martes, 26 de diciembre de 2023

Adolescencia social e irresponsabilidad económica

Publicado en el Diario Portafolio

Lo que está pasando en Argentina ha generado todo tipo de opiniones, en su mayoría marcadas por profundas ideologías sociales y económicas, sin embargo, al analizar con detenimiento el contexto de la discusión, queda claro que lo que está en debate es, en realidad, un grupo de valores sociales relacionados con el éxito o fracaso de una sociedad, lo cierto es que, el argumento ideológico no es más que una fachada, asociada a la facilidad de cierto tipo de valores para alinearse con conjuntos de ideas específicos. 

En realidad, los planteamientos enfrentados giran en torno a si la sociedad de América Latina debe ser responsable o irresponsable. La discusión no es menor pues las decisiones que se tomen definirán la posibilidad de que salga o no de los precarios niveles de desarrollo en los que actualmente se encuentra.  

Para entender mejor el planteamiento, suscribamos el análisis a la comparación entre dos hogares, uno liderado por padres con mentalidad adulta, mientras en el otro toman decisiones padres inmaduros con mentalidad adolescente. 

En el primer hogar, tanto el padre como la madre estarán muy concentrados en construir valor, crean una familia con altos niveles de bienestar en el marco de un decidido trabajo en equipo. Seguramente será un hogar que analizará muy seriamente el momento en el que llegarán los hijos, de forma que la capacidad económica garantice su bienestar, además, se tratará de una familia  en la que sus integrantes se esforzarán por formarse para poder incrementar paulatinamente sus ingresos, gracias a la posibilidad de acceder a mejores posiciones en sus trabajos. Se endeudarán sin duda, pero no lo harán para irse de vacaciones, comprar muebles nuevos o ropa, lo harán para educarse o construir alguna clase de emprendimiento que facilite el mejoramiento de los ingresos, también lo harán para procurar un techo que cubra sus cabezas. Sin duda, estamos hablando de un hogar austero que no irá nunca más allá de sus posibilidades, que pagará sus deudas a tiempo, ahorrará en época de abundancia para procurarse tranquilidad durante la escasez. Construirá fondos para financiar la educación de sus hijos y se asegurará de que todos sus ahorros crezcan de forma importante, en el marco de inversiones seguras y rentables. 

En contraposición, el segundo hogar,  será uno en el que habrá desunión, peleas internas y ausencia de objetivos comunes, a su interior llegarán los hijos a destiempo, de forma totalmente improvisada y sin esperarlos, sus integrantes tomarán decisiones que no apuntan al largo plazo, más bien al día a día, el dinero que llegue de más al hogar será usado para alguna fiesta, para irse de viaje, para vivir el momento; la educación y la inversión en emprendimientos no serán una prioridad por cuánto suponen dejar de vivir la vida con la intensidad necesaria, de hecho se endeudarán hasta donde puedan para vivir una vida que va mucho mas allá de sus posibilidades, por supuesto, cuando lleguen las cuentas evitaran a toda costa honrarlas esperando que alguien más se encargue o que desaparezcan por cansancio de quién las exige. Cuando sea necesario costear la educación de sus hijos, no tendrán como hacerlo pues no existirán ahorros que les permitan solventar semejante necesidad, por lo tanto sus retoños tendrán que arreglárselas solos.

Pues bien, hay países llenos de hogares del primer tipo, que al tomar decisiones políticas y económicas, lo hacen alineados con semejante cultura, en general logran altos niveles de bienestar y desarrollo, de otra parte, hay países llenos del segundo tipo de hogares, como los de América Latina, que toman sistemáticamente decisiones colectivas erróneas, desatinadas, que los llevan por caminos escabrosos, en cualquier caso, asignan la responsabilidad de su desgracia a algo o alguien diferente de ellos y su manera irresponsable de actuar; por supuesto, en general, están sumergidos en el subdesarrollo. 

En síntesis, hay países adultos económica y socialmente, que se hacen cargo de su situación, toman decisiones responsables, científicas, que son afrontadas luego de analizar seriamente sus implicaciones. Por otro lado, hay países adolescentes, infantiles, que no miden las consecuencias de sus actos, que deciden en el marco de una perspectiva emocional más que racional y prefieren que otros se hagan cargo de su desorden. 

En ambos tipos de países hay personajes  técnicamente capaces que se comportan como el “Grillo Parlante”, icónico personaje de la  conocida obra “Pinocho” escrita por Carlo Collodi, proponen con profunda convicción gastar menos, endeudarse de forma responsable y pagando lo que se debe, tomar estos recursos y utilizarlos para desarrollar de forma real la matriz productiva, recomiendan reducir el déficit fiscal, es decir, centrarse en disfrutar únicamente lo que la sociedad realmente ha construido. Semejantes propuestas, en las sociedades adultas son aceptadas,  son tenidas en cuenta, mientras en las sociedades infantiles no tienen eco y son ignoradas en perjuicio y destrucción de su economía y bienestar. 

La pregunta que pesa de todo esto es si América Latina quiere alcanzar la mayoría de edad social o quiere seguir actuando como la marioneta mentirosa y caprichosa que quería convertirse a toda costa en un niño real. 

Además, nos queda una clara lección, sin duda está bien querer que la sociedad mejore garantizando un conjunto de derechos para todos sus integrantes, pero para lograrlo dicha evolución no puede soportarse en economías y sociedades mentirosas, si se quiere vivir mejor es necesario construir el valor que financiará semejantes demandas, dicha construcción es responsabilidad de hasta el último individuo, no tiene sentido que unos se dediquen a construir mientras otros solamente se concentran en exigir y recibir los beneficios de dicha construcción. 

domingo, 10 de diciembre de 2023

Rompiendo los mitos sobre el empresariado y el emprendimiento

 


Fuente: https://www.jelpit.com/blog/empresas/estrategias-para-llevar-tu-emprendimiento-a-otro-nivel/

En los últimos años, un conjunto de personas, al interior de universidades, entornos políticos, en general, actores con actividades desvinculadas del sector real; ha venido construyendo una historia falsa en relación con el emprendimiento y los empresarios. Partiendo del cuestionamiento de hace siglos, promovido en su momento por Marx, Engels y posteriormente por sus descendientes ideológicos, centrado en la explotación de los trabajadores, en la tesis de que el aporte del trabajador es la verdadera fuente de valor en la sociedad, en el concepto de la plusvalía y la lucha de clases; cuestionan y denigran del rol de los empresarios en la sociedad y los beneficios del emprendimiento, partiendo del hecho de que los empresarios por sí mismos no aportan valor, en general son simplemente dueños del capital y fundamentalmente se rentan de su propiedad.

Toda esta construcción, que en algún momento de la historia resultó útil para el mejoramiento de la sociedad, en la época actual es total y completamente improcedente por varias razones.

El valor no está explicado por la cantidad de trabajo invertido:  en la actualidad tenemos claro que el valor está determinado por la relación entre quien produce y quién consume, sabemos que la interacción entre estas dos perspectivas las cuales están centradas por un lado, en cuánto cuesta producir algo teniendo en cuenta todos los elementos involucrados en la producción, y por el otro, qué tanto la sociedad, necesita o desea lo que se produce. Para ilustrar ésta consideración pensemos en un emprendedor que decide producir grilletes para esclavos, invirtiendo grandes cantidades de trabajo en su elaboración, teniendo en cuenta que la sociedad abandonó semejante práctica, por fortuna  hace años, seguramente el valor real de lo que vende será nulo precisamente porque nadie necesita o desea tal artículo no obstante alguien decida producirlo. 

La importancia creciente de la gerencia: cualquiera que haya emprendido, sabe que el aporte más grande que hace el emprendedor, el empresario en la producción de bienes y servicios, es la articulación de infinidad de recursos de toda índole para materializar un resultado  notablemente complejo sobre el cual exista necesidad  o deseo. No hay duda de que esta capacidad es increíblemente escasa y valiosa, tanto que podemos hacer el experimento de intentar producir algo tan sofisticado como un dispositivo móvil, juntando un conjunto de trabajadores y no tendremos ningún resultado, incluso, podemos trasladar ésta responsabilidad al Estado y conociendo su incapacidad histórica para desempeñar dicha tarea, no logrará lo que un buen emprendedor hace de forma rápida y sistemática. Se ha difundido el mito de que el empresario únicamente aporta los medios de producción lo cual es totalmente falso y ajustado a otra época, de hecho este planteamiento proviene en general de personas que jamás en su vida han emprendido con éxito, en realidad, para un emprendedor lo menos relevante es la propiedad de los medios de producción, tanto así, que en las primeras etapas de un emprendimiento real no le pertenecen, usualmente su consecución procede de préstamos y apalancamiento. En la mayoría de los casos le prestan justamente gracias y en proporción a su capacidad de gerencia y logro de resultados. 

El Estado no puede reemplazar al empresario: podría hacerlo, pero la experiencia ha demostrado que en modelos democráticos es un pésimo emprendedor, corrupto, ineficiente e ineficaz. De hecho, lo que no advierten muchos, es que también se apropia de una plusvalía muy relevante a través de impuestos que no se devuelve a la sociedad pues se diluye en un aparataje burocrático. Por lo tanto, bajo estás circunstancias se cambia a un emprendedor ágil y eficaz por otro lento y pesado que se queda con una mucho mayor porción del valor creado por nuestro trabajo. 

La mayoría de empresarios no son magnates dueños de grandes corporaciones: según datos de la OCDE hasta el 70% de lo que se produce en la actualidad procede de Pequeñas y Medianas Empresas (PYME), esto quiere decir que la mayoría de emprendimientos en el mundo son en realidad lo que observamos en la cotidianidad, la empresa del panadero que produce pan en el primer piso mientras vive con su familia en el segundo y que para hacerlo contrata dos panaderos aprendices, la peluquería que vincula a otros tres o cuatro peluqueros más, el taller automotriz que da trabajo a otros mecánicos, por mencionar algunos ejemplos.

