martes, 15 de agosto de 2023

El mito de la redistribución de la riqueza.


Fuente: GenialGurú


Publicado en la diario Portafolio https://www.portafolio.co/economia/finanzas/el-mito-de-la-redistribucion-de-la-riqueza-587732

Muchos estamos interesados genuinamente en reducir la desigualdad de ingresos y riqueza predominante en el mundo, particularmente porque comprendemos sus reales implicaciones, las cuales en su mayoría, impiden que una sociedad viva en armonía y equilibrio.

En general, las sociedades más desiguales son las que tienden a tener fenómenos de violencia más arraigados, modelos de gobierno menos eficaces y justos, menores niveles de desarrollo y posibilidades de alcanzarlo. En términos generales, la desigualdad es sinónimo de sociedades fallidas con patologías estructurales imposibles de solucionar, hasta tanto, la inequidad, su causa principal, no desaparezca.

Lo cierto es que, existen diferentes formas de enfrentar semejante problema endémico, una de las mas generalizadas y por definición menos eficaces, es lo que conocemos como redistribución de la riqueza. En definitiva, se trata de un mecanismo propuesto en coro por ciertos sectores de la sociedad actual, que desde un punto de vista histórico, se puede afirmar que lleva décadas de implementación sin generar resultados concretos, mientras por el contrario ha profundizado los niveles de pobreza de toda economía que ha intentado ponerla en práctica de forma ortodoxa.

Ahora, si se trata de un mecanismo que no funciona, la cuestión obvia es por qué tantas personas reclaman su implementación. La explicación a una pregunta de tal profundidad es relativamente simple, diversos grupos políticos han entendido a lo largo de la historia, que ideologizar y enfrentar sociedades ofreciéndoles una utopía y proponiendo presuntos culpables de la desgracia, es la manera más eficaz de alinear preferencias para asegurar una amplia base de votantes que garantice el acceso irrestricto al poder.

Para explicar por qué no funciona, intentemos visualizar un escenario en el que mañana mismo al interior de nuestro país, tenemos la posibilidad de distribuir la riqueza, asumamos que tenemos la opción de tomar todos los recursos acumulados por grupos poblacionales específicos, transferirlos a quien haga las veces de Estado, para que éste a su vez distribuya estos recursos persona por persona de forma equitativa. ¿Se acercará la realidad redistribuida, a la utopía planteada por aquellas ideologías? ¿Acaso todos los problemas que se supone serían solucionados con semejante medida, estarían solventados?

Los casos documentados a los que tenemos acceso en la historia, demuestran de inmediato que no se alcanza la utopía y mucho menos se solucionan los problemas estructurales, lo cierto es que siguen existiendo y reproduciéndose en el entretanto de un conjunto específico de mutaciones.

Semejante conclusión tiene mucho sentido en la medida en que la redistribución, no cambia realmente los elementos estructurales que conducen a la creación diferenciada de valor, causante de brechas sistémicas en la obtención de ingresos y la creación de riqueza.

Es ingenuo perder de vista que en el sistema económico actual, se remunera en mayor medida lo que la sociedad considera más valioso sofisticado y excepcional, es por eso y solo por eso, que un gerente de una compañía gana mucho más que un empleado raso, que un neurocirujano percibe ingresos muy superiores a los de un camillero. Mientras las decisiones de los primeros respectivamente, suponen la habilitación para que toda una organización produzca un número importante de cosas que van a ser remuneradas y corregir patologías al interior de un sistema altamente complejo como el cuerpo humano; las decisiones de los empleados en la base de la pirámide organizacional tienen baja incidencia, eso sin mencionar que un resultado de estas características es posible debido al proceso de creación de capital humano altamente sofisticado por el que pasan los gerentes y los especialistas médicos, versus el rápido y superficial proceso a través del cual se construyen las capacidades de los operarios.

Durante años, inducidos por políticos y diferentes actores interesados en conseguir seguidores, hemos llegado a pensar que semejantes diferencias, no son sino producto de conspiraciones sociales cuando en realidad, son resultado de condiciones esenciales del sistema económico y social, que les permiten a unos ofrecerle a la sociedad trabajo mas sofisticado y valioso que otros. Lo cierto es que, bajo tan negativa influencia, hemos omitido recurrentemente la discusión respecto a lo que debemos modificar, para que la capacidad de generar valor de los miembros de una sociedad sea comparable.

Dicho lo anterior, vale la pena analizar cuidadosamente, algunos de los cuestionamientos esenciales de la redistribución, para seguir esclareciendo las razones por las cuales, los países latinoamericanos que la han implementado no han mejorado sus niveles de desarrollo.

Lo primero que hay que decir, es que para poder hacer una redistribución exitosa, debe existir suficiente riqueza como para transferirla a las poblaciones menos favorecidas y por esta vía, convertir a todos los individuos de una sociedad, en integrantes de una clase media rica. En contraste, las sociedades latinoamericana son en general pobres, conformadas regularmente por una clase media pequeña y vulnerable, una clase alta diminuta, mientras las clases bajas son la mayoría de la población, por lo tanto, redistribuir al interior de ellas supone destruir la clase media, pues los recursos de la clase alta proporcionalmente jamás serán suficientes para mejorar las condiciones de las clases bajas, en este sentido, lo que se puede observar luego de la redistribución es una equiparación por lo bajo y no por lo alto, fuga hacia otras latitudes de las grandes riquezas y una presión impositiva expropiante sobre las clases medias.

En adición a esta simple aritmética, los segundo, es que una redistribución efectiva, parte del hecho de que el aparato estatal al que se le trasladan los recursos, es eficaz a la hora de transferirlos de los sectores altos a los bajos, sin embargo, los países latinoamericanos no tienen semejante posibilidad. De hecho sus organizaciones públicas en general son ineficientes, están cooptadas por la corrupción y la burocracia, por lo tanto, buena parte de esos recursos escasos se pierden financiando semejante organización o terminan en los bolsillos de personas deshonestas.

Además, para que la redistribución funcione realmente, debe garantizar la corrección eficaz de los problemas estructurales que condujeron a profundizar la desigualdad, es decir, debe asegurar que los escasos recursos que se le quitan a una parte de la población, se centren en construir capacidades que le permitan a la porción de menores ingresos, empezar a generar riqueza en proporciones siquiera parecidas a las de la población más rica. No obstante lo anterior, lo que se puede observar en los países latinoamericanos, es que los recursos que se quitan esencialmente a la clase media, le son transferidos a las clases menos favorecidas a través de mecanismos que no tienen ningún efecto sobre el mejoramiento de su capacidad para generar ingresos, como subsidios a los servicios públicos y entrega de salarios, entre otros. Es claro que, aspectos duros como el mejoramiento drástico de la calidad de la educación básica y media, la materialización de la cobertura universal en la educación superior, el incentivo a la investigación y desarrollo con alto potencial para generar valor, el mejoramiento drástico de la infraestructura de soporte para la creación de valor y la inversión necesaria para construir un entorno que facilite la generación sostenible de ingresos; son aspectos que se han dejado de lado.

De otra parte, una redistribución como la planteada, reduce los incentivos para la creación de valor, la pregunta obvia que los individuos empiezan a hacerse, es por qué deberían crear más valor del mínimo posible, si semejante esfuerzo no supondrá, en realidad, mejora alguna en las condiciones de vida de quien lo genera. En este sentido, lo que hemos visto en los países que han implementado estos mecanismos de forma muy decidida, es que las personas al interior del país dejan de idear, emprender e incluso formarse; de hecho, usualmente tiene lugar una sistemática fuga de capital humano, lo que se observa es que las ideas e iniciativas son llevadas a otros contextos en donde sean mejor valorados tales procesos de creación de nuevo valor.

Otro resultado palpable en aquellos países en los que se han implementado procesos estrictos de redistribución, es el evidente conflicto de intereses entre la clase media y las clases menos favorecidas. La primera, siente que está siendo despojada de una dignidad frágil, que ha ganado a pulso enfrentándose a un entorno hostil, percibe que le están quitando paulatinamente conquistas que suponían apenas condiciones dignas que los países en vías de desarrollo escasamente ofrecen; mientras las segundas, promovidas por aquellos que buscan afanosamente votos, sienten que es su derecho despojar a los demás de lo que califican como privilegios, sin darse cuenta que se trata en realidad de condiciones elementales que cualquier sociedad justa debería garantizar para todos y cada uno de sus integrantes. Semejante situación exacerbada por las ideologías, termina por generar enfrentamientos estructurales al interior de la sociedad, renovando puntos de vista que estuvieron vigentes en la revolución industrial cuando la clase media prácticamente no existía y solo se configuraba un proletariado explotado y una aristocracia explotadora, es decir, se posiciona una lucha de clases salida enteramente de contexto histórico, ahora entre la clase media, media baja y la clase baja. La clase alta se queda básicamente por fuera de semejante dicotomía pues representa un porcentaje ínfimo de la población, por lo que su relevancia es insignificante. Indudablemente, las sociedades rotas, que giran en torno a odios internos tan arraigados se paralizan pues son incapaces de llegar a consensos que les permitan evolucionar.

