Los sistemas organizacionales están conformados
principalmente por personas, mientras la cultura es un aspecto esencial que
incide directamente en las decisiones de los individuos y la colectividad; por
lo tanto, la cultura organizacional determina el comportamiento y los
resultados de toda clase de organizaciones.
El Estado Colombiano, como organización, está
definido por unos rasgos culturales muy particulares, los cuales, afectan de
forma contundente el entorno privado y en general, todo el contexto económico y
social del que formamos parte, por supuesto, vale la pena estudiar
los más evidentes, con el propósito de identificar mecanismos de
transformación cultural que aseguren un mejoramiento paulatino de nuestra realidad.
A lo largo de décadas de trabajo en diferentes sectores y
con distintos equipos, he venido recopilando los elementos de perfilamiento
cultural que se muestran a continuación, naturalmente, cómo tiende a suceder
con la cultura, ninguno de estos aspectos es declarado o reconocido al interior
de lo público, no obstante, es ratificado por las decisiones que se toman
cotidianamente en todos los niveles organizacionales.
Ciudadanos de segunda: lo primero que hay que
decir, es que a pesar de todo lo que se afirme o se pretenda, el ciudadano, es
decir, ese actor que paga impuestos para financiar la operación de
la organización pública y que además, es el principal cliente de todos los
bienes y servicios que aquella produce; es considerado como un actor secundario,
más bien como una especie de circunstancia incómoda con la que hay que lidiar
de cuando en cuando. En los imaginarios y prácticas públicas, no son relevantes
sus preferencias, expectativas y necesidades; la realidad es que, para quienes
trabajan al interior de lo público, este actor, un tanto ignorante, no sabe
bien lo que quiere, ni lo que es bueno para él, mientras quienes toman
decisiones públicas lo comprenden perfectamente. Por otra parte, existe la
percepción de que sus exigencias y preocupaciones siempre son faltas de
fundamento, producto de procesos de desinformación, las cuales, terminan por
distraer los equipos públicos de lo verdaderamente relevante. Incluso, quienes
trabajan en lo público implícitamente parecen sentir que, el ciudadano debería
estar agradecido por los favores que recibe de ellos y debería ser siempre
paciente, esperando con tranquilidad hasta que haya tiempo para atender sus
molestos requerimientos.
No hay nada malo con el funcionamiento del Estado: para
quienes forman parte de la organización estatal, la realidad actual de las
cosas es conveniente y apropiada, la forma en la que opera la organización
pública es pertinente y bien concebida, las personas que están en su interior
sienten que están haciendo bien su trabajo. El hecho de que tengamos
semejantes niveles de pobreza en el país, tal número de asesinatos por cien mil
habitantes, que no se atiendan de forma apropiada servicios tan esenciales como
salud, educación, provisión de infraestructura, movilidad, justicia etc., es
resultado del mundo en el que nos tocó vivir, pero no de una deficiente
organización estatal. En general, asumen que su trabajo no tiene por qué
garantizar la creación de valor público y que tal arreglo organizacional es
correcto y apropiado, por ejemplo, no tienen objeciones con invertir toda su
jornada en actividades que no tienen ninguna relación con el ciudadano,
organizarán tantos eventos y reuniones como sean necesarios, elaborarán tantos
documentos y formatos como les soliciten y al final del día, se sentirán
satisfechos porque ejecutaron una cantidad importante de tareas. Por
otra parte, las dinámicas políticas más cuestionables como el clientelismo, las
componendas e incluso la corrupción, son para ellos males necesarios relativamente
normales e inherentes a la dinámica pública.
