martes, 29 de noviembre de 2022

La política tradicional ha muerto


Pocas cosas han evolucionado tanto en los últimos años como nuestra sociedad, sus preferencias, objetivos, manera de organizarse e interactuar son drásticamente diferentes, no obstante, la política en los países latinoamericanos se ha mantenido estática. 

Semejante situación ha venido generando brechas evidentes entre los políticos actuales y la sociedad que se expresan de forma clara en la reducida favorabilidad de todas las instituciones políticas. La sintonía de las personas con las estructuras políticas formales de los diferentes países es cada vez menor, a pesar de que tenemos una sociedad involucrada en la política como nunca antes, que se moviliza y toma partido. La aceleración de la articulación humana a través de nuevos mecanismos de gran impacto como las redes sociales, ha dado cuenta de mayorías que deliberan como nunca antes en la historia, con el fin de influir en todos los entornos políticos. 

Dicho lo anterior, al hacer un análisis cuidadoso de los imaginarios de los políticos de oficio actuales y las instituciones de las que forman parte, encontramos una concepción precaria y atrasada de la política que no coincide con la manera en la que el resto de la sociedad entiende el mundo. 

En efecto, la política actual está vinculada todavía a las ideas reinantes durante los orígenes del Estado moderno, es decir, aún define a las personas como una especie de súbditos con derechos y ciertas libertades, por lo que está focalizada en el ejercicio del poder y la imposición de la autoridad. 

Por otro lado, sigue concentrada esencialmente en la discusión, la deliberación, el enfrentamiento de posiciones ideológicas antagónicas, la imposición de las ideas y la toma de decisiones centradas en reformas y contra reformas. 

Desde este punto de vista, promueve un paradigma que exalta el liderazgo político tradicional por encima de todo, produce caudillos que a partir del discurso y la batalla deliberativa, intentan convencer a los súbditos de que sus planteamientos son los que deben ser impuestos sobre la sociedad, fabrica gobernantes separados de la realidad social, que con cierto espíritu autocrático toman decisiones que van en contravía del interés general. 

Una lógica como ésta da como resultado gobiernos e instituciones políticas completamente desconectadas de las preferencias sociales, interesados esencialmente, en no perder el control de los hilos del poder y por tanto, adelantar todo un despliegue del discurso, la retórica y la fuerza, para garantizar un eficaz dominio del aparato público y la sociedad.   

En indudable contraste, la sociedad está reclamando una política de nueva generación, ágil, rápida completamente centrada en satisfacer sus necesidades y mejorar su bienestar, una política que pone al ciudadano en el centro de toda su actuación, capaz de empatizar con él y comprender todas sus preocupaciones, configurada desde todos los puntos de vista, para cumplir sus expectativas de manera precisa y contundente. Las nuevas generaciones están en la búsqueda de una política que genere tranquilidad, que asegure entornos estables y abundantes que faciliten el desarrollo individual y la construcción de felicidad. 

Por lo tanto, el ciudadano actual, exige la evolución contundente de los líderes políticos, busca con ansia representantes capaces de unificar la sociedad en torno a objetivos comunes, personas que persiguen a toda costa el bien general, la armonía, abundancia y estabilidad de la economía y la sociedad.

Por definición, estos líderes deben ser menos retóricos y más científicos, es decir, menos interesados en persuadir para instalar socialmente ideas antagónicas y más focalizados en comprender, en interpretar los objetivos comunes, las expectativas generales en torno al bien común y descifrar la manera de conducir a la sociedad de forma certera, tranquila y contundente por el camino que desea recorrer. Por supuesto, estamos hablando de políticos que están menos focalizados en discursos, más centrados en entender las preocupaciones sociales y hacerse cargo de ellas, obsesionados con el liderazgo y la gerencia magistral de la sociedad, para efectos de facilitar su evolución a lo largo del camino por el que quisiera moverse. 

Así las cosas, el divorcio tradicional entre gerencia y política debe desaparecer, bajo ninguna circunstancia es posible ser un buen político si no se es también un buen gerente. Si se entiende la gerencia como el arte de gestionar recursos de toda índole para materializar resultados y este punto de vista se concilia con la obsesión por hacerse cargo y conducir de forma certera a que la sociedad materialice sus objetivos, se entenderá la profunda irracionalidad de mantener separados estos dos conceptos. 

