sábado, 2 de noviembre de 2024

Sobre el premio Nobel de economía y las razones por las que Colombia no se desarrolla

 


Artículo publicado en el Diario Portafolio

Las personas en general, tendemos a confundir el concepto de institución con el concepto de organización hasta el punto que llamamos instituciones a las organizaciones públicas. Acá hay un error de comprensión evidente que nos puede llevar a subestimar las conclusiones de la teoría de desarrollo más importante de la época actual y que es propicio aclarar.

En primera instancia, debo decir que me alegra que el Nobel de economía de este año haya quedado en manos de personas tan influyentes y con contribuciones tan relevantes para el mundo, aunque es pertinente señalar que el valor de su trabajo, no radica principalmente en la tesis propuesta sobre las instituciones y su capacidad para determinar el desarrollo, expuesta ampliamente con diferentes matices por la economía institucional, la teoría de organizaciones, la teoría de sistemas y otras áreas diversas. El aporte más importante es el enfoque histórico y científico de toda la aproximación, la variedad de casos, cifras vinculadas, así como los grupos comparados, que incluyen en sus diferentes artículos publicados y permiten sustentar sus conclusiones.

Para la economía institucional, la teoría de organizaciones, de sistemas y demás áreas relacionadas, las instituciones de las que hablan los galardonados con el premio Nobel, son reglas de interacción definidas explícita o implícitamente al interior de un sistema económico, político y social, que determinan los resultados entregados por dicho sistema. Por ejemplo, una sociedad en la que se convierte en una regla, la prevalencia y respeto de la palabra como acuerdo entre partes, gozará de una configuración jurídica contractual simple, fácil, que reducirá algo llamado los costos de transacción, es decir, la dificultad o facilidad para hacer el acuerdo. En resumidas cuentas, en una sociedad en la que todos cumplimos lo que acordamos y lo que decimos, no son necesarias parafernalias complejas para obligar a las partes a respetar lo acordado, de la misma forma será muy sencillo desarrollar este tipo de transacciones entre sus miembros.

Dicho lo anterior, vale la pena aclarar que las instituciones son reglas cotidianas, formales e informales, muchas de las cuales terminan convirtiéndose en normas exigidas por el Estado.

Lo interesante de esta definición, es que las instituciones de las que hablan los premiados con el Nobel, no son cosas abstractas lejanas de la vida del ciudadano promedio, sino que son reglas que todos nosotros configuramos y ponemos en práctica a diario, en el marco de nuestras permanentes interacciones.

Ahora, a lo que se refieren con la separación entre instituciones extractivas o inclusivas es aún más sugestivo, hacen alusión a la configuración de reglas sociales definidas para que una parte de la sociedad se aproveche del resto o por el contrario convenciones estructuradas para incluir rigurosamente los intereses deseos y expectativas de todos, evitando a toda costa la dominación o prevalencia de algún grupo de personas sobre el resto.

En cualquier caso, vale la pena ser cuidadosos con la comprensión acomodada ideológicamente de esos conceptos, lo que demuestran los galardonados es que a lo largo de la historia se han configurado instituciones extractivas en sociedades capitalistas, socialistas, comunistas, democráticas o dictatoriales, por mencionar algunos casos. Por lo tanto, no tiene sentido, centrarse exclusivamente en el concepto de dominio político o económico, durante años por ejemplo, el matrimonio en muchos países del mundo se definió como un acuerdo entre hombres y mujeres mediado por una serie de reglas de interacción extractivas, no inclusivas, en las que una parte dominaba a la otra y planteaba todo un andamiaje para aprovecharse de sus aportes y sobre todo, dificultar su iniciativa, evolución y posterior desarrollo. Lo que hoy reconocemos es que bajo esta lógica, aceptada por la sociedad, las mujeres estuvieron sometidas durante años en muchos países sin poder materializar sus expectativas más elementales. Por otro lado, ellas mismas también se apropiaron durante años del valor generado por los hombres, convirtiéndolos esencialmente en proveedores, de manera que en el marco del acuerdo había algún grado de extracción mutua, configurando una relación opuesta a concebirse como iguales que construyen y aportan en conjunto sin dominación o extracción. Lo cierto es que las instituciones son reglas de interacción, que definen la manera en la que se desarrolla una cátedra en un centro educativo, se soluciona una controversia entre vecinos o se definen las obligaciones en las parejas, por mencionar algunos ejemplos.

Dicho lo anterior, es oportuno anotar que quienes definimos las instituciones, somos en realidad todos nosotros de forma totalmente inconsciente, en cada decisión, en cada acuerdo, costumbre o convención, entre otros.

Colombia es un caso de estudio particular que afrontan los ganadores del Nobel de forma detallada, preguntándose por qué un país que ha sido relativamente estable política y económicamente, que se comporta en algunos indicadores como un país desarrollado, sigue siendo pobre. La responsabilidad de semejantes resultados está por supuesto explicada por la manera en la que como sociedad históricamente hemos conformado nuestras instituciones. Las reglas que definen todas nuestras interacciones, generan profundas fricciones y desincentivos que nos impiden convertirnos en un país desarrollado. Nuestras decisiones, costumbres, convenciones y por supuesto, nuestras leyes, le hacen muy difícil a cada colombiano emprender, innovar, producir valor, lucrarse de él y evolucionar en materia de ingresos. A lo largo del tiempo, con el argumento de solucionar una serie de problemas, hemos configurado un entorno que desestimula drásticamente el emprendimiento y pone a la mayoría del país a depender de las iniciativas de unos pocos nacionales y extranjeros, mientras generan una especie de adicción al salario mínimo.