Todos los problemas de lo público se explican por la
insuficiencia de recursos: para quienes trabajan en la
organización pública, los recursos disponibles para concretar sus objetivos
nunca serán suficientes. De hecho, la razón por la cual no se materializan los
resultados esperados, es básicamente que los recursos no son ilimitados, si lo
fueran, con toda seguridad hace tiempo se habría logrado todo lo que la
sociedad de una u otra manera espera. Bajo estas circunstancias, habrá que
gastar tanto como sea necesario y por supuesto, habrá que recaudar tanto como
se requiera, si queremos avanzar en la solución de los problemas que en la
actualidad nos aquejan. En sus imaginarios la eficiencia no es la variable más
relevante, el desperdicio razonable de recursos es necesario para identificar
alternativas de solución que funcionen. En esencia, todo será correcto, siempre
y cuando, las organizaciones estatales
gasten todo el presupuesto que les es asignado, más allá de si dicho gasto
garantiza el mejoramiento del bienestar de las personas. De otra parte, la
forma en la que se gasta es apropiada, los servidores públicos son responsables
de verificar que en el proceso se cumpla con la ley y los requisitos
establecidos en los estándares de contratación publica, sin importar si el
resultado de tales contrataciones coincide o no con las necesidades de la
sociedad colombiana.
La salida más viable siempre será la que le facilite la
vida al Estado: en el imaginario de las personas que
trabajan dentro de la organización pública, está muy fundamentada la idea de
evitar complicarse, ser totalmente pragmáticos en la manera de afrontar los
problemas. Tal condición implica, que al evaluar diversas alternativas, la posibilidad
opcionada siempre será la de más corto plazo que además implique un menor
esfuerzo para el Estado. Adicionalmente, al implementar las soluciones, tienden
a trasladarle al ciudadano buena parte de la responsabilidad y carga que no
pretenden asumir ellos. Por ejemplo, en vez de ejecutar proyectos que
desarrollen los sistemas de movilidad en las ciudades, las personas que forman
parte de la organización estatal, han preferido implementar durante 20 años
medidas de restricción vehicular, que les facilitan la organización del tráfico,
sin tener que desarrollar la infraestructura y ampliar la oferta en múltiples modos de transporte, que distribuyan la demanda y garanticen una calidad aceptable en
el viaje.
Están dispuestos a engañar para salirse con la suya: para
las personas al interior de lo público el fin justifica casi siempre los
medios, en este sentido, con el propósito de sacar algún tema de propio interés
adelante, se engañará al público, tantas veces como sea necesario. Se hará lo
que se considere pertinente para que los ciudadanos de segunda, en su
acostumbrada molesta actitud, no se interpongan en el camino del Estado. Se ajustarán
resultados de indicadores, se mostrará selectivamente información, se
posicionarán ideas en el público etc., cuantas veces se requiera. Particularmente,
quienes tienen interés en ser elegidos y todos los nominados por ellos,
adelantarán masivas campañas de marketing engañoso para garantizar la
favorabilidad de los votantes, en efecto, desde las campañas políticas, hasta el
desarrollo de funciones por parte de gobernadores, alcaldes, concejales,
diputados, ministros, presidentes etc., se publicarán infinidad de piezas publicitarias
intentando promocionar productos públicos que no necesitan ser promocionados
cómo carreteras, hospitales, subsidios etc. De otra parte, les pondrán nombres
extraños a políticas que van en contravía del bienestar de las personas, para
que no se den cuenta de su verdadera naturaleza e implicaciones.
El Estado está para imponer autoridad: el
Estado existe para poner en cintura al ciudadano, para controlar todas las
dimensiones de su vida, para quienes forman parte de la organización pública,
el Estado no se configura como un facilitador de la cotidianidad de las
personas, como una instancia llamada a ayudarles a construir su felicidad, sino
que más bien, es un censor, concebido para ejercer su autoridad cada vez que se
vea la necesidad. En efecto, los servidores públicos, en general, se perciben a
sí mismos como superiores al ciudadano, como actores que están por encima de él
jerárquicamente. Así las cosas, aspectos tan esenciales como la
manifestación de insatisfacción por parte de las mayorías, son vistos por aquellos
como reclamaciones infundadas que deben reprimirse y no como las quejas de
clientes insatisfechos, que no están conformes con los servicios que la
organización pública les ha venido prestando. Toda esta extraña dinámica puede resumirse
en que para las personas que forman parte de lo público, el Estado, está para
mandar al ciudadano mientras este último tiene la obligación de obedecer, bajo
ninguna circunstancia se asume que todo el aparato público está subordinado al
ciudadano y que aquel es un cliente que espera una provisión de bienes y
servicios públicos de alta calidad y pertinencia.
