Mostrando entradas con la etiqueta Política. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Política. Mostrar todas las entradas

domingo, 10 de diciembre de 2023

Rompiendo los mitos sobre el empresariado y el emprendimiento

 


Fuente: https://www.jelpit.com/blog/empresas/estrategias-para-llevar-tu-emprendimiento-a-otro-nivel/

En los últimos años, un conjunto de personas, al interior de universidades, entornos políticos, en general, actores con actividades desvinculadas del sector real; ha venido construyendo una historia falsa en relación con el emprendimiento y los empresarios. Partiendo del cuestionamiento de hace siglos, promovido en su momento por Marx, Engels y posteriormente por sus descendientes ideológicos, centrado en la explotación de los trabajadores, en la tesis de que el aporte del trabajador es la verdadera fuente de valor en la sociedad, en el concepto de la plusvalía y la lucha de clases; cuestionan y denigran del rol de los empresarios en la sociedad y los beneficios del emprendimiento, partiendo del hecho de que los empresarios por sí mismos no aportan valor, en general son simplemente dueños del capital y fundamentalmente se rentan de su propiedad.

Toda esta construcción, que en algún momento de la historia resultó útil para el mejoramiento de la sociedad, en la época actual es total y completamente improcedente por varias razones.

El valor no está explicado por la cantidad de trabajo invertido:  en la actualidad tenemos claro que el valor está determinado por la relación entre quien produce y quién consume, sabemos que la interacción entre estas dos perspectivas las cuales están centradas por un lado, en cuánto cuesta producir algo teniendo en cuenta todos los elementos involucrados en la producción, y por el otro, qué tanto la sociedad, necesita o desea lo que se produce. Para ilustrar ésta consideración pensemos en un emprendedor que decide producir grilletes para esclavos, invirtiendo grandes cantidades de trabajo en su elaboración, teniendo en cuenta que la sociedad abandonó semejante práctica, por fortuna  hace años, seguramente el valor real de lo que vende será nulo precisamente porque nadie necesita o desea tal artículo no obstante alguien decida producirlo. 

La importancia creciente de la gerencia: cualquiera que haya emprendido, sabe que el aporte más grande que hace el emprendedor, el empresario en la producción de bienes y servicios, es la articulación de infinidad de recursos de toda índole para materializar un resultado  notablemente complejo sobre el cual exista necesidad  o deseo. No hay duda de que esta capacidad es increíblemente escasa y valiosa, tanto que podemos hacer el experimento de intentar producir algo tan sofisticado como un dispositivo móvil, juntando un conjunto de trabajadores y no tendremos ningún resultado, incluso, podemos trasladar ésta responsabilidad al Estado y conociendo su incapacidad histórica para desempeñar dicha tarea, no logrará lo que un buen emprendedor hace de forma rápida y sistemática. Se ha difundido el mito de que el empresario únicamente aporta los medios de producción lo cual es totalmente falso y ajustado a otra época, de hecho este planteamiento proviene en general de personas que jamás en su vida han emprendido con éxito, en realidad, para un emprendedor lo menos relevante es la propiedad de los medios de producción, tanto así, que en las primeras etapas de un emprendimiento real no le pertenecen, usualmente su consecución procede de préstamos y apalancamiento. En la mayoría de los casos le prestan justamente gracias y en proporción a su capacidad de gerencia y logro de resultados. 

El Estado no puede reemplazar al empresario: podría hacerlo, pero la experiencia ha demostrado que en modelos democráticos es un pésimo emprendedor, corrupto, ineficiente e ineficaz. De hecho, lo que no advierten muchos, es que también se apropia de una plusvalía muy relevante a través de impuestos que no se devuelve a la sociedad pues se diluye en un aparataje burocrático. Por lo tanto, bajo estás circunstancias se cambia a un emprendedor ágil y eficaz por otro lento y pesado que se queda con una mucho mayor porción del valor creado por nuestro trabajo. 

La mayoría de empresarios no son magnates dueños de grandes corporaciones: según datos de la OCDE hasta el 70% de lo que se produce en la actualidad procede de Pequeñas y Medianas Empresas (PYME), esto quiere decir que la mayoría de emprendimientos en el mundo son en realidad lo que observamos en la cotidianidad, la empresa del panadero que produce pan en el primer piso mientras vive con su familia en el segundo y que para hacerlo contrata dos panaderos aprendices, la peluquería que vincula a otros tres o cuatro peluqueros más, el taller automotriz que da trabajo a otros mecánicos, por mencionar algunos ejemplos.

El emprendimiento no es negativo ni destructivo: lo que destruye el entorno es el emprendimiento irresponsable, que en realidad esta paulatinamente desapareciendo. Gracias a cambios evidentes en las preferencias sociales, cada vez tenemos un emprendimiento más altruista y consciente, más centrado en la sostenibilidad, la ética y la responsabilidad social. Para constatarlo basta estudiar el comportamiento de grandes empresarios a lo largo de la historia, comparar las prácticas de emprendedores como John D. Rockefeller y Andrew Carnegie, con las de contemporáneos como Steve Jobs y Sam Altman, siendo objetivos, es claro que hay diferencias fundamentales en su escala de valores así como en la voluntad de hacer aportes notables para construir una mejor sociedad. 

Lo cierto, es que emprender es la base del desarrollo y hasta la fecha, solo los países con una sólida cultura emprendedora focalizada en profundos principios éticos y de justicia, han logrado altos niveles de bienestar y felicidad, por lo tanto, si queremos avanzar es pertinente enaltecer el emprendimiento, la gerencia, la construcción de valor social  y concentrarnos en configurar un ecosistema, que haga posible este proceso de forma igualitaria para cada uno  de los individuos de nuestra sociedad. 

Versión en audio


domingo, 19 de marzo de 2023

El arte de gerenciar países


Fuente: Vantage Circle

Los países son en esencia organizaciones de personas con un territorio común, reglas, cultura y objetivos similares, desde este punto de vista necesitan de procesos de gerencia que lleven a sus habitantes a materializar los resultados esperados. 