Empeorando la situación, los países que deciden hacer una implementación estricta de la dinámica de redistribución, terminan siendo cuestionados por el resto del mundo, precisamente porque semejantes decisiones no mejoran, sino más bien, empeoran la situación de sus nacionales, por lo tanto, al ser sometidos al escarnio internacional, se vuelven autocráticos, antidemocráticos, absolutistas, dogmáticos, cuestionan la riqueza en vez de condenar la pobreza y rompen su relación armónica con el sistema económico mundial, lo cual rápidamente deteriora de manera profunda su ya reducida capacidad para generar ingresos y riqueza.

Luego de todo esté análisis ácido para una medida ampliamente reclamada, pero abiertamente intrascendente, vale la pena aprender una valiosa lección: los países desarrollados con mayores niveles de bienestar, son aquellos que han logrado llevar a la mayoría de la población a convertirse en una clase media rica, es decir son los que han tomado las decisiones correctas para igualar por lo alto, por lo tanto, vale la pena aprender de semejantes casos, pues distinto a lo propuesto en Latinoamérica, han podido, evidentemente, acercar su propia realidad a la utopía, que muchos proponen, pero aún se encuentra tristemente lejana para nuestros países en desarrollo.

Versión en audio

domingo, 23 de julio de 2023

Convertirse en un país rico no es más que una decisión colectiva

Publicado en el Diario Portafolio 

https://www.portafolio.co/mas-contenido/como-la-colectividad-podria-convertir-a-colombia-en-un-pais-rico-585840

Durante años hemos tenido oportunidad de conocer un conjunto muy amplio de teorías que intentan explicar las razones por las cuales existen diferencias tan marcadas entre países en materia de riqueza y desarrollo, las aproximaciones son tan variadas que van desde planteamientos como el imperialismo, pasando por las características geográficas y socio demográficas del territorio, hasta el tenor de las reglas sociales e incluso sofisticadas teorías de la conspiración. Lo cierto es que al final de cuentas, al analizar casos de desarrollo rápido como los de Taiwán, Israel, Luxemburgo, Noruega, China, por mencionar algunos, lo que termina definiendo si un país se desarrolla o no y alcanza altos o bajos estándares de bienestar, son las decisiones que toma en materia política y económica. A pesar de que el caso de cada país es diferente y difícilmente comparable al de los demás, lo claro es que, en algún momento de su historia, tomaron la decisión como sociedad de salir de la pobreza para posteriormente, modificar una a una las dimensiones de su realidad, asegurando semejante resultado.

Por su parte, a pesar de que en Latinoamérica hemos tomado un sin número de decisiones económico-políticas a lo largo de los años, en la mayoría de nuestros países, su incidencia nos ha llevado por caminos menos exitosos que las de los casos enunciados. Desafortunadamente, debido a la evolución histórica de nuestra realidad, todos nuestros imaginarios han estado mediados por conceptos como la lucha de clases, el autoritarismo, el populismo, entre otros. En este sentido, nuestras decisiones han girado en torno a deudas históricas, reivindicación, enfrentamientos entre grupos poblacionales específicos y demás fenómenos similares.

Al final de cuentas, bajo esta lógica, la sumatoria de cada una de las decisiones tomadas por las diferentes generaciones, terminó configurando un entorno sociopolítico y económico, que nos ha dejado a medio camino en términos de dar alcance real a las necesidades de nuestras poblaciones. Vale la pena reconocer que, en la actualidad, la mayoría de nuestros países son de ingreso medio y adolecen de una marcada desigualdad, además sus matrices productivas tienen escasa capacidad para producir valor, debido a que están concentradas en la producción de bienes y servicios primarios con mermado nivel de sofisticación.

Como consecuencia, hoy día, se tiene una amplia base poblacional escasamente formada, con capacidades poco sofisticadas y fácilmente reemplazables que carece de capacidad para producir grandes cantidades de valor. Semejante situación la mantiene cautiva en los sectores de la matriz productiva que menos valor producen, por lo que los ingresos que recibe terminan siendo insuficientes.

Una situación como ésta supone un verdadero reto social, pues el valor que estas poblaciones son capaces de aportar para la provisión de bienes y servicios públicos es prácticamente nulo, por lo que la porción más formada, con capacidades más desarrolladas y mayor facilidad para producir valor, asume la totalidad de dichos costos. Así las cosas, termina cediéndole al Estado tanto valor producido, que al final de cuentas son pocos los incentivos que tiene para seguir produciendo la misma cantidad de valor.

En razón a lo mencionado, terminamos con realidades llenas de mecanismos diseñados para capturar el valor producido por una parte de la sociedad, con la esperanza de poder transferírselo a la otra con menores posibilidades. Sin embargo, un entorno de estas características termina dificultando de forma muy relevante el emprendimiento y la construcción colectiva de ideas que permitan la producción de más valor, en tanto, la matriz productiva no evoluciona hacia sectores de alto valor, sino que contradictoriamente, se deteriora y focaliza en sectores informales que, al final de cuentas, no son capaces de garantizar ingresos razonables para estas poblaciones menos favorecidas. En consecuencia, terminamos en un entorno lleno de pobreza y desigualdad estructural que, a pesar de todos los esfuerzos, desde un punto de vista objetivo, nunca podrán ser erradicadas.

Salir de esta espiral de deterioro, supone varios cambios en el paradigma político y económico. Lo primero como en el caso de los países de reciente desarrollo, es convencernos de que ya no queremos ser países pobres, lo segundo es abandonar los paradigmas tradicionales en el marco de los cuales llegamos a esta situación, dejar atrás la perspectiva de lucha de clases, de reivindicaciones sociales, de subsidiar la pobreza, para pasar a imaginarios concentrados en producir riqueza para todos y cada uno de los integrantes de nuestra sociedad. Lo segundo, naturalmente, es iniciar un proceso serio de recomposición de la matriz productiva migrando a otros sectores que produzcan bienes y servicios altamente demandados por el resto del mundo y que supongan una muy masiva concentración de valor agregado. Lo tercero, es formar a las nuevas generaciones de bajos ingresos estructuralmente, para generar las capacidades sofisticadas que requieren los nuevos sectores productivos, de forma que se integren efectivamente a ellos entregando mucho valor y de esta manera, eleven notablemente su nivel de ingresos. Lo cuarto, es centrar los recursos públicos escasos en financiar de forma decidida dicha oferta educativa y modificar todo el entorno de infraestructura, para facilitar el flujo de bienes y servicios producidos por estos sectores hacia el exterior. Lo quinto, es ofrecer infinidad de incentivos para empresas con conocimiento desarrollado en los sectores a los que queremos migrar, para que se instalen en el país, aprender de ellas y paralelamente priorizar el irrestricto apoyo a emprendimientos totalmente nacionales que aprovechen estos aprendizajes y nutran industrias sólidas de gran alcance.

Claramente, objetivos como los anotados no los materializaremos de la noche a la mañana, por lo tanto, para que funcione, es necesario que todos nos convenzamos de que este efectivamente es el camino, que luchemos generación tras generación por recorrerlo de forma certera y sobre todo, que en el entretanto, nos unamos como sociedad conformando un equipo sólido que trabaje obsesivamente codo a codo sin dudas ni reservas.


jueves, 6 de julio de 2023

Las economías irreales y la miopía de los economistas


La economía es por definición, un sistema complejo auto organizado, esto quiere decir que múltiples actores con intereses variados, voluntariamente, se interrelacionan con otros de diversas maneras. Lo interesante del caso, es que siglos de prueba y error en lo que tiene que ver con las características de estos actores y la naturaleza de semejantes interacciones, han generado un sistema estable, con equilibrios más o menos definidos, alrededor del cual gira la vida de todos nosotros. No obstante tengamos la impresión de que las economías de los países son separadas, tan grande e intrincado es este sistema, que supone la vinculación en una sola economía global, de todos los seres humanos que habitamos el planeta.

Una situación como esta supone un verdadero reto para la cibernética, desde el punto de vista de nuestra real posibilidad para controlar y gestionar efectivamente el sistema económico. En efecto, la capacidad de los economistas para comprender todas las partes de este sistema y sus verdaderas interrelaciones es increíblemente limitada, la forma en la que lo estudian tiene serios problemas pues pretenden sacar conclusiones generales, observando los resultados asociados a las partes del sistema. Aún los premios nobel de economía, pretenden explicar un sistema complejo proponiendo teorías específicas sin llegar a concretar ni tan siquiera un asomo de una teoría del todo. Lo cierto, es que en el marco de semejante miopía, proponen fórmulas que en vez de garantizar resultados óptimos para las personas que formamos parte del sistema económico, lo que hacen es perjudicarnos desde diferentes puntos de vista. Muchas de estas recomendaciones que además están preocupantemente contaminadas con sesgos políticos específicos, lo que buscan es manipular el sistema, sus partes e interrelaciones, para materializar un resultado que se supone óptimo cuando claramente no lo es. 