La realidad pública es única y debe mantenerse separada
del resto del mundo: para las personas que trabajan en lo
público, el Estado, es un sistema que solamente ellos comprenden, que nadie
más, es capaz de entender realmente, en parte, debido a la torpeza de los
ciudadanos, pero también, porque sus particularidades hacen que ningún concepto
desarrollado por la ingeniería, el management, la psicología o cualquier
ciencia que se concentre en la dinámica privada, sea aplicable a su contexto y
particularidades. En esencia, todo lo que viene de afuera se descarta
rápidamente por lo que el conocimiento público permanece estático. En este
sentido, las personas que trabajan en lo
público defienden un estatus quo que se ha mantenido durante décadas
prácticamente invariable, los conceptos, definiciones, manera de operar y de
enfrentar los problemas sociales son muy similares a los que existían 10 años
atrás. Dicho lo anterior, la innovación es muy limitada y se suscribe casi que exclusivamente,
a copiar cosas que han implementado en otros países también dentro del entorno público.
Pusilanimidad bajo el amparo de la ley: para las personas que trabajan al interior del Estado, la ley se configura como un mecanismo conveniente que les permite aislarse de los incómodos requerimientos de los ciudadanos y mantener el estatus quo de la organización estatal. Para aquellos, el primer reflejo ante cualquier solicitud ciudadana o iniciativa de cambio será la utilización de la ley para justificar la decisión de no hacer nada. Convenientemente, se da a entender al público que no es posible avanzar en la solución efectiva de las demandas con base en una argumentación selectiva sustentada en normas que parecen respaldar la procastinación de las decisiones y la actuación. En todo caso, es curioso que se utilicen las leyes de esta manera, cuando su fundamento es la priorización de los derechos y demandas ciudadanas por encima de todo. Conforme a esta circunstancia, en el marco de la dinámica pública, es posible identificar recurrentes situaciones en las que es evidente y urgente ponerse de acuerdo y actuar de forma decidida, para garantizar el bienestar de las personas, no obstante, teniendo clara esta necesidad y la posibilidad de afrontarla, se le da la espalda conscientemente en el marco de sendas respuestas con amplios argumentos legales, en los que se explican cuidadosamente las razones por las cuales se prefiere no hacer nada.
El management y el trabajo en equipo son habilidades escasas:
para quienes forman parte de la organización estatal el
management es secundario, se trata de un conocimiento y un conjunto de
habilidades relevantes para el sector privado pero intrascendentes para el
sector público. Definir estrategia, mejorar el diseño organizacional, liderar y
conducir a los equipos a lograr objetivos, es más una cuestión de ejercer autoridad,
reemplazar equipos, que de orientar, diseñar, persuadir, convencer y entusiasmar.
Para aquellos, todo se soluciona con la definición de funciones claras tanto
para las organizaciones públicas como para quienes hacen parte de sus equipos
de trabajo, por lo tanto, trabajar con otros, articulado con ellos, desarrollando
sinergias y resultados conjuntos, es prácticamente improcedente. De hecho, cada
vez que se cambian gobiernos, las personas que entran a liderar las
organizaciones públicas, no tienen reparo en reemplazar tanto talento humano
como sea posible, sin que sean relevantes aspectos como know how, aprendizaje organizacional,
el respeto por el desempeño del talento humano etc.
Con el tiempo he comprendido, que las decisiones son el
resultado invariable de lo que las personas tienen en su cabeza a la hora de
tomarlas. Si tales imaginarios y prácticas coinciden con aspectos que garantizarán
el mejoramiento de la vida de todos y cada uno de nosotros, seguramente, nuestro
destino se moverá en el sentido correcto. Por el contrario, si su naturaleza va
en contravía de la evolución social, gastaremos el tiempo en discusiones
interminables sin realmente mejorar nuestra condición.
Estoy seguro de que quien lea este artículo con cuidado y
comprenda la importancia de la cultura sobre el desempeño de cualquier
organización, entenderá la necesidad de implementar acciones
urgentes que modifiquen sustancialmente tales imaginarios y prácticas. La
mayoría de los cuales, son en realidad, altamente lesivos para el desarrollo
del país.