Lo primero que hay que decir, es que dicha gerencia no es superior jerárquicamente a los habitantes del país, por el contrario es subalterna, deja atrás la lógica tradicional que supone a los ciudadanos como súbditos o seguidores inferiores, más bien se define como una instancia contratada y supervisada por aquellos para asegurar el avance conjunto de la sociedad. 

Lo segundo es que se trata de una gerencia formada, estructurada, experta en las funciones gerenciales, capaz de comprender detalladamente los recursos y las capacidades de la organización y definir una estrategia magistral que garantice la obtención de buenos resultados.

Lo tercero es que la gerencia de un país es ajena a ideologías que sesguen sus puntos de vista, fundamentalmente porque debe poder tomar decisiones neutrales que le convengan a todos los habitantes sin importar sus características y condiciones. 

La gerencia de países comienza por comprender el contexto en el que debe materializarse, entender las características del mundo en el que se desenvuelve, así como las condiciones y reglas acordadas dentro del sistema mundial, de la misma manera entiende cuidadosamente el funcionamiento del país y del Estado como organización que facilita su desarrollo. 

Seguidamente, entiende que su propósito es lograr el mejoramiento del bienestar de todos y cada uno de los integrantes de un país, elevando de forma importante su riqueza y generando todas las condiciones para que se materialice su felicidad. Por supuesto este resultado dependerá de qué tan bien se logre una articulación efectiva con el mundo y qué tanto la interacción entre el entorno interno y externo del país, faciliten la construcción de valor colectivo. Este último término hace referencia a la capacidad de un país para tomar insumos de diferente índole y transformarlos en algo necesario para el resto del mundo que genere alta disponibilidad a pagar. Cuanto mayor sea la diferencia entre el valor de esos insumos sin transformar y el valor de los productos transformados, mayor será la capacidad del país para construir valor. La construcción de alto valor de forma colectiva, altamente demandado y remunerado por el mundo, es lo que en realidad explica la riqueza y bienestar de los países.

De acuerdo con lo expresado, la gerencia de países, comprende claramente la configuración de los sectores productivos del país y establece cómo transformarlos para concentrarlos en actividades de alta producción de valor y alta demanda mundial. Además determina la forma de lograr que los recursos y las capacidades del país, que se encuentran dedicados a actividades poco valiosas, puedan transformarse durante rápidos y contundentes periodos de transición, de suerte que se trasladen sin contratiempos a los sectores con alta capacidad de generación de valor. 

Para lograr estos cambios, la gerencia de países dimensiona muy claramente la forma en la que utilizará al Estado como organización, la manera en que debe ajustarlo y modificarlo también, de suerte que se convierta en una plataforma para la construcción de valor y en un facilitador de la recomposición productiva. 

Además, la gerencia de países trabaja activamente en unir a los integrantes del país en torno a estos objetivos comunes, procura por todos los medios que no hayan rupturas internas y que en conjunto trabajen para mejorar la generación de valor y el mejoramiento contundente de las condiciones de todos y cada uno de ellos. 

En este sentido, se concentra además en que el valor producido, se distribuya al interior de toda la sociedad, procura que los costos de los hogares sean los mínimos posibles, mientras sus ingresos se maximicen. 

De otra parte, para que la construcción de valor colectivo sea posible, se distribuya entre todos los integrantes de la sociedad, crezcan los ingresos conjuntos, se reduzcan los costos de los hogares y por esta vía, mejore su bienestar, riqueza y felicidad; es necesario transformar el entorno interno para que se convierta en uno estable en el que los integrantes del país se sientan tranquilos y experimenten una sensación de certidumbre, qué les permita comprometerse con el desarrollo y tomar decisiones de mediano y largo plazo que lo dinamicen. 

Tal situación implica además, gerenciar la operación del Estado de forma contundente y efectiva, de suerte que la provisión de bienes y servicios públicos se materialice en el marco de altos estándares de oportunidad, calidad y eficiencia. Aspectos como defensa y seguridad, estabilidad económica, justicia, salud, educación, infraestructura pública etc., no deben ser una preocupación para los integrantes del país, ni mucho menos generadores de incertidumbre. 

De otro lado, la gestión financiera eficaz del país es otro de los propósitos más fundamentales del gerente. Mediante la transformación productiva, logrará que la balanza de pagos cambie y que los ingresos empiecen a ser muy superiores a los egresos, de manera que el valor colectivo construido vendido en el exterior  genere excedentes importantes, que se queden dentro del país y lleguen a los diferentes hogares. Además, procurará que estos recursos adicionales se reinviertan para mejorar de forma sistemática la capacidad de todos los sectores en materia de construcción de valor. Por otra parte, entendiendo al Estado como el facilitador de estos cambios, asegurará que sus finanzas sean impecables, que los recursos con los que cuenta sean magistralmente invertidos, en el desarrollo del ecosistema habilitador de los sectores que consolidan la generación de valor colectivo, con muy alta rentabilidad social y que aspectos generadores de riesgo e incertidumbre cómo el déficit fiscal y la deuda externa, estén en sus mínimos niveles mientras la política monetaria y la fiscal sean altamente rigurosas y responsables. 

La gerencia de países supone, por supuesto, la selección, desarrollo y estabilización de equipos con altas capacidades gerenciales, que aporten de forma inminente en la construcción e implementación de todo lo mencionado, aseguren una única lógica gerencial completamente coherente y compartida, que se multiplique de forma eficaz en todos los niveles organizacionales. 

Por supuesto, la gerencia de países buscará crear un entorno que facilite de forma importante los procesos de construcción de valor colectivo. Identificará sistemáticamente todas las restricciones jurídicas, tributarias, culturales, económicas etc., que dificultan la construcción de valor y empezará a levantarlas una a una. Adicionalmente, indagará de manera detallada acerca de las razones que impiden que los ingresos generados lleguen a algunos integrantes del país, para iniciar procesos de cambio que mejoren la capacidad individual para construir valor, mejorar los ingresos y dar el salto hacia el desarrollo. 