Finalmente, lo interesante de todo esto es que nos deja claro que desarrollarnos es una decisión social más que una imposición del destino y la providencia. Si de verdad queremos salir del subdesarrollo lo que tenemos que hacer es estructurar un sistema político, económico y social inclusivo, facilitador, que reduzca a cero todas las fricciones, desestímulos que hemos creado a lo largo de la historia y modificar drásticamente nuestra manera de ver el mundo, para que cada colombiano esté centrado en agregar valor a la humanidad, en el marco de un entorno que cada vez haga más fácil construir nuestra riqueza y bienestar.

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domingo, 6 de octubre de 2024

Las pseudociencias sociales

 


Publicado en el Diario Portafolio

Muchos pensábamos que la ciencia había ganado la partida. Luego de la oscura Edad Media, la humanidad inició un proceso de ilustración maravilloso en el que decidió reemplazar la fe y los dogmas por el conocimiento científico. La idea de todo esto, era construir el conocimiento humano a través de la duda sistemática, la verificación colectiva y esquemática de todo lo que concebimos. Semejante dinámica nos permitió como humanidad aumentar la esperanza de vida hasta niveles jamás soñados, reducir la pobreza hasta dimensiones  nunca antes vistas en la historia, hacer prevalecer la libertad y los derechos de las personas hasta magnitudes sin antecedentes. En resumidas cuentas, gracias a la ciencia en la actualidad tenemos estándares de bienestar que nadie en la Edad Media habría imaginado. 

A pesar de las cifras que sustentan semejante éxito humano, de nuevo el oscurantismo intenta resucitar, por intermedio de la pseudociencia, las ideologías y la posverdad. Lo cierto es que las ciencias sociales están jugando un papel muy importante en este preocupante proceso. 

El enfoque científico entiende al mundo de manera abierta, dejando a un lado los sesgos ideológicos, se interesa por validar las ideas en el marco de evidencia, sabe que cualquier teoría puede ser temporal y que una vez es sometida al escrutinio de la demostración puede ser descartada en toda su extensión para ser reemplazada por otra con un fundamento teórico y empírico más sólido. La pseudociencia por otro lado es dogmática, ignora la evidencia creando pequeños mundos aparte desconectados de lo que se ve en la práctica, es ideológica, no está dispuesta a replantear paradigmas y en muchos casos sus premisas van en contravía de lo que muestran los datos. 

De manera poco científica, desde la tribuna social se han propuesto un conjunto de teorías que intentan re explicar el mundo, trasladando todos estos planteamientos a la humanidad, no a través del proceso científico al que estamos acostumbrados, sino mediante la ideología y la imposición política. Desde el punto de vista de quienes proponen todas estas aproximaciones: el género, la economía, la política, la ciencia misma, todo es una construcción maquiavélica negativa para la humanidad que tiene que ser corregida. Ahora resulta que todo lo que en conjunto como especie hemos construido, está mal y debe ser cambiado. Lo primero que hay que decir, es que cada uno de estos planteamientos propuestos por estas vertientes sociales es, sin duda, profundamente pseudocientífico, ninguno recurre a datos reales que permitan justificar semejantes apuestas, incluso, todos ellos, se configuran como planteamientos agresivos con otros puntos de vista, como propuestas que buscan su imposición sobre la sociedad. 

En lo personal creo que no son más que ideas arrogantes producto de teóricos de escritorio que creen que descubrieron el agua tibia, en un lago de conocimiento dentro del cual solo han podido acceder a un pequeño charco que se siente más cálido que el resto. Lo que impresiona profundamente es cómo intentan separar su supuesta verdad de otras vertientes del conocimiento, calificando todo lo opuesto o complementario como una “narrativa” neoliberal, producto del patriarcado, machista por mencionar algunas, con semejante argumento procuran descartar de tajo todos los planteamientos que no se alineen con sus ideas, sin abrirse realmente a  ninguna discusión o argumentación científica, sin validación basada en evidencia, simplemente con el precepto de que todo lo que han pensado otros está errado. Vaya ignorancia arrogante! Primero el conocimiento no puede separarse, aislarse en silos diferenciados, es una construcción colectiva sistémica que se alimenta de múltiples vertientes, entonces intentar asumir que las ciencias sociales con su escaso desarrollo científico tienen la respuesta por encima de otras disciplinas, es traído de los cabellos. Lo segundo es que el conocimiento evoluciona por lo que recurrir a ideas que se publicaron hace siglos para re explicar el mundo, es profundamente atrasado e ignorante de todo lo que ha aparecido después. Lo tercero es que convertir todos estos planteamientos en ideologías que pretenden imponerse por mecanismos políticos, es completamente anacrónico y comparable al esfuerzo de la religión por obligar la apropiación de sus concepciones en el Medioevo. Para mejorar el mundo actual basta con seguir construyendo sobre lo construido, nutrir las soluciones con una mezcla interdisciplinaria de puntos de vista, abrirse a todas las perspectivas y estar dispuesto a replantear ideas cuando se demuestra con base en evidencia que otras propuestas, son mejores vengan de dónde vengan, las proponga un medico, un gerente, un deportista, un empresario, no importa quién las plantee y qué prejuicios tengamos con respecto a su condición, lo relevante es su capacidad para construir y el fundamento científico que las soporta. 

No tiene sentido imponerle a las mayorías ideas que las minorías desinformadas convierten en consigna ideológica, cuál es la racionalidad de modificar las leyes para que cambiemos la forma natural en la que hablamos, basta de todos, todes, elles, basta de cuestionar los géneros y la forma en que nos relacionamos entre hombres y mujeres, paremos de objetar las prácticas económicas actuales con ideas que van en contra de la evidencia y los datos, no más iniciativas políticas sustentadas en fórmulas que se han implementado en diferentes sociedades sin generar una sola evidencia que muestre que han logrado alguna clase de éxito, lo cierto es que si la humanidad llega a un consenso científico en estas materias modificará lo que sea necesario, como lo ha hecho invariablemente en su historia, de lo contrario, no debe hacer cambios y menos por coacción de todo este movimiento que no es más que la imposición de una fe falsa propuesta por profetas que difunden su credo en redes sociales y se alían con políticos para configurar huestes de seguidores que votan por ellos, que cierran los ojos en el marco de su fe profunda y esperan milagros, resultados inesperados aplicando medidas que nunca han mostrado funcionar y que con seguridad nunca lo harán o planteando iniciativas que desconocen todo lo que millones de humanos han construido antes, parten de apuestas irreales utópicas y totalmente inciertas. Volvamos a la ciencia y a la adultez intelectual abramos nuestra mente a lo que muestra funcionar pero descartemos lo que revela no dar ningún resultado. 