El emprendimiento no es negativo ni destructivo: lo que destruye el entorno es el emprendimiento irresponsable, que en realidad esta paulatinamente desapareciendo. Gracias a cambios evidentes en las preferencias sociales, cada vez tenemos un emprendimiento más altruista y consciente, más centrado en la sostenibilidad, la ética y la responsabilidad social. Para constatarlo basta estudiar el comportamiento de grandes empresarios a lo largo de la historia, comparar las prácticas de emprendedores como John D. Rockefeller y Andrew Carnegie, con las de contemporáneos como Steve Jobs y Sam Altman, siendo objetivos, es claro que hay diferencias fundamentales en su escala de valores así como en la voluntad de hacer aportes notables para construir una mejor sociedad. 

Lo cierto, es que emprender es la base del desarrollo y hasta la fecha, solo los países con una sólida cultura emprendedora focalizada en profundos principios éticos y de justicia, han logrado altos niveles de bienestar y felicidad, por lo tanto, si queremos avanzar es pertinente enaltecer el emprendimiento, la gerencia, la construcción de valor social  y concentrarnos en configurar un ecosistema, que haga posible este proceso de forma igualitaria para cada uno  de los individuos de nuestra sociedad. 

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lunes, 13 de noviembre de 2023

La economía latinoamericana, religión o ciencia

 


Publicado en el diario Portafolio

Los economistas latinoamericanos le están fallando muy seriamente a la sociedad por varias razones, en primera instancia dejaron de preocuparse por el bienestar de las personas y por entender los fenómenos económicos, en segunda instancia paulatinamente dejaron de ser científicos para convertirse en religiosos. 

La economía en su esencia contiene algunos aspectos fundamentales que nuestros economistas han dejado atrás, la comprensión profunda del sistema económico y social, el entendimiento de los procesos de asignación de los recursos con los que la humanidad cuenta, que por definición son escasos y sobre todo, el mejoramiento del bienestar de cada uno de los individuos que forman parte del mundo. 

Dicho lo anterior, en la actualidad, en su gran mayoría, los economistas están obsesionados con doctrinas económicas asociadas a su propia visión del mundo, que promueven en todos los círculos independientemente de que funcionen o no, muestren buenos o malos resultados en lo que tiene que ver con los aspectos de la esencia económica que acabo de mencionar. 

En las conversaciones con economistas consumados y con estudiantes de economía formados por ellos, citan a Marx, a Keynes, a Mises o a Friedman y a toda su descendencia, dependiendo de a qué religión pertenecen, como si fueran deidades, como si sus palabras fueran la revelación de un profeta y no un simple aporte histórico de alguien que puso un pequeño grano de arena para construir el actual conocimiento económico. 

Lo que hacen al interior de los entornos académicos, organizacionales y familiares, es actuar como predicadores que difunden una doctrina llena de supuestas “verdades” que la providencia les reveló solo a ellos. En general estas ideas plantean una utopía económica y social que no se ha materializado, pero que a través de la fe tendrá lugar dando solución a todos los problemas de la humanidad. 

Como en toda ideología centrada en la fe profunda, no cuentan con evidencia real que permita probar la veracidad de sus planteamientos, tampoco reconocen las cifras aportadas por la historia, mas bien tratan de adaptarlas a su propio argumento interpretándolas como les conviene para efectos de convencer a sus creyentes. 

Para los religiosos de izquierda, el mundo sigue siendo el de explotación capitalista de la revolución industrial que debe desmontarse mediante la ruptura del sistema, la lucha de clases, la redistribución, el abandono del individualismo, además, el Estado debe ser el gran planeador central de la economía,  pierden de vista aspectos tan esenciales como que el mundo ha cambiado de forma muy relevante y que el Estado tiende a funcionar mal como organización. Para los de derecha, los mercados solucionan todo, el egoísmo consumado es capaz de erradicar todos los problemas humanos, el Estado debería desaparecer para facilitar el desarrollo privado sin importar las desigualdades resultantes en materia de bienestar y los evidentes riesgos en lo relacionado con la sostenibilidad de nuestra especie y el sistema natural que la rodea. 

Cuando cualquier persona cuestiona su credo, o pone en duda alguno de estos planteamientos, de inmediato es catalogada como “infiel” infectada por los conceptos herejes de la religión opuesta. 

Lo más difícil de todo éste misticismo, es la profunda irracionalidad que genera, de cuando en cuando, vemos países con economías destruidas que no llegan a ser comprendidas por estos religiosos, cuyos indicadores muestran altas tasas de inflación, monedas fuertemente devaluadas, creación de valor y riqueza increíblemente desigual, que además tienen serios problemas en materia de distribución eficiente de recursos, altos niveles de pobreza y bajos resultados en términos de bienestar.  A pesar de las pésimas decisiones motivadas por ellos,  defienden sus desaciertos en el marco de una fe ciega que sustenta la terca negación de la apabullante evidencia, que muestra que lo que están haciendo como sociedad está acabando con la felicidad de las personas, o peor aún, prioriza la felicidad de unos por encima de la de los otros.  

La fe y sus ideas profundas los obnubilan, ignoran cosas evidentes, por ejemplo, los de izquierda creen que la apropiación por parte del sector público de una porción importante del valor generado por el sector privado, así como la profunda ineficiencia estatal que prácticamente destruye dicho valor, no tendrá ningún efecto en las decisiones de las personas, creen que darse cuenta sistemáticamente, de que lo que construyen los hogares y las empresas con mucho esfuerzo, termina diluyéndose entre los procesos pesados y burocráticos públicos; no generará una justificada aversión y rechazo. Los de la facción opuesta pierden de vista cosas tan evidentes como que el libre mercado no es capaz de sacar a las personas de la pobreza ni en los países más avanzados del mundo y que la profunda desigualdad destruye los pilares fundamentales de los mercados competitivos y las sociedades democráticas. 

Ambas facciones, en el marco de su fe ciega, olvidan que la economía procede de decisiones que diferentes sociedades han tomado a lo largo de siglos de prueba y error, que al igual que el lenguaje, los modelos económicos se configuran como la agregación de múltiples puntos de vista, de millones de variables y fenómenos alrededor del mundo, que en este proceso de depuración colectiva termina prevaleciendo lo que como sociedad consideramos más pertinente para nuestra realidad y que seguirá configurándose independientemente de que los religiosos quieran modificarlo para que represente enteramente las enseñanzas de sus deidades, profetas y los planteamientos de su fe. 

Lo cierto de todo esto, es que el rol de los economistas en la sociedad latinoamericana debe modificarse enteramente, pues es evidente que en vez de aportar, de forma similar a como lo hacen los médicos, los ingenieros y demás representantes de otras áreas del conocimiento, con su fanatismo, están conduciendo al mundo que los rodea a enfrentarse, confundirse y paralizarse.

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domingo, 24 de septiembre de 2023

El terraplanismo económico latinoaméricano

 


En los últimos tiempos se ha hecho popular en redes, un conjunto de personas que proponen la tesis de que la tierra es plana. Con la mejor de las voluntades, en el marco de motivaciones ingenuas y al parecer  transparentes, hacen una serie de preguntas sustentadas en el sentido común, que intentan desvirtuar la esfericidad terrestre y otros postulados esenciales de nuestra realidad moderna.

Un planteamiento de estas características en un mundo de conocimiento abierto como éste en el que vivimos, es increíblemente interesante, desde el punto de vista de la teoría del conocimiento y la epistemología.

A pesar de que la humanidad a lo largo de siglos de discusión y búsqueda de la verdad, ha acometido desarrollos increíbles en astrofísica, física de partículas, matemáticas, geología, ingeniería aeroespacial y muchas otras áreas, un grupo de personas inteligentes y formadas desde varios puntos de vista, han decidido descartar tan amplias aproximaciones calificándolas de “conspiración”, para explicar de manera superficial un fenómeno tan complejo como la esfericidad terrestre, trayendo del pasado  hipótesis simples que estuvieron vigentes siglos atrás en la historia de la humanidad. 

Este tipo de comportamiento es relativamente común en el ser humano por lo que podemos encontrarlo también en la ciencia económica y social latinoamericana. El recorrido de la humanidad a lo largo de siglos de pensamiento económico es sustancial, desde que Adam Smith y algunos otros, decidieron en los comienzos, documentar el comportamiento observado de la sociedad en materia de oferta y demanda, muchas cosas han pasado y muchas premisas falsas se han esclarecido. Inicialmente concluimos que los mercados por sí mismos, de forma totalmente autónoma, eran capaces de solucionar las diferentes necesidades humanas, sin embargo, posteriormente, entendimos que la manera en la que se auto organizaba el mercado, podía conducir a la opresión y explotación de los trabajadores. Más adelante, luego de la gran depresión y de las guerras mundiales, nos dimos cuenta de que el Estado juega un rol importante en la economía, en efecto, un tercio  del mundo decidió migrar a modelos en los que el Estado tomaba todas las decisiones económicas, mientras el resto de la humanidad, decidió que el Estado y el mercado eran dos cosas que debían estar separadas, en todo caso, el Estado en estas economías empezó a jugar un rol amplio y mucho más determinante.  Mas tarde, en los años 70, entendimos que un Estado grande, intrusivo y sobre todo, irresponsable, puede afectar muy negativamente los resultados de las economías de mercado en vez de mejorarlos y luego, en los años 80, la mayoría del mundo se dio cuenta de que los Estados que reemplazan los mercados y planean de forma centralizada la economía, no dan buenos resultados por lo que decidió homogeneizar en la casi totalidad de las latitudes su rol, centrándolo en actuar como un regulador poco intrusivo y un árbitro que media lo que pasa en los mercados. 

