domingo, 4 de mayo de 2025

Development vs. Underdevelopment: The Harsh Reality Explaining Why Latin America Remains Stagnant

When we look at the world, it's evident that there's a group of countries ahead of Latin America. We perceive this daily when we see the achievements of their societies, when we visit them and observe how their nationals live. Essentially, everything seems easier for the people who inhabit them; they appear to have a more comfortable and peaceful life, unfolding within an environment where everything simply works better. We frequently hear about development; however, many don't know what it means, nor are we clear on how it's achieved. In this regard, a set of theories, none of them proven, have filled us with myths that attempt to explain the reasons why such marked differences in development exist between countries.

To understand development, it's enough to think about the set of conditions whose existence would facilitate the possibility of realizing our expectations and those of everyone around us; that is, a series of aspects of our reality and our environment that would offer the possibility of us living happily and in harmony.

The truth is that our explanations regarding the reasons why some countries have managed to develop and others have not are centered on blaming others for such a condition. In a somewhat adolescent manner, the prevailing ideas attempt to absolve us of the responsibility for our backwardness and underdevelopment.

In any case, developed countries are ahead of us mainly due to the capacity their societies have to add much more value than ours. The willingness to work together and build sophisticated things with which they are capable of modifying the world and its reality is what has allowed them to secure the conditions for their nationals to live in an environment of undeniable well-being.

It's worth noting that adding value implies the execution of systematic collaborative processes aimed at consolidating the contributions of a multitude of individuals around results capable of providing satisfaction and well-being to our compatriots and the rest of the world.

The magnitude of the differences is evident. While developed countries have jointly built the technology to safely transport people into outer space, Latin Americans are not capable of providing themselves with basic transportation infrastructure. Something similar occurs with health, education, justice, and the other essential dimensions of well-being.

Of course, there are several aspects that have made it possible for some to build more value than others. The first and most fundamental is culture. What can be seen in developed countries is a marked obsession, cultivated from an early age in each individual of their societies, to achieve, to materialize, to build, to solve, and above all, to advance. In contrast, the culture of Latin America is focused on demanding that others build the value we need, on trying to adapt the world to our own limitations, on destroying and questioning human achievements.

The second, which is also essential, is knowledge. The more sophisticated it is, the greater the real capacity to build value will be. Aerospace travel, for example, requires a very significant number of people with an undeniable command of physics, mathematics, engineering, computer science, and astrophysics, to mention some of the areas of knowledge involved. The more generalized such a level of knowledge is within a society, in its different economic sectors, the greater the possibilities of jointly solving more complex problems and satisfying more difficult needs will be. Consequently, what we can see is that developed countries take the generation and, above all, the generalization of deep and rigorous knowledge very seriously, while Latin American countries question it, despise it, and above all, underestimate it. Furthermore, it is poorly disseminated among its population, not to mention that it focuses on areas such as the social sciences, with a lower capacity to generate joint processes of value creation.

Indeed, countries with different cultures and disparate levels of knowledge tend to make very different decisions that lead them down divergent paths. For example, Norway and Venezuela at some point in their history made very different decisions regarding how to manage oil resources and the income generated by their production and export. Of course, currently, they are countries with diametrically opposed levels of development.

What is clear is that developed countries and Latin America currently have very different capacities to understand the world and, above all, to face their most structural problems. Therefore, if we want to evolve in the sense of building the conditions that will ensure our well-being and facilitate the realization of our happiness, we need to drastically increase our capacity to build value by modifying our culture, focusing it on achievement and advancement, improving our knowledge, making it deeper, more sophisticated, and more widespread, centering it on areas of high value aggregation, and above all, we have to start making different decisions that will lead us surely down the path of development.

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jueves, 1 de mayo de 2025

Desarrollo vs. Subdesarrollo: La cruda realidad que explica por qué Latinoamérica sigue estancada

 


Cuando miramos al mundo, es evidente que hay un grupo de países que le llevan la delantera a América latina, lo percibimos a diario, cuando vemos los logros de sus sociedades, cuando los visitamos y observamos la forma en la que viven sus nacionales, en esencia, todo parece ser más fácil para las personas que habitan en ellos, parecen tener una vida más holgada y tranquila, que se desenvuelve dentro de un entorno en el que todo, simplemente funciona mejor. Recurrentemente oímos hablar de desarrollo, sin embargo, muchos no sabemos lo que significa y tampoco tenemos claro cómo se alcanza. Al respecto, un conjunto de teorías, ninguna de ellas comprobada, nos han llenado de mitos que intentan explicar las razones por las cuales existen diferencias tan marcadas en materia de desarrollo entre países.