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miércoles, 4 de septiembre de 2024

Política latinoamericana: la mascota que mueve la cola gracias a los votos

Luego de atestiguar los acontecimientos de varios países, por años, desde círculos privilegiados, pesa una conclusión que para algunos es evidente, pero para la mayoría de la población no lo es tanto: a la política actual, le tienen sin cuidado los países, su prosperidad y el bienestar de sus nacionales, lo que persigue de forma obsesiva son los votos necesarios para poder decidir sobre la sociedad, lucrarse y beneficiarse sin reparo en las consecuencias.

Soy consciente de la increíble dureza de la afirmación que acabo de hacer, sin embargo, estarán de acuerdo conmigo, en lo difícil que es controvertirla. Sin importar el país latinoamericano al que miremos, éste es el matiz que podemos identificar en el marco de un rápido escrutinio a la política nacional de cada uno de ellos. En todos los casos, encontramos un esfuerzo contundente por profundizar las ideologías de derecha y de izquierda, además, un sesgo evidente hacia usar el populismo sin descanso, eso sí, disfrazado de buenas intenciones y en muchos casos, oculto detrás del espejismo tecnocrático.

Por lo tanto, a pesar de su pretendida sofisticación, la política latinoamericana, se ha convertido en una vil mascota, capaz de hacer lo que sea por la añorada galleta, entendida como el premio del favorecimiento en la elección, por parte de los votantes desprevenidos que terminan resultando convencidos.

Ahora, la realidad es que tras largos años de ver innumerables mascotas, cada vez más serviles y dispuestas, el electorado ya no se convence con una simple movida de cola, actualmente son necesarias proezas del más refinado adiestramiento, por eso el populismo, la ideología y la polarización que lo acompañan, resultan a los ojos críticos, cada vez más exacerbados y evidentes.

Con creciente generosidad, la política entrega subsidios cual animal de compañía que da saltos mortales, está dispuesta a desordenar las finanzas públicas, endeudarse, hacer emisión monetaria, emulando a la graciosa mascota que hace de muertito, en resumidas cuentas, afronta las monadas necesarias para llamar la atención de sus amos y procurarse las ricas galletas de los votos de por vida, beneficiando al político de turno, al siguiente y sus interminables séquitos.

Lo cierto es que si quiere hacer todas estas maromas que engatusan, es menester procurarse recursos que deben salir de alguna parte, ojalá, de la porción de la sociedad más escéptica e informada, por lo tanto, menos vulnerable ante la zalamería y que tiene menos votos para ofrecer. En consecuencia, necesita apropiarse de todo lo construido por una parte de la población, destruyendo sus logros, difundiendo historias que validan semejante actuación reprobable y tienen el siguiente tenor: todo lo que has construido no lo mereces, es un privilegio, por esa razón, puedo quitártelo en el momento en el que lo decida, sin que esperes nada a cambio, pues se trata de una prerrogativa injusta.

En el marco de esta dinámica destruye los países, pero está bien hacerlo, porque las sociedades destruidas son menos sofisticadas, más dependientes y más fácilmente impresionables, es decir, dada su precariedad, vuelven a regocijarse con maromas triviales, simples, quitándole un peso de encima profundo a tan exigida mascota.

Su propósito es consolidar huestes de votantes ideologizados, dependientes de cuanta cosa se le ocurra hacer a la mascota, por ejemplo, deteriora con sus decisiones irresponsables el sistema económico del país, pero posteriormente, mediante discursos retóricos y mentirosos, le asigna la culpa a un inusitado enemigo externo, mejor dicho, actúa siguiendo la lógica del cachorro que destruye la casa, pero sale del problema jugueteando y mirando con ternura a su amo. Arruina la organización estatal y sus instituciones, vinculando a sus fichas políticas y posicionando la tiranía de la burocracia, sin embargo, procura que cada cosa que hace para corregir el caos gubernamental que ella misma generó, parezca un logro que debe ser celebrado, es decir, se comporta cual “adorable” animal doméstico que arrasa con todas las plantas del hogar, pero luego con una actitud fingida, simula traer una escoba para ayudar a recoger semejante desorden, en fin, la política latinoamericana actual, tiene el cuidado de asolar los países en los que se instala, para luego convencer a los electores de celebrar cualquier tontería que haga para intentar salir del embrollo que ella misma armó.

Lo cierto es que Latinoamérica no mejorará su situación celebrando irracionalmente las monadas de tan embaucadora mascota, por el contrario, necesita una política que se gane los votos gracias a su capacidad racional para entender las verdaderas necesidades de la sociedad y visualizar en el marco de una actitud inteligente y calculada, las decisiones que son necesarias para avanzar en el mejoramiento de la prosperidad general, del bienestar individual y la materialización del bien común. Una política que abandone la zalamería institucionalizada en subsidios y sobre todo, transferencias monetarias, dirigidos a las mayorías que votan, a costa de la destrucción del bienestar del resto, que entienda que sus decisiones deben mantener la prosperidad de los que a muy duras penas lograron mejorar su situación, exaltando sus logros y además debe buscar con ahínco que el resto de la sociedad siga esos mismos pasos. Requiere una política que renuncie a la burocracia inoperante, que lo único que logra es el beneficio propio a costa del trabajo esforzado del resto sin devolverle en realidad nada a cambio. Finalmente, le urge una política que estabilice el entorno de los hogares y las empresas, que caiga en la cuenta de que Latinoamérica no necesita trucos de mascota, que promueven luchas internas, que desestabilizan y cambian todas las reglas de juego, sino más bien, estabilidad económica, social, jurídica y sobre todo, gerencia de países, que aseguren un entorno amable, agradable y fácil capaz de garantizar las condiciones correctas, para que por sus propios medios, si lo desea, hasta el último individuo de la sociedad, pueda ser próspero y feliz.