En la actualidad sabemos que, para que una sociedad se desarrolle y alcance altos niveles de bienestar, es necesaria la libertad económica en el marco de un Estado que potencia y protege los resultados económicos, garantizando la equidad y el desarrollo igualitario.  Hemos encontrado que problemas estructurales como la exagerada acumulación de riqueza y la destrucción del medio ambiente, requieren de ajustes cuidadosos sobre la forma en la que se desenvuelve la economía de mercado. En todo caso, van apareciendo infinidad de tendencias científicas, que proponen maneras de mejorar semejante resultado y de la misma forma que ha sucedido a lo largo de décadas de evolución del pensamiento económico, estas posiciones se han venido apropiando dentro de los paradigmas actuales. 

No obstante toda esta masiva discusión que nos ha tomado décadas de aprendizajes, recurrentemente aparecen personas inteligentes que al igual que los terraplanistas, interpretan los problemas actuales y su evidencia a la luz del sentido común, sin profundizar en la historia y todo el desarrollo científico que nos condujo hasta la realidad contemporánea. Asumen que toda esta evolución paulatina, que nos ha llevado por guerras, depresiones, crisis mundiales, auges, hiperinflaciones generalizadas, en la que coexisten entregando evidencia a diario, economías estables, Estados ricos, pobres, fallidos, exitosos; que todo aquello a lo que nos enfrentamos cotidianamente y que construimos en conjunto, es producto de una obscura conspiración política e ideológica. Además suponen que modelos que estuvieron a prueba en el mundo en diferentes momentos de la historia, centrados de un lado, en preponderancia absoluta de la economía de mercado o del otro, en planeación central de la economía y mostraron no funcionar en ningún caso, son mejores que los que tenemos en la actualidad, que iniciativas centradas en políticas de expansión monetaria y aumento en el gasto público generadores de hiperinflaciones y desempleo en diferentes economías, en esta ocasión van a ser exitosas. 

Lo cierto es que, al igual que con la creencia de que la tierra es plana, el mundo y la comunidad científica económica ya conoció, revisó y  probó todas estas iniciativas y que independientemente de si quienes las enarbolan nuevamente, conocen en profundidad los casos o no, a lo largo de la historia la humanidad recabó información contundente con la cual podemos concluir, que no son apropiadas para satisfacer las necesidades humanas y mejorar realmente el bienestar de las personas. 

Sin lugar a dudas, cuando miramos a cualquiera de los países con los más altos niveles de desarrollo, con los más elevados estándares de bienestar,  todos ellos tienen una mezcla entre profunda libertad económica, Estados muy eficaces centrados en facilitar el desarrollo, entregar bienes y servicios de carácter público que los privados no pueden proporcionar o que equiparan la mesa sobre la cual la sociedad juega la partida y una profunda rigurosidad en la forma en la que administran las finanzas públicas, optimizando al máximo los recursos invertidos en el logro del bien común.

Por su parte, los países que se han ido por caminos alternos que los devuelven al pasado como Cuba, Venezuela, Argentina por mencionar algunos, todos ellos, sin excepción, han tenido resultados diametralmente inferiores a los de dichos países desarrollados. 

Por lo tanto, si tan clara es la evidencia, si además en diferentes momentos de la historia se han materializado situaciones similares, vale la pena preguntarnos por qué seguimos insistiendo en proponer semejantes modelos para nuestras economías. Lo cierto es que, estamos situados en la órbita terrestre viendo su curvatura, pero nuestros argumentos siguen sosteniendo que la tierra es plana, en vez de reconocer que lo que tenemos ahora en materia económica y social, es una construcción colectiva que ha madurado a lo largo de los años en el marco de procesos de prueba y error, que no vale la pena intentar devolverse al pasado para cometer los errores que otros han cometido antes que nosotros, que finalmente, lo lógico sería enfilar nuestras baterías hacia el desarrollo, abriéndonos mentalmente a involucrar con agilidad los respectivos cambios que requiere el modelo actual para corregir sus problemas estructurales. 

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viernes, 22 de septiembre de 2023

Un país que produce pobreza y desigualdad

 


Publicado en el diario Portafolio 
 https://www.portafolio.co/economia/finanzas/construimos-una-realidad-pobres-y-ricos-589446

Todos conocemos el dilema del padre sobre protector, que intentando proteger a su hijo del mundo, termina aislándolo de la realidad, configurando un nuevo ser humano incapaz de enfrentar su propia realidad, al final de cuentas, construyendo una persona increíblemente vulnerable a los peligros del entorno. Lo cierto es que en el marco de una convicción loable, este padre termina materializando un resultado totalmente adverso. 

Algo parecido sucede en Colombia con la pobreza y la desigualdad, es indudable que como sociedad estamos genuinamente preocupados por estos problemas, sin embargo, a lo largo de los años, hemos venido tomando decisiones que antes que corregirlos los han convertido en condiciones enquistadas en nuestra realidad. 

Concebimos un contexto en que el existir para los hogares resulta completamente diferencial, semejante situación no es un resultado indefectible del entorno, sino más bien, se trata de una condición de la realidad que hemos construido con el propósito de intentar reducir las marcadas diferencias entre los colombianos. 

Bajo esta lógica, existir para un hogar es por definición discriminador, conforme las personas van subiendo de estrato, la dotación de bienes y servicios públicos mejora de forma muy importante, así mismo los costos que un hogar debe pagar para tener acceso a tales posibilidades es muy superior. Por lo tanto, dichos costos hacen que los hogares que podrían vivir en zonas mejores, superiormente dotadas, en el marco de opciones más satisfactorias, no puedan acceder a semejantes condiciones debido esencialmente a que necesitarían ingresos muy superiores para lograrlo. 

Por otro lado, recurrentes reformas tributarias aprobadas a lo largo de los años, concebidas con el propósito de reducir la desigualdad y generar recursos para desarrollar programas, que permitan contrarrestar la pobreza, han sido increíblemente agresivas con las micro, pequeñas y las medianas empresas, que son las que realmente le dan empleo a la mayoría de la población. Las personas comunes no trabajan en multinacionales o grandes conglomerados, trabajan en restaurantes, pequeñas fábricas de ropa, droguerías, empresas modestas de vigilancia, entre otros, como empleados o pequeños emprendedores, no obstante, hemos venido haciendo cada vez más costoso y difícil existir para estas organizaciones. Crecer para emprendimientos de dichas características, supone costos que como negocio informal no era necesario asumir, lo cierto es que, considerando el nivel de ingresos de sus clientes, la disponibilidad a pagar por sus productos es la misma, no obstante, los costos se multiplican conforme escalan el tamaño de su operación. Debido a esto muchas empresas se mantienen en un tamaño subóptimo o terminan generando márgenes pequeños para el empresario, que le impiden pagarle bien a sus empleados o que lo llevan a tomar la decisión de liquidar la empresa para migrar a inversiones que supongan obtener el mismo rendimiento con menor esfuerzo. 

Entonces, por un lado, hemos construido una realidad que hace cada vez más costoso mejorar la calidad de vida de las personas de menores ingresos y riqueza y por el otro, pone todo tipo de talanqueras para mejorar en ingresos, cargándole cada vez más obligaciones a las pequeñas empresas que tienen potencial para generar empleos de calidad. 

Sin embargo, ahí no termina el problema, toda esta estructura diferencial que hemos construido a lo largo del tiempo, hace que sea muy costoso ofrecer servicios esenciales para mejorar ingresos como por ejemplo una buena educación. Una universidad de calidad, necesita personas capaces, tecnología, instalaciones, que debido a esta estructura diferencial terminan siendo costosas, por lo tanto, el precio de sus servicios se vuelve tan alto, que solamente una pequeña proporción de hogares puede procurárselos. A este efecto la economía le llama distorsión, al final de cuentas, debido a estos costos que se incrementan de acuerdo con el estrato y con el nivel de ingresos para personas jurídicas, el acceso a lo que producen un buen número de organizaciones se vuelve restringido para una parte importante de la población, por lo tanto, no solo terminan estancados en empresas pequeñas que no generan margen, en zonas habitables que no tienen las dotaciones necesarias, sino que también terminan limitados a procesos de creación de capital humano que no tienen la calidad suficiente para equipararlos con las poblaciones de mayores ingresos. 

En últimas, todo este diseño, lo que hace es frenar la posibilidad de buena parte de la sociedad para mejorar ingresos y riqueza. 

En aras de aterrizar todo este planteamiento, pensemos en el caso de doña Blanca, quien para generar ingresos decide montar en su barrio un puesto de empanadas. Ella misma elabora el producto y con lo que vende, genera un ingreso apenas suficiente para cubrir sus costos diarios. Sabe que con el éxito que tienen sus empanadas, podría vender una cantidad mayor, pero advierte que para hacerlo, necesita pasarse a un local y contar con los servicios de un par de empleados. No obstante, si lo hace, debido al nivel de compras, ventas y a la necesidad de contratar empleados de manera formal, quedará identificada por la Dirección de Impuestos, viéndose obligada a pagar una serie de costos de los que antes no era responsable. De otra parte, doña Blanca sabe que los clientes que consumen sus empanadas no están dispuestos a pagar más por ellas, por lo que si se mueve a formalizarse lo más seguro es que su margen por empanada se reducirá. Supongamos en todo caso que lograra hacer lo mencionado, abre el local, contrata los empleados y gracias al incremento del volumen, mejora sus ingresos, esta nueva situación le permite pasarse a vivir a una zona de la ciudad con mejores condiciones de calidad de vida. Lo que seguramente pasará, es que lo que paga por arrendamiento, servicios, víveres etc., en dicha parte de la ciudad, es ahora mucho mayor y que a pesar del incremento de ingresos tendrá dificultades para cubrir semejantes obligaciones. La conclusión luego de todas estas apreciaciones, es que doña Blanca preferirá quedarse como está, vendiendo las empanadas en la calle, viviendo en el mismo barrio, con los mismos ingresos, es decir decidirá no hacer nada porque sabe que entre más gane es posible que más difícil le sea existir. 

