Luego de atestiguar los acontecimientos de varios países, por años, desde círculos privilegiados, pesa una conclusión que para algunos es evidente, pero para la mayoría de la población no lo es tanto: a la política actual, le tienen sin cuidado los países, su prosperidad y el bienestar de sus nacionales, lo que persigue de forma obsesiva son los votos necesarios para poder decidir sobre la sociedad, lucrarse y beneficiarse sin reparo en las consecuencias.
Soy consciente de la increíble dureza de la afirmación que acabo de hacer, sin embargo, estarán de acuerdo conmigo, en lo difícil que es controvertirla. Sin importar el país latinoamericano al que miremos, éste es el matiz que podemos identificar en el marco de un rápido escrutinio a la política nacional de cada uno de ellos. En todos los casos, encontramos un esfuerzo contundente por profundizar las ideologías de derecha y de izquierda, además, un sesgo evidente hacia usar el populismo sin descanso, eso sí, disfrazado de buenas intenciones y en muchos casos, oculto detrás del espejismo tecnocrático.
Por lo tanto, a pesar de su pretendida sofisticación, la política latinoamericana, se ha convertido en una vil mascota, capaz de hacer lo que sea por la añorada galleta, entendida como el premio del favorecimiento en la elección, por parte de los votantes desprevenidos que terminan resultando convencidos.
Ahora, la realidad es que tras largos años de ver innumerables mascotas, cada vez más serviles y dispuestas, el electorado ya no se convence con una simple movida de cola, actualmente son necesarias proezas del más refinado adiestramiento, por eso el populismo, la ideología y la polarización que lo acompañan, resultan a los ojos críticos, cada vez más exacerbados y evidentes.
Con creciente generosidad, la política entrega subsidios cual animal de compañía que da saltos mortales, está dispuesta a desordenar las finanzas públicas, endeudarse, hacer emisión monetaria, emulando a la graciosa mascota que hace de muertito, en resumidas cuentas, afronta las monadas necesarias para llamar la atención de sus amos y procurarse las ricas galletas de los votos de por vida, beneficiando al político de turno, al siguiente y sus interminables séquitos.
Lo cierto es que si quiere hacer todas estas maromas que engatusan, es menester procurarse recursos que deben salir de alguna parte, ojalá, de la porción de la sociedad más escéptica e informada, por lo tanto, menos vulnerable ante la zalamería y que tiene menos votos para ofrecer. En consecuencia, necesita apropiarse de todo lo construido por una parte de la población, destruyendo sus logros, difundiendo historias que validan semejante actuación reprobable y tienen el siguiente tenor: todo lo que has construido no lo mereces, es un privilegio, por esa razón, puedo quitártelo en el momento en el que lo decida, sin que esperes nada a cambio, pues se trata de una prerrogativa injusta.
En el marco de esta dinámica destruye los países, pero está bien hacerlo, porque las sociedades destruidas son menos sofisticadas, más dependientes y más fácilmente impresionables, es decir, dada su precariedad, vuelven a regocijarse con maromas triviales, simples, quitándole un peso de encima profundo a tan exigida mascota.
Su propósito es consolidar huestes de votantes ideologizados, dependientes de cuanta cosa se le ocurra hacer a la mascota, por ejemplo, deteriora con sus decisiones irresponsables el sistema económico del país, pero posteriormente, mediante discursos retóricos y mentirosos, le asigna la culpa a un inusitado enemigo externo, mejor dicho, actúa siguiendo la lógica del cachorro que destruye la casa, pero sale del problema jugueteando y mirando con ternura a su amo. Arruina la organización estatal y sus instituciones, vinculando a sus fichas políticas y posicionando la tiranía de la burocracia, sin embargo, procura que cada cosa que hace para corregir el caos gubernamental que ella misma generó, parezca un logro que debe ser celebrado, es decir, se comporta cual “adorable” animal doméstico que arrasa con todas las plantas del hogar, pero luego con una actitud fingida, simula traer una escoba para ayudar a recoger semejante desorden, en fin, la política latinoamericana actual, tiene el cuidado de asolar los países en los que se instala, para luego convencer a los electores de celebrar cualquier tontería que haga para intentar salir del embrollo que ella misma armó.