Ser buen gerente implica formarse para serlo, lograr verdadera maestría en el arte de gestionar organizaciones, recordando, que un país en sí mismo, es una organización de personas con múltiples elementos y objetivos comunes, teniendo en cuenta que está nutrida por infinidad de recursos y capacidades, los cuales, deben ser comprendidos y gestionados eficazmente con el propósito de lograr el mejoramiento del bienestar de todos sus habitantes, así como la satisfacción de sus diversas expectativas. 

De la misma manera, la buena gerencia supone ser consciente de que el país cuenta con una organización pública diseñada y concebida para facilitar el logro de los objetivos de toda la sociedad, mantener su armonía social, económica, entregar bienes y servicios de carácter público que nadie más es capaz de entregar, los cuales, deben garantizar un ajuste perfecto a las preferencias de los ciudadanos, una calidad y pertinencia notables, superior a la de cualquier empresa privada, pues si bien, el bienestar de una persona no parece afectarse de forma sustancial cuando se presentan problemas en la producción de bienes triviales como un nuevo reloj o nuevo teléfono inteligente;  si cambiará drásticamente si servicios tan esenciales como seguridad, justicia, salud, educación, infraestructura pública etc., no le son provistos de forma apropiada. 

De acuerdo con todo lo expresado, la favorabilidad de las instituciones políticas empezará a mejorar cuando los políticos cambien y las instituciones se transformen, cuando aparezca la primera generación de políticos capaces de gerenciar magistralmente el país y al interior de todas las ramas del poder público y sus diferentes entidades, tengamos gerentes que conozcan perfectamente su negocio, totalmente empáticos con las necesidades de los ciudadanos y con habilidades muy desarrolladas para transformar drásticamente las ciudades, los municipios y los entornos rurales tomando decisiones mucho más pertinentes y gestionando de forma mucho más inteligente los mismos recursos con los que en la actualidad contamos. 

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lunes, 7 de noviembre de 2022

Estabilidad económica: la clave de un verdadero progresismo

Fuente de la imágen: Revista Yorokobu

La economía es un sistema altamente complejo que debe gerenciarse de forma magistral y cuidadosa si es que se tiene el objetivo de mejorar el nivel de desarrollo de un país.

En primera instancia vale la pena comprender que semejante estructura no puede engañarse ni manipularse. Es claro que, la economía contemporánea está llena de actores tomando decisiones con base en la información y estímulos que reciben del entorno, que con el paso de los años, han venido incrementando de forma exponencial su capacidad para entender lo que pasa en los mercados, gracias al desarrollo de la tecnología y la analítica avanzada.

Debe tenerse en cuenta que, por ejemplo, un sinnúmero de personas entregan directa o indirectamente sus ahorros grandes, medianos o pequeños a fondos de inversión nacionales e internacionales de diferente índole o características, que cuentan con equipos cada vez más sofisticados, encargados de hacer la lectura en tiempo real de las condiciones del mercado, con el propósito de tomar decisiones anticipadas, inteligentes, que eviten a toda costa la pérdida de valor de las inversiones.

En este sentido, pensar siquiera en implementar mecanismos de gerencia de la economía, similares a aquellos populares en décadas pasadas, es francamente ingenuo e irresponsable.

Dada la evolución financiera de la humanidad, cómo nunca antes en la historia, los capitales se mueven alrededor del mundo y lo hacen buscando entornos estables, seguros, en los que sea posible la creación de valor. Estos movimientos son permanentes, pero especialmente fuertes en momentos como el actual, en el que se esperan resultados adversos en todas las economías del mundo.

Es claro que, los diferentes inversionistas grandes y pequeños buscan por todos los medios proteger los ahorros que han construido a lo largo de su vida, movilizando sus inversiones a los entornos más seguros posibles. Estos movimientos tienen incidencia directa sobre variables como la tasa de cambio, la inflación, la producción interna bruta etc.

Desde este punto de vista, los países que generen incertidumbre tendrán por definición desbandada de capitales y parálisis de los que se quedan. Toda esta dinámica ralentiza la economía real, la de las personas, los hogares, las micro, pequeñas y medianas empresas.