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lunes, 15 de julio de 2024

Lo que somos hoy como país es producto de lo que decidimos en el pasado como sociedad


El management moderno y la teoría de organizaciones atribuyen los resultados de cualquier organización esencialmente a las decisiones que se toman en su interior a lo largo del tiempo y a la manera en que estas elecciones generan una conversación efectiva con el entorno. Aclarando que un país es un tipo de organización, a continuación presentaremos de forma cuidadosa, las conclusiones procedentes del estudio de las series históricas asociadas a diferentes indicadores micro y macroeconómicos, para un periodo comprendido entre la mitad del siglo veinte hasta la época actual. El objetivo es analizar las decisiones que generaron tales cifras y los efectos sobre nuestra realidad actual. Si bien se trata de una revisión centrada en el caso colombiano, no cave duda de que los mismos patrones son observables en la mayoría de países latinoamericanos.

Empecemos con las finanzas gubernamentales, una dimensión de absoluta relevancia para cualquier país. Es evidente que venimos aumentando nuestro gasto público de manera sostenida a lo largo de las décadas recientes, sin embargo, lo que muestran las cifras es que los resultados no son los que esperábamos.

El drástico aumento del gasto público no parece tener ninguna incidencia sobre la desigualdad. Durante años nos han dicho que mediante redistribución, impuestos y gasto podemos reducir las diferencias en ingreso y riqueza, pero lo que vemos en los datos, a lo largo del tiempo, es un crecimiento drástico del gasto al tiempo que la desigualdad permanece invariable. De otra parte, tampoco es claro que semejante incremento siquiera haya tenido efecto contundente sobre la reducción de la pobreza.

Cada vez el Estado se queda con una porción más grande de las horas de trabajo y el valor producido por la sociedad, adicionalmente cada vez se endeuda más, sin embargo el país no se desarrolla. Una variable que en términos reales no muestra una evolución consecuente con el incremento del gasto público es el ingreso per cápita. Entonces ese fuerte aumento en el gasto y la deuda no solo no tiene incidencia real sobre la desigualdad y la pobreza, sino que no está generando mayores ingresos y riqueza. De hecho, la estructura productiva del país ha permanecido invariable durante años, seguimos produciendo y vendiendo al mundo lo mismo de hace décadas, el gasto no ha servido para migrar a sectores más sofisticados que nos permitan agregar más valor, recibir más ingresos y solucionar estructuralmente nuestros problemas de pobreza.

A pesar del crecimiento de la deuda y del gasto público, no estamos invirtiendo en cosas que generen valor social en el largo plazo, su composición ha permanecido casi invariable a lo largo del tiempo y en vez de centrarse en inversión altamente rentable socialmente, se focaliza en diferentes tipos de subsidios y transferencias monetarias a poblaciones específicas, que como hemos visto no parecen tener efecto cierto sobre la desigualdad y la pobreza.

Tengan en cuenta que hace décadas venimos actuando de la misma manera, por lo que esta situación es responsabilidad de múltiples gobiernos y diferentes facciones políticas, en esencia, a lo largo de los años cedemos al Estado cada vez más de lo que ganamos con nuestro esmerado trabajo, pero este esfuerzo descomunal no está sirviendo para dar solución a nuestros problemas más estructurales, lo cierto es que para avanzar es necesario un cambio fuerte de rumbo que abandone lo que no funciona y nos lleve a ser un país desarrollado.

Continuemos con el estudio de una dimensión de absoluta relevancia para el desarrollo humano, la facilidad para emprender, desarrollar nuevos proyectos y materializar nuestras expectativas.

Los datos nos muestran que las decisiones que hemos tomado durante todos estos años han configurado un entorno que dificulta el proyecto de vida de las personas, pero al parecer, no somos conscientes de nuestra responsabilidad en el proceso.

La economía institucional hace énfasis en los costos de transacción, para evitar ser innecesariamente técnicos podemos asociar este concepto a lo fácil o difícil que es lograr un resultado en uno u otro país. Fácil significa bajos costos, difícil altos costos de transacción.

Nuestra cultura, por cuenta de la acumulación paulatina de pequeñas decisiones que parecen inofensivas, ha venido construyendo un contexto en el que sencillamente es difícil lograr resultados. Las decisiones en diferentes dimensiones, tributarias, de movilidad, jurídicas por mencionar algunas; hacen todo difícil, desde moverse, interactuar con otros, comprar, vender, estudiar, hasta hacer un trámite, una transacción o acceder a algún tipo de recurso.

Cuáles son las consecuencias de esta dinámica, trabajamos más que la mayoría de países para lograr resultados en todo caso inferiores a ellos, somos menos competitivos, que los que tienen más facilidades, dificultamos nosotros mismos nuestra capacidad para crear valor por lo que seguimos siendo pobres, en fin, haciendo difícil todo, nos mantenemos en el subdesarrollo.

Entendiendo lo anterior, bien vale la pena trabajar en generar una cultura que facilite la vida de las personas, haga fácil lograr resultados y sobre todo priorice la libertad y la felicidad.

Las decisiones que hemos venido tomando a lo largo del tiempo en materia de finanzas gubernamentales, la facilidad para emprender, desarrollar nuevos proyectos y materializar nuestras expectativas, han configurado un entorno microeconómico que actualmente no muestra buenas señales:

De acuerdo con las cifras, las utilidades de las empresas grandes, que tienen mayor capacidad para protegerse de lo que pasa en el entorno y generan más de la mitad del empleo formal, volvieron en 2023 a niveles similares a los de la pandemia o inferiores en el caso de sectores de alto impacto sobre población de bajos ingresos.