Lo cierto es que, un sistema complejo, auto organizado, por definición, no puede manipularse, es decir, no puede ser engañado en el largo plazo. En gracia de la verdad, lo que han logrado estos intentos de manipulación a lo largo del tiempo, es generar caos y desorden, la realidad es que donde se siguen las recomendaciones de los economistas con semejantes visiones limitadas, se generan daños que posteriormente cuesta mucho corregir.  Por cuenta  de lo que muchos llaman “heterodoxia económica”, que no es otra cosa, que propuestas desconectadas de la verdadera complejidad del sistema económico, se han venido construyendo a lo largo de los años economías irreales, que fingen ser de una manera, con la esperanza de mejorar sus equilibrios, cuando en realidad son de otra forma totalmente diferente. Los síntomas de semejantes economías son fácilmente identificables: controles de precios con la esperanza de reducir los resultados naturales de la interacción entre la oferta y la demanda, manipulación de la tasa de cambio para supuestamente hacer la producción nacional más competitiva a los ojos del resto del mundo, alto volumen monetario en los mercados para supuestamente incentivar el consumo y la producción interna, altos impuestos, deuda y gasto público para pretender mejorar el bienestar de los menos favorecidos etc. Lo cierto es que medidas de estas características tienen el mismo efecto del maquillaje sobre una persona no muy agraciada, en el corto plazo la hace lucir bella, mientras en el largo plazo, una vez desaparece, se revelan las verdaderas características morfológicas. 

Esta dinámica ha llevado a las economías a un nivel de falsedad tal que el Estado ha sido propuesto como un mecanismo para reemplazarlas, cuando técnicamente el segundo se financia enteramente a través de las primeras, por lo que, en el marco de los parámetros actuales, no puede existir sin aquellas. Lo cierto es que pretender tener un Estado boyante sin garantizar una economía desarrollada y sobre todo real, es lo mismo que intentar obtener huevos de oro, matando la gallina que los produce o disfrazando de ave a un animal diferente. 

En efecto, la acumulación sistemática de las decisiones tomadas a lo largo de años de análisis parciales, produce resultados indeseados como la pobreza y la desigualdad. El afán por seguir caminos que generan beneficios banales únicamente en el corto plazo, hace que los actores de la economía cambien su comportamiento, con el consecuente deterioro drástico de su capacidad para crear valor y por lo tanto, la reducción de la posibilidad de la economía para generar excedentes y riqueza que beneficien a todos y cada uno de sus integrantes. De la misma forma, conforme se deterioran los estructurales, mayor es el afán de fingir y pretender, es decir, cuanto menos agraciada la persona, mayor la necesidad de grandes cantidades de maquillaje para aparentar la belleza de la que se carece, por lo que más irreal se vuelve la economía. 

Al final de cuentas terminamos con una economía deteriorada, que produce poco valor y una base importante de pobres, que intentan ser rescatados mediante mecanismos también falsos como la redistribución, bajo esta óptica se pretende que una sola parte de la sociedad, una pequeña, financie a la gran mayoría, no obstante esta decisión merma aún más la economía pues reduce, de nuevo, la capacidad para generar valor y amplía la base de pobres dependientes que seguirán en la pobreza toda la vida sin ninguna posibilidad de movilidad social. 

Finalmente, un sistema auto organizado que a lo largo de cientos de años de aprendizaje ha entendido como configurarse, termina siendo desdibujado por personas que pretenden entenderlo, pero que en realidad no tienen idea alguna de las implicaciones de sus decisiones sobre él. Por lo tanto, terminan configurando economías que están destinadas al fracaso, a la generación de pobreza y sobre todo de desigualdad. 

Lo lógico, naturalmente, sería migrar la perspectiva a tener economías reales, honestas, que renuncien a los maquillajes innecesarios, que sean capaces de evidenciar sus defectos y corregirlos de manera estructural, economías estables diseñadas para desaparecer estructuralmente la pobreza y la desigualdad, en las que el Estado no pretenda reemplazarlas sino más bien, estimularlas honestamente para garantizar cambios sustanciales que permitan que hasta el último de los individuos, pueda sentirse totalmente tranquilo y sobre todo, realizado.


jueves, 1 de junio de 2023

Desmitificando el vínculo entre la política y la ideología

Fuente: Red Informativa 

A lo largo de la historia se han definido múltiples propuestas que afrontan el concepto de Política, cuando se revisa la literatura al respecto, pueden encontrarse varios puntos de vista que recogen diferentes énfasis.  La perspectiva que, en lo personal, más me gusta y considero más ajustada a la realidad, es la que define a la política como el proceso de toma de decisiones con el propósito de lograr objetivos conjuntos y avanzar en el logro del bien común. 

La forma en la que se toman tales decisiones es tan variada como las sociedades de las cuales procede, lo cierto del caso, es que, a lo largo de los años, hemos optado en un sinnúmero de países, por elegir un conjunto de representantes habilitados para tomar ciertas decisiones por nosotros, a estas personas en general les llamamos políticos.

Por otro lado, uno de los argumentos que muchos sostienen, es que las ideologías juegan un rol importante a la hora de facilitar la toma de decisiones en conjunto, que la discusión ideológica nos conduce por el camino de la evolución como sociedad, no obstante, vale la pena revisar con cuidado semejante conclusión. 

Las ideologías pueden entenderse como un set de ideas, más o menos fundamentado que define el comportamiento de las personas y por supuesto, la forma en la que toman las decisiones. Si ese grupo de concepciones está poco arraigado, las personas estarán dispuestas a cambiar su punto de vista conforme conozcan otras ideas que puedan considerar válidas, sin embargo, cuando las ideas están amarradas a lo más profundo de la esencia de las personas, no existe manera de que, mediante la exposición a otros puntos de vista, se modifique la perspectiva.  

Por lo tanto, si las ideas de diferente índole: políticas, económicas, sociales, científicas, biológicas etc., no están demasiado cimentadas, la discusión política, es decir, el intercambio de ideas para tomar decisiones en conjunto, en el marco de la búsqueda del bien común; nos llevará por el camino de exponer múltiples alternativas para escoger la que consideremos más conveniente para todos. Sin embargo, cuando las ideas están completamente arraigadas, la discusión política no es más que una pérdida de tiempo y dará como resultado decisiones que favorecen a unos en desmedro de los otros, la imposición autoritaria del punto de vista de quienes tienen las mayorías y la utilización de infinidad de mecanismos, para desvirtuar las ideas que no coinciden con la perspectiva dominante, todo lo anterior, sin siquiera tener en cuenta los argumentos de las ideas alternas que se ponen en consideración.  

De acuerdo con lo expresado, es claro que sociedades polarizadas, es decir, sociedades que tienen ideas antagónicas políticas, económicas, sociales, científicas, biológicas etc, muy arraigadas en porciones de su población que se enfrentan, son sociedades a las que les cuesta mucho tomar decisiones en conjunto, sociedades que tienen evidentes dificultades para avanzar. Lo usual al interior de ellas es que la discusión sea la prioridad en todos los escenarios, mientras la decisión se convierte en un aspecto secundario, a pesar de que en el proceso político de una sociedad que avanza rápidamente a la materialización del bien común, las decisiones deberían ser lo fundamental mientras la discusión no es más que un proceso de apoyo que facilita su consecución. 

Las sociedades polarizadas, además, tienen procesos políticos que conducen a frecuentes cambios de rumbo, cuando una facción logra dominar sobre la otra, la sociedad es dirigida en un sentido, mientras el grupo antagónico dominado intenta convertirse en el dominante para cambiar el rumbo y enfilarlo hacia sus propios intereses. Por lo tanto, se trata de sociedades cuyas decisiones conjuntas son pendulares, están marcadas por reformas y contrarreformas, que en últimas, también generan parálisis en términos de la materialización de los objetivos conjuntos y el bien común. 

Ahora, el origen del mito de que las ideologías arraigadas pueden ser convenientes para la política parece estar sustentado en el ejercicio del poder. Para facilitar la alineación de preferencias de grandes cantidades de personas en torno a quien debe representarlos políticamente hablando, basta con trabajar mediante propaganda y marketing ideológico, en instalar un conjunto de ideas en sus imaginarios y arraigarlas lo suficiente, para que este grupo de individuos actúe de manera sincrónica como si fuera un solo cuerpo. Podemos decir que un set de ideas muy cimentado juega el rol de la partitura en una orquesta, pues conduce a todos los músicos a tocar la misma melodía siguiendo las indicaciones precisas de quien tiene en la mano la batuta. Lo cierto es que, no obstante, la ideologización nos paraliza como sociedad, le facilita la labor al director de orquesta y hace posible que no hayan demasiadas modificaciones en términos de quien tiene la posibilidad de desempeñar dicho rol. 

Expuesto lo anterior, se puede entender, por qué la ideologización en sociedades en las que el ejercicio del poder es totalitario, tiene tanta relevancia y por qué se convierte en un proceso absolutista. Las sociedades democráticas polarizadas tocan su melodía en el marco de dos partituras diferentes, mientras los directores de orquesta luchan por que los procesos electorales los mantengan en dicho rol, por otra parte, en las sociedades dictatoriales la polarización desaparece, esencialmente porque se cancela totalmente una vertiente ideológica, usualmente mediante el ejercicio de la autoridad y la fuerza, de manera que, una sola es la melodía que toca la orquesta mientras uno solo es el director que lleva la batuta. 