Para entender el desarrollo basta con pensar en el conjunto de condiciones cuya existencia facilitaría la posibilidad de materializar nuestras expectativas y las de todos los que nos rodean, es decir, en una serie de aspectos de nuestra realidad y de nuestro entorno, que ofrecerían la posibilidad de que vivamos felices y en armonía.

Lo cierto es que, nuestras explicaciones con respecto a las razones por las cuales algunos países han logrado desarrollarse y otros no, están centradas en culpar a los demás de semejante condición. De forma un tanto adolescente, las ideas predominantes intentan salvarnos de la responsabilidad de nuestro atraso y subdesarrollo.

En todo caso, los países desarrollados nos llevan la delantera principalmente debido a la capacidad que tienen sus sociedades para agregar mucho más valor que las nuestras. La disposición para trabajar en conjunto y construir cosas sofisticadas con las cuales son capaces de modificar el mundo y su realidad, es lo que les ha permitido procurarse las condiciones para que sus nacionales vivan en un entorno de indudable bienestar.

Vale la pena anotar que, agregar valor supone la ejecución de procesos colaborativos sistemáticos, dirigidos a consolidar los aportes de multitud de individuos en torno a resultados capaces de proporcionar satisfacción, bienestar a nuestros connacionales y al resto del mundo.

Es evidente la magnitud de las diferencias, mientras los países desarrollados han construido en conjunto la tecnología para llevar de forma segura personas al espacio exterior, los latinoamericanos no son capaces de proporcionarse infraestructura de transporte elemental, algo similar ocurre con la salud, la educación, la justicia y las demás dimensiones esenciales del bienestar.

Por supuesto, hay varios aspectos que le han hecho posible a unos construir más valor que a otros, el primero y más fundamental es la cultura. Lo que se puede ver en los países desarrollados, es una marcada obsesión cultivada desde edades tempranas en cada uno de los individuos de sus sociedades por lograr, por materializar, por construir, por solucionar y sobre todo, por avanzar. En contraposición la cultura de América Latina está focalizada en exigir que otros construyan el valor que necesitamos, en pretender adaptar el mundo a nuestras propias limitaciones, en destruir y cuestionar los logros humanos.

El segundo, que además es esencial, es el conocimiento, cuánto más sofisticado, mayor será la capacidad real para construir valor. Los viajes aeroespaciales, por ejemplo, requieren de un número muy importante de personas con un dominio indudable de la física, las matemáticas, la ingeniería, las ciencias de la computación, la astrofísica por mencionar algunas áreas del conocimiento involucradas. Cuanto más generalizado sea semejante nivel de conocimiento al interior de una sociedad, en sus diferentes sectores económicos, mayores serán las posibilidades de solucionar en conjunto problemas más complejos y satisfacer necesidades más difíciles de afrontar. En consecuencia, lo que podemos ver es que los países desarrollados se toman muy seriamente la generación y sobre todo la generalización del conocimiento profundo y riguroso, mientras los países latinoamericanos, lo cuestionan, lo desprecian y sobre todo lo subestiman. Además está poco difundido en su población, sin mencionar que se focaliza en áreas como las ciencias sociales con menor capacidad para generar procesos conjuntos de construcción de valor.

En efecto, países con culturas diferentes y con niveles de conocimiento dispares, tienden a tomar decisiones muy distintas que los conducen por caminos divergentes, por ejemplo, Noruega y Venezuela tomaron en algún momento de su historia decisiones muy diferentes con respecto a la manera de administrar los recursos petroleros y los ingresos generados por su producción y exportación, por supuesto en la actualidad, son países con niveles de desarrollo diametralmente distintos.

Lo claro es que, los países desarrollados y Latinoamérica tienen en la actualidad capacidades muy diferentes para comprender el mundo y sobre todo afrontar sus problemáticas más estructurales. Por lo tanto, si queremos evolucionar en el sentido de construir las condiciones que asegurarán nuestro bienestar y facilitarán la materialización de nuestra felicidad, necesitamos aumentar drásticamente nuestra capacidad para construir valor modificando nuestra cultura, enfocándola en el logro, en el avance, mejorando nuestro conocimiento, haciéndolo más profundo, sofisticado y generalizado, centrándolo en áreas de alta agregación de valor y sobre todo, tenemos que empezar a tomar decisiones diferentes que nos conduzcan de forma certera por el camino del desarrollo.