La gerencia de países también incluye la estructuración y ejecución de proyectos de gran alcance que muevan todas las dimensiones del país, rápidamente en el sentido mencionado, supone retirar recursos de sectores de bajo valor para concentrarlos en el financiamiento de dichas intervenciones, además requiere de su gestión magistral para asegurar el logro de todos sus objetivos y alcances en los tiempos esperados. 

En términos de resultados, podemos decir que un país bien gerenciado es aquel en el que la riqueza del país y de todos sus habitantes se incrementa sustancialmente, tiene una economía, un entorno político y social, estables y propiciamente configurados, elabora productos de alto valor, el Estado es capaz de entregar todos sus bienes y servicios de forma oportuna y eficaz, con un alto nivel de satisfacción por parte de sus integrantes, es decir, se trata de un país con altos niveles de bienestar y felicidad. 

 Versión en audio


martes, 29 de noviembre de 2022

La política tradicional ha muerto


Pocas cosas han evolucionado tanto en los últimos años como nuestra sociedad, sus preferencias, objetivos, manera de organizarse e interactuar son drásticamente diferentes, no obstante, la política en los países latinoamericanos se ha mantenido estática. 

Semejante situación ha venido generando brechas evidentes entre los políticos actuales y la sociedad que se expresan de forma clara en la reducida favorabilidad de todas las instituciones políticas. La sintonía de las personas con las estructuras políticas formales de los diferentes países es cada vez menor, a pesar de que tenemos una sociedad involucrada en la política como nunca antes, que se moviliza y toma partido. La aceleración de la articulación humana a través de nuevos mecanismos de gran impacto como las redes sociales, ha dado cuenta de mayorías que deliberan como nunca antes en la historia, con el fin de influir en todos los entornos políticos. 

Dicho lo anterior, al hacer un análisis cuidadoso de los imaginarios de los políticos de oficio actuales y las instituciones de las que forman parte, encontramos una concepción precaria y atrasada de la política que no coincide con la manera en la que el resto de la sociedad entiende el mundo. 

En efecto, la política actual está vinculada todavía a las ideas reinantes durante los orígenes del Estado moderno, es decir, aún define a las personas como una especie de súbditos con derechos y ciertas libertades, por lo que está focalizada en el ejercicio del poder y la imposición de la autoridad. 

Por otro lado, sigue concentrada esencialmente en la discusión, la deliberación, el enfrentamiento de posiciones ideológicas antagónicas, la imposición de las ideas y la toma de decisiones centradas en reformas y contra reformas. 

Desde este punto de vista, promueve un paradigma que exalta el liderazgo político tradicional por encima de todo, produce caudillos que a partir del discurso y la batalla deliberativa, intentan convencer a los súbditos de que sus planteamientos son los que deben ser impuestos sobre la sociedad, fabrica gobernantes separados de la realidad social, que con cierto espíritu autocrático toman decisiones que van en contravía del interés general. 

Una lógica como ésta da como resultado gobiernos e instituciones políticas completamente desconectadas de las preferencias sociales, interesados esencialmente, en no perder el control de los hilos del poder y por tanto, adelantar todo un despliegue del discurso, la retórica y la fuerza, para garantizar un eficaz dominio del aparato público y la sociedad.   

En indudable contraste, la sociedad está reclamando una política de nueva generación, ágil, rápida completamente centrada en satisfacer sus necesidades y mejorar su bienestar, una política que pone al ciudadano en el centro de toda su actuación, capaz de empatizar con él y comprender todas sus preocupaciones, configurada desde todos los puntos de vista, para cumplir sus expectativas de manera precisa y contundente. Las nuevas generaciones están en la búsqueda de una política que genere tranquilidad, que asegure entornos estables y abundantes que faciliten el desarrollo individual y la construcción de felicidad. 

Por lo tanto, el ciudadano actual, exige la evolución contundente de los líderes políticos, busca con ansia representantes capaces de unificar la sociedad en torno a objetivos comunes, personas que persiguen a toda costa el bien general, la armonía, abundancia y estabilidad de la economía y la sociedad.

Por definición, estos líderes deben ser menos retóricos y más científicos, es decir, menos interesados en persuadir para instalar socialmente ideas antagónicas y más focalizados en comprender, en interpretar los objetivos comunes, las expectativas generales en torno al bien común y descifrar la manera de conducir a la sociedad de forma certera, tranquila y contundente por el camino que desea recorrer. Por supuesto, estamos hablando de políticos que están menos focalizados en discursos, más centrados en entender las preocupaciones sociales y hacerse cargo de ellas, obsesionados con el liderazgo y la gerencia magistral de la sociedad, para efectos de facilitar su evolución a lo largo del camino por el que quisiera moverse. 

Así las cosas, el divorcio tradicional entre gerencia y política debe desaparecer, bajo ninguna circunstancia es posible ser un buen político si no se es también un buen gerente. Si se entiende la gerencia como el arte de gestionar recursos de toda índole para materializar resultados y este punto de vista se concilia con la obsesión por hacerse cargo y conducir de forma certera a que la sociedad materialice sus objetivos, se entenderá la profunda irracionalidad de mantener separados estos dos conceptos. 

Ser buen gerente implica formarse para serlo, lograr verdadera maestría en el arte de gestionar organizaciones, recordando, que un país en sí mismo, es una organización de personas con múltiples elementos y objetivos comunes, teniendo en cuenta que está nutrida por infinidad de recursos y capacidades, los cuales, deben ser comprendidos y gestionados eficazmente con el propósito de lograr el mejoramiento del bienestar de todos sus habitantes, así como la satisfacción de sus diversas expectativas. 