Lo cierto es que las sociedades más maduras, más inteligentes, son entornos en los que las ideologías muy arraigadas tienen cada vez menos cabida. Se configuran bajo la filosofía de mente abierta y se reconoce la naturaleza individual del ser humano, su indudable capacidad para pensar por sí mismo y generar sus propias ideas, por encima de los puntos de vista que algunos tratan de instalar de forma general y por lo tanto, definen una partitura construida entre todos, ajena a imposiciones, más bien se trata de una melodía desarrollada en conjunto en el marco de la cual, las capacidades solistas de los intérpretes se articulan muy bien, con los resultados de la orquesta como conjunto. Además, se trata de sociedades verdaderamente democráticas, en las que mediante el voto eligen al director que mejor pueda garantizar que la melodía suene, tal cual como la concibió la sociedad. 

A manera de conclusión podemos afirmar que, antes que facilitar el ejercicio político, el intercambio de ideas para definir los objetivos que tenemos como sociedad y materializar el bien común, las ideologías muy arraigadas de cualquier índole, dificultan el proceso y lo conducen a resultados que van en contravía del bienestar general. Por lo tanto, entendiendo semejante situación, vale la pena reducir paulatinamente, la carga ideológica en los procesos de formación de las nuevas generaciones y trabajar decididamente, en promover la apertura mental de todos los individuos en una sociedad, de suerte que, logremos una política más ágil, más pertinente y más efectiva que nos beneficie a todos. 

domingo, 16 de abril de 2023

Desmitificando la falsa idea del Estado

Las personas hablan desprevenidamente del Estado sin saber en realidad lo que es, en sus expresiones se detectan concepciones profundamente desviadas de la realidad conceptual que vale la pena desmitificar. Por lo tanto, no obstante en muchos de los escritos pasados defino rápida y desprevenidamente el concepto de Estado, bien vale la pena darse la oportunidad en este caso, de estructurar una presentación más precisa. 

En primera instancia, es apropiado dejar claro que el Estado, más allá de cualquier connotación filosófica, no es más que una simple organización, es decir, se trata de un conjunto de recursos humanos, financieros, tecnológicos etc., organizados de una forma específica con el propósito de materializar unos objetivos muy puntuales. 

Dicha configuración existe por la misma razón por la que decidimos estructurar una organización administradora en un conjunto habitacional, porque varios objetivos  de nuestra realidad humana, por definición deben ser acometidos en conjunto, mientras nuestra actividad individual, nos distrae de materializarlos. En ese sentido, de forma práctica, hemos decidido conformar una organización que se encargue de ellos mientras nosotros nos concentramos en lo relacionado con nuestros intereses individuales. Cuando por ejemplo tenemos que arreglar nuestra casa, nosotros podemos encargarnos, pero cuando se trata de construir o mantener los caminos que comunican a nuestra casa con las de miles de personas más, es necesario trabajar de forma conjunta con otros para lograrlo. Teniendo claro que tales necesidades no son esporádicas sino permanentes, hemos descubierto que en vez de intentar unirnos para materializar un objetivo conjunto recurrentemente, lo mejor es conformar una organización delegada que se encargue de asegurar el mantenimiento efectivo de las vías mencionadas, la gestión de muchas otras dimensiones más y que se asegure de mantener una armonía social que nos permita vivir tranquilos y sin contratiempos. 

Entonces, de acuerdo con lo anotado, es claro que el Estado no es un ente abstracto con vida propia, sino que más bien, es una organización concreta, que depende enteramente de nuestra voluntad y disposición, configurada para hacer cosas que nosotros y nadie más que nosotros, queremos que haga. 

En este sentido, se puede inferir que el Estado carece enteramente de fuentes de financiamiento propias,  en realidad adelanta toda su actividad mediante el aporte de una cuota que proporcionamos todos y cada uno de nosotros directa o indirectamente. Por ejemplo, los ciudadanos adelantan diferentes actividades privadas que crean valor para la humanidad, ese valor se remunera y lo que se acostumbra, es que parte de esta remuneración sea cedida a la organización estatal para cubrir su sostenimiento y financiar el desarrollo de sus actividades. Por otro lado, cuando el Estado recibe ingresos por cuenta de la explotación de recursos naturales, en realidad lo que tiene lugar, es que los dueños de estos recursos, es decir todos nosotros,  delegamos en esta organización el aprovechamiento de la remuneración recibida por dichos recursos, de manera que asegure que lo que se obtenga por cuenta de este valor colectivo, se distribuya correctamente entre todos. 

Por lo tanto, es completamente impreciso, asumir que el Estado tiene la posibilidad de financiarse a través de algún mecanismo a si mismo. La realidad es que todos sus ingresos son una concesión otorgada por la sociedad dueña del valor que los genera. Por ejemplo, hace años la mayoría de países tomaron la decisión de delegar en el Estado la producción de dinero, sin embargo, el dinero como mercancía carece de valor intrínseco, se trata sencillamente de una herramienta necesaria para lograr el cierre de transacciones entre la oferta y la demanda de la economía, en este sentido, es una locura pensar que la impresión del dinero supone creación de valor, cuando sencillamente se trata de una tarea asignada por todos nosotros al Estado, para poder tener billetes que nos permitan intercambiar fácilmente los bienes y servicios que todos producimos y consumimos. 

Por otra parte, es pertinente aclarar también el concepto de Gobierno, alrededor del cuál parecen existir confusiones relevantes. Lo que denominamos de esta forma, no es más que el conjunto de individuos designados por nosotros para que gestionen la organización que decidimos conformar, con el propósito de acometer nuestros objetivos colectivos y mantener la armonía social. De esta forma, nos referimos naturalmente a personas que nos son subalternas, es decir,  que nosotros financiamos y que están ahí para hacer enteramente lo que nosotros queremos que se haga. Desde este punto de vista, es impreciso asumir que los gobernantes son superiores en algún sentido a cualquier ciudadano, cuando en realidad se trata de actores contratados por este último, para administrar una organización creada con el fin único de servirle y que además es totalmente financiada por él mismo. 

Otro aspecto sobre el cual parecen existir grandes confusiones, es la importancia de los diferentes ciudadanos tanto para el Estado como para los distintos Gobiernos. Lo cierto es que el poder que puede ejercer cualquier individuo como determinador del Estado y superior del Gobierno, tiene que ser exactamente el mismo. Sin importar si se es rico, pobre, de una raza o de otra, de un género u otro, de una vertiente política o de otra etc., sus decisiones y requerimientos deben tener exactamente el mismo peso, pues se trata de uno de tantos que decidieron conformar la organización estatal, financiarla y elegir las personas encargadas de gestionarla. En este sentido pretender, que la Estructura del Estado priorice los intereses de un grupo específico o que un gobierno tome decisiones que privilegian a algunos, es un completo exabrupto. 

Finalmente, lo que concebimos como Democracia moderna, no es más que una de tantas maneras posibles de diseñar la organización estatal, establecer los objetivos colectivos con los que debe comprometerse y escoger los gobiernos que la gestionarán. Es extraño ver que para muchos parece ser una configuración divina, inmodificable, cuando se trata sencillamente de una decisión social, que ha demostrado cierta concordancia con la mayoría de convenciones modernas en materia de justicia. Lo cierto, es que debemos considerar que la Democracia adolece de infinidad de debilidades estructurales, perversas, que deben corregirse con profunda tranquilidad, por cuanto en nuestras manos está decidir la forma en la que queremos que opere el Estado. 

A manera de conclusión es necesario resaltar que, lo que entendemos como Estado debe revisarse y asumirse como en realidad es, para empezar de manera individual y colectiva, a materializar todos los ajustes necesarios para que dicha organización empiece a operar de forma correcta y garantice la total satisfacción de todos nosotros, sus autores. 

martes, 4 de abril de 2023

El mito de la autoridad


Los países latinoamericanos compartimos una historia común, relacionada con imperios, conquista, independencia y luchas internas por el poder. En todas sus etapas, han existido gobernantes que pretenden mandarnos, darnos órdenes para imponer su propio parecer en el marco del ejercicio de la fuerza y la coacción. Esta dinámica se mantiene hasta el día de hoy, ahora un tanto soterrada y moderada por las constituciones políticas, pero presente en nuestra realidad, con todo lo que semejante situación implica. Al analizar el discurso de los diferentes políticos de cualquiera de las facciones e ideologías, cuando se estudia el comportamiento de los distintos gobiernos nacionales y territoriales, se advierten expresiones claras relacionadas con la conciencia del poder y sobre todo con su disposición para desplegarlo en el marco del ejercicio de la autoridad. Es claro que todos ellos están convencidos de que fueron elegidos para mandarnos, obligarnos a hacer o dejar de hacer cosas y que su papel más relevante está relacionado con coacción, además que actuar en consecuencia se considerará un aporte valioso para nuestra evolución como sociedad.