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miércoles, 19 de marzo de 2025

El oscuro futuro de América Latina



El mundo está cambiando y lo está haciendo de forma muy relevante, sin embargo, América Latina parece estar subestimando dicha transformación y parece estar moviéndose en contravía de sus implicaciones. En la actualidad, experimentamos un proceso de sofisticación sin precedentes en la historia humana, como nunca, la investigación y el desarrollo están evolucionando, no hay duda de que el conocimiento se hace cada vez más profundo y complejo. Todo lo que nos rodea, cada aparato, patrón, organización, forma de hacer las cosas, tiene detrás gigas y gigas de conocimiento acumulado a lo largo de generaciones. Por lo tanto, para entender, pero, sobre todo, construir y mantener lo que vemos en nuestro entorno, el conocimiento elemental, superficial al que estamos acostumbrados ya no es pertinente. Lo cierto es que, el mundo de hoy requiere ingenieros, administradores, médicos, psicólogos, abogados, arquitectos, agrónomos, matemáticos, físicos, en general profesionales con una comprensión profunda de todos los patrones que gobiernan y definen lo que pasa alrededor. Personas con un entendimiento detallado de su área del conocimiento, pero además con un discernimiento general de las demás disciplinas y la forma en la que, dentro de este entorno intrincado, se interrelacionan con la de ellos. 

 

En línea con lo mencionado, se requiere un proceso educativo diferente, más profundo, más sofisticado y transcendente en todos los niveles: preescolar, básica, media y terciaria en sus distintas dimensiones. Además, es importante mentalizarse con respecto a que estudiar de forma continua, en el marco de esquemas formales apenas hasta los tempranos 20s, ya no es suficiente. Todo lo anterior sin mencionar, que ahora lograr resultados notables, requiere necesariamente de la interacción de muchas personas con conocimientos profundos, por lo tanto, el desarrollo de todas las habilidades en materia de trabajo en equipo es esencial. 

 

Es evidente que los países desarrollados de frontera van avanzando rápidamente fortaleciéndose en el sentido anotado y, sobre todo, construyendo buena parte de la sofisticación que vemos a nuestro alrededor.   A pesar de lo mencionado, lo que se puede ver, es que América Latina se está moviendo en un sentido totalmente opuesto a lo que requiere el mundo. En los últimos años, se viene difundiendo el extraño mito de que la educación ha perdido valor, de que no es necesario estudiar, de que las herramientas tecnológicas con las que contamos en la actualidad tienen la capacidad de reemplazar nuestro intelecto. De un momento a otro, las nuevas generaciones empezaron a concluir, que estudian durante demasiado tiempo, que la educación debe centrarse en adquirir habilidades para trabajar, para aprender un oficio, como si nos encontráramos en la sociedad del medio evo y bastara con ser aprendiz de un artesano para construir una vida que le aporte valor al mundo. En todo caso, no es la primera vez que decidimos de esta manera, en nuestra historia, la educación no ha sido lo más relevante, como resultado, tenemos huestes de personas con conocimientos poco desarrollados, capaces de lograr cosas elementales que para el mundo son cada vez menos relevantes. Además, debido a nuestra profunda ignorancia en la mayoría de los temas, tendemos a creernos sabios y subestimar la verdadera magnitud del conocimiento actual. 


Como resultado de lo expuesto, las nuevas generaciones están dejando de interesarse por aprender, ahora es necesario darles todo tipo de estímulos al interior de los salones de clase para captar algo de su atención y que se entretengan con el conocimiento que procura transmitírseles. Las universidades, incluso las mejores, en un afán por captar y mantener a estos estudiantes desinteresados y facilistas, diseñan programas cortos, ligeros, superficiales, de escasa exigencia que no suponen retos reales a quien aprende. Por lo tanto, tenemos cohortes que pasan por los salones de clase, llenándose de títulos, pero que terminan con la cabeza vacía en materia de conocimiento riguroso, reemplazado por información dudosa, procedente de las redes sociales a las que permanecen conectados, además, toda una suerte de ignorantes que deciden cambiar la educación estructurada, por unos cuantos cursos en línea que les enseñan a hacer cosas simples, pero los mantienen en un profundo oscurantismo con respecto a la real comprensión del universo que los rodea, en el marco de la fantasía de que ya están formados. En conjunto, se trata de personas que no entienden su rol en el mundo, su responsabilidad de formarse seria y rigurosamente, para aportar en la construcción de una humanidad mejor. 