Ése queridos amigos es el sistema que hemos construido durante años con el objetivo de reducir la desigualdad y mejorar las condiciones de pobreza de la mayoría de la población. Lo cierto del caso es que las cifras demuestran que no está funcionando y que por tanto, vale la pena revisarlo para hacer las modificaciones necesarias. 

martes, 15 de agosto de 2023

El mito de la redistribución de la riqueza.


Fuente: GenialGurú


Publicado en la diario Portafolio https://www.portafolio.co/economia/finanzas/el-mito-de-la-redistribucion-de-la-riqueza-587732

Muchos estamos interesados genuinamente en reducir la desigualdad de ingresos y riqueza predominante en el mundo, particularmente porque comprendemos sus reales implicaciones, las cuales en su mayoría, impiden que una sociedad viva en armonía y equilibrio.

En general, las sociedades más desiguales son las que tienden a tener fenómenos de violencia más arraigados, modelos de gobierno menos eficaces y justos, menores niveles de desarrollo y posibilidades de alcanzarlo. En términos generales, la desigualdad es sinónimo de sociedades fallidas con patologías estructurales imposibles de solucionar, hasta tanto, la inequidad, su causa principal, no desaparezca.

Lo cierto es que, existen diferentes formas de enfrentar semejante problema endémico, una de las mas generalizadas y por definición menos eficaces, es lo que conocemos como redistribución de la riqueza. En definitiva, se trata de un mecanismo propuesto en coro por ciertos sectores de la sociedad actual, que desde un punto de vista histórico, se puede afirmar que lleva décadas de implementación sin generar resultados concretos, mientras por el contrario ha profundizado los niveles de pobreza de toda economía que ha intentado ponerla en práctica de forma ortodoxa.

Ahora, si se trata de un mecanismo que no funciona, la cuestión obvia es por qué tantas personas reclaman su implementación. La explicación a una pregunta de tal profundidad es relativamente simple, diversos grupos políticos han entendido a lo largo de la historia, que ideologizar y enfrentar sociedades ofreciéndoles una utopía y proponiendo presuntos culpables de la desgracia, es la manera más eficaz de alinear preferencias para asegurar una amplia base de votantes que garantice el acceso irrestricto al poder.

Para explicar por qué no funciona, intentemos visualizar un escenario en el que mañana mismo al interior de nuestro país, tenemos la posibilidad de distribuir la riqueza, asumamos que tenemos la opción de tomar todos los recursos acumulados por grupos poblacionales específicos, transferirlos a quien haga las veces de Estado, para que éste a su vez distribuya estos recursos persona por persona de forma equitativa. ¿Se acercará la realidad redistribuida, a la utopía planteada por aquellas ideologías? ¿Acaso todos los problemas que se supone serían solucionados con semejante medida, estarían solventados?

Los casos documentados a los que tenemos acceso en la historia, demuestran de inmediato que no se alcanza la utopía y mucho menos se solucionan los problemas estructurales, lo cierto es que siguen existiendo y reproduciéndose en el entretanto de un conjunto específico de mutaciones.

Semejante conclusión tiene mucho sentido en la medida en que la redistribución, no cambia realmente los elementos estructurales que conducen a la creación diferenciada de valor, causante de brechas sistémicas en la obtención de ingresos y la creación de riqueza.

Es ingenuo perder de vista que en el sistema económico actual, se remunera en mayor medida lo que la sociedad considera más valioso sofisticado y excepcional, es por eso y solo por eso, que un gerente de una compañía gana mucho más que un empleado raso, que un neurocirujano percibe ingresos muy superiores a los de un camillero. Mientras las decisiones de los primeros respectivamente, suponen la habilitación para que toda una organización produzca un número importante de cosas que van a ser remuneradas y corregir patologías al interior de un sistema altamente complejo como el cuerpo humano; las decisiones de los empleados en la base de la pirámide organizacional tienen baja incidencia, eso sin mencionar que un resultado de estas características es posible debido al proceso de creación de capital humano altamente sofisticado por el que pasan los gerentes y los especialistas médicos, versus el rápido y superficial proceso a través del cual se construyen las capacidades de los operarios.

Durante años, inducidos por políticos y diferentes actores interesados en conseguir seguidores, hemos llegado a pensar que semejantes diferencias, no son sino producto de conspiraciones sociales cuando en realidad, son resultado de condiciones esenciales del sistema económico y social, que les permiten a unos ofrecerle a la sociedad trabajo mas sofisticado y valioso que otros. Lo cierto es que, bajo tan negativa influencia, hemos omitido recurrentemente la discusión respecto a lo que debemos modificar, para que la capacidad de generar valor de los miembros de una sociedad sea comparable.

Dicho lo anterior, vale la pena analizar cuidadosamente, algunos de los cuestionamientos esenciales de la redistribución, para seguir esclareciendo las razones por las cuales, los países latinoamericanos que la han implementado no han mejorado sus niveles de desarrollo.

Lo primero que hay que decir, es que para poder hacer una redistribución exitosa, debe existir suficiente riqueza como para transferirla a las poblaciones menos favorecidas y por esta vía, convertir a todos los individuos de una sociedad, en integrantes de una clase media rica. En contraste, las sociedades latinoamericana son en general pobres, conformadas regularmente por una clase media pequeña y vulnerable, una clase alta diminuta, mientras las clases bajas son la mayoría de la población, por lo tanto, redistribuir al interior de ellas supone destruir la clase media, pues los recursos de la clase alta proporcionalmente jamás serán suficientes para mejorar las condiciones de las clases bajas, en este sentido, lo que se puede observar luego de la redistribución es una equiparación por lo bajo y no por lo alto, fuga hacia otras latitudes de las grandes riquezas y una presión impositiva expropiante sobre las clases medias.

En adición a esta simple aritmética, los segundo, es que una redistribución efectiva, parte del hecho de que el aparato estatal al que se le trasladan los recursos, es eficaz a la hora de transferirlos de los sectores altos a los bajos, sin embargo, los países latinoamericanos no tienen semejante posibilidad. De hecho sus organizaciones públicas en general son ineficientes, están cooptadas por la corrupción y la burocracia, por lo tanto, buena parte de esos recursos escasos se pierden financiando semejante organización o terminan en los bolsillos de personas deshonestas.

Además, para que la redistribución funcione realmente, debe garantizar la corrección eficaz de los problemas estructurales que condujeron a profundizar la desigualdad, es decir, debe asegurar que los escasos recursos que se le quitan a una parte de la población, se centren en construir capacidades que le permitan a la porción de menores ingresos, empezar a generar riqueza en proporciones siquiera parecidas a las de la población más rica. No obstante lo anterior, lo que se puede observar en los países latinoamericanos, es que los recursos que se quitan esencialmente a la clase media, le son transferidos a las clases menos favorecidas a través de mecanismos que no tienen ningún efecto sobre el mejoramiento de su capacidad para generar ingresos, como subsidios a los servicios públicos y entrega de salarios, entre otros. Es claro que, aspectos duros como el mejoramiento drástico de la calidad de la educación básica y media, la materialización de la cobertura universal en la educación superior, el incentivo a la investigación y desarrollo con alto potencial para generar valor, el mejoramiento drástico de la infraestructura de soporte para la creación de valor y la inversión necesaria para construir un entorno que facilite la generación sostenible de ingresos; son aspectos que se han dejado de lado.

De otra parte, una redistribución como la planteada, reduce los incentivos para la creación de valor, la pregunta obvia que los individuos empiezan a hacerse, es por qué deberían crear más valor del mínimo posible, si semejante esfuerzo no supondrá, en realidad, mejora alguna en las condiciones de vida de quien lo genera. En este sentido, lo que hemos visto en los países que han implementado estos mecanismos de forma muy decidida, es que las personas al interior del país dejan de idear, emprender e incluso formarse; de hecho, usualmente tiene lugar una sistemática fuga de capital humano, lo que se observa es que las ideas e iniciativas son llevadas a otros contextos en donde sean mejor valorados tales procesos de creación de nuevo valor.

Otro resultado palpable en aquellos países en los que se han implementado procesos estrictos de redistribución, es el evidente conflicto de intereses entre la clase media y las clases menos favorecidas. La primera, siente que está siendo despojada de una dignidad frágil, que ha ganado a pulso enfrentándose a un entorno hostil, percibe que le están quitando paulatinamente conquistas que suponían apenas condiciones dignas que los países en vías de desarrollo escasamente ofrecen; mientras las segundas, promovidas por aquellos que buscan afanosamente votos, sienten que es su derecho despojar a los demás de lo que califican como privilegios, sin darse cuenta que se trata en realidad de condiciones elementales que cualquier sociedad justa debería garantizar para todos y cada uno de sus integrantes. Semejante situación exacerbada por las ideologías, termina por generar enfrentamientos estructurales al interior de la sociedad, renovando puntos de vista que estuvieron vigentes en la revolución industrial cuando la clase media prácticamente no existía y solo se configuraba un proletariado explotado y una aristocracia explotadora, es decir, se posiciona una lucha de clases salida enteramente de contexto histórico, ahora entre la clase media, media baja y la clase baja. La clase alta se queda básicamente por fuera de semejante dicotomía pues representa un porcentaje ínfimo de la población, por lo que su relevancia es insignificante. Indudablemente, las sociedades rotas, que giran en torno a odios internos tan arraigados se paralizan pues son incapaces de llegar a consensos que les permitan evolucionar.