 Lo cierto es que todo este planteamiento no es más que un mito, con raíces históricas, que los países más evolucionados han desmontado de forma evidente. Tal historia inventada, en general, es irracional y absurda en sus fundamentos por varias razones, la primera de ellas, es que nadie en su sano juicio conformaría una organización como El Estado, elegiría directa o indirectamente a iguales, con el propósito de recibir mandatos que determinan sus propias acciones. La segunda es que como humanidad hemos llegado a la conclusión de que la libertad es uno de los principios fundamentales de nuestra existencia y felicidad, por lo tanto, los modelos democráticos son el mecanismo conocido más eficaz para garantizar dicha condición, no obstante, el tener sobre nosotros figuras de poder jerárquicamente superiores, que con acciones autocráticas están definiendo nuestra existencia, controvierte enteramente todo esté planteamiento. La tercera es que los países más evolucionados en materia de bienestar y felicidad carecen de gobiernos autoritarios. La cuarta, es que la coacción ralentiza consciente e inconscientemente todas las dimensiones del desarrollo humano, pues lo bloquea y lo delimita al parecer del gobierno autoritario. 

En últimas, el ejercicio de la autoridad sobre los individuos mediante medidas prohibitivas o coacción, poco o nada nos aporta y por el contrario, restringe la capacidad de nuestros países para desarrollarse en la medida en que nos convierte en individuos dependientes de quién ejerce la autoridad, de su parecer y mandato, hasta el punto que abandonamos la iniciativa y la voluntad de actuar en el marco de nuestro propio albedrío. 

La realidad es que dadas estás implicaciones, es necesario el desmonte completo de semejante construcción mentirosa, para migrar del ejercicio del poder y la autoridad, al verdadero liderazgo y una real gerencia de sociedades, países, ciudades etc., que se concentre en satisfacer enteramente todas nuestras necesidades y expectativas. 

No se puede desconocer que la razón por la que llegamos a una situación como la actual, en la que prevalecen convenciones de gobierno tan arcaicas, es eminentemente histórica, lo que vale la pena evaluar son las razones por las cuales nos mantenemos tercamente en la dimensión de los mandones con sesgo autocrático. La realidad es que, en general, nuestros países a lo largo de su historia republicana han tenido liderazgos mediocres, facilistas, cuya primera alternativa siempre es la más sencilla de implementar cuando se es dueño del monopolio de la ley y de la fuerza. No hay duda de que es más fácil mandar que liderar, es claro que es más cómodo prohibir que gerenciar el mejoramiento. 

En todo caso, la autoridad es tan indeseada y negativa para el desarrollo, que podemos encontrar por doquier ejemplos de países autoritarios en los que sus ciudadanos han terminado emigrando masivamente, en un intento por encontrar un entorno más libre y promisorio. Entenderán el nivel de semejante contradicción, cuando esencialmente, cómo sociedad, terminamos cometiendo el grave error de elegir a alguien que con su dinámica prohibitiva y de imposición termina sacándonos de nuestro propio país. 

Es claro que, en los países en que existen gobiernos basados en el ejercicio del poder y la autoridad, la creación de valor y riqueza se dificulta de forma importante. Al final de cuentas, dado el facilismo en las decisiones de los gobernantes, termina configurándose un entorno en el que emprender, desarrollar exitosamente una iniciativa se convierte en algo muy difícil de lograr. Básicamente porque su materialización entra en conflicto con todas las prohibiciones existentes o termina dependiendo de la voluntad de quien tiene el poder de la imposición. Al final de cuentas estás sociedades terminan preguntándose las razones de su pobreza e inventando mecanismos también autoritarios para tratar de solucionarla, cuando sus propias decisiones los condujeron a un resultado como ése. 

La verdad es que antes de pedir como sociedad, de forma desprevenida, el ejercicio de la autoridad, lo que deberíamos hacer es exigir el desmonte definitivo de una dinámica tan anacrónica, buscando la prevalencia por todos los medios del absoluto respeto por la libertad, la búsqueda individual, colectiva de la felicidad y la reducción real de la mediocridad de los gobiernos y los líderes que afectan nuestra vida y existencia. 

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domingo, 19 de marzo de 2023

El arte de gerenciar países


Fuente: Vantage Circle

Los países son en esencia organizaciones de personas con un territorio común, reglas, cultura y objetivos similares, desde este punto de vista necesitan de procesos de gerencia que lleven a sus habitantes a materializar los resultados esperados. 

Lo primero que hay que decir, es que dicha gerencia no es superior jerárquicamente a los habitantes del país, por el contrario es subalterna, deja atrás la lógica tradicional que supone a los ciudadanos como súbditos o seguidores inferiores, más bien se define como una instancia contratada y supervisada por aquellos para asegurar el avance conjunto de la sociedad. 

Lo segundo es que se trata de una gerencia formada, estructurada, experta en las funciones gerenciales, capaz de comprender detalladamente los recursos y las capacidades de la organización y definir una estrategia magistral que garantice la obtención de buenos resultados.

Lo tercero es que la gerencia de un país es ajena a ideologías que sesguen sus puntos de vista, fundamentalmente porque debe poder tomar decisiones neutrales que le convengan a todos los habitantes sin importar sus características y condiciones. 

La gerencia de países comienza por comprender el contexto en el que debe materializarse, entender las características del mundo en el que se desenvuelve, así como las condiciones y reglas acordadas dentro del sistema mundial, de la misma manera entiende cuidadosamente el funcionamiento del país y del Estado como organización que facilita su desarrollo. 

Seguidamente, entiende que su propósito es lograr el mejoramiento del bienestar de todos y cada uno de los integrantes de un país, elevando de forma importante su riqueza y generando todas las condiciones para que se materialice su felicidad. Por supuesto este resultado dependerá de qué tan bien se logre una articulación efectiva con el mundo y qué tanto la interacción entre el entorno interno y externo del país, faciliten la construcción de valor colectivo. Este último término hace referencia a la capacidad de un país para tomar insumos de diferente índole y transformarlos en algo necesario para el resto del mundo que genere alta disponibilidad a pagar. Cuanto mayor sea la diferencia entre el valor de esos insumos sin transformar y el valor de los productos transformados, mayor será la capacidad del país para construir valor. La construcción de alto valor de forma colectiva, altamente demandado y remunerado por el mundo, es lo que en realidad explica la riqueza y bienestar de los países.

De acuerdo con lo expresado, la gerencia de países, comprende claramente la configuración de los sectores productivos del país y establece cómo transformarlos para concentrarlos en actividades de alta producción de valor y alta demanda mundial. Además determina la forma de lograr que los recursos y las capacidades del país, que se encuentran dedicados a actividades poco valiosas, puedan transformarse durante rápidos y contundentes periodos de transición, de suerte que se trasladen sin contratiempos a los sectores con alta capacidad de generación de valor. 

Para lograr estos cambios, la gerencia de países dimensiona muy claramente la forma en la que utilizará al Estado como organización, la manera en que debe ajustarlo y modificarlo también, de suerte que se convierta en una plataforma para la construcción de valor y en un facilitador de la recomposición productiva. 

Además, la gerencia de países trabaja activamente en unir a los integrantes del país en torno a estos objetivos comunes, procura por todos los medios que no hayan rupturas internas y que en conjunto trabajen para mejorar la generación de valor y el mejoramiento contundente de las condiciones de todos y cada uno de ellos. 

En este sentido, se concentra además en que el valor producido, se distribuya al interior de toda la sociedad, procura que los costos de los hogares sean los mínimos posibles, mientras sus ingresos se maximicen. 

De otra parte, para que la construcción de valor colectivo sea posible, se distribuya entre todos los integrantes de la sociedad, crezcan los ingresos conjuntos, se reduzcan los costos de los hogares y por esta vía, mejore su bienestar, riqueza y felicidad; es necesario transformar el entorno interno para que se convierta en uno estable en el que los integrantes del país se sientan tranquilos y experimenten una sensación de certidumbre, qué les permita comprometerse con el desarrollo y tomar decisiones de mediano y largo plazo que lo dinamicen. 

Tal situación implica además, gerenciar la operación del Estado de forma contundente y efectiva, de suerte que la provisión de bienes y servicios públicos se materialice en el marco de altos estándares de oportunidad, calidad y eficiencia. Aspectos como defensa y seguridad, estabilidad económica, justicia, salud, educación, infraestructura pública etc., no deben ser una preocupación para los integrantes del país, ni mucho menos generadores de incertidumbre. 

De otro lado, la gestión financiera eficaz del país es otro de los propósitos más fundamentales del gerente. Mediante la transformación productiva, logrará que la balanza de pagos cambie y que los ingresos empiecen a ser muy superiores a los egresos, de manera que el valor colectivo construido vendido en el exterior  genere excedentes importantes, que se queden dentro del país y lleguen a los diferentes hogares. Además, procurará que estos recursos adicionales se reinviertan para mejorar de forma sistemática la capacidad de todos los sectores en materia de construcción de valor. Por otra parte, entendiendo al Estado como el facilitador de estos cambios, asegurará que sus finanzas sean impecables, que los recursos con los que cuenta sean magistralmente invertidos, en el desarrollo del ecosistema habilitador de los sectores que consolidan la generación de valor colectivo, con muy alta rentabilidad social y que aspectos generadores de riesgo e incertidumbre cómo el déficit fiscal y la deuda externa, estén en sus mínimos niveles mientras la política monetaria y la fiscal sean altamente rigurosas y responsables. 