 

De continuar por esta senda, América Latina se seguirá llenando de youtubers y tiktokers, de asistentes, maquiladores, profesionales mediocres y en general, de personas que no comprenden ni pueden explicar realmente lo que los rodea. Algunos piensan que con ChatGPT, DeepSeek y todas estas herramientas de inteligencia artificial, no es necesario conocer, cuando es evidente que se trata de todo lo contrario, en el entendido que quien domina es el que conoce, mientras el dominado es el ignorante. Por lo tanto, el futuro de la región es oscuro, en vez de atestiguar una reducción de las brechas, entre los países desarrollados y América Latina, simplemente se profundizarán, en efecto, muy seguramente veremos una exacerbación de la desigualdad y del descontento social, es claro que en una época de hiperinteligencia como la que viviremos, la formación superficial y poco sofisticada será escasamente remunerada, mientras que América Latina seguirá protestando y cuestionando un futuro que no quiere ayudar a construir y que pretende se acomode a su propia trivialidad, posverdad e ignorancia. 


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martes, 25 de febrero de 2025

La historia no contada sobre la primera línea del Metro de Bogotá


 Fuente: El Espectador 


Pocos han oído la historia que les voy a contar, pero vale la pena presentarla de forma detallada, con el propósito de que la opinión pública conozca de primera mano el porqué del recurrente desacuerdo en torno a la construcción de la primera línea del metro en Bogotá. Como todos sabemos, la discusión del metro es de vieja data, sin embargo, en la época del entonces alcalde Gustavo Petro, se lograron los avances más relevantes hasta esa fecha. En esencia, de la mano de un consorcio internacional con experiencia importante en la construcción de metros alrededor del mundo, el Instituto de Desarrollo Urbano (IDU) logró la definición de los estudios y diseños para la construcción de un metro subterráneo de alta capacidad. Las razones por las que se optó por la opción subterránea y se definió su trazado, estaban contenidas en múltiples estudios anteriores adelantados en diferentes momentos de la historia bogotana, lo cierto es que la línea que procedía del sur occidente de la ciudad, continuaba por la carrera 13 y terminaba en la 127, aprovechando en toda su extensión el subsuelo bogotano, era la más indicada de acuerdo con los distintos puntos de vista de diferentes expertos nacionales e internacionales, incluidos los que hicieron los desarrollos técnicos en dicha última etapa. En resumen, el diseño de un metro subterráneo, nada tenía que ver con caprichos del entonces alcalde, lo que se buscaba era atender las recomendaciones calificadas de un sinnúmero de especialistas en la materia. Este metro de la más alta capacidad posible, se enmarcaba en un sistema multimodal que incluía trenes de cercanías, cables, otras troncales de Transmilenio, es decir, se trataba de un sistema de transporte público de capacidad mucho más coherente con las necesidades de una ciudad como Bogotá. En efecto, lo que se entendió al fin durante dicha administración, era que las recurrentes decisiones de administraciones pasadas, habían sumido a la ciudad en un atraso profundo en materia de movilidad, en el que gracias a un pico y placa autoritario, persistente, antiguo, restrictivo de las libertades y gracias a la obsesión con mover una gran urbe mediante modos de baja capacidad, pusieron a la ciudad y al mismo país en la cola del mundo en materia de indicadores de movilidad y transporte, por lo tanto había que adelantarla, no solo con la línea más potente posible, sino con una amplia red de metro que les permitiera a los bogotanos moverse con confort y calidad razonables. El desarrollo técnico dio sus frutos, los expertos supervisados por el IDU entregaron gigas de información de diseño para los túneles, el material rodante, las estaciones, en general, para todo el metro. La idea era dejar estos diseños en una etapa intermedia que permitiera contratar al constructor para que, de similar manera que lo está haciendo el consorcio chino que actualmente construye el diseño elevado, fuera este mismo el que definiera los estudios definitivos.
