El management moderno y la teoría de organizaciones atribuyen los resultados de cualquier organización esencialmente a las decisiones que se toman en su interior a lo largo del tiempo y a la manera en que estas elecciones generan una conversación efectiva con el entorno. Aclarando que un país es un tipo de organización, a continuación presentaremos de forma cuidadosa, las conclusiones procedentes del estudio de las series históricas asociadas a diferentes indicadores micro y macroeconómicos, para un periodo comprendido entre la mitad del siglo veinte hasta la época actual. El objetivo es analizar las decisiones que generaron tales cifras y los efectos sobre nuestra realidad actual. Si bien se trata de una revisión centrada en el caso colombiano, no cave duda de que los mismos patrones son observables en la mayoría de países latinoamericanos.
Empecemos con las finanzas gubernamentales, una dimensión de absoluta relevancia para cualquier país. Es evidente que venimos aumentando nuestro gasto público de manera sostenida a lo largo de las décadas recientes, sin embargo, lo que muestran las cifras es que los resultados no son los que esperábamos.
El drástico aumento del gasto público no parece tener ninguna incidencia sobre la desigualdad. Durante años nos han dicho que mediante redistribución, impuestos y gasto podemos reducir las diferencias en ingreso y riqueza, pero lo que vemos en los datos, a lo largo del tiempo, es un crecimiento drástico del gasto al tiempo que la desigualdad permanece invariable. De otra parte, tampoco es claro que semejante incremento siquiera haya tenido efecto contundente sobre la reducción de la pobreza.
Cada vez el Estado se queda con una porción más grande de las horas de trabajo y el valor producido por la sociedad, adicionalmente cada vez se endeuda más, sin embargo el país no se desarrolla. Una variable que en términos reales no muestra una evolución consecuente con el incremento del gasto público es el ingreso per cápita. Entonces ese fuerte aumento en el gasto y la deuda no solo no tiene incidencia real sobre la desigualdad y la pobreza, sino que no está generando mayores ingresos y riqueza. De hecho, la estructura productiva del país ha permanecido invariable durante años, seguimos produciendo y vendiendo al mundo lo mismo de hace décadas, el gasto no ha servido para migrar a sectores más sofisticados que nos permitan agregar más valor, recibir más ingresos y solucionar estructuralmente nuestros problemas de pobreza.
A pesar del crecimiento de la deuda y del gasto público, no estamos invirtiendo en cosas que generen valor social en el largo plazo, su composición ha permanecido casi invariable a lo largo del tiempo y en vez de centrarse en inversión altamente rentable socialmente, se focaliza en diferentes tipos de subsidios y transferencias monetarias a poblaciones específicas, que como hemos visto no parecen tener efecto cierto sobre la desigualdad y la pobreza.
Tengan en cuenta que hace décadas venimos actuando de la misma manera, por lo que esta situación es responsabilidad de múltiples gobiernos y diferentes facciones políticas, en esencia, a lo largo de los años cedemos al Estado cada vez más de lo que ganamos con nuestro esmerado trabajo, pero este esfuerzo descomunal no está sirviendo para dar solución a nuestros problemas más estructurales, lo cierto es que para avanzar es necesario un cambio fuerte de rumbo que abandone lo que no funciona y nos lleve a ser un país desarrollado.
Continuemos con el estudio de una dimensión de absoluta relevancia para el desarrollo humano, la facilidad para emprender, desarrollar nuevos proyectos y materializar nuestras expectativas.
Los datos nos muestran que las decisiones que hemos tomado durante todos estos años han configurado un entorno que dificulta el proyecto de vida de las personas, pero al parecer, no somos conscientes de nuestra responsabilidad en el proceso.
La economía institucional hace énfasis en los costos de transacción, para evitar ser innecesariamente técnicos podemos asociar este concepto a lo fácil o difícil que es lograr un resultado en uno u otro país. Fácil significa bajos costos, difícil altos costos de transacción.
Nuestra cultura, por cuenta de la acumulación paulatina de pequeñas decisiones que parecen inofensivas, ha venido construyendo un contexto en el que sencillamente es difícil lograr resultados. Las decisiones en diferentes dimensiones, tributarias, de movilidad, jurídicas por mencionar algunas; hacen todo difícil, desde moverse, interactuar con otros, comprar, vender, estudiar, hasta hacer un trámite, una transacción o acceder a algún tipo de recurso.
Cuáles son las consecuencias de esta dinámica, trabajamos más que la mayoría de países para lograr resultados en todo caso inferiores a ellos, somos menos competitivos, que los que tienen más facilidades, dificultamos nosotros mismos nuestra capacidad para crear valor por lo que seguimos siendo pobres, en fin, haciendo difícil todo, nos mantenemos en el subdesarrollo.