De la misma manera, la buena gerencia supone ser consciente de que el país cuenta con una organización pública diseñada y concebida para facilitar el logro de los objetivos de toda la sociedad, mantener su armonía social, económica, entregar bienes y servicios de carácter público que nadie más es capaz de entregar, los cuales, deben garantizar un ajuste perfecto a las preferencias de los ciudadanos, una calidad y pertinencia notables, superior a la de cualquier empresa privada, pues si bien, el bienestar de una persona no parece afectarse de forma sustancial cuando se presentan problemas en la producción de bienes triviales como un nuevo reloj o nuevo teléfono inteligente;  si cambiará drásticamente si servicios tan esenciales como seguridad, justicia, salud, educación, infraestructura pública etc., no le son provistos de forma apropiada. 

De acuerdo con todo lo expresado, la favorabilidad de las instituciones políticas empezará a mejorar cuando los políticos cambien y las instituciones se transformen, cuando aparezca la primera generación de políticos capaces de gerenciar magistralmente el país y al interior de todas las ramas del poder público y sus diferentes entidades, tengamos gerentes que conozcan perfectamente su negocio, totalmente empáticos con las necesidades de los ciudadanos y con habilidades muy desarrolladas para transformar drásticamente las ciudades, los municipios y los entornos rurales tomando decisiones mucho más pertinentes y gestionando de forma mucho más inteligente los mismos recursos con los que en la actualidad contamos. 

Versión en audio

 

domingo, 30 de octubre de 2022

El Management: un arte importante pero increíblemente escaso


Fuente: IB Training Center

La capacidad gerencial es un aspecto que explica las diferencias más importantes en el resultado alcanzado por las distintas organizaciones. No obstante, se trata de una condición escasa en el entorno colombiano, por esa razón principalmente nuestras organizaciones tanto de carácter privado como público, se encuentran claramente rezagadas en relación con el resto del mundo. Al leer este enunciado, la mayoría de lectores un tanto ágiles para concluir y posiblemente  poco familiarizados con el concepto, estarán pensando en que hay otros aspectos que definen tales diferencias, sin embargo, vale la pena anotar de forma también rápida, que todas las dimensiones que vienen a sus cabezas, están afectadas de forma determinante por el concepto del management.

Precisamente, uno de los factores generadores de semejante circunstancia, es la ignorancia social en relación con los aspectos más esenciales de un arte tan sofisticado. La mayoría de personas entienden la gerencia de forma superficial, asociándola a aspectos tan diversos como el emprendimiento, el ejercicio del poder o la toma de decisiones.

Tal ignorancia es sustancialmente menor en sociedades más desarrolladas, en su caso, tanto el entorno público como privado, han venido construyendo a lo largo de los años capacidades indudables, que han separado drásticamente el nivel de producción privada y la eficacia de la gestión pública, del que ostentan el resto de países. No es una coincidencia que las organizaciones más valiosas y los gobiernos más adelantados, compartan entorno con las mejores escuelas de negocios del mundo.

Pocos tienen en la cabeza que El management es en realidad el arte de articular y gestionar recursos de toda índole, de forma efectiva, con el propósito de lograr la materialización de resultados concretos. Considerando tal definición entenderán la relevancia de generar una capacidad como ésta. Lo que se puede ver en la práctica en relación con semejante desconocimiento es una especie de sensación de superioridad, la mayoría de nosotros nos creemos gerentes simplemente porque jerárquicamente, tenemos la posibilidad de ejercer más poder que otros y peor aún, respaldados por la suficiencia que nos entrega la ignorancia, nos consideramos a nosotros mismos buenos gerentes, logremos o no los resultados esperados.

Aspectos fundamentales para asegurar la movilización y articulación de recursos como la estrategia de negocio, privado o público, así como la forma de organizarse; son irrelevantes para multitud de directivos. Capacidades esenciales como el liderazgo, el pensamiento sistémico y estratégico, están ausentes de su repertorio o desviados hacia versiones distorsionadas que deterioran drásticamente su capacidad para materializar sinergias y lograr resultados.

En la mayoría de los casos están sujetos a conceptos antiguos, atrasados o a experiencias del pasado que generaron capacidades gerenciales limitadas y rudimentarias. Nuevamente la ignorancia mezclada con el ego les juega una mala pasada, pues los lleva a pensar que todos los cuestionamientos a su manera de hacer las cosas, así como las aproximaciones gerenciales más actuales, no son más que “teorías” interesantes que no pueden ser aplicadas. No se dan cuenta de que al ser el management un arte, carece enteramente de tales planteamientos irreales, mientras todo lo que propone es práctica pura extraída de organizaciones más avanzadas, mejor gerenciadas, que han demostrado su capacidad para obtener resultados superiores a los de todas aquellas con las que están familiarizados.

Considerando las implicaciones del problema, es urgente que como sociedad lo afrontemos con decisión y contundencia. Lo primero, que debemos hacer, es de forma humilde, aceptar que somos ignorantes. Lo segundo es, prepararnos con ahínco para superar todas nuestras deficiencias y lo tercero, es empezar a operar cambios en todos nuestros entornos, que nos conduzcan a mejorar nuestros resultados empresariales y gubernamentales.

Un requisito esencial para asegurar semejante evolución, es el fortalecimiento y desarrollo de las escuelas de negocios y de gerencia pública, así como el estrechamiento paulatino de la relación academia, empresa, gobierno. Otro determinante, es poner a la gerencia por delante de todo, considerarla un valor social fundamental, promoverla al interior de los diferentes sectores, independientemente de si son privados o públicos.

De avanzar en este sentido, lo más probable, es que en unos años seamos un país desarrollado, que mire a lo lejos a otras sociedades en las que apenas se empieza a gestar está misma discusión.

 Versión en audio

 

 

 

 

 


jueves, 22 de septiembre de 2022

El verdadero significado de gobernar

 


Gobernar puede ser considerada como la actividad más noble y hermosa entre todas las que existen. En el alma de tan necesaria gesta está recogida la posibilidad de decidir sobre la felicidad de otros, de escoger si los gobernados pueden o no materializar sus sueños e ideales. En gracia de semejantes posibilidades, quien gobierna es en general visto como una esperanza, como aquel que puede sacarnos de la angustia para llevarnos por el camino de la tranquilidad.