Empeorando la situación, los países que deciden hacer una implementación estricta de la dinámica de redistribución, terminan siendo cuestionados por el resto del mundo, precisamente porque semejantes decisiones no mejoran, sino más bien, empeoran la situación de sus nacionales, por lo tanto, al ser sometidos al escarnio internacional, se vuelven autocráticos, antidemocráticos, absolutistas, dogmáticos, cuestionan la riqueza en vez de condenar la pobreza y rompen su relación armónica con el sistema económico mundial, lo cual rápidamente deteriora de manera profunda su ya reducida capacidad para generar ingresos y riqueza.

Luego de todo esté análisis ácido para una medida ampliamente reclamada, pero abiertamente intrascendente, vale la pena aprender una valiosa lección: los países desarrollados con mayores niveles de bienestar, son aquellos que han logrado llevar a la mayoría de la población a convertirse en una clase media rica, es decir son los que han tomado las decisiones correctas para igualar por lo alto, por lo tanto, vale la pena aprender de semejantes casos, pues distinto a lo propuesto en Latinoamérica, han podido, evidentemente, acercar su propia realidad a la utopía, que muchos proponen, pero aún se encuentra tristemente lejana para nuestros países en desarrollo.

Versión en audio

domingo, 23 de julio de 2023

Convertirse en un país rico no es más que una decisión colectiva

Publicado en el Diario Portafolio 

https://www.portafolio.co/mas-contenido/como-la-colectividad-podria-convertir-a-colombia-en-un-pais-rico-585840

Durante años hemos tenido oportunidad de conocer un conjunto muy amplio de teorías que intentan explicar las razones por las cuales existen diferencias tan marcadas entre países en materia de riqueza y desarrollo, las aproximaciones son tan variadas que van desde planteamientos como el imperialismo, pasando por las características geográficas y socio demográficas del territorio, hasta el tenor de las reglas sociales e incluso sofisticadas teorías de la conspiración. Lo cierto es que al final de cuentas, al analizar casos de desarrollo rápido como los de Taiwán, Israel, Luxemburgo, Noruega, China, por mencionar algunos, lo que termina definiendo si un país se desarrolla o no y alcanza altos o bajos estándares de bienestar, son las decisiones que toma en materia política y económica. A pesar de que el caso de cada país es diferente y difícilmente comparable al de los demás, lo claro es que, en algún momento de su historia, tomaron la decisión como sociedad de salir de la pobreza para posteriormente, modificar una a una las dimensiones de su realidad, asegurando semejante resultado.

Por su parte, a pesar de que en Latinoamérica hemos tomado un sin número de decisiones económico-políticas a lo largo de los años, en la mayoría de nuestros países, su incidencia nos ha llevado por caminos menos exitosos que las de los casos enunciados. Desafortunadamente, debido a la evolución histórica de nuestra realidad, todos nuestros imaginarios han estado mediados por conceptos como la lucha de clases, el autoritarismo, el populismo, entre otros. En este sentido, nuestras decisiones han girado en torno a deudas históricas, reivindicación, enfrentamientos entre grupos poblacionales específicos y demás fenómenos similares.

Al final de cuentas, bajo esta lógica, la sumatoria de cada una de las decisiones tomadas por las diferentes generaciones, terminó configurando un entorno sociopolítico y económico, que nos ha dejado a medio camino en términos de dar alcance real a las necesidades de nuestras poblaciones. Vale la pena reconocer que, en la actualidad, la mayoría de nuestros países son de ingreso medio y adolecen de una marcada desigualdad, además sus matrices productivas tienen escasa capacidad para producir valor, debido a que están concentradas en la producción de bienes y servicios primarios con mermado nivel de sofisticación.

Como consecuencia, hoy día, se tiene una amplia base poblacional escasamente formada, con capacidades poco sofisticadas y fácilmente reemplazables que carece de capacidad para producir grandes cantidades de valor. Semejante situación la mantiene cautiva en los sectores de la matriz productiva que menos valor producen, por lo que los ingresos que recibe terminan siendo insuficientes.

Una situación como ésta supone un verdadero reto social, pues el valor que estas poblaciones son capaces de aportar para la provisión de bienes y servicios públicos es prácticamente nulo, por lo que la porción más formada, con capacidades más desarrolladas y mayor facilidad para producir valor, asume la totalidad de dichos costos. Así las cosas, termina cediéndole al Estado tanto valor producido, que al final de cuentas son pocos los incentivos que tiene para seguir produciendo la misma cantidad de valor.

En razón a lo mencionado, terminamos con realidades llenas de mecanismos diseñados para capturar el valor producido por una parte de la sociedad, con la esperanza de poder transferírselo a la otra con menores posibilidades. Sin embargo, un entorno de estas características termina dificultando de forma muy relevante el emprendimiento y la construcción colectiva de ideas que permitan la producción de más valor, en tanto, la matriz productiva no evoluciona hacia sectores de alto valor, sino que contradictoriamente, se deteriora y focaliza en sectores informales que, al final de cuentas, no son capaces de garantizar ingresos razonables para estas poblaciones menos favorecidas. En consecuencia, terminamos en un entorno lleno de pobreza y desigualdad estructural que, a pesar de todos los esfuerzos, desde un punto de vista objetivo, nunca podrán ser erradicadas.

Salir de esta espiral de deterioro, supone varios cambios en el paradigma político y económico. Lo primero como en el caso de los países de reciente desarrollo, es convencernos de que ya no queremos ser países pobres, lo segundo es abandonar los paradigmas tradicionales en el marco de los cuales llegamos a esta situación, dejar atrás la perspectiva de lucha de clases, de reivindicaciones sociales, de subsidiar la pobreza, para pasar a imaginarios concentrados en producir riqueza para todos y cada uno de los integrantes de nuestra sociedad. Lo segundo, naturalmente, es iniciar un proceso serio de recomposición de la matriz productiva migrando a otros sectores que produzcan bienes y servicios altamente demandados por el resto del mundo y que supongan una muy masiva concentración de valor agregado. Lo tercero, es formar a las nuevas generaciones de bajos ingresos estructuralmente, para generar las capacidades sofisticadas que requieren los nuevos sectores productivos, de forma que se integren efectivamente a ellos entregando mucho valor y de esta manera, eleven notablemente su nivel de ingresos. Lo cuarto, es centrar los recursos públicos escasos en financiar de forma decidida dicha oferta educativa y modificar todo el entorno de infraestructura, para facilitar el flujo de bienes y servicios producidos por estos sectores hacia el exterior. Lo quinto, es ofrecer infinidad de incentivos para empresas con conocimiento desarrollado en los sectores a los que queremos migrar, para que se instalen en el país, aprender de ellas y paralelamente priorizar el irrestricto apoyo a emprendimientos totalmente nacionales que aprovechen estos aprendizajes y nutran industrias sólidas de gran alcance.

Claramente, objetivos como los anotados no los materializaremos de la noche a la mañana, por lo tanto, para que funcione, es necesario que todos nos convenzamos de que este efectivamente es el camino, que luchemos generación tras generación por recorrerlo de forma certera y sobre todo, que en el entretanto, nos unamos como sociedad conformando un equipo sólido que trabaje obsesivamente codo a codo sin dudas ni reservas.


jueves, 6 de julio de 2023

Las economías irreales y la miopía de los economistas


La economía es por definición, un sistema complejo auto organizado, esto quiere decir que múltiples actores con intereses variados, voluntariamente, se interrelacionan con otros de diversas maneras. Lo interesante del caso, es que siglos de prueba y error en lo que tiene que ver con las características de estos actores y la naturaleza de semejantes interacciones, han generado un sistema estable, con equilibrios más o menos definidos, alrededor del cual gira la vida de todos nosotros. No obstante tengamos la impresión de que las economías de los países son separadas, tan grande e intrincado es este sistema, que supone la vinculación en una sola economía global, de todos los seres humanos que habitamos el planeta.

Una situación como esta supone un verdadero reto para la cibernética, desde el punto de vista de nuestra real posibilidad para controlar y gestionar efectivamente el sistema económico. En efecto, la capacidad de los economistas para comprender todas las partes de este sistema y sus verdaderas interrelaciones es increíblemente limitada, la forma en la que lo estudian tiene serios problemas pues pretenden sacar conclusiones generales, observando los resultados asociados a las partes del sistema. Aún los premios nobel de economía, pretenden explicar un sistema complejo proponiendo teorías específicas sin llegar a concretar ni tan siquiera un asomo de una teoría del todo. Lo cierto, es que en el marco de semejante miopía, proponen fórmulas que en vez de garantizar resultados óptimos para las personas que formamos parte del sistema económico, lo que hacen es perjudicarnos desde diferentes puntos de vista. Muchas de estas recomendaciones que además están preocupantemente contaminadas con sesgos políticos específicos, lo que buscan es manipular el sistema, sus partes e interrelaciones, para materializar un resultado que se supone óptimo cuando claramente no lo es. 