De hecho, lo que nos han demostrado las crisis económicas de los últimos 150 años y recientemente la inmobiliaria del 2008, así como la de la pandemia del COVID 19 que vivimos en la actualidad, es que los intentos sistemáticos por engañar la economía siempre anteceden procesos recesivos complejos.

Así las cosas, los países más ricos, aprendiendo de la historia, han desarrollado patrones de gerencia de la economía más responsables y realistas. Su objetivo principal, es  mantener sus economías suficientemente estables, para que los diferentes capitales se movilicen hacia ellas y sobre todo, que los inversionistas se animen a generar valor, creando empleo y riqueza interna.

En Colombia aún no apropiamos este mismo aprendizaje, por ejemplo, hacemos una reforma tributaria cada año, asumiendo que decisiones de este estilo no van a originar daños sobre la economía y que no se materializarán efectos nocivos sobre el ecosistema productivo. De hecho, tenemos una lógica de gobierno pendular, inmadura que cambia de parecer cada cuatro años e ingenuamente asumimos que está indecisión no tendrá efecto sobre la actividad privada, la fuga y parálisis de capitales.

Incluso, las declaraciones de los gobiernos de turno, que intentan de forma ilusa tranquilizar los mercados, en el entretanto de la incertidumbre generada por ellos mismos, en general, se refieren a la incidencia de sus decisiones sobre los grandes capitales, lo cual es extraño por cuánto la economía real de los hogares y pequeños negocios es la que configura el ADN de la riqueza de las naciones. En este sentido, cualquier aspecto que genere incertidumbre en la clase media, por ejemplo, aplaza sus motivaciones de emprendimiento y consumo, lo cierto es que, éstas decisiones son las que en realidad generan efectos adversos sobre el desarrollo de un país, pues son los negocios agrícolas,  los restaurantes, las tiendas, las peluquerías, panaderías etc., los que verdaderamente ofrecen posibilidades de empleo e ingreso a la mayoría de la población.

En Latinoamérica tenemos por doquier ejemplos fallidos de gobiernos que ingenuamente se creyeron más inteligentes que cientos de equipos económicos dotados con un arsenal de herramientas de última generación. Alucinantes intentos por manipular la economía causaron, entre otras cosas, la impresionante crisis de desabastecimiento en Venezuela y una irracional inflación, que destruyeron el bienestar de los hogares, al punto de generar una de las diásporas más grandes de la humanidad, detrás se cuentan ejemplos similares, guardadas proporciones, como el de Argentina, Nicaragua etc.

En esencia, nuestros gobiernos gerencian de forma descuidada y poco rigurosa la economía y pretendemos tener procesos económicos de creación de valor y riqueza de países  desarrollados, los cuales se comportan de una forma totalmente diferente.

Dicho lo anterior, es importante anotar que, Latinoamérica viene eligiendo gobiernos que proponen cambios estructurales en aspectos que durante años han permanecido invariables. Es claro, que el progresismo en cualquier escenario es pertinente para materializar verdaderos procesos de mejora, la innovación que motiva el cambio es necesaria para garantizar resultados evolutivos sociales positivos. Ahora, debe tenerse mucho cuidado con confundir el progresismo con la intención de traer del pasado ideas que han mostrado no funcionar, simplemente porque son propuestas por ideologías particulares, pues se trata de dos cosas totalmente diferentes. Cuando lo que se procura es la instalación social de ideas antiguas, en realidad no hay progresismo sino un marcado conservadurismo. En efecto, en procesos como el de Venezuela, Argentina y Nicaragua lo que se puede ver, es la terquedad de ideas absolutamente conservadoras de una vertiente ideológica que no había gobernado, insertadas en economías que se encuentran años por delante de tales planteamientos.

De otra parte, debe aclararse que el progresismo no puede suponer la gerencia ligera y descuidada de la economía, por el contrario, teniendo en cuenta sus objetivos en términos de cambio social, necesita de la gestión magistral de las transformaciones y además, de la generación de riqueza estructural, que asegure el verdadero mejoramiento de la felicidad de todos y cada uno de los hogares, creando las condiciones para que efectivamente se muevan de manera equitativa, hacia una situación de mayor abundancia en comparación con la que existía antes de dar inicio a su gobierno.