están quitando paulatinamente conquistas que suponían apenas condiciones dignas que los países en vías de desarrollo escasamente ofrecen; mientras las segundas, promovidas por aquellos que buscan afanosamente votos, sienten que es su derecho despojar a los demás de lo que califican como privilegios, sin darse cuenta que se trata en realidad de condiciones elementales que cualquier sociedad justa debería garantizar para todos y cada uno de sus integrantes. Semejante situación exacerbada por las ideologías, termina por generar enfrentamientos estructurales al interior de la sociedad, renovando puntos de vista que estuvieron vigentes en la revolución industrial cuando la clase media prácticamente no existía y solo se configuraba un proletariado explotado y una aristocracia explotadora, es decir, se posiciona una lucha de clases salida enteramente de contexto histórico, ahora entre la clase media, media baja y la clase baja. La clase alta se queda básicamente por fuera de semejante dicotomía pues representa un porcentaje ínfimo de la población, por lo que su relevancia es insignificante. Indudablemente, las sociedades rotas, que giran en torno a odios internos tan arraigados se paralizan pues son incapaces de llegar a consensos que les permitan evolucionar.

Empeorando la situación, los países que deciden hacer una implementación estricta de la dinámica de redistribución, terminan siendo cuestionados por el resto del mundo, precisamente porque semejantes decisiones no mejoran, sino más bien, empeoran la situación de sus nacionales, por lo tanto, al ser sometidos al escarnio internacional, se vuelven autocráticos, antidemocráticos, absolutistas, dogmáticos, cuestionan la riqueza en vez de condenar la pobreza y rompen su relación armónica con el sistema económico mundial, lo cual rápidamente deteriora de manera profunda su ya reducida capacidad para generar ingresos y riqueza.

Luego de todo esté análisis ácido para una medida ampliamente reclamada, pero abiertamente intrascendente, vale la pena aprender una valiosa lección: los países desarrollados con mayores niveles de bienestar, son aquellos que han logrado llevar a la mayoría de la población a convertirse en una clase media rica, es decir son los que han tomado las decisiones correctas para igualar por lo alto, por lo tanto, vale la pena aprender de semejantes casos, pues distinto a lo propuesto en Latinoamérica, han podido, evidentemente, acercar su propia realidad a la utopía, que muchos proponen, pero aún se encuentra tristemente lejana para nuestros países en desarrollo.

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5 comentarios:

  1. Parcialmente de acuerdo, para mi el estado deberá garantizar los servicios esenciales a toda la población educación, salud, justicia, e inversión social que permita crear capacidades en las personas para desempeñar un rol económico activo en el que logren generar ingresos, sin embargo, si debe ir acompañado de transferencias monetarias directas las cual no se darán a perpetuidad , por el contrario servirán de apoyo por un tiempo determinado. Hay población que no logrará ser activa en la generación de ingreso , como personas en extrema situación de vulnerabilidad y para esos casos se requiere de responsabilidad social y colectiva para brindar un mayor bienestar.

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  2. Part 3: How Bitcoin Fixes Money with Lyn Alden

    https://www.youtube.com/watch?v=wZdSn2n3TUg Saludos, Rlpr

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  3. En el caso hipotético donde un país reuniera a todos sus habitantes, ricos y pobres y los despojara de todas sus pertenencias y riquezas para hacer una distribución mas justa y equitativa donde todos tengan las mismas condiciones y posibilidades, el resultado seria sorprendente y al mismo tiempo predecible. A los pocos días existirían nuevamente ricos y pobres, estaríamos al inicio del ejercicio.
    la pobreza no es únicamente la ausencia de dinero , la pobreza también es mental.
    el día tiene las mismas 24 horas para todos, pero no todos las usamos de la misma forma.

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  4. (Me tocó dividir el comentario en dos) Yo diría más bien, que la efectividad de la redistribución depende de un buen diseño de la política pública que la implemente, así como de otros indicadores que muestren la salud de la economía de determinado país. Por ejemplo, también debe haber políticas de mercado libre que permitan un funcionamiento balanceado de la economía, un apoyo al empresariado, la creación y la innovación, etc. Así mismo, es fundamental que haya bajos indicadores de corrupción (como tú mismo señalas) donde se implemente la redistribución, pues si son altos estos índices lo más probable es que los recursos no lleguen a las poblaciones objetivo y que el Estado no esté retribuyendo el bienestar a los sectores de la población que entregan sus recursos en forma de impuestos. Cuando hay corrupción y redistribución de la riqueza lo más seguro es que vayamos a observar un empobrecimiento de la sociedad, no obstante, el problema no vendría de la redistribución per se, sino de un conjunto de factores que contribuyen a un resultado decadente.

    Ahora bien, esto es un concepto que doy sobre la redistribución como tal y no de su aplicación en un lugar concreto como Latinoamérica. Creo que estoy de acuerdo con una buena parte de lo que dices en el resto del texto donde argumentas por qué no funciona en América Latina. Nos muestras cómo sus condiciones impedirían un sistema que aplique ampliamente la redistribución de la riqueza, pero no me convence de los perjuicios de tener impuestos progresivos o de dar subsidios a las personas que están por debajo de la línea extrema de pobreza, solo por poner dos ejemplos. Creo que además del bienestar económico, tenemos obligaciones morales como sociedad y debemos buscar soluciones que no perjudiquen la salud de la economía, pero que ayuden a quienes más lo necesitan. Sé que eso también es lo que deseas y seguramente tienes muchas propuestas sobre cómo ayudar efectivamente a los sectores más necesitados; no creo que estemos en desacuerdo sobre lo esencial.

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  5. La desigualdad sigue siendo una preocupación central para los gobiernos, especialmente en los países en desarrollo. A pesar de explorar diversas alternativas, estos países no han logrado reducir significativamente esta problemática. Como se ha señalado, varios países de América Latina, como Brasil, Colombia, Panamá y Guatemala, presentan elevados índices en el coeficiente de Gini, superando el valor de 45, lo que es motivo de gran preocupación. Además, esta desigualdad suele desencadenar problemas adicionales que obstaculizan el desarrollo, como la violencia, la corrupción y la ineficiencia en las instituciones financieras. En Colombia, por ejemplo, el índice de Gini en 2023 es de 54,6 y la pobreza monetaria alcanza el 33%, cifras alarmantes para el país.

    Ante la ineficacia de las estrategias actuales de redistribución de la riqueza, surge la pregunta: ¿qué enfoque debería adoptar el gobierno para abordar esta situación de manera efectiva, sin recurrir a subsidios excesivos ni afectar los ingresos de la clase media?

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