Lo cierto es que, un sistema complejo, auto organizado, por definición, no puede manipularse, es decir, no puede ser engañado en el largo plazo. En gracia de la verdad, lo que han logrado estos intentos de manipulación a lo largo del tiempo, es generar caos y desorden, la realidad es que donde se siguen las recomendaciones de los economistas con semejantes visiones limitadas, se generan daños que posteriormente cuesta mucho corregir.  Por cuenta  de lo que muchos llaman “heterodoxia económica”, que no es otra cosa, que propuestas desconectadas de la verdadera complejidad del sistema económico, se han venido construyendo a lo largo de los años economías irreales, que fingen ser de una manera, con la esperanza de mejorar sus equilibrios, cuando en realidad son de otra forma totalmente diferente. Los síntomas de semejantes economías son fácilmente identificables: controles de precios con la esperanza de reducir los resultados naturales de la interacción entre la oferta y la demanda, manipulación de la tasa de cambio para supuestamente hacer la producción nacional más competitiva a los ojos del resto del mundo, alto volumen monetario en los mercados para supuestamente incentivar el consumo y la producción interna, altos impuestos, deuda y gasto público para pretender mejorar el bienestar de los menos favorecidos etc. Lo cierto es que medidas de estas características tienen el mismo efecto del maquillaje sobre una persona no muy agraciada, en el corto plazo la hace lucir bella, mientras en el largo plazo, una vez desaparece, se revelan las verdaderas características morfológicas. 

Esta dinámica ha llevado a las economías a un nivel de falsedad tal que el Estado ha sido propuesto como un mecanismo para reemplazarlas, cuando técnicamente el segundo se financia enteramente a través de las primeras, por lo que, en el marco de los parámetros actuales, no puede existir sin aquellas. Lo cierto es que pretender tener un Estado boyante sin garantizar una economía desarrollada y sobre todo real, es lo mismo que intentar obtener huevos de oro, matando la gallina que los produce o disfrazando de ave a un animal diferente. 

En efecto, la acumulación sistemática de las decisiones tomadas a lo largo de años de análisis parciales, produce resultados indeseados como la pobreza y la desigualdad. El afán por seguir caminos que generan beneficios banales únicamente en el corto plazo, hace que los actores de la economía cambien su comportamiento, con el consecuente deterioro drástico de su capacidad para crear valor y por lo tanto, la reducción de la posibilidad de la economía para generar excedentes y riqueza que beneficien a todos y cada uno de sus integrantes. De la misma forma, conforme se deterioran los estructurales, mayor es el afán de fingir y pretender, es decir, cuanto menos agraciada la persona, mayor la necesidad de grandes cantidades de maquillaje para aparentar la belleza de la que se carece, por lo que más irreal se vuelve la economía. 

Al final de cuentas terminamos con una economía deteriorada, que produce poco valor y una base importante de pobres, que intentan ser rescatados mediante mecanismos también falsos como la redistribución, bajo esta óptica se pretende que una sola parte de la sociedad, una pequeña, financie a la gran mayoría, no obstante esta decisión merma aún más la economía pues reduce, de nuevo, la capacidad para generar valor y amplía la base de pobres dependientes que seguirán en la pobreza toda la vida sin ninguna posibilidad de movilidad social. 

Finalmente, un sistema auto organizado que a lo largo de cientos de años de aprendizaje ha entendido como configurarse, termina siendo desdibujado por personas que pretenden entenderlo, pero que en realidad no tienen idea alguna de las implicaciones de sus decisiones sobre él. Por lo tanto, terminan configurando economías que están destinadas al fracaso, a la generación de pobreza y sobre todo de desigualdad. 

Lo lógico, naturalmente, sería migrar la perspectiva a tener economías reales, honestas, que renuncien a los maquillajes innecesarios, que sean capaces de evidenciar sus defectos y corregirlos de manera estructural, economías estables diseñadas para desaparecer estructuralmente la pobreza y la desigualdad, en las que el Estado no pretenda reemplazarlas sino más bien, estimularlas honestamente para garantizar cambios sustanciales que permitan que hasta el último de los individuos, pueda sentirse totalmente tranquilo y sobre todo, realizado.


jueves, 1 de junio de 2023

Desmitificando el vínculo entre la política y la ideología

Fuente: Red Informativa 

A lo largo de la historia se han definido múltiples propuestas que afrontan el concepto de Política, cuando se revisa la literatura al respecto, pueden encontrarse varios puntos de vista que recogen diferentes énfasis.  La perspectiva que, en lo personal, más me gusta y considero más ajustada a la realidad, es la que define a la política como el proceso de toma de decisiones con el propósito de lograr objetivos conjuntos y avanzar en el logro del bien común. 

La forma en la que se toman tales decisiones es tan variada como las sociedades de las cuales procede, lo cierto del caso, es que, a lo largo de los años, hemos optado en un sinnúmero de países, por elegir un conjunto de representantes habilitados para tomar ciertas decisiones por nosotros, a estas personas en general les llamamos políticos.

Por otro lado, uno de los argumentos que muchos sostienen, es que las ideologías juegan un rol importante a la hora de facilitar la toma de decisiones en conjunto, que la discusión ideológica nos conduce por el camino de la evolución como sociedad, no obstante, vale la pena revisar con cuidado semejante conclusión. 

Las ideologías pueden entenderse como un set de ideas, más o menos fundamentado que define el comportamiento de las personas y por supuesto, la forma en la que toman las decisiones. Si ese grupo de concepciones está poco arraigado, las personas estarán dispuestas a cambiar su punto de vista conforme conozcan otras ideas que puedan considerar válidas, sin embargo, cuando las ideas están amarradas a lo más profundo de la esencia de las personas, no existe manera de que, mediante la exposición a otros puntos de vista, se modifique la perspectiva.  

Por lo tanto, si las ideas de diferente índole: políticas, económicas, sociales, científicas, biológicas etc., no están demasiado cimentadas, la discusión política, es decir, el intercambio de ideas para tomar decisiones en conjunto, en el marco de la búsqueda del bien común; nos llevará por el camino de exponer múltiples alternativas para escoger la que consideremos más conveniente para todos. Sin embargo, cuando las ideas están completamente arraigadas, la discusión política no es más que una pérdida de tiempo y dará como resultado decisiones que favorecen a unos en desmedro de los otros, la imposición autoritaria del punto de vista de quienes tienen las mayorías y la utilización de infinidad de mecanismos, para desvirtuar las ideas que no coinciden con la perspectiva dominante, todo lo anterior, sin siquiera tener en cuenta los argumentos de las ideas alternas que se ponen en consideración.  

De acuerdo con lo expresado, es claro que sociedades polarizadas, es decir, sociedades que tienen ideas antagónicas políticas, económicas, sociales, científicas, biológicas etc, muy arraigadas en porciones de su población que se enfrentan, son sociedades a las que les cuesta mucho tomar decisiones en conjunto, sociedades que tienen evidentes dificultades para avanzar. Lo usual al interior de ellas es que la discusión sea la prioridad en todos los escenarios, mientras la decisión se convierte en un aspecto secundario, a pesar de que en el proceso político de una sociedad que avanza rápidamente a la materialización del bien común, las decisiones deberían ser lo fundamental mientras la discusión no es más que un proceso de apoyo que facilita su consecución. 

Las sociedades polarizadas, además, tienen procesos políticos que conducen a frecuentes cambios de rumbo, cuando una facción logra dominar sobre la otra, la sociedad es dirigida en un sentido, mientras el grupo antagónico dominado intenta convertirse en el dominante para cambiar el rumbo y enfilarlo hacia sus propios intereses. Por lo tanto, se trata de sociedades cuyas decisiones conjuntas son pendulares, están marcadas por reformas y contrarreformas, que en últimas, también generan parálisis en términos de la materialización de los objetivos conjuntos y el bien común. 

Ahora, el origen del mito de que las ideologías arraigadas pueden ser convenientes para la política parece estar sustentado en el ejercicio del poder. Para facilitar la alineación de preferencias de grandes cantidades de personas en torno a quien debe representarlos políticamente hablando, basta con trabajar mediante propaganda y marketing ideológico, en instalar un conjunto de ideas en sus imaginarios y arraigarlas lo suficiente, para que este grupo de individuos actúe de manera sincrónica como si fuera un solo cuerpo. Podemos decir que un set de ideas muy cimentado juega el rol de la partitura en una orquesta, pues conduce a todos los músicos a tocar la misma melodía siguiendo las indicaciones precisas de quien tiene en la mano la batuta. Lo cierto es que, no obstante, la ideologización nos paraliza como sociedad, le facilita la labor al director de orquesta y hace posible que no hayan demasiadas modificaciones en términos de quien tiene la posibilidad de desempeñar dicho rol. 

Expuesto lo anterior, se puede entender, por qué la ideologización en sociedades en las que el ejercicio del poder es totalitario, tiene tanta relevancia y por qué se convierte en un proceso absolutista. Las sociedades democráticas polarizadas tocan su melodía en el marco de dos partituras diferentes, mientras los directores de orquesta luchan por que los procesos electorales los mantengan en dicho rol, por otra parte, en las sociedades dictatoriales la polarización desaparece, esencialmente porque se cancela totalmente una vertiente ideológica, usualmente mediante el ejercicio de la autoridad y la fuerza, de manera que, una sola es la melodía que toca la orquesta mientras uno solo es el director que lleva la batuta. 

Lo cierto es que las sociedades más maduras, más inteligentes, son entornos en los que las ideologías muy arraigadas tienen cada vez menos cabida. Se configuran bajo la filosofía de mente abierta y se reconoce la naturaleza individual del ser humano, su indudable capacidad para pensar por sí mismo y generar sus propias ideas, por encima de los puntos de vista que algunos tratan de instalar de forma general y por lo tanto, definen una partitura construida entre todos, ajena a imposiciones, más bien se trata de una melodía desarrollada en conjunto en el marco de la cual, las capacidades solistas de los intérpretes se articulan muy bien, con los resultados de la orquesta como conjunto. Además, se trata de sociedades verdaderamente democráticas, en las que mediante el voto eligen al director que mejor pueda garantizar que la melodía suene, tal cual como la concibió la sociedad. 