Por su parte, La creación de empresas se redujo de 2022 a 2023 de forma importante, mientras los resultados de las micro, pequeñas y medianas empresas con capacidad limitada para enfrentar el entorno, vienen en paulatino deterioro hace ya varios años.

En conclusión, las decisiones de los últimos gobiernos han impactado negativamente el desempeño de la economía real, la caída en el recaudo de impuestos nos alertó recientemente al respecto, factores como el desmedido y poco técnico aumento de los gravámenes, acompañado de gasto de muy mala calidad que se comen la economía, el error ingenuo de descontrolar la inflación, el aumento persistente de la tasa de cambio, la generación de marcada inestabilidad económica, política y una consecuente profunda incertidumbre; han deteriorado el sector productivo, del cual derivan sus ingresos los hogares, esencialmente como microempresarios que se lucran de pequeños márgenes, pequeños inversionistas que tienen sus ahorros en fondos que invierten en grandes empresas o empleados que trabajan en dichos negocios.

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domingo, 26 de mayo de 2024

Estamos marchitando nuestra economía

Publicado en el diario Portafolio

Los amigos son importantes por muchas razones, una de ellas, la posibilidad que tienen para llamarnos la atención de forma contundente cuando no vamos por el camino correcto.

A lo largo de mi carrera he conocido todo tipo de personas, en su mayoría serias, empeñadas e inteligentes. En la actualidad muchas toman decisiones importantes en el sector público, a ellas se dirige este duro escrito, ajeno a filtros diplomáticos en el que espero como amigo, llamarles profundamente la atención.

No me malentiendan, no quiero parecer pretencioso, probablemente he cometido iguales o peores errores que ustedes, más bien el planteamiento tiene que ver con una profunda contrición y el interés sincero de que corrijamos el rumbo.

Lo primero que hay que decir es que nuestro país como tantas otras latitudes latinoamericanas, está en la actual situación desafortunada debido a las decisiones que hemos venido tomando en las últimas décadas, aunque en el momento, cuando se afronta cada una de ellas, pueden parecer acertadas, en retrospectiva es evidente que no lo han sido.

Dicho lo anterior, va el primer llamado fuerte de atención, es demasiado ingenuo y desconectado de la realidad asumir que un país con nuestros indicadores en materia de pobreza, asesinatos, competitividad, desigualdad, desintegración y desunión interna, seguridad, movilidad, deterioro urbano y rural por mencionar algunos, ha tomado las decisiones correctas.

El segundo llamado de atención es más contundente que el anterior, acepten que el Estado, esa organización en la que ustedes han tomado decisiones, no funciona bien. Dejen de romantizar lo evidente, cualquier persona inteligente se da cuenta de lo rudimentaria que e es su operación, de lo contradictoria e ineficaz que es su cultura, de lo poco que todo lo que se hace en su interior le aporta realmente a los ciudadanos. Ahora, dejemos de promover que quien manifiesta este tipo de preocupaciones es afín a una ideología particular, en ese caso únicamente se están engañando a ustedes mismos, si no se dan cuenta de esto y no lo aceptan, seguirán separados de la realidad por lo que el problema jamás podrá llegar a una solución. ¿Cuántos escándalos, desaciertos, liquidaciones de entidades, reestructuraciones, ciudadanos insatisfechos, demandas y tutelas son necesarios para reconocer una condición tan evidente?

El tercer llamado es más duro que los anteriores, dejen de jugar con los hogares, con su estabilidad y bienestar, con el pasar del tiempo han modificado las reglas de juego a su antojo y se han apropiado irresponsablemente de los ingresos de estas personas, del valor generado por sus horas de trabajo. En el marco de una actitud similar a la de un niño en una tienda de dulces, proponen impuestos como si se tratara de un juego; todos ustedes desde alcaldías, gobernaciones, gobierno nacional y entidades, plantean nuevos cobros y pierden de vista que todos ellos recaen sobre los mismos, los que llaman “ricos” que no son más que una clase media precaria, a quienes con esta actitud poco técnica e irracional ustedes precarizan cada vez más. Con todas sus maestrías y estudios es impensable no darse cuenta de que a través de semejante forma de actuar a lo largo de los años han venido marchitando la economía, los signos son evidentes en los indicadores macro y microeconómicos, lo cierto es que vamos para atrás en los rankings mundiales de competitividad global, de competitividad del sistema tributario, incluso, luego de la pandemia, la clase media se redujo en millones de personas, por no mencionar el deterioro paulatino de las pequeñas y medianas empresas. ¿Qué más quieren ver para convencerse de semejante desacierto?

Nunca les parecen los recursos suficientes pero nuestros ingresos y gasto público están por encima del promedio de la OCDE, lo cierto es que cualquiera que haya formado parte de este andamiaje y tenga algo de honestidad intelectual, acepta que este dinero se pierde, se desperdicia, se va al diablo en medio de errores, improvisación, desorden, inexperiencia y corrupción. Es decir, en resumidas cuentas sus decisiones les quitan a los hogares, de forma infantil, la posibilidad de tener una casa, acceder a mejor educación, salud, vacaciones, entre otras cosas, en últimas les dificultan la vida, para sencillamente terminar botando esos recursos a la basura y quedarse tan tranquilos.

El cuarto llamado de atención, vehemente, está relacionado con cambiar su manera de pensar, dejen de creer que el ciudadano está a su servicio, los que están obligados en este caso son ustedes, le sirven a alguien que toma una parte relevante de lo que le pagan por su trabajo y se las transfiere para que ustedes solucionen problemas que él por sí mismo no puede afrontar, así que es mejor que acepten que su rol debe enfocarse en facilitarle la vida, no en tomar decisiones para hacerse la vida más sencilla ustedes mismos y luego pretender que las personas asuman los costos de semejante actuación.