La gerencia de países supone, por supuesto, la selección, desarrollo y estabilización de equipos con altas capacidades gerenciales, que aporten de forma inminente en la construcción e implementación de todo lo mencionado, aseguren una única lógica gerencial completamente coherente y compartida, que se multiplique de forma eficaz en todos los niveles organizacionales. 

Por supuesto, la gerencia de países buscará crear un entorno que facilite de forma importante los procesos de construcción de valor colectivo. Identificará sistemáticamente todas las restricciones jurídicas, tributarias, culturales, económicas etc., que dificultan la construcción de valor y empezará a levantarlas una a una. Adicionalmente, indagará de manera detallada acerca de las razones que impiden que los ingresos generados lleguen a algunos integrantes del país, para iniciar procesos de cambio que mejoren la capacidad individual para construir valor, mejorar los ingresos y dar el salto hacia el desarrollo. 

La gerencia de países también incluye la estructuración y ejecución de proyectos de gran alcance que muevan todas las dimensiones del país, rápidamente en el sentido mencionado, supone retirar recursos de sectores de bajo valor para concentrarlos en el financiamiento de dichas intervenciones, además requiere de su gestión magistral para asegurar el logro de todos sus objetivos y alcances en los tiempos esperados. 

En términos de resultados, podemos decir que un país bien gerenciado es aquel en el que la riqueza del país y de todos sus habitantes se incrementa sustancialmente, tiene una economía, un entorno político y social, estables y propiciamente configurados, elabora productos de alto valor, el Estado es capaz de entregar todos sus bienes y servicios de forma oportuna y eficaz, con un alto nivel de satisfacción por parte de sus integrantes, es decir, se trata de un país con altos niveles de bienestar y felicidad. 

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lunes, 30 de enero de 2023

El Pico y Placa y sus contradicciones


Fuente: Revista Semana


Hace aproximadamente 25 años, en Colombia, implementamos una medida denominada Pico y Placa, en la capital del país. A la fecha, se ha extendido a multitud de centros poblados y se ha convertido en el mecanismo principal de los gobernantes en lo que tiene que ver con la gestión de la movilidad.

Lo primero que hay que decir, es que se trata de una medida tan antigua como elemental, intenta restringir el uso de un recurso común, para que no se materialice algo denominado “la tragedia de los comunes” y el recurso común pueda seguirse utilizando con algún grado de eficiencia. Lo cierto es que este mecanismo es completamente necesario y eficaz en recursos con capacidad limitada, que no se pueden diseñar o modificar, como la mayoría de recursos naturales. La restricción más conocida por todos, en este caso, es la veda de pesca, cuyo objetivo, es garantizar la regeneración de ciertas especies de manera que la pesca excesiva no termine extinguiéndolas, para estos efectos se prohíbe a algunos pesqueros pescar ciertas especies durante determinados periodos.

En esencia, lo que hacen los gobernantes en el caso del pico y placa, es restringir a través de una norma y todo un set de sanciones, la posibilidad de usar un recurso común como las vías. Para reducir la congestión, la idea es que en un momento, salgan a las calles los vehículos que tienen un determinado número de identificación, para que en otros momentos distintos, salgan los demás.

No obstante su popularidad entre políticos y los denominados expertos del sector, este tipo de mecanismo tiene en su esencia una serie de contradicciones técnicas que vale la pena revisar en detalle.

La primera y más importante contradicción, es que no tiene sentido aplicar una medida como ésta sobre un sistema que se puede diseñar, en el que es posible ampliar o reducir su capacidad y en el que el diseño es el que define si se materializa o no la tragedia de los comunes. Lo cierto es que, el mismo gobierno que impone la restricción, define a través del ordenamiento territorial, cómo quedará configurado el sistema de movilidad y a qué tanta demanda se enfrentará. Por ejemplo, cuando un equipo de gobierno, decide que una parte de la ciudad alejada, desarrollará proyectos de vivienda, está creando un número de viajes que deberán materializarse diariamente hasta los centros en los que se desarrolla la actividad económica. Por lo tanto, en realidad, cualquier uso excesivo vial, ha sido motivado enteramente por aquel que pretende implementar la medida. Ahora, este mismo actor, además, toma decisiones sobre la capacidad de la infraestructura y servicios de toda índole, que deben atender dicho aumento de la demanda por transporte, por lo tanto, cuando se presenta la tragedia de los comunes, se debe fundamentalmente a que fue el diseño el que generó estrés sobre el sistema de movilidad y se decidió no dar solución a este problema. Lo que hacen en realidad los gobiernos al respecto, es algo parecido a lo que haría un arquitecto poco confiable que al diseñar una casa, propone un diseño del techo que genera múltiples goteras y en vez de solucionarlo, lo que hace, es entregarle a sus clientes un conjunto de recipientes para que recojan el agua cuando llueve.

La segunda y más preocupante contradicción, es que una medida como esta exacerba la tragedia de los comunes en el largo plazo. Teniendo en cuenta que el mal diseño del sistema de movilidad hace que la demanda de viajes sea superior a la capacidad del sistema para atenderlos, restringir el uso de las vías para una determinada forma de movilizarse, lo único que hace es que las personas busquen soluciones alternas. En este sentido, si la infraestructura y los servicios de toda índole como transporte público, por ejemplo, no satisfacen la demanda, los hogares comprarán varios vehículos de todo tipo para solucionar sus problemas de movilidad. Más vehículos suponen una demanda superior de las vías, por lo que se produce más congestión en el largo plazo. Volviendo al caso del arquitecto, es como si la humedad relacionada con las goteras en el techo, lo deteriora hasta el punto de que aparecen cada vez más goteras y por tanto, se requieren nuevos recipientes para recoger esta agua adicional que cae a borbotones.

La tercera contradicción, resulta absolutamente cuestionable y tiene que ver con el rol de los gobiernos en relación con el ciudadano. A lo largo del tiempo, el mundo ha evolucionado, gracias a siglos de cambios, pasamos de monarquías con súbditos, a democracias con ciudadanos, hemos entendido que el Estado es una convención que construimos entre todos para que solucione problemas que de manera individual no podemos atender. En particular, se trata de una organización que conformamos para satisfacer un conjunto de necesidades esenciales, por lo tanto el Estado, existe enteramente para servir y satisfacer al ciudadano. Restringir sus demandas utilizando la autoridad como si se tratara de un súbdito, echa por tierra todo este planteamiento, peor aún, restringirlo, cuando, el problema es generado por la incapacidad del Estado para crear servicios que satisfagan sus necesidades de movilidad, es francamente anacrónico y condenable.

La cuarta contradicción, muy negativa para el país, es que la implementación del pico y placa, ha postergado el desarrollo de los sistemas de movilidad y la corrección estructural de los errores de diseño de los sistemas de ciudad. En la actualidad, en cada centro poblado del país en los que se ha puesto en marcha este mecanismo, tenemos sistemas de movilidad absolutamente subdimensionados, centrados en modos de transporte poco eficientes, así como un ordenamiento territorial precario y francamente caótico. Resultado muy negativo si tenemos en cuenta que, 25 años es un periodo más que suficiente para lograr cambios estructurales en estas dimensiones, que satisfagan cabalmente las demandas de los ciudadanos. Al final de cuentas, es como si fuéramos los dueños de la casa con goteras y dado que tenemos las vasijas que recogen el agua, aplazamos durante décadas arreglar semejante problema en el techo, tan perjudicial y evidente.

La quinta contradicción, compleja e irracional, es que ha elevado los costos de transportarse de forma importante para todas las personas. Dado que las decisiones en materia de mejora del sistema de movilidad no se han materializado y que la demanda debido a errores de ordenamiento ha venido aumentando con el tiempo, lo que ha pasado es que la calidad de los viajes de las personas se ha deteriorado drásticamente, al punto que moverse al interior de diferentes poblados, se ha convertido en una preocupación evidente para todos los hogares, independientemente de sus condiciones socioeconómicas. Este particular, aunado al hecho de que los mismos gobernantes que implementan la medida, tampoco han tenido éxito en garantizar condiciones de seguridad ciudadana aceptables, han llevado a que las personas prefieran modos de transporte, como el vehículo particular, que los aíslen de un entorno completamente hostil. Sin embargo, en la política de movilidad este modo se ha declarado el enemigo, aumentando paulatinamente los costos de su uso, sin ofrecer alternativas de remplazo con una calidad aceptable, por lo que al final de cuentas las personas siguen usándolo en el marco de una empeorada experiencia y un muy alto costo del viaje. Continuando con el símil, es como si el arquitecto fuera el único proveedor para los recipientes en los que recogemos el agua de las goteras generadas por su pésimo diseño y aquel decidiera, castigarnos cobrándonos un precio cada vez más alto, por estos elementos que nos obligó a utilizar.