A manera de conclusión podemos afirmar que, antes que facilitar el ejercicio político, el intercambio de ideas para definir los objetivos que tenemos como sociedad y materializar el bien común, las ideologías muy arraigadas de cualquier índole, dificultan el proceso y lo conducen a resultados que van en contravía del bienestar general. Por lo tanto, entendiendo semejante situación, vale la pena reducir paulatinamente, la carga ideológica en los procesos de formación de las nuevas generaciones y trabajar decididamente, en promover la apertura mental de todos los individuos en una sociedad, de suerte que, logremos una política más ágil, más pertinente y más efectiva que nos beneficie a todos. 

domingo, 16 de abril de 2023

Desmitificando la falsa idea del Estado

Las personas hablan desprevenidamente del Estado sin saber en realidad lo que es, en sus expresiones se detectan concepciones profundamente desviadas de la realidad conceptual que vale la pena desmitificar. Por lo tanto, no obstante en muchos de los escritos pasados defino rápida y desprevenidamente el concepto de Estado, bien vale la pena darse la oportunidad en este caso, de estructurar una presentación más precisa. 

En primera instancia, es apropiado dejar claro que el Estado, más allá de cualquier connotación filosófica, no es más que una simple organización, es decir, se trata de un conjunto de recursos humanos, financieros, tecnológicos etc., organizados de una forma específica con el propósito de materializar unos objetivos muy puntuales. 

Dicha configuración existe por la misma razón por la que decidimos estructurar una organización administradora en un conjunto habitacional, porque varios objetivos  de nuestra realidad humana, por definición deben ser acometidos en conjunto, mientras nuestra actividad individual, nos distrae de materializarlos. En ese sentido, de forma práctica, hemos decidido conformar una organización que se encargue de ellos mientras nosotros nos concentramos en lo relacionado con nuestros intereses individuales. Cuando por ejemplo tenemos que arreglar nuestra casa, nosotros podemos encargarnos, pero cuando se trata de construir o mantener los caminos que comunican a nuestra casa con las de miles de personas más, es necesario trabajar de forma conjunta con otros para lograrlo. Teniendo claro que tales necesidades no son esporádicas sino permanentes, hemos descubierto que en vez de intentar unirnos para materializar un objetivo conjunto recurrentemente, lo mejor es conformar una organización delegada que se encargue de asegurar el mantenimiento efectivo de las vías mencionadas, la gestión de muchas otras dimensiones más y que se asegure de mantener una armonía social que nos permita vivir tranquilos y sin contratiempos. 

Entonces, de acuerdo con lo anotado, es claro que el Estado no es un ente abstracto con vida propia, sino que más bien, es una organización concreta, que depende enteramente de nuestra voluntad y disposición, configurada para hacer cosas que nosotros y nadie más que nosotros, queremos que haga. 

En este sentido, se puede inferir que el Estado carece enteramente de fuentes de financiamiento propias,  en realidad adelanta toda su actividad mediante el aporte de una cuota que proporcionamos todos y cada uno de nosotros directa o indirectamente. Por ejemplo, los ciudadanos adelantan diferentes actividades privadas que crean valor para la humanidad, ese valor se remunera y lo que se acostumbra, es que parte de esta remuneración sea cedida a la organización estatal para cubrir su sostenimiento y financiar el desarrollo de sus actividades. Por otro lado, cuando el Estado recibe ingresos por cuenta de la explotación de recursos naturales, en realidad lo que tiene lugar, es que los dueños de estos recursos, es decir todos nosotros,  delegamos en esta organización el aprovechamiento de la remuneración recibida por dichos recursos, de manera que asegure que lo que se obtenga por cuenta de este valor colectivo, se distribuya correctamente entre todos. 

Por lo tanto, es completamente impreciso, asumir que el Estado tiene la posibilidad de financiarse a través de algún mecanismo a si mismo. La realidad es que todos sus ingresos son una concesión otorgada por la sociedad dueña del valor que los genera. Por ejemplo, hace años la mayoría de países tomaron la decisión de delegar en el Estado la producción de dinero, sin embargo, el dinero como mercancía carece de valor intrínseco, se trata sencillamente de una herramienta necesaria para lograr el cierre de transacciones entre la oferta y la demanda de la economía, en este sentido, es una locura pensar que la impresión del dinero supone creación de valor, cuando sencillamente se trata de una tarea asignada por todos nosotros al Estado, para poder tener billetes que nos permitan intercambiar fácilmente los bienes y servicios que todos producimos y consumimos. 

Por otra parte, es pertinente aclarar también el concepto de Gobierno, alrededor del cuál parecen existir confusiones relevantes. Lo que denominamos de esta forma, no es más que el conjunto de individuos designados por nosotros para que gestionen la organización que decidimos conformar, con el propósito de acometer nuestros objetivos colectivos y mantener la armonía social. De esta forma, nos referimos naturalmente a personas que nos son subalternas, es decir,  que nosotros financiamos y que están ahí para hacer enteramente lo que nosotros queremos que se haga. Desde este punto de vista, es impreciso asumir que los gobernantes son superiores en algún sentido a cualquier ciudadano, cuando en realidad se trata de actores contratados por este último, para administrar una organización creada con el fin único de servirle y que además es totalmente financiada por él mismo. 

Otro aspecto sobre el cual parecen existir grandes confusiones, es la importancia de los diferentes ciudadanos tanto para el Estado como para los distintos Gobiernos. Lo cierto es que el poder que puede ejercer cualquier individuo como determinador del Estado y superior del Gobierno, tiene que ser exactamente el mismo. Sin importar si se es rico, pobre, de una raza o de otra, de un género u otro, de una vertiente política o de otra etc., sus decisiones y requerimientos deben tener exactamente el mismo peso, pues se trata de uno de tantos que decidieron conformar la organización estatal, financiarla y elegir las personas encargadas de gestionarla. En este sentido pretender, que la Estructura del Estado priorice los intereses de un grupo específico o que un gobierno tome decisiones que privilegian a algunos, es un completo exabrupto. 

Finalmente, lo que concebimos como Democracia moderna, no es más que una de tantas maneras posibles de diseñar la organización estatal, establecer los objetivos colectivos con los que debe comprometerse y escoger los gobiernos que la gestionarán. Es extraño ver que para muchos parece ser una configuración divina, inmodificable, cuando se trata sencillamente de una decisión social, que ha demostrado cierta concordancia con la mayoría de convenciones modernas en materia de justicia. Lo cierto, es que debemos considerar que la Democracia adolece de infinidad de debilidades estructurales, perversas, que deben corregirse con profunda tranquilidad, por cuanto en nuestras manos está decidir la forma en la que queremos que opere el Estado. 

A manera de conclusión es necesario resaltar que, lo que entendemos como Estado debe revisarse y asumirse como en realidad es, para empezar de manera individual y colectiva, a materializar todos los ajustes necesarios para que dicha organización empiece a operar de forma correcta y garantice la total satisfacción de todos nosotros, sus autores. 

martes, 4 de abril de 2023

El mito de la autoridad


Los países latinoamericanos compartimos una historia común, relacionada con imperios, conquista, independencia y luchas internas por el poder. En todas sus etapas, han existido gobernantes que pretenden mandarnos, darnos órdenes para imponer su propio parecer en el marco del ejercicio de la fuerza y la coacción. Esta dinámica se mantiene hasta el día de hoy, ahora un tanto soterrada y moderada por las constituciones políticas, pero presente en nuestra realidad, con todo lo que semejante situación implica. Al analizar el discurso de los diferentes políticos de cualquiera de las facciones e ideologías, cuando se estudia el comportamiento de los distintos gobiernos nacionales y territoriales, se advierten expresiones claras relacionadas con la conciencia del poder y sobre todo con su disposición para desplegarlo en el marco del ejercicio de la autoridad. Es claro que todos ellos están convencidos de que fueron elegidos para mandarnos, obligarnos a hacer o dejar de hacer cosas y que su papel más relevante está relacionado con coacción, además que actuar en consecuencia se considerará un aporte valioso para nuestra evolución como sociedad.

 Lo cierto es que todo este planteamiento no es más que un mito, con raíces históricas, que los países más evolucionados han desmontado de forma evidente. Tal historia inventada, en general, es irracional y absurda en sus fundamentos por varias razones, la primera de ellas, es que nadie en su sano juicio conformaría una organización como El Estado, elegiría directa o indirectamente a iguales, con el propósito de recibir mandatos que determinan sus propias acciones. La segunda es que como humanidad hemos llegado a la conclusión de que la libertad es uno de los principios fundamentales de nuestra existencia y felicidad, por lo tanto, los modelos democráticos son el mecanismo conocido más eficaz para garantizar dicha condición, no obstante, el tener sobre nosotros figuras de poder jerárquicamente superiores, que con acciones autocráticas están definiendo nuestra existencia, controvierte enteramente todo esté planteamiento. La tercera es que los países más evolucionados en materia de bienestar y felicidad carecen de gobiernos autoritarios. La cuarta, es que la coacción ralentiza consciente e inconscientemente todas las dimensiones del desarrollo humano, pues lo bloquea y lo delimita al parecer del gobierno autoritario. 

En últimas, el ejercicio de la autoridad sobre los individuos mediante medidas prohibitivas o coacción, poco o nada nos aporta y por el contrario, restringe la capacidad de nuestros países para desarrollarse en la medida en que nos convierte en individuos dependientes de quién ejerce la autoridad, de su parecer y mandato, hasta el punto que abandonamos la iniciativa y la voluntad de actuar en el marco de nuestro propio albedrío. 