Finalmente, cierro este decidido llamado con el quinto punto amigos míos, pidiéndoles que aprendan del pasado, no es posible que sigan tomando decisiones que nos llevan por caminos que no funcionan, a lo largo de los años han decidido entregar subsidios por doquier, pero ¿acaso ven algún mejoramiento real estructural en las condiciones de nuestra sociedad, no obstante esos subsidios cada vez son mayores? ¿Esto no les dice algo? Qué esperan ver para reconocer que el mundo no se mejora a través de subsidios sino tomando esos recursos y convirtiéndolos en servicios públicos de muy alta calidad: educación de alto nivel para todos, infraestructura facilitadora para todos, seguridad, salud y justicia para todos, en fin, en un entorno que facilite el más drástico desarrollo de todos, sin diferencias.

Lo cierto es que sus decisiones, sin importar si son de derecha, izquierda o centro, están evidentemente deteriorando la vida de muchos, se supone que con la esperanza de mejorar la de otros, esa ha sido su controvertida apuesta, pero al final de cuentas, lo segundo no se ha logrado de forma estructural precisamente porque las decisiones no han sido las correctas, por lo tanto, bien vale la pena corregir el rumbo y concentrarse en conducir nuestra sociedad por el camino conocido y probado, centrado en responsabilidad, rigurosidad fiscal, eficacia pública, desarrollo económico y humano; que han recorrido tantos países desarrollados y que los han sacado estructuralmente de la situación similar a la nuestra en la que alguna vez estuvieron.

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viernes, 26 de abril de 2024

Políticos fracasados


Fuente: La Crónica de Morelos

Publicado en el Diario Portafolio

Liderar sociedades no es una tarea sencilla, en el caso de América Latina es poco lo que los líderes pueden mostrar desde un punto de vista objetivo, en términos de su capacidad para materializar resultados que conduzcan a la mejora de la calidad de vida de las personas. 

Como respuesta a dicha dificultad, la mayoría de los políticos se convierten en comunicadores deshonestos, expertos en el desarrollo de un proceso de mercadeo engañoso, que busca posicionar como logros decisiones que no mejoran la vida de los ciudadanos. Bajo esta lógica, el discurso recurrente, retórico, falaz, plagado de sofismas y promesas falsas, se convierte en la herramienta por excelencia de estos personajes; la promoción de las ideologías para consolidar la fe de sus seguidores es el complemento perfecto para que, en el marco de una posverdad profunda, las personas menos aventajadas en materia de pensamiento crítico celebren las actuaciones de sus caudillos a pesar de que la evidencia muestre el más completo fracaso. 

Un patrón de estas características resulta siendo muy efectivo en sociedades mayoritariamente pobres, con bajos niveles de educación y sofisticación en materia de conocimiento, pues permite que este tipo de políticos ganen elecciones a pesar de sus pésimos resultados, en lo que tiene que ver con el mejoramiento real y objetivo de la calidad de vida de las sociedades presentes y futuras. 

Además de ser magníficos vendedores de humo y mentiras, sin importar su filiación política, todos coinciden en el enfoque de sus gobiernos y de las decisiones públicas que tienden a tomar. En efecto, la mayoría de ellos se ajustan con rigurosidad profunda a tres principios básicos que sin excepción formarán parte de su plan de gobierno: i. Cobrar impuestos. ii. Subsidiar. iii. Prohibir y restringir.

Lo cierto es que, ninguno de los tres planteamientos mejora, en realidad, el bienestar general. El cobro de impuestos implica apropiarse del valor producido por las personas mediante las horas de trabajo invertidas en una actividad privada, por su parte, la prohibición y la restricción son mecanismos autoritarios que suponen un conflicto de interés profundo con los ciudadanos, mientras la práctica de subsidiar conlleva una mejora en el bienestar de unos pocos en el presente, a costa de la profunda destrucción del bienestar de las mayorías en el futuro. 

En efecto, esta mezcla de medidas ha probado ser increíblemente dañina en la región, en el caso de Colombia, por ejemplo, se cuentan 21 reformas tributarias entre los años 1990 y 2022, semejantes decisiones dieron forma al sistema tributario menos competitivo de la OCDE, imponiendo sobre una clase media diminuta, vulnerable y sobre las Pequeñas y Medianas Empresas (PYME), una carga tributaria expropiadora que desincentiva de forma contundente las iniciativas de creación de valor social y desarrollo.   

Se trata de un esquema centrado en gestionar la pobreza mediante la entrega de subsidios, que deja de lado la construcción de las condiciones estructurales necesarias para que las personas salgan efectivamente de ella. De esta manera, las mayorías eternamente pobres, subsidiadas, fáciles de embaucar votan por los políticos inescrupulosos que quieren perpetuarse en el poder, por su parte, la clase media pequeña y esforzada, se ve obligada a financiar semejante modelo, a costa del profundo deterioro de su bienestar y del freno evidente de la capacidad para mejorar su calidad de vida. Para qué hablar de las clases altas, que en el marco de una lógica como ésta son prácticamente inexistentes, pero influyentes, procuran ejercer su poder, incidir en todos los entornos posibles para salir mejor librados de un modelo tan destructivo y precario. 