La sexta contradicción, por demás, poco inclusiva, consiste en que la medida es en general indiscriminada, desde el punto de vista que mide con el mismo rasero a todos aquellos que resultan afectados con su implementación, no se pregunta por las razones que motivan las preferencias de grupos específicos en términos de movilidad. Por ejemplo, ignora el punto de vista de personas cuyas matrices origen destino, no son compatibles con modos de transporte de reemplazo, personas de la tercera edad, que no son discapacitadas, pero necesitan soporte y tratamiento especial en materia de movilidad, personas que deben hacer múltiples desplazamientos diarios y utilizan sus vehículos como soporte de su actividad comercial etc. Desde la perspectiva del arquitecto, es como si se desconocieran los dramas generados sobre los hogares con el diseño mediocre y se desoyeran enteramente, las necesidades particulares de todos aquellos que tienen problemas específicos, profundizados por la existencia de las indeseables goteras.

En todo caso y no obstante todos estos cuestionamientos técnicos, a lo largo de los años de imposición de la medida, nos han vendido un discurso en el que la causa de los problemas de movilidad de las diferentes ciudades, es esencialmente el comportamiento ciudadano, mientras la gran solución es la aplicación de tal aberración técnica y el gran salvador es el Estado que ejerce con mano dura su autoridad, al punto de que la sociedad mayoritariamente defiende semejante actuación. Tal discurso está respaldado con argumentos tan débiles, como que en otros países se implementan medidas similares, como si el hecho de que otros Estados sean igual de ineficaces en materia de ordenamiento y movilidad, aportara alguna clase de validación.

Lo cierto es que una medida de estas características, no solamente debería levantarse, sino que tendría que prohibirse y declararse inconstitucional, garantizando una sanción ejemplar para cada gobernante que piense en traerla de vuelta, esencialmente, porque se trata de un mecanismo para ocultar el flagrante incumplimiento, de las responsabilidades más fundamentales asignadas por la constitución, a los equipos de gobierno de las diferentes poblaciones.


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sábado, 21 de enero de 2023

Mentalidad de subdesarrollo


De corazón, creo que nuestros gobiernos y en general el Estado, tienen que ser repensados enteramente. Antes de exponer los argumentos vale la pena darles algo de contexto acerca de mi historia personal para que entiendan sus motivaciones. 

Crecí al interior de una familia educada, este particular hizo toda la diferencia en el curso de mi vida, pues me permitió ver el mundo con un nivel de sofisticación algo superior al de los demás. Debido a la naturaleza del trabajo de mi padre, viví en zonas rurales buena parte de mi niñez y adolescencia, por lo tanto, empecé mis estudios primarios en un preescolar del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, seguidamente, los continué en escuelas rurales y concentraciones escolares de distintos poblados. Más tarde, estudié en colegios públicos y los últimos años en un colegio religioso en el que me gradué con varias distinciones que me dieron acceso a una beca para educación superior. A pesar de la beca, mis estudios universitarios los hice trabajando en el día y estudiando en la noche. Gracias al nivel educativo de toda mi familia, tuve acceso a puntos de vista diversos y a un volumen importante de libros que decidí devorar desde muy pequeño, en estas colecciones se encontraban prácticamente todas las obras seminales de la humanidad en economía, filosofía, matemáticas etc. Después de hacer todo este recorrido y apropiar todo este conocimiento, tres cosas quedaron claras para mí: 1. Lo importantes que son la educación y el contexto, en el desarrollo de las personas. 2. Lo fortuito que fue mi caso, pues por lo que sé, pocos de mis compañeros de estudios tuvieron posibilidades similares. 3. La certeza de que la realidad colombiana es muy diferente a la que tienen en la cabeza quienes toman decisiones que la afectan. 

Con los años y luego de otros estudios, me convertí en profesor de las mejores universidades del país, en asesor gerencial de organizaciones públicas, privadas y empresario. Hasta la fecha, he tenido la posibilidad de ocupar cargos directivos públicos, privados y trabajar en diferentes países del mundo. En la actualidad puedo decir, que luego de analizar por dentro organizaciones de prácticamente todos los sectores, comprendo en toda su extensión el Estado, sus objetivos y sus problemas más estructurales. Lo que quiero decir con esta larga introducción es que no soy un observador externo, que todo este recorrido desde la niñez hasta el día de hoy me ha permitido entender cómo funciona el país, nuestra sociedad y advertir cosas que definitivamente deben cambiarse. 

La educación que recibí no fue la mejor, la razón de mi evolución tuvo que ver más con mi decisión autodidacta y las posibilidades que me ofreció el entorno familiar. Las zonas en las que viví tenían serios problemas de orden público, de hecho, mi padre murió asesinado bajo circunstancias generadas por ese contexto, vale la pena decir, que la justicia y en general la institucionalidad vinculada a dicha situación fueron totalmente inoperantes. Siendo de provincia, para poder evolucionar profesionalmente, tuve que emigrar a la capital, en todo caso, pude hacerlo gracias a la generosidad familiar. 

Lo cierto, es que los resultados alcanzados se deben a mi empeño, por supuesto, pero también, a que conté con mucha suerte, en el sentido de que el contexto, excepcionalmente, me ofreció las condiciones propicias para crecer y desarrollarme.

Es claro, que los gobiernos y el Estado juegan un rol fundamental en la evolución de las personas. No obstante, tendemos a subestimar este papel, a aceptar y normalizar las deficiencias en su funcionamiento. Para que una persona materialice todo su potencial, basta con ofrecerle las condiciones de contexto apropiadas y ella misma, por sus propios medios, hará toda la magia.

Imagínense un país que ofrezca educación de calidad para todos, en dónde el acceso a educación superior excelsa sea la regla y no la excepción, en el que las condiciones de orden público estén garantizadas, la salud y los ingresos de las familias no sean una preocupación, un país en el que la justicia asegure el desarrollo equitativo de todo y de todos.

Vale la pena resaltar que, crear una realidad como la anotada, no depende únicamente de los individuos, de las familias o de las empresas, en realidad está determinada enteramente por una organización denominada Estado que, a lo largo de siglos de evolución social, se configuró en los diferentes países del mundo, para lograr este cometido. Tal convención necesita ser dirigida y gestionada, función que está enteramente en cabeza de los gobiernos. 

Un conjunto de países, llamados desarrollados, han logrado entornos ideales para el mejoramiento del bienestar humano, gracias en general, a que sus Estados funcionan de maravilla y sus gobiernos hacen una labor excepcional.  Los países que están por detrás en desarrollo, aún no se acercan a dicho nivel, tienen Estados mediocres y gobiernos que de ninguna forma adelantan una gestión acertada. 

La pregunta que muchos deben estarse haciendo es: ¿cómo los países desarrollados se convirtieron en tales? Lo cierto es que, en algún momento de su historia, tomaron la decisión de hacer las cosas de forma diferente, dejando atrás la mediocridad y la permisividad a la que se habían sujetado por años. Sus sociedades subieron los estándares y se concentraron en exigir otra realidad. Personas, sindicatos, empresas, organizaciones no gubernamentales con cada acción cotidiana, presionaron la materialización de las transformaciones. 

Nosotros podemos dar un salto similar, para lograrlo, primero, tenemos que abandonar el pensamiento subdesarrollado centrado en bajas expectativas y escasa exigencia. Si seguimos pensando que, con infraestructura mediocre, asesinatos a diario, educación de mala calidad y restringida, inestabilidad económica, justicia pesada y corrupta etc., estamos conformes, jamás daremos el salto hacia el desarrollo. Es menester, dejar atrás la visión atrasada del mundo en la que calificamos como “privilegios” elementos esenciales para tener una vida digna, no es lógico asumir como prerrogativas, las condiciones apenas aceptables de las que gozan ciertos grupos poblacionales, cuando claramente se trata de derechos que cualquier sociedad evolucionada debería garantizar para cada uno de sus integrantes.

Todos estos son aspectos que, con una política distinta a la tradicional, gobiernos eficaces, centrados en gerencia y una organización pública diferente, podemos solucionar de la noche a la mañana. Por lo tanto, vale la pena exigir y generar mediante la acción individual y colectiva, este tipo de cambios. 

Luego de elevar las expectativas, empecemos a exigir transformaciones en el contexto, enseñémosles a nuestros hijos a ser exigentes también.  A cada gobernante, a cada rama del poder público, exijámosles operar de forma más avanzada que Amazon o Apple, mejor que cualquier organización privada de primer nivel. No aceptemos sus excusas ni dejemos que nos envuelvan con sus discursos, simplemente concentremos nuestra atención crítica en si el orden público, la justicia y la economía funcionan perfectamente, en si la carretera está construida y correctamente refaccionada, en si la ciudad, el municipio se encuentran exquisitamente mantenidos o no. Olvidémonos de la disculpa de siempre, esa que habla de que los recursos no son suficientes para financiar la construcción y sostenimiento de entornos ideales, con conocimiento de causa, les puedo decir que esos recursos son más que suficientes para hacer una gestión decente del país. Por el contrario, el hecho de que cada vez se haga menos con flujos de ingresos que han crecido de forma ingente, debe conducirnos a preguntarnos acerca de la capacidad gerencial de quienes nos lideran. 