Posteriormente cambió la administración y pasó algo que nadie se esperaba, las gigas de información generadas por el consorcio contratado para el diseño del metro subterráneo desaparecieron, se dio inicio al desarrollo de unos nuevos estudios elaborados a contra reloj, con planteamientos técnicos que iban en contravía de lo definido durante décadas por los distintos expertos nacionales e internacionales, al final de cuentas, el resultado, arrojó un metro que llegaba apenas hasta la calle 72, de mucha menor longitud y capacidad, muchas menos estaciones, un diseño y un trazado que parecían más un capricho que una decisión técnica dirigida a solucionar las necesidades de movilidad, de una de las únicas mega urbes del mundo que aún no tiene un sistema metro desarrollado. Lo cierto es que todo lo que pasó después le supuso a la ciudad empezar de nuevo desde cero, abandonar el diseño profundamente técnico que databa de varios años de discusión y maduración, para plantear una nueva alternativa inventada que retrasó la construcción de la obra varios años, la realidad es que si la nueva administración hubiera ajustado lo que podía mejorarse de los estudios subterráneos, pasando de inmediato a la contratación, muy seguramente en la actualidad ya tendríamos un metro en operación.
En 2023 la Sociedad Colombiana de Ingenieros, una instancia completamente independiente y plural, adelantó un estudio centrado en analizar y evaluar el transporte férreo en Colombia, teniendo en cuenta lo relacionado con el transporte con trenes urbano, interurbano de pasajeros y carga. Durante el proceso, en el componente de pasajeros, se llegó a una conclusión contundente, el metro diseñado durante la administración del entonces Alcalde Gustavo Petro, efectivamente tenía estudios y su nivel de madurez era suficiente para proceder a contratar la definición de los estudios y diseños definitivos así como su posterior construcción, es decir, se trataba de los insumos indicados para escoger a alguien que hiciera lo mismo que hace en la actualidad el consorcio chino, que paralelamente adelanta la ingeniería de detalle del proyecto y afronta su construcción. De la misma forma concluye lo que básicamente se ha corroborado en todas las grandes ciudades en el mundo, a pesar de su mayor costo los beneficios de un diseño subterráneo en zonas de alta concentración urbana y alta competencia por el espacio de superficie, generan impactos positivos muy superiores a los diseños elevados, eso sin mencionar que no producen los patrones de deterioro urbano universalmente observados en los diseños elevados alrededor del mundo.
En conclusión, los cuestionamientos que hace el presidente Gustavo Petro son justificados y no son más que la voz de todos los técnicos que conocemos el proceso que se surtió en este caso. En efecto, muchos nos preguntamos con profunda frustración, si el bienestar de una ciudad debe supeditarse a los caprichos e intereses de los políticos de turno. Cuestionamos por qué terminamos construyendo un metro elevado que no le conviene en realidad a la ciudad, por encima de otro tipo de diseño que en su momento estaba listo, para que el siguiente gobierno tomara la posta, lo finalizara y, además, es indudablemente dominante en básicamente la totalidad de ciudades similares a Bogotá. Intentamos averiguar, por qué nos movemos en contravía de los países desarrollados en términos de movilidad y, sobre todo, por qué recurrentes decisiones caprichosas retrasan nuestra evolución como sociedad y terminan posicionando a la capital de una nación y al país mismo, como unos de los peores del mundo en materia de transporte.


sábado, 8 de febrero de 2025

Hablemos seriamente sobre los impuestos


En Colombia un grupo de personas parece estar obsesionado con que se cobren más tributos, insisten en que en el país se recaudan muy pocos impuestos trayendo a colación cifras de la OCDE y algunos cálculos internacionales, sin embargo, vale la pena anotar que sus apuestas son profundamente distorsionadas y llenas de imprecisiones que no se corresponden con las cifras reales, además de aclarar, que en sus análisis están comparando peras con manzanas por las siguientes razones:

Colombia es un país de ingreso medio catalogado como uno de los más desiguales del mundo, una parte importante de su producto interno bruto con el cual se calculan los datos de ingreso per cápita, corresponde a rentas petroleras y mineras, que al final de cuentas se convierten casi en su totalidad en ingresos estatales, por lo tanto, en realidad no entran a sumar en los ingresos que verdaderamente recibe la población en general. Así las cosas, en promedio, desde el punto de vista monetario, los hogares son más pobres de lo que se asume en las cifras. Por otro lado, la gran mayoría de la población tiene ingresos inferiores a los mil dólares mensuales, de hecho, estadísticamente, la población acaudalada es prácticamente inexistente. En efecto, aproximadamente la tercera parte del país es considerada pobre mientras el resto, se encuentra ligeramente por encima de la línea de pobreza en una situación de evidente vulnerabilidad, a estos últimos se les tiende a llamar clase media.