La libertad y la justicia se han convertido en nuestro más preciado logro con el correr de los siglos. Un conjunto de aberraciones a lo largo de la historia de la humanidad se ha encargado de conducirnos a semejante conclusión. Por lo tanto, al gobernante le es entregada la custodia y protección de los principios más valiosos para el ser humano, por encima incluso de la vida y la familia. No existe en el mundo ninguna clase de oficio al que se le otorgue semejante potestad y sobre el cuál se consoliden todos nuestros deseos más profundos.

En atención a semejante voto de confianza, las personas esperan algunas cosas del gobernante, se trata de aspectos que pueden parecer menores pero que en realidad son determinantes. En primera instancia, pretenden que gobierne para todos, que preserve con el mismo ahínco y decisión la libertad de cada uno de los gobernados, que asegure decisiones justas sin reparo alguno en credo, raza, ideología, nivel socioeconómico etc.

En segunda instancia, buscan que respete sus realidades, que entienda que todos ellos están intentando construir una familia, solucionar las necesidades más inmediatas, atender los problemas cotidianos, en general, teniendo en cuenta que sus vidas son suficientemente complicadas, pretenden que no se les moleste y no se le sumen a su ya retadora existencia nuevas complejidades.

En tercera instancia, esperan estar seguros de que lo que necesitan para existir de forma decorosa, estará a su entera disposición siempre y sin restricciones. En general, buscan que toda la cotidianidad externa a su hogar permanezca  suficientemente dotada y correctamente mantenida.

En cuarta instancia, tienen la esperanza de que su entorno y realidad resultarán tranquilos y certeros, que los días no supondrán sorpresas desagradables  causantes de situaciones de angustia y desconsuelo para ellos y todos los que quieren.

En quinta instancia, desean que nadie, bajo ninguna circunstancia, experimente o improvise al tomar decisiones. Sueñan con que el gobernante entienda el valor de la increíble responsabilidad que le ha sido asignada y que por tanto, haga todo con máxima preparación, respeto y cuidado.

En sexta instancia, suponen que cuidará con esmero los recursos que cada hogar le transfiere en medio del esfuerzo y sudor de la frente. Que valorará el hecho de que hasta la persona más humilde, utilizará parte de la remuneración producto de su esforzado trabajo, para financiar la producción de bienes y servicios públicos, no obstante los podrían gastar en proporcionarse una mejor casa o una mejor educación para sus hijos.

En última instancia, aguardan a que el gobernante tenga la grandeza de aceptar con humildad que sus propias expectativas y deseos están enteramente supeditadas a las aspiraciones de los gobernados, que en medio de la más decidida gallardía mantenga por encima de los intereses de todo el gobierno, la absoluta prevalencia y soberanía de quienes pusieron en él sus ilusiones, lo hayan o no elegido.

Por lo tanto, el arte de gobernar está centrado en reconocer y aceptar como un credo todo lo anterior y en buscar a toda costa la felicidad presente y futura de todos los gobernados. En construir un entorno propicio para que cada individuo pueda materializar sus expectativas cualquiera que estás sean.

Sin duda, un resultado de estas características exige un manejo magistral de la economía, manteniendo a toda costa su estabilidad y capacidad para crear bienestar. Esto quiere decir, que mediante la conjugación de decisiones tributarias, fiscales, legales rigurosas y sobre todo responsables, se procurará el crecimiento de los ingresos y la riqueza de todos los hogares e individuos. Ahora, estas decisiones deben ser sostenibles de manera que para mejorar el presenten no se comprometa el futuro.

Por supuesto, en línea con todo lo mencionado, todo buen gobernante tiene claro hacia donde debe y puede moverse la sociedad, pero más que eso, tiene clara la manera de hacerlo de forma inteligente y cuidadosa evitando a toda costa dar saltos al vacío. Esto implica que debe ser un buen estratega capaz de plantear una estrategia sólida que encamine a los gobernados hacia la creación indiscutible de todas las condiciones necesarias para mejorar su felicidad.

En el mismo sentido, quien espere gobernar exitosamente debe dominar profundamente el arte de la gerencia. En la esencia del gobernante está la necesidad de movilizar y articular infinidad de recursos y capacidades tanto públicas como privadas para lograr los objetivos necesarios para materializar la estrategia. Este resultado únicamente se logrará si se comprende realmente la mejor forma de organizar tales recursos, capacidades y gestionarlos para que su combinación e interacción sea la mejor entre todas las posibles.

Por supuesto, todo buen gobernante debe ser un buen líder, está condición implica que entienda de forma precisa cómo motivar y persuadir a todos aquellos que deben intervenir en el logro de los objetivos, para que se comprometan con ellos y verdaderamente los alcancen. Naturalmente su liderazgo esta mediado por la orientación a  resultados y el logro, a la materialización de metas concretas antes que la acostumbrada venta de humo y promesas. Por supuesto, no se trata de un liderazgo autoritario centrado en obligar y prohibir sino más bien en motivar y facilitar.

La historia es la encargada de catalogar a los gobernantes, de definir sus bondades y desaciertos, de determinar si fueron lo suficientemente inteligentes y humildes para reconocer la magnitud de la oportunidad que la sociedad les ha dado y aprovecharla con sabiduría. Por lo tanto, nos ha dicho y nos seguirá diciendo, quiénes verdaderamente comprenden estos principios y por tanto entienden lo que es realmente gobernar. 

 

 Versión en audio

 

 

 

viernes, 8 de julio de 2022

María Antonieta de Austria, Hacienda e impuestos


Muchos lectores recordarán una frase atribuida, al parecer erróneamente, a María Antonieta de Austria, la odiada archiduquesa decapitada durante la revolución francesa: "si no tienen pan que coman pasteles". Tal expresión ha estado asociada, durante años, a la cultura de lo público, en la cual, el ciudadano está al servicio del Estado y tiene la obligación de pagar tantos impuestos como le sean exigidos.  