Quitémonos la venda de los ojos y convenzámonos de que las cosas pueden ser de otra manera, presionemos el salto hacia el desarrollo, a ver si de una vez por todas configuramos un entorno en el que salir adelante, no sea una excepción, cuestión de suerte, sino que más bien sea la regla, para todos y cada uno de los colombianos.


martes, 29 de noviembre de 2022

La política tradicional ha muerto


Pocas cosas han evolucionado tanto en los últimos años como nuestra sociedad, sus preferencias, objetivos, manera de organizarse e interactuar son drásticamente diferentes, no obstante, la política en los países latinoamericanos se ha mantenido estática. 

Semejante situación ha venido generando brechas evidentes entre los políticos actuales y la sociedad que se expresan de forma clara en la reducida favorabilidad de todas las instituciones políticas. La sintonía de las personas con las estructuras políticas formales de los diferentes países es cada vez menor, a pesar de que tenemos una sociedad involucrada en la política como nunca antes, que se moviliza y toma partido. La aceleración de la articulación humana a través de nuevos mecanismos de gran impacto como las redes sociales, ha dado cuenta de mayorías que deliberan como nunca antes en la historia, con el fin de influir en todos los entornos políticos. 

Dicho lo anterior, al hacer un análisis cuidadoso de los imaginarios de los políticos de oficio actuales y las instituciones de las que forman parte, encontramos una concepción precaria y atrasada de la política que no coincide con la manera en la que el resto de la sociedad entiende el mundo. 

En efecto, la política actual está vinculada todavía a las ideas reinantes durante los orígenes del Estado moderno, es decir, aún define a las personas como una especie de súbditos con derechos y ciertas libertades, por lo que está focalizada en el ejercicio del poder y la imposición de la autoridad. 

Por otro lado, sigue concentrada esencialmente en la discusión, la deliberación, el enfrentamiento de posiciones ideológicas antagónicas, la imposición de las ideas y la toma de decisiones centradas en reformas y contra reformas. 

Desde este punto de vista, promueve un paradigma que exalta el liderazgo político tradicional por encima de todo, produce caudillos que a partir del discurso y la batalla deliberativa, intentan convencer a los súbditos de que sus planteamientos son los que deben ser impuestos sobre la sociedad, fabrica gobernantes separados de la realidad social, que con cierto espíritu autocrático toman decisiones que van en contravía del interés general. 

Una lógica como ésta da como resultado gobiernos e instituciones políticas completamente desconectadas de las preferencias sociales, interesados esencialmente, en no perder el control de los hilos del poder y por tanto, adelantar todo un despliegue del discurso, la retórica y la fuerza, para garantizar un eficaz dominio del aparato público y la sociedad.   

En indudable contraste, la sociedad está reclamando una política de nueva generación, ágil, rápida completamente centrada en satisfacer sus necesidades y mejorar su bienestar, una política que pone al ciudadano en el centro de toda su actuación, capaz de empatizar con él y comprender todas sus preocupaciones, configurada desde todos los puntos de vista, para cumplir sus expectativas de manera precisa y contundente. Las nuevas generaciones están en la búsqueda de una política que genere tranquilidad, que asegure entornos estables y abundantes que faciliten el desarrollo individual y la construcción de felicidad. 

Por lo tanto, el ciudadano actual, exige la evolución contundente de los líderes políticos, busca con ansia representantes capaces de unificar la sociedad en torno a objetivos comunes, personas que persiguen a toda costa el bien general, la armonía, abundancia y estabilidad de la economía y la sociedad.

Por definición, estos líderes deben ser menos retóricos y más científicos, es decir, menos interesados en persuadir para instalar socialmente ideas antagónicas y más focalizados en comprender, en interpretar los objetivos comunes, las expectativas generales en torno al bien común y descifrar la manera de conducir a la sociedad de forma certera, tranquila y contundente por el camino que desea recorrer. Por supuesto, estamos hablando de políticos que están menos focalizados en discursos, más centrados en entender las preocupaciones sociales y hacerse cargo de ellas, obsesionados con el liderazgo y la gerencia magistral de la sociedad, para efectos de facilitar su evolución a lo largo del camino por el que quisiera moverse. 

Así las cosas, el divorcio tradicional entre gerencia y política debe desaparecer, bajo ninguna circunstancia es posible ser un buen político si no se es también un buen gerente. Si se entiende la gerencia como el arte de gestionar recursos de toda índole para materializar resultados y este punto de vista se concilia con la obsesión por hacerse cargo y conducir de forma certera a que la sociedad materialice sus objetivos, se entenderá la profunda irracionalidad de mantener separados estos dos conceptos. 

Ser buen gerente implica formarse para serlo, lograr verdadera maestría en el arte de gestionar organizaciones, recordando, que un país en sí mismo, es una organización de personas con múltiples elementos y objetivos comunes, teniendo en cuenta que está nutrida por infinidad de recursos y capacidades, los cuales, deben ser comprendidos y gestionados eficazmente con el propósito de lograr el mejoramiento del bienestar de todos sus habitantes, así como la satisfacción de sus diversas expectativas. 

De la misma manera, la buena gerencia supone ser consciente de que el país cuenta con una organización pública diseñada y concebida para facilitar el logro de los objetivos de toda la sociedad, mantener su armonía social, económica, entregar bienes y servicios de carácter público que nadie más es capaz de entregar, los cuales, deben garantizar un ajuste perfecto a las preferencias de los ciudadanos, una calidad y pertinencia notables, superior a la de cualquier empresa privada, pues si bien, el bienestar de una persona no parece afectarse de forma sustancial cuando se presentan problemas en la producción de bienes triviales como un nuevo reloj o nuevo teléfono inteligente;  si cambiará drásticamente si servicios tan esenciales como seguridad, justicia, salud, educación, infraestructura pública etc., no le son provistos de forma apropiada. 

De acuerdo con todo lo expresado, la favorabilidad de las instituciones políticas empezará a mejorar cuando los políticos cambien y las instituciones se transformen, cuando aparezca la primera generación de políticos capaces de gerenciar magistralmente el país y al interior de todas las ramas del poder público y sus diferentes entidades, tengamos gerentes que conozcan perfectamente su negocio, totalmente empáticos con las necesidades de los ciudadanos y con habilidades muy desarrolladas para transformar drásticamente las ciudades, los municipios y los entornos rurales tomando decisiones mucho más pertinentes y gestionando de forma mucho más inteligente los mismos recursos con los que en la actualidad contamos. 

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lunes, 7 de noviembre de 2022

Estabilidad económica: la clave de un verdadero progresismo

Fuente de la imágen: Revista Yorokobu

La economía es un sistema altamente complejo que debe gerenciarse de forma magistral y cuidadosa si es que se tiene el objetivo de mejorar el nivel de desarrollo de un país.

En primera instancia vale la pena comprender que semejante estructura no puede engañarse ni manipularse. Es claro que, la economía contemporánea está llena de actores tomando decisiones con base en la información y estímulos que reciben del entorno, que con el paso de los años, han venido incrementando de forma exponencial su capacidad para entender lo que pasa en los mercados, gracias al desarrollo de la tecnología y la analítica avanzada.

Debe tenerse en cuenta que, por ejemplo, un sinnúmero de personas entregan directa o indirectamente sus ahorros grandes, medianos o pequeños a fondos de inversión nacionales e internacionales de diferente índole o características, que cuentan con equipos cada vez más sofisticados, encargados de hacer la lectura en tiempo real de las condiciones del mercado, con el propósito de tomar decisiones anticipadas, inteligentes, que eviten a toda costa la pérdida de valor de las inversiones.

En este sentido, pensar siquiera en implementar mecanismos de gerencia de la economía, similares a aquellos populares en décadas pasadas, es francamente ingenuo e irresponsable.

Dada la evolución financiera de la humanidad, cómo nunca antes en la historia, los capitales se mueven alrededor del mundo y lo hacen buscando entornos estables, seguros, en los que sea posible la creación de valor. Estos movimientos son permanentes, pero especialmente fuertes en momentos como el actual, en el que se esperan resultados adversos en todas las economías del mundo.

Es claro que, los diferentes inversionistas grandes y pequeños buscan por todos los medios proteger los ahorros que han construido a lo largo de su vida, movilizando sus inversiones a los entornos más seguros posibles. Estos movimientos tienen incidencia directa sobre variables como la tasa de cambio, la inflación, la producción interna bruta etc.

Desde este punto de vista, los países que generen incertidumbre tendrán por definición desbandada de capitales y parálisis de los que se quedan. Toda esta dinámica ralentiza la economía real, la de las personas, los hogares, las micro, pequeñas y medianas empresas.

De hecho, lo que nos han demostrado las crisis económicas de los últimos 150 años y recientemente la inmobiliaria del 2008, así como la de la pandemia del COVID 19 que vivimos en la actualidad, es que los intentos sistemáticos por engañar la economía siempre anteceden procesos recesivos complejos.

Así las cosas, los países más ricos, aprendiendo de la historia, han desarrollado patrones de gerencia de la economía más responsables y realistas. Su objetivo principal, es  mantener sus economías suficientemente estables, para que los diferentes capitales se movilicen hacia ellas y sobre todo, que los inversionistas se animen a generar valor, creando empleo y riqueza interna.

En Colombia aún no apropiamos