Las protestas de los
taxistas en diferentes ciudades colombianas, motivadas por la entrada al
mercado de una aplicación de consumo colaborativo como UBER, ponen bajo la lupa
de la opinión pública, a uno de los reductos del antiguo modelo de transporte
urbano, conocido por priorizar intereses
privados por encima del bienestar de toda una sociedad.
Nos enfrentamos a un
interesante caso de destrucción creativa Schumpeteriana, en el marco del cual,
si el gobierno lo permite; el modelo arcaico del transporte en taxi actual,
desaparecerá para darle espacio a un esquema de competencia abierta focalizado
en el bienestar de los usuarios.
Para entender por qué es
definitivo para la sociedad colombiana dar un paso de estas características,
vale la pena analizar la industria del taxi bogotana como modo de transporte
urbano. Años de decisiones de política pública fundamentadas en el lobby de los
magnates del sector, han parido un esperpento económico de magnitudes
inusitadas que vale la pena desvelar con cuidado. Se trata de un modelo de producción, que
contiene en sí mismo buena parte de las distorsiones, que se podrían analizar al
interior de una clase de microeconomía u organización industrial; veamos
algunas de ellas:
1. Se trata de una Industria sujeta a racionamiento: curiosamente
la oferta de nuevos cupos está racionada, esto quiere decir que no hay forma de
que su provisión aumente por efecto de la interacción de las fuerzas del
mercado. Hace varios años el gobierno decidió congelar la entrada de nuevos
taxis a la ciudad, lo que implica que la industria deba ajustarse a una curva
de oferta absolutamente inelástica, que no varía a pesar el creciente aumento
de la necesidad de vehículos adicionales. El resultado más obvio de una
situación de estas características, es el aumento sostenido del valor de los
cupos, hasta el punto de que hoy día su precio puede rondar los 100 millones de
pesos y la consecuente generación de barreras de entrada a una industria de
carácter competitivo, que redundan en el aumento de poder de mercado de los
magnates de los taxis y el consabido deterioro de la calidad del servicio
explicada por la restricción de la competencia.
2. El mercado del transporte en taxi está sujeto a control de precios: en
situaciones en las cuales se tiene una oferta fija debido al racionamiento y
una demanda creciente, la manera en la que el mercado garantiza sus sabios
ajustes, es mediante un aumento paulatino de los precios. Para poner freno a
este fenómeno, los gobiernos pasados decidieron controlar el valor de la
“carrera”, decretando una tarifa máxima y generando como consecuencia una
notable escasez en la industria. Esa es precisamente una de las razones por las
cuales es tan difícil conseguir un taxi especialmente en horas de alta demanda.
3. La oferta está protegida por múltiples barreras a la entrada: subsecuentes
regulaciones, han generado paulatinamente barreras tácitas a la entrada de
competidores: seguros, requisitos como la necesidad de afiliarse a una empresa
y hasta las especificaciones y el color de los vehículos; han hecho que este
sector esté cada vez más resguardado de cualquier clase de competencia y que se
convierta en un negocio altamente rentable para algunos grupos con alto poder
económico.
4. Industria con poder de lobby y de mercado: la de los taxis, es
una industria de altísima incidencia política, capaz de hacer prevalecer sus objetivos
financieros por encima del interés social. Desde hace años, los magnates del
sector financian campañas, promueven entre los conductores e incluso entre los
pasajeros, candidatos de elección popular cuyas agendas están en línea con la
defensa de sus propios intereses. Una condición de estas características hace
que las leyes sean diseñadas sobre medida, para su propio beneficio y que las
instancias de regulación no se atrevan a sancionar actuaciones reprochables, por
físico temor a la capacidad de movilización y acción colectiva de los taxistas.
5. Se trata de
un mercado informal con problemas de selección adversa: La búsqueda de
rentas privadas en un mercado con precios controlados y características como
las descritas, conduce inexorablemente la pauperización de la mano de obra.
Por todos es conocido que la mayoría de los taxis funcionan
bajo un esquema en el que los dueños se quedan con entre el 40% y el 60% del “producido”,
mientras el conductor debe conformarse con el porcentaje restante, el cual debe
alcanzarle para mantener a su familia y además cubrir los costos de la operación del vehículo. Naturalmente un
salario de estas características genera en el mercado un fenómeno denominado “selección
adversa” gracias al cual, la mano de obra más capacitada es captada por otros
sectores mejor remunerados, mientras que la industria de los taxis debe
conformarse con los “menos peores” dispuestos a trabajar por el importe que el
sector puede pagar.
Todos estos elementos y
muchos otros que no vale la pena explicar para no incurrir en tecnicismos, son
los responsables de que el servicio que actualmente ofrecen los taxis, ostente
una calidad tan cuestionada y que empresas como UBER, ajenas a todas estas
dinámicas, con una propuesta innovadora y diferente; sean tan valoradas y
respaldadas por los usuarios.
Como moraleja, vale la pena
decir que la regulación no siempre es buena, en especial cuando el regulador no
defiende la felicidad de los usuarios, sino que se concentra en preservar los
intereses económicos de los dueños de la industria.