 

María Antonieta era odiada por su pueblo, en general, era vista como una gobernante totalmente desconocedora de la realidad de los gobernados, cuya única obsesión era cobrar impuestos para financiar los derroches y los suntuosos gastos a los que estaba acostumbrada. Su vida se suscribía a la burbuja de la corte, ajena a las penurias de los hogares súbditos, situación que se supone motivó la cuestionada iniciativa, de que en su interior se comieran pasteles, cuando se le informó del hambre generalizada y la carencia de pan. 

 

Como sabemos, las instituciones europeas dieron forma al gobierno colonial en los países latinoamericanos y lo cierto, es que su esencia se ha mantenido hasta la época actual. Naturalmente, ya no tenemos monarcas como la repudiada austriaca, pero contamos con gobernantes elegidos democráticamente, que básicamente, en la actualidad, se ajustan a los mismos imaginarios y prácticas. 

 

En el caso colombiano, tal conclusión puede corroborarse fácilmente, revisando el comportamiento de la Hacienda Pública y los denominados “expertos” tributarios. Es claro, que el principal motor de las decisiones que se han tomado a lo largo de los últimos años, es la necesidad de más recursos para incrementar el gasto público. Lo curioso, es que ese gasto adicional, básicamente se está derrochando de manera menos evidente que en las fiestas y palacios de María Antonieta, pero igual de cuestionable. 

 

Nuestro gasto público, está plagado de programas que cuestan cientos de miles de millones de pesos y no generan ningún resultado, obras de infraestructura con notables sobrecostos, desarrollo de estudios onerosos que nadie utiliza, vinculación de huestes de talento humano que no crea ningún valor, decisiones de gerentes inexpertos que nos llevan a gastar cientos de miles de millones en iniciativas fallidas, demandas millonarias por fallas en la toma de decisiones, gastos suntuosos que en la realidad de los proyectos llamamos “elefantes blancos”, eso sin mencionar la corrupción que aporta otra, aunque menor, proporción de tal desperdicio. 

 

De la misma manera, la justificación para ordenar el pago de más impuestos, aunque diferente y maquillada con tecnicismos, es igual de irracional a la de la gobernante francesa. El argumento general, es que los contribuyentes no pagan suficientes impuestos, cuando la realidad, es que no se tiene idea de la carga tributaria acumulada, que el hogar promedio de cada segmento de ingresos en realidad está pagando, tampoco se conoce cuál es la afectación de dichas obligaciones, sobre su poder adquisitivo y su nivel de bienestar. Mucho menos se sabe el costo para el desarrollo económico de cada nuevo tributo y el beneficio que generaría al transformarse en gasto. 

 

Además de todo lo dicho, nuestra Hacienda Pública no es consciente de que Colombia es uno de los países más desiguales del mundo, y que, por lo tanto, la carga tributaria está concentrada en una parte muy pequeña de la población, es decir que buena parte del gasto público está soportado por una porción diminuta del total de colombianos. Tampoco tiene claro, que las decisiones en términos de imponer cualquier tipo de tributo o contribución están descentralizadas, por lo que un mismo hogar puede verse afectado por decisiones de la nación, los departamentos y los municipios. 

 

Dado lo anterior, la realidad de los hogares colombianos que pertenecen a los percentiles superiores de ingresos, que se denominan ricos, buena parte de los cuales en realidad son de clase media; está gravada en todas sus dimensiones e interacciones cotidianas: se pagan tributos, contribuciones etc., en un día promedio al dormir pues debe comprarse una cama y sus accesorios, al bañarse pues tanto los dispositivos como los productos usados están gravados, al desayunar pues la mayoría de elementos que se requieren para preparar el desayuno tienen cargas impositivas, al comunicarse, al adquirir los derechos sobre el predio en el que se vive, al vestirse, al transportarse pues están gravados la propiedad de los vehículos, el consumo de combustibles y su mantenimiento; también se paga al almorzar, al comer algo por la noche, eso sin mencionar que se contribuye también al pagar peajes en una vía por fuera de una ciudad, al utilizar ciertos servicios públicos, al enfermarse, al viajar en avión etc. En todo caso, los recursos con los que se procura todo lo anterior, también tienen impuestos a las transacciones financieras, renta, impuesto a las ventas, industria y comercio etc. 

 

Tales apreciaciones nos llevan a concluir que nuestra Hacienda Pública y los denominados “expertos” deben modernizarse, deben entender mejor las implicaciones de sus decisiones  y recomendaciones sobre la economía y el bienestar de los hogares, deben conocer a ciencia cierta y de forma precisa, el tamaño de la sumatoria de importes que realmente pagan al Estado los colombianos, dejando de hacer comparaciones superficiales relacionadas con el nivel de ciertos impuestos y contribuciones aislados, con países que no se parecen a nosotros en términos de nivel de desigualdad, calidad del gasto y nivel de ingresos. 

 

Que hay que reducir urgentemente el grado de derroche de los recursos públicos con los que hoy día contamos, desapareciendo las políticas, programas y proyectos que no dan resultado, reduciendo drásticamente los sobre costos y mejorando la calidad de todas las obras públicas, mejorando las decisiones públicas y la pérdida de recursos relacionada con improvisación e inexperiencia etc. En general, mejorando drásticamente la calidad del gasto público e implementando presupuesto por desempeño y resultados en todo el Estado, para que solamente reciba los recursos, que con mucho esfuerzo aportó una parte sobrecargada de la sociedad, aquella entidad pública que demuestre que los va a gastar con responsabilidad, cuidado y va a lograr resultados notables, que redundarán en el verdadero mejoramiento del bienestar de las personas.