Particularmente, la estructura tributaria del país es profundamente progresiva pero concentrada enteramente en la clase media, algunos dicen que no es así para los ricos, no obstante, acabamos de mencionar que esta población es estadísticamente irrelevante. Lo cierto es que los impuestos terminan focalizados en las clases que son mayoría, es decir, una gran población que gracias a sus ingresos apenas sobrevive y otra que alcanza a cubrir sus necesidades con escasa dignidad.

En línea con lo expresado, es claro que más de la mitad de la población en la práctica no paga impuestos, debido a que sus ingresos apenas les alcanzan para subsistir, o los paga, pero en una proporción minúscula comparativamente. La otra porción que está ligeramente por encima en términos de ingresos, asume la carga tributaria en una buena medida a través de lo que aportan sus pequeños emprendimientos o de forma personal, pero con un impacto negativo sustancial sobre su capacidad para proporcionarse cierto decoro. Básicamente, este grupo es el que en realidad está financiando todo el aparato estatal por lo que por definición se encuentra excesivamente gravado.

Producto de esta realidad, en Colombia, a lo largo de los años se ha configurado un gigantesco mercado informal que termina siendo un salvavidas para una porción sustancial de la población. En su interior, buena parte de lo que se compra y se vende, en efectivo, no paga impuestos, si lo hiciera, los ingresos de los menos favorecidos no serían suficientes para cubrir sus necesidades más elementales.

Además de todo lo expuesto, existen otros puntos estructuralmente diferenciadores. Colombia no es comparable con los demás países de la OCDE en materia de calidad del gasto, lo que estimamos muchos es que de cada peso que entra a su aparato estatal, apenas veinticinco centavos se convierten en valor público, es decir en bienes y servicios públicos que realmente les sirven a las personas. Esto quiere decir que, el setenta y cinco por ciento de lo que aporta con tanto esfuerzo la población, se pierde en burocracia innecesaria, decisiones erradas, inexperiencia gerencial y corrupción entre otros. Lo cierto es que al interior de los países con los que nos comparamos, los Estados son altamente efectivos y bien gerenciados, por lo que logran, de lejos, mejores resultados con los recursos que aportan sus ciudadanos.

En resumidas cuentas, tenemos un Estado, que básicamente se apropia de más de un tercio de todo lo que se produce en el país y que no es capaz de convertir semejante cantidad de recursos en cosas reales, palpables, que sean de utilidad para todos. Dicho aparato, es financiado en una amplia proporción, por un sector sobre gravado y vulnerable de la sociedad debido a que, al resto, a la mayoría, sus ingresos no le alcanzan realmente para pagar tributos. En consecuencia, los fanáticos de los impuestos, que no conocen en realidad su país y no tienen idea alguna de cuál es la carga impositiva verdadera acumulada de estos segmentos, han diseñado un sistema tributario desastroso, increíblemente complejo y perverso, que intenta atrapar por todos los medios a quienes pueden pagar más, aun a costa del deterioro de su bienestar, propiciando el vertiginoso crecimiento de un mercado informal, al que migran todos aquellos a los que no les alcanza para sobrevivir en el marco de semejante estructura agresiva.

Finalmente, vale la pena dejar muy claro que lo que se viene haciendo en materia tributaria no está para nada bien, parte de premisas falsas, desacertadas y además es muy poco técnico. Lo cierto es que debemos parar ya de proponer nuevos impuestos, por cuenta de semejante costumbre nos convertimos en la economía de la OCDE con la estructura tributaria menos competitiva, es decir, con esta forma de actuar estamos deteriorando el sistema productivo formal. En adelante, nuestro esfuerzo tiene que estar centrado únicamente en mejorar la efectividad estatal, acercándola en alguna medida a la de los países desarrollados, para que sea posible invertir ese más de un tercio del valor generado por todos, en cosas que realmente desarrollen el país, lo transformen y le permitan a la mayoría pobre, mejorar sustancialmente sus ingresos, de forma que puedan empezar a pagar impuestos y la pesada carga del gasto público, que al fin empezará a cumplir su función, deje de ser asumida únicamente por la clase media.