La política fracasada y mentirosa naturalmente está asociada a pésimos resultados en materia de calidad del gasto, lo cierto es que en el caso colombiano, los recursos que se le quitan a la clase media, que no se gastan en la gestión y conservación de la pobreza, se pierden en desorden, sobrecostos de toda índole y corrupción, por lo tanto, el Estado no es capaz de proporcionar una oferta razonable para las necesidades sociales, en lo que tiene que ver con servicios públicos esenciales como salud, educación, seguridad, transporte, agua potable, energía entre otros. Para lidiar con una situación como ésta y salir airosos, los políticos engatusadores, han implementado durante años un conjunto de medidas centradas en reducir la demanda ciudadana por provisión insuficiente de bienes y servicios públicos que están obligados a entregar: restringiendo la movilidad en la mayoría de ciudades del país ocultan su incapacidad para desarrollar sistemas de transporte robustos y coherentes con las necesidades de los ciudadanos, racionando el agua y la energía, esconden sus dificultades para expandir el sistema eléctrico, de acueductos, conservar los ecosistemas y ampliar los servicios ecosistémicos que los soportan, violando libertades ocultan sus problemas a la hora de  mantener una entorno de seguridad y convivencia apenas aceptable, por mencionar algunos ejemplos. 

Por supuesto, un conjunto así de malas decisiones acumuladas, ha deteriorado paulatinamente la capacidad de Colombia para crear valor como sociedad, en la actualidad el país se ubica en el puesto 58 entre 64 economías, del índice construido por el Centro de Competitividad Mundial. Es obvio que en el marco de semejante precariedad jamás podrá convertirse en un país desarrollado.

Dicho lo anterior, es claro que a América Latina le urge la llegada al poder de liderazgos totalmente diferentes y esto solamente será posible si, como sociedad, les cerramos por completo las puertas del poder a los políticos fracasados que durante años nos han convencido de que el camino de los impuestos, los subsidios, las restricciones y prohibiciones es el correcto, a pesar de que es evidente que nuestros indicadores se vienen deteriorando paulatinamente.

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miércoles, 20 de marzo de 2024

La maldición de la clase media: una pequeña parte de la sociedad no puede seguir sosteniendo a las mayorías.


En América Latina, con el tiempo , en el marco de decisiones tomadas por diferentes gobiernos y actores, hemos configurado un entorno en el que una pequeña, muy pequeña parte de la sociedad soporta toda la carga del costo del Estado, mientras las mayorías no tienen ninguna responsabilidad al respecto. En nuestros pobres países hemos diseñado una realidad en la que una clase media pequeña y frágil tiene la pesada carga de soportar a la gran mayoría de la población mucho más pobre y de paso financiar los ejércitos de burócratas que justifican semejante modelo. El populismo ha jugado un rol muy importante en la consecución de este resultado, las mayorías, menos educadas y movidas por emociones, han votado históricamente por personas que les prometen exonerarlas de toda responsabilidad social y el apoyo irrestricto por parte del Estado en las diferentes dimensiones de su vida, financiando todas estas promesas con los recursos provenientes esencialmente de las horas trabajadas por la clase media. 

Cada aspecto de la realidad latinoamericana convierte en una especie de maldición pertenecer a este grupo. En efecto, la política amañada vendió el irracional discurso de que cada aspecto que se materializa a través de movilidad social entre los pobres y la clase media es un privilegio, es decir, una prerrogativa que los pone de forma injusta por encima del resto del mundo. Mediante una retorica mentirosa convencieron a la sociedad de que nacer en un entorno educado, preocuparse por estudiar, endeudarse para hacerlo, concentrarse en procurarse una casa digna, salud de calidad aceptable, ahorrar, orientar el espíritu hacia el emprendimiento; son valores cuestionables por los cuales se genera automáticamente una deuda profunda con los menos afortunados, por lo tanto, la clase media es obligada a pagar muy caro cada uno de esos supuestos privilegios: al remunerar mejores servicios públicos, mejor salud y mejor educación deben financiar al resto, cuando compran combustibles, usan las vías y el transporte público, adquieren vivienda y en general, cualquier bien o servicio, resultan castigados por haber logrado a alejarse “descaradamente” de la pobreza y el despojo, condiciones que en el marco del discurso de los privilegios parecen ser celebradas.

Ahora, pensemos en realidad qué es la clase media, estamos hablando de supuestos "ricos" que no son más que médicos, profesores, ingenieros, abogados, agrónomos, pequeños emprendedores, por mencionar algunos, personas que apenas se han desmarcado de la pobreza, en general, un grupo que gracias a un conjunto de posibilidades se ha formado, ha emprendido, es decir, ha logrado incrementar sustancialmente la cantidad de valor que es capaz de ofrecer a la humanidad. Por lo tanto, vale la pena preguntarse si de verdad es justo y sobre todo viable, trasladarle semejante carga a médicos,  profesores, ingenieros, en general, a personas que aportan de forma importante en la construcción de la realidad. Es pertinente recordar que todo lo que en la actualidad conocemos, la tecnología, la economía, los Estados, la agricultura, todo lo que damos por sentado; solo existe porque personas que se formaron o emprendieron tuvieron la iniciativa de construirlo. El mundo no es un videojuego que se enciende y aparecen como por arte de magia edificios, hospitales, dispositivos electrónicos, aviones, barcos, acueductos, generadores de energía, es decir, todas las cosas que hacen fáciles nuestras vidas. Para materializar lo mencionado, millones de personas debieron extraer con mucho esfuerzo las materias primas necesarias, pasar horas interminables ideando y materializando las tecnologías que hicieron posibles éstas y otras muchas herramientas. 

El mundo es increíblemente complejo y hostil por lo que entenderlo y disponerlo para que soporte la forma fácil en la que hoy existimos, requiere miles de millones de horas de estudio, de comprensión de sus partes y fenómenos, además necesita una cantidad similar de horas de trabajo, para hacer realidad todo lo que diseñamos, por tanto, al igual que lo hace la clase media, cada humano que venga a formar parte de él y espere disfrutarlo, debe aportar en el desarrollo y mantenimiento de semejante nivel de comprensión y construcción, no tiene sentido, que tal grado de esfuerzo recaiga apenas sobre algunos, mientras los otros exigen pretendidos derechos sobre esta conveniente realidad que generosamente les entregaron. 