La realidad es que dadas estás implicaciones, es necesario el desmonte completo de semejante construcción mentirosa, para migrar del ejercicio del poder y la autoridad, al verdadero liderazgo y una real gerencia de sociedades, países, ciudades etc., que se concentre en satisfacer enteramente todas nuestras necesidades y expectativas. 

No se puede desconocer que la razón por la que llegamos a una situación como la actual, en la que prevalecen convenciones de gobierno tan arcaicas, es eminentemente histórica, lo que vale la pena evaluar son las razones por las cuales nos mantenemos tercamente en la dimensión de los mandones con sesgo autocrático. La realidad es que, en general, nuestros países a lo largo de su historia republicana han tenido liderazgos mediocres, facilistas, cuya primera alternativa siempre es la más sencilla de implementar cuando se es dueño del monopolio de la ley y de la fuerza. No hay duda de que es más fácil mandar que liderar, es claro que es más cómodo prohibir que gerenciar el mejoramiento. 

En todo caso, la autoridad es tan indeseada y negativa para el desarrollo, que podemos encontrar por doquier ejemplos de países autoritarios en los que sus ciudadanos han terminado emigrando masivamente, en un intento por encontrar un entorno más libre y promisorio. Entenderán el nivel de semejante contradicción, cuando esencialmente, cómo sociedad, terminamos cometiendo el grave error de elegir a alguien que con su dinámica prohibitiva y de imposición termina sacándonos de nuestro propio país. 

Es claro que, en los países en que existen gobiernos basados en el ejercicio del poder y la autoridad, la creación de valor y riqueza se dificulta de forma importante. Al final de cuentas, dado el facilismo en las decisiones de los gobernantes, termina configurándose un entorno en el que emprender, desarrollar exitosamente una iniciativa se convierte en algo muy difícil de lograr. Básicamente porque su materialización entra en conflicto con todas las prohibiciones existentes o termina dependiendo de la voluntad de quien tiene el poder de la imposición. Al final de cuentas estás sociedades terminan preguntándose las razones de su pobreza e inventando mecanismos también autoritarios para tratar de solucionarla, cuando sus propias decisiones los condujeron a un resultado como ése. 

La verdad es que antes de pedir como sociedad, de forma desprevenida, el ejercicio de la autoridad, lo que deberíamos hacer es exigir el desmonte definitivo de una dinámica tan anacrónica, buscando la prevalencia por todos los medios del absoluto respeto por la libertad, la búsqueda individual, colectiva de la felicidad y la reducción real de la mediocridad de los gobiernos y los líderes que afectan nuestra vida y existencia. 

Versión en audio

domingo, 19 de marzo de 2023

El arte de gerenciar países


Fuente: Vantage Circle

Los países son en esencia organizaciones de personas con un territorio común, reglas, cultura y objetivos similares, desde este punto de vista necesitan de procesos de gerencia que lleven a sus habitantes a materializar los resultados esperados. 

Lo primero que hay que decir, es que dicha gerencia no es superior jerárquicamente a los habitantes del país, por el contrario es subalterna, deja atrás la lógica tradicional que supone a los ciudadanos como súbditos o seguidores inferiores, más bien se define como una instancia contratada y supervisada por aquellos para asegurar el avance conjunto de la sociedad. 

Lo segundo es que se trata de una gerencia formada, estructurada, experta en las funciones gerenciales, capaz de comprender detalladamente los recursos y las capacidades de la organización y definir una estrategia magistral que garantice la obtención de buenos resultados.

Lo tercero es que la gerencia de un país es ajena a ideologías que sesguen sus puntos de vista, fundamentalmente porque debe poder tomar decisiones neutrales que le convengan a todos los habitantes sin importar sus características y condiciones. 

La gerencia de países comienza por comprender el contexto en el que debe materializarse, entender las características del mundo en el que se desenvuelve, así como las condiciones y reglas acordadas dentro del sistema mundial, de la misma manera entiende cuidadosamente el funcionamiento del país y del Estado como organización que facilita su desarrollo. 

Seguidamente, entiende que su propósito es lograr el mejoramiento del bienestar de todos y cada uno de los integrantes de un país, elevando de forma importante su riqueza y generando todas las condiciones para que se materialice su felicidad. Por supuesto este resultado dependerá de qué tan bien se logre una articulación efectiva con el mundo y qué tanto la interacción entre el entorno interno y externo del país, faciliten la construcción de valor colectivo. Este último término hace referencia a la capacidad de un país para tomar insumos de diferente índole y transformarlos en algo necesario para el resto del mundo que genere alta disponibilidad a pagar. Cuanto mayor sea la diferencia entre el valor de esos insumos sin transformar y el valor de los productos transformados, mayor será la capacidad del país para construir valor. La construcción de alto valor de forma colectiva, altamente demandado y remunerado por el mundo, es lo que en realidad explica la riqueza y bienestar de los países.

De acuerdo con lo expresado, la gerencia de países, comprende claramente la configuración de los sectores productivos del país y establece cómo transformarlos para concentrarlos en actividades de alta producción de valor y alta demanda mundial. Además determina la forma de lograr que los recursos y las capacidades del país, que se encuentran dedicados a actividades poco valiosas, puedan transformarse durante rápidos y contundentes periodos de transición, de suerte que se trasladen sin contratiempos a los sectores con alta capacidad de generación de valor. 

Para lograr estos cambios, la gerencia de países dimensiona muy claramente la forma en la que utilizará al Estado como organización, la manera en que debe ajustarlo y modificarlo también, de suerte que se convierta en una plataforma para la construcción de valor y en un facilitador de la recomposición productiva. 

Además, la gerencia de países trabaja activamente en unir a los integrantes del país en torno a estos objetivos comunes, procura por todos los medios que no hayan rupturas internas y que en conjunto trabajen para mejorar la generación de valor y el mejoramiento contundente de las condiciones de todos y cada uno de ellos. 

En este sentido, se concentra además en que el valor producido, se distribuya al interior de toda la sociedad, procura que los costos de los hogares sean los mínimos posibles, mientras sus ingresos se maximicen. 

De otra parte, para que la construcción de valor colectivo sea posible, se distribuya entre todos los integrantes de la sociedad, crezcan los ingresos conjuntos, se reduzcan los costos de los hogares y por esta vía, mejore su bienestar, riqueza y felicidad; es necesario transformar el entorno interno para que se convierta en uno estable en el que los integrantes del país se sientan tranquilos y experimenten una sensación de certidumbre, qué les permita comprometerse con el desarrollo y tomar decisiones de mediano y largo plazo que lo dinamicen. 

Tal situación implica además, gerenciar la operación del Estado de forma contundente y efectiva, de suerte que la provisión de bienes y servicios públicos se materialice en el marco de altos estándares de oportunidad, calidad y eficiencia. Aspectos como defensa y seguridad, estabilidad económica, justicia, salud, educación, infraestructura pública etc., no deben ser una preocupación para los integrantes del país, ni mucho menos generadores de incertidumbre. 

De otro lado, la gestión financiera eficaz del país es otro de los propósitos más fundamentales del gerente. Mediante la transformación productiva, logrará que la balanza de pagos cambie y que los ingresos empiecen a ser muy superiores a los egresos, de manera que el valor colectivo construido vendido en el exterior  genere excedentes importantes, que se queden dentro del país y lleguen a los diferentes hogares. Además, procurará que estos recursos adicionales se reinviertan para mejorar de forma sistemática la capacidad de todos los sectores en materia de construcción de valor. Por otra parte, entendiendo al Estado como el facilitador de estos cambios, asegurará que sus finanzas sean impecables, que los recursos con los que cuenta sean magistralmente invertidos, en el desarrollo del ecosistema habilitador de los sectores que consolidan la generación de valor colectivo, con muy alta rentabilidad social y que aspectos generadores de riesgo e incertidumbre cómo el déficit fiscal y la deuda externa, estén en sus mínimos niveles mientras la política monetaria y la fiscal sean altamente rigurosas y responsables. 

La gerencia de países supone, por supuesto, la selección, desarrollo y estabilización de equipos con altas capacidades gerenciales, que aporten de forma inminente en la construcción e implementación de todo lo mencionado, aseguren una única lógica gerencial completamente coherente y compartida, que se multiplique de forma eficaz en todos los niveles organizacionales. 

Por supuesto, la gerencia de países buscará crear un entorno que facilite de forma importante los procesos de construcción de valor colectivo. Identificará sistemáticamente todas las restricciones jurídicas, tributarias, culturales, económicas etc., que dificultan la construcción de valor y empezará a levantarlas una a una. Adicionalmente, indagará de manera detallada acerca de las razones que impiden que los ingresos generados lleguen a algunos integrantes del país, para iniciar procesos de cambio que mejoren la capacidad individual para construir valor, mejorar los ingresos y dar el salto hacia el desarrollo. 

La gerencia de países también incluye la estructuración y ejecución de proyectos de gran alcance que muevan todas las dimensiones del país, rápidamente en el sentido mencionado, supone retirar recursos de sectores de bajo valor para concentrarlos en el financiamiento de dichas intervenciones, además requiere de su gestión magistral para asegurar el logro de todos sus objetivos y alcances en los tiempos esperados. 

En términos de resultados, podemos decir que un país bien gerenciado es aquel en el que la riqueza del país y de todos sus habitantes se incrementa sustancialmente, tiene una economía, un entorno político y social, estables y propiciamente configurados, elabora productos de alto valor, el Estado es capaz de entregar todos sus bienes y servicios de forma oportuna y eficaz, con un alto nivel de satisfacción por parte de sus integrantes, es decir, se trata de un país con altos niveles de bienestar y felicidad. 

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