Lo cierto es que Latinoamérica no mejorará su situación celebrando irracionalmente las monadas de tan embaucadora mascota, por el contrario, necesita una política que se gane los votos gracias a su capacidad racional para entender las verdaderas necesidades de la sociedad y visualizar en el marco de una actitud inteligente y calculada, las decisiones que son necesarias para avanzar en el mejoramiento de la prosperidad general, del bienestar individual y la materialización del bien común. Una política que abandone la zalamería institucionalizada en subsidios y sobre todo, transferencias monetarias, dirigidos a las mayorías que votan, a costa de la destrucción del bienestar del resto, que entienda que sus decisiones deben mantener la prosperidad de los que a muy duras penas lograron mejorar su situación, exaltando sus logros y además debe buscar con ahínco que el resto de la sociedad siga esos mismos pasos. Requiere una política que renuncie a la burocracia inoperante, que lo único que logra es el beneficio propio a costa del trabajo esforzado del resto sin devolverle en realidad nada a cambio. Finalmente, le urge una política que estabilice el entorno de los hogares y las empresas, que caiga en la cuenta de que Latinoamérica no necesita trucos de mascota, que promueven luchas internas, que desestabilizan y cambian todas las reglas de juego, sino más bien, estabilidad económica, social, jurídica y sobre todo, gerencia de países, que aseguren un entorno amable, agradable y fácil capaz de garantizar las condiciones correctas, para que por sus propios medios, si lo desea, hasta el último individuo de la sociedad, pueda ser próspero y feliz.
Para nuestros países latinoamericanos la gran enfermedad política y de gobierno que hemos construido a través del tiempo bajo las estructuras sociales y que bajo artilugios de demagogia y especialmente con peroratas de los dirigentes y su grupo de colaboradores que articulados llegan a la población más afligida en términos de necesidades de bienestar, resultando fácil romantizar mediante dadivas y políticas de necesidad que al final terminan entregándose por el canal del voto popular de nuestra colectividad, perdiéndose el objetivo principal de gobernanza que es lograr mejorar nuestras condiciones de prosperidad común sobre nuestros territorios.
ResponderEliminarLa reflexión más importante para todo lector del presente artículo, considero es mirar con un pensamiento crítico y bajo nuestra posición social desde nuestros hogares, familias y trabajo el actuar contundente para generar ese rumbo que definitivamente marcara la diferencia y ruptura de una sociedad pensante y no permisiva como se describe en una mascota que mueve la cola solo para dar gracia temporal y continuar sumergiéndonos en la decadencia eterna de nuestra Latinoamérica.
Es evidente que aún nos queda un largo camino por recorrer en la región. Hemos sido testigos del impacto de las decisiones tomadas por los gobiernos de turno. Aunque algunas de algunas decisiones han tenido efectos positivos, en la mayoría casos los resultados no han sido beneficiosos para la sociedad en general. Es desalentador observar cómo se busca ganar votos a expensas de la credibilidad de las personas que, durante las campañas electorales, confían en las promesas de quienes aspiran a gobernarnos. Respetando las inclinaciones políticas y las decisiones individuales, es claro que las políticas implementadas han tenido un efecto negativo en numerosos sectores económicos. Estos sectores son fundamentales para la generación de oportunidades laborales y el crecimiento económico del país. Además, se ha observado un impacto desfavorable en la inversión extranjera, afectando negativamente tanto la economía como el desarrollo local. Otro problema significativo es la fuga de cerebros y la pérdida de mano de obra experimentada, que buscan mejores oportunidades en el extranjero. Esta migración de talento no solo debilita el capital humano del país, sino que también impide el desarrollo de proyectos y la innovación local y un aporte al crecimiento del paìs, especialmente por la perdida de credibilidad y de permanecer en el paìs. A esto se suman diversas deficiencias en las condiciones socioeconómicas, como el alto porcentaje de informalidad laboral, que incrementa la evasión fiscal, aumenta el flujo de dinero en efectivo y reduce los ingresos tributarios. También enfrentamos inconformidad en la prestación de servicios de salud, niveles educativos que requieren mejora y otras necesidades básicas insatisfechas. En este contexto, no debemos perder el rumbo. Es crucial buscar y promover acciones que contribuyan al desarrollo local y al bienestar general, a fin de construir un futuro más próspero y equitativo.
ResponderEliminarConsidero que es una crítica válida a nuestra realidad. Los políticos, con tal de asegurar su puesto, suelen priorizar promesas inmediatas y emotivas, dejando de lado soluciones estructurales a largo plazo que podrían llevar a la estabilidad y prosperidad general de la nación. El tema de los subsidios es delicado; en un país con altos niveles de pobreza, son necesarios para garantizar unas condiciones de vida mínimas a los más vulnerables. Sin embargo, también pueden convertirse en herramientas de manipulación electoral y generar dependencia en las personas más desfavorecidas. Por ello, es crucial crear condiciones que permitan un desarrollo autónomo y sostenible. La política actual parece enfocada en la búsqueda de votos a cualquier costo, y se requiere un cambio profundo en su ejercicio, donde se prioricen decisiones basadas en el bienestar social y criterios técnicos.
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