Entendiendo lo anterior, bien vale la pena trabajar en generar una cultura que facilite la vida de las personas, haga fácil lograr resultados y sobre todo priorice la libertad y la felicidad.
Las decisiones que hemos venido tomando a lo largo del tiempo en materia de finanzas gubernamentales, la facilidad para emprender, desarrollar nuevos proyectos y materializar nuestras expectativas, han configurado un entorno microeconómico que actualmente no muestra buenas señales:
De acuerdo con las cifras, las utilidades de las empresas grandes, que tienen mayor capacidad para protegerse de lo que pasa en el entorno y generan más de la mitad del empleo formal, volvieron en 2023 a niveles similares a los de la pandemia o inferiores en el caso de sectores de alto impacto sobre población de bajos ingresos.
Por su parte, La creación de empresas se redujo de 2022 a 2023 de forma importante, mientras los resultados de las micro, pequeñas y medianas empresas con capacidad limitada para enfrentar el entorno, vienen en paulatino deterioro hace ya varios años.
En conclusión, las decisiones de los últimos gobiernos han impactado negativamente el desempeño de la economía real, la caída en el recaudo de impuestos nos alertó recientemente al respecto, factores como el desmedido y poco técnico aumento de los gravámenes, acompañado de gasto de muy mala calidad que se comen la economía, el error ingenuo de descontrolar la inflación, el aumento persistente de la tasa de cambio, la generación de marcada inestabilidad económica, política y una consecuente profunda incertidumbre; han deteriorado el sector productivo, del cual derivan sus ingresos los hogares, esencialmente como microempresarios que se lucran de pequeños márgenes, pequeños inversionistas que tienen sus ahorros en fondos que invierten en grandes empresas o empleados que trabajan en dichos negocios.
Me parece muy acertada la columna porque realmente logra poner en perspectiva cómo las decisiones del pasado han moldeado el presente de nuestro país. Me parece muy acertado cómo se analiza el aumento del gasto público y su ineficacia para reducir la desigualdad y la pobreza. Este punto es clave, ya que nos muestra que simplemente gastar más no siempre se traduce en mejores resultados, y es algo que muchos políticos y ciudadanos tienden a olvidar.
ResponderEliminarComo militar, he tenido la fortuna de vivir en lugares como Marandua, Guerima, Bahía Solano y La Guajira, regiones donde la infraestructura es un lujo y el progreso muchas veces parece una ilusión. En medio de esos desafíos, he sido testigo de las carencias que enfrentan nuestros compatriotas, pero también he visto un inmenso potencial en las comunidades rurales que quieren progresar y no caer bajo las garras de los delincuentes.
ResponderEliminarUna vez, un señor de edad se me acercó y me dijo con tristeza: “Lamento no haberte dejado un país mejor”. Esas palabras me marcaron profundamente, reflejaban años de decisiones políticas que como bien señala la teoría organizacional, no han logrado responder a las necesidades reales de la población.
Hemos aumentado el gasto público y la deuda en las últimas décadas, pero los problemas siguen siendo los mismos, recuerdo una vez cuando realizaba una evacuación automedica en una pista de aterrizaje no preparada en el Vichada y pensaba “¿Por qué seguimos enfrentando estos desafíos estructurales, mientras el gasto público crece sin resultados visibles?”. El país no ha logrado diversificar su economía ni generar los ingresos necesarios para salir del subdesarrollo y es frustrante ver cómo gran parte de nuestros recursos se gastan en subsidios que aunque útiles en el corto plazo, no resuelven nuestros problemas de fondo.
Desde mi posición, he visto cómo se toman decisiones lejos de las regiones que más las necesitan, he trabajado en lugares donde las carreteras desaparecen en la selva, donde las escuelas carecen de recursos y donde el acceso a la salud es un sueño lejano, si seguimos desperdiciando recursos sin un plan estratégico que impulse sectores clave no podremos cambiar el rumbo.
Lo que realmente necesitamos es hacerle la vida más fácil a la gente, si permitiéramos a los empresarios locales acceder más fácilmente a los recursos, si simplificáramos los trámites y redujéramos las barreras, podríamos ver un cambio significativo. No se trata solo de aumentar el gasto, sino de generar valor a largo plazo, desde las ciudades hasta los rincones más remotos del país.
No es fácil, pero debemos dejar atrás las excusas y enfocarnos en decisiones que realmente transformen a Colombia. Es hora de apostar por un futuro diferente, uno en el que la infraestructura, la educación y las oportunidades lleguen a todos, no solo a unos pocos.