Versión en audio:


https://anchor.fm/armando-ardila/episodes/Mara-Antonieta-de-Austria-y-las-odiadas-reformas-tributarias-e1l09ju


lunes, 20 de junio de 2022

La tiranía de las ideologías

 

Fuente de la imagen: definicion.mx

A lo largo de nuestra existencia, las personas nos enfrentamos a todo tipo de estímulos políticos, económicos, técnicos, científicos, sociales etc. Dependiendo de las características del entorno, de su amplitud, diversidad y de nuestra exposición a su incidencia; conformamos un set de ideas esencial que determinará la mayoría de decisiones que tomaremos en nuestras vidas. Damos forma al conjunto de abstracciones principales de la realidad, almacenado en nuestro cerebro, que definirá la forma en la que interpretamos todo lo que pasa en nuestro alrededor e incluso, establecerá si ideas nuevas pueden entrar a formar parte de este entramado mental de referencia. 

Naturalmente, la forma en la que estas ideologías se configuran y consolidan al interior de cada persona es absolutamente diversa, en algunos, se mantienen en permanente reconstrucción, mientras que en otros, se consolidan en algún momento de su vida con cimientos tan fuertes que impiden cualquier clase de modificación más adelante. En el segundo caso, podemos hablar de ideologías altamente arraigadas o fundamentadas que conducen a que la forma en la que entendemos el mundo no cambie a lo largo de nuestras vidas, a interpretar toda su complejidad y matices mediante el mismo e invariable grupo de configuraciones abstractas. De hecho, nuestro análisis del universo y la vinculación de otros puntos de vista, está dirigida a reforzar nuestra propia construcción mental, por lo tanto, en vez de ampliar el marco de referencia, lo que tiende a pasar con los años es que se reduce, concreta y de alguna manera, se hace más sofisticado. 

El problema obvio de una situación como esta, es la generación de ignorancia tácita. Nos aproximamos a toda clase de nuevas perspectivas y puntos de vista, no obstante, con base en prejuicios motivados por tan rígida estructura mental, terminamos descartando la mayoría de estas nuevas posibilidades.  

Esta actividad permanente nos lleva a decidir lo que consideramos verdadero o falso. En efecto, al tener tan fundamentado un set de ideas específico en nuestras cabezas, concluimos que nuestro punto de vista es el único verdadero y que todas las demás posiciones son falsas. Tal conclusión genera una permanente actitud de protección de nuestra ideología, el ataque sistemático a todo lo que no coincide con ella, es decir, a todo lo que consideramos falso. 

La ignorancia se genera por nuestra posición de decidir no conocer todo lo que no se parece a nuestro ideario, sin duda es tácita y no explícita, pues tenemos la percepción de que hemos accedido a todo tipo de posiciones y puntos de vista, cuando lo cierto es que, a pesar de que interactuamos con ellos, decidimos descartarlos de tajo sin apropiarlos en realidad. 

El hecho de que seamos los únicos que poseemos la verdad y que la posición del resto del mundo sea falaz y equivocada, conduce a un resultado obvio mediado por la imposición de las ideas, por la tiranía del propio punto de vista. En efecto, la voluntad de imposición termina generando violaciones de los principios morales más fundamentales, bajo la perspectiva de que el bien superior generado por la imposición de nuestra verdad, supera a cualquier mal necesario, sin importar sus reales implicaciones. 

Bajo esta premisa, se configuran un sinnúmero de actuaciones cuestionables desde un punto de vista ético, que resultan más cotidianas y parecidas entre ellas de lo que nos imaginamos: una madre castiga físicamente a su hijo, es decir, decide violar sus derechos, infringirle dolor y sufrimiento, por el supuesto bien superior de que tal castigo logrará que su comportamiento se ajuste a lo que ella considera correcto. Un colega técnico decide desacreditar a otro colega, hacer que lo despidan de su trabajo, con las consabidas implicaciones para él y su familia, como lección por ir en contravía de los planteamientos técnicos que aquel considera correctos. Un ciudadano decide que todos los que piensen de forma diferente a como el mismo piensa, deben estar en la cárcel o por fuera de la toma de decisiones políticas, con las implicaciones en el ejercicio de su ciudadanía, que una decisión como esta genera.  Una parte de la sociedad puede concluir que otra porción de ella, debe desaparecer para que se imponga la que ella considera su verdad, con las obvias consecuencias morales de acabar con la vida de un conjunto de personas, catalogadas convenientemente como indeseables. 

Son muchos los ejemplos de la tiranía de las ideologías que pueden contarse en nuestro contexto y han definido nuestra realidad histórica como sociedad occidental: la Santa Inquisición Católica y la imposición de sus ideas religiosas, la Doctrina Truman y la imposición de un conjunto de ideas políticas, el machismo, el feminismo y su voluntad de imponer una ideología de género sobre otra, el esclavismo y la pretensión de imponer a una ideología de raza sobre otra, el capitalismo puro y su idea de imponer una ideología económica sobre otra etc. 

La imposición de ideas genera rupturas sociales, resentimientos, reacciones opuestas que destruyen las sociedades, la única forma de evitar resultados tan negativos, es flexibilizando las rígidas estructuras ideológicas reinantes de cualquier índole y orientación, comprendiendo que no hay un dueño de la verdad y que lo que una parte de la sociedad considera válido, puede no serlo para la otra, de hecho, muy seguramente, no lo será para nadie desde un punto de vista eminentemente objetivo. 

En adelante, cuando nos enfrentemos a una posición técnica, política, económica, social etc.,  diferente desde algún punto de vista y sintamos que está equivocada, que es falsa, que va en contravía de nuestra visión del mundo y controvierte los fundamentos de nuestra ideología, démonos el tiempo de pensar en ella con consideración, cuidado y sobre todo respeto, pues en vez de vulnerar nuestro ideario puede ayudarnos a mejorarlo. 

Tengamos muy presente que lo peligroso en el mundo no son las ideas, aquellas plantean sencillamente puntos de vista diferentes que nosotros no habíamos tenido la posibilidad de advertir, lo peligroso en realidad, es aferrarse a ellas como si se tratara de un credo o de una verdad que nos fue revelada por una instancia suprema. 