De manera pues que los valores como el esfuerzo, la dedicación, las decisiones orientadas a formarse y emprender, son los correctos para garantizar el éxito de una sociedad, no hay duda de que la clase media ya está haciendo su parte, lo que se requiere es que como sociedad logremos generar las condiciones estructurales para que las mayorías pobres se conviertan al menos en clase media, que esta pequeña parte de la sociedad crezca y se deshaga de tan injusto yugo, que el mundo empiece a ser desarrollado, mantenido y soportado de manera equitativa y que salir de la pobreza deje de ser mal visto por algunos y ya no sea percibido por otros como una especie de maldición. 


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viernes, 5 de enero de 2024

La plusvalía y la explotación por parte del Estado.



Las consideraciones en torno a tener un Estado pequeño y muy diligente o uno grande e ineficaz no son menores, tampoco lo son las relacionadas con que la organización pública controle o no las diferentes decisiones y sea intrusiva en la cotidianidad de las personas. Lo cierto es que antes de dar una opinión al respecto, mediada en muchos casos por ideologías económicas y sociales arraigadas, es pertinente tener en cuenta los diferentes aprendizajes que la humanidad ha tenido a lo largo de su historia, para evitar repetir los mismos errores que generaciones anteriores a la nuestra han cometido en el marco de dolorosas consecuencias. 

En primera instancia, vale la pena dejar claro, que el denominador común en los países desarrollados, independientemente del modelo político reinante, es una clara eficacia estatal y una arraigada libertad económica. Tiene mucho sentido que sea de esta manera pues la suma del valor privado creado por mercados fuertes, sofisticados y el valor público generado por un entorno gubernamental con alta calidad del gasto, genera un valor social sustancial que permite dar solución a todas las necesidades humanas de manera completamente conveniente. 

Ahora, lo que parece justificar tal condición generalizada, es el concepto de plusvalía de extracción pública. Es claro que una parte de la sociedad se preocupa mucho por la porción del valor generado por los trabajadores con la cual se queda el empresario, como contraprestación por el desempeño de su rol gerencial, como remuneración a la rara capacidad de articular eficazmente múltiples recursos con el propósito de materializar complejos resultados, sin embargo, se olvida que el Estado se apropia de una proporción mucho más importante. En los casos en los que el Estado es pequeño y muy eficaz, la plusvalía con la que se queda el sector público es razonable, además, esta parte del valor creado se devuelve a los trabajadores en forma de bienes y servicios públicos, sin embargo, cuando los Estados son grandes e inoperantes, una parte del valor creado, se diluye en la organización Estatal y no es devuelto a la sociedad, es decir, termina acaparado por un conjunto de burócratas y grupos que se lucran del aparato público, lo usan para enriquecerse y promover su propio beneficio, en consecuencia, se configura una explotación profunda sobre todos los actores de la economía, orquestada por individuos que se posicionan en el poder para estos efectos, que disfrazan semejantes objetivos con pretendido altruismo sustentado en argumentos ideológicos, hasta el punto que una parte de la sociedad termina por respaldar la propia explotación.

Dicho lo anterior se puede decir que, en los Estados pequeños y eficaces la economía es boyante, el ahorro es una costumbre arraigada debido la facilidad de emprender y sobre todo, generar riqueza que se utiliza para desarrollar nuevos negocios a diario. De otro lado, los Estados grandes e inoperantes marchitan la actividad privada, una alta expropiación de la plusvalía generada por los hogares, les quita el margen para ahorrar y generar riqueza, por lo tanto, los diferentes excedentes privados se dirigen al barril sin fondo público y dejan de fluir en la economía, dificultando de forma evidente la creación de nuevas micro, pequeñas y medianas empresas capaces de generar empleo, las personas vacantes o mal pagadas por emprendimientos  famélicos empiezan a ser contratadas o subsidiadas, ahora, por un aparato público creciente, que demanda cada vez más impuestos para financiar su desaforado gasto, por lo que el ahogamiento de la iniciativa privada es ineludible con los consabidos resultados en materia de deterioro económico y social. 

Por supuesto, los Estados eficaces no son intrusivos, no necesitan serlo, se concentran en generar las condiciones para que florezca una actividad económica privada, capaz de crear alto valor de forma equitativa, ética y responsable. De otro lado,  los aparatos públicos grandes e inoperantes necesitan meterse en cada espacio cotidiano de las personas, procuran regular cada interacción, para no perder su control estricto sobre los hilos del poder, pero también, para conservar la existencia del Estado a pesar del proceso gradual de marchitamiento que generaron sobre los mercados. Lo cierto, es que cuando la economía se agota y el Estado destruye el decreciente valor creado por ella, empieza a retroceder la riqueza de todas las clases sociales, en consecuencia, los indicadores del país se deterioran por lo que se da inicio a un proceso de regulación profunda que pretende evitarlo sin éxito. En cualquier caso, el marcado control dificulta todavía más la actividad privada, por lo que la destrucción de la economía se acelera, dañando las fuentes de financiamiento del Estado que ya no son capaces siquiera de generar la plusvalía necesaria para mantenerlo, por lo tanto, empieza a vivir de mecanismos falsos como deuda y emisión monetaria, causando un retroceso todavía peor sobre los indicadores macro y micro económicos. 

De todo este análisis pesa una conclusión clara, los Estados pequeños y eficaces que gerencian de forma responsable y seria la economía, creando un entorno propicio para el desarrollo privado en el marco de profunda libertad, ofrecen mejores posibilidades para materializar sociedades saludables y felices. Por lo tanto, si el argumento terco para promover Estados grandes e intrusivos, es esencialmente pretender la reducción de la desigualdad, vale la pena preguntarse si deseamos en América Latina sociedades sumidas en la pobreza pero igualitarias o muy ricas pero con algo de desigualdad. También vale la pena cuestionar si los Estados grandes,  inoperantes e intrusivos tienen la capacidad real de reducir la desigualdad o si por el contrario con su inoperancia y voraz explotación a todos los actores de la economía,  la profundizan.