No perdamos de vista que el conocimiento es por definición sincrético, es decir, se construye en conjunto, con la mezcla de diferentes perspectivas, posiciones y maneras de ver el mundo, que en la medida en que renunciemos a su evolución y apropiación nos convertiremos en ignorantes, sin importar cuántos libros hayamos leído o cuántos programas académicos hayamos cursado. Si no nos abrimos a aprender lo único que habremos logrado con la revisión de todas aquellas páginas y la participación en todos aquellos escenarios de discusión, será haber estado expuestos a grandes cantidades de información sin lograr ninguna mejora real en nuestro conocimiento y sabiduría.

viernes, 22 de mayo de 2020

No necesitamos gobernantes que nos digan “quédate en casa”


No necesitamos gobernantes que nos digan “quédate en casa”, necesitamos gobernantes ágiles, eficaces que se encarguen de preparar  todo el entorno productivo, de interacción social y por supuesto, de servicios de salud; para garantizar nuestra libertad y al mismo tiempo mantener controladas las tasas de mortalidad y morbilidad del COVID-19. 
No necesitamos gobernantes que nos digan mediante medidas de “pico y placa” a qué hora y qué día podemos movilizarnos y de qué manera debemos hacerlo, necesitamos gobernantes capaces de construir y poner en operación oportunamente infraestructura de movilidad, así como sistemas de transporte eficientes y de alta calidad, capaces de disponer todo el entorno jurídico y económico para facilitar, además,  el acceso a tecnologías más limpias de transporte que garanticen nuestra salud y bienestar.
No necesitamos gobernantes que nos digan a qué velocidad debemos movernos y que nos persigan mediante policías y cámaras para castigarnos cada vez que desobedezcamos su mandato, necesitamos gobernantes capaces de proporcionarnos infraestructura y entornos de movilidad seguros por los que podamos transportarnos con completa libertad y tranquilidad preservando nuestras vidas y las de los demás.
No necesitamos gobernantes que nos digan qué substancias podemos o no consumir, necesitamos gobernantes que proporcionen las condiciones necesarias para construir un entorno de capital social robusto, que aseguren un consumo responsable e informado. 
No necesitamos gobernantes que nos digan si podemos o no llevar a un acompañante en una motocicleta, queremos gobernantes capaces de identificar y desarticular las estructuras ilegales que utilizan éste tipo de vehículos para hacer sus fechorías. 
No queremos gobernantes que nos digan si podemos o no utilizar una aplicación como Uber que nos facilita la vida, queremos gobernantes que generen todos los incentivos para que nuevas iniciativas de estas características, sean eficazmente involucradas en un proceso de transformación real, al interior de industrias que en la actualidad no funcionan bien. 
A lo largo de nuestra historia, hemos dado forma a instituciones basadas en el autoritarismo, cuyo principal fundamento es controlar el comportamiento de una sociedad ignorante que no tiene plena conciencia de sus actuaciones. Desde los gobernantes Muiscas, pasando por los españoles y criollos, hasta los “doctores” de nuestros días, el papel de los gobernantes ha estado focalizado en decirle a los gobernados lo que deben hacer, abstrayéndose de la verdadera responsabilidad centrada en proporcionar de manera ágil y oportuna todos los bienes, servicios públicos y condiciones, para que la sociedad tenga el bienestar necesario y pueda materializar su felicidad. 
Como se puede apreciar en algunos de los ejemplos que encabezan este escrito, tales instituciones aún se encuentran completamente vigentes y convivimos con ellas no obstante lo negativas, anacrónicas y destructivas que pueden ser. Tal vez convenga ampliar un poco más el argumento con la ayuda de algún ejemplo. 
En la actualidad nos enfrentamos a un problema sin precedentes que los diferentes países han afrontado de formas distintas. La mayoría de ellos, incluido Colombia, no estaban preparados para un desafío de estas magnitudes, por lo tanto, el consenso internacional estableció que lo mejor era tomar una decisión extrema como el aislamiento social, con todos sus costos, a fin de hacer tiempo, poder comprender el fenómeno y prepararse para sobrellevarlo de forma eficaz. 
No obstante, dependiendo de la estructura institucional, en cada caso, de las reglas sociales que se han configurado a lo largo de la historia, algunos países de inmediato iniciaron un proceso muy claro de redistribución de recursos públicos, dirigido a proporcionar muy rápidamente los bienes y servicios necesarios para garantizar el bienestar de las personas. Cómo consecuencia de ello, paulatinamente han ido migrando hacia medidas de distanciamiento voluntario que permitan la reactivación económica y que restablezcan la libertad de las personas. 
En el caso de Colombia, muy rápidamente los gobiernos locales tomaron decisiones tan extremas como el aislamiento obligatorio e incluso toques de queda, medida comprensible dadas las debilidades del país en relación con la provisión de bienes y servicios necesarios para enfrentar efectivamente la pandemia. No obstante, luego de aproximadamente dos meses de sobrellevar tales medidas, muchos gobiernos locales siguen tan poco preparados como al principio,  además de muy cómodos decretando toques de queda, así como drásticas medidas de aislamiento obligatorio. Los costos de la actuación de estos gobernantes autoritarios son insospechados, pero pueden ser medidos en términos de muertes causadas por la pandemia, en la medida en que lo único que han logrado es retrasar la evolución de un fenómeno epidemiológico inevitable, la destrucción de empresas, la reducción de la riqueza de los hogares, el aumento de la pobreza etc. 
Es hora de desmontar estás instituciones que nos han hecho tanto daño a lo largo del tiempo y que en una situación desfavorable como la actual, nos están metiendo paulatinamente en una de las peores crisis económicas y sociales de la historia. Cómo ciudadanos, tenemos la obligación de exigir por todos los medios y de manera implacable, la preservación de nuestra libertad como uno de nuestros derechos más preciados, al tiempo que exigimos un cambio de paradigma público y desmontamos por completo los gobiernos autoritarios para convertirlos en proveedores pertinentes de bienes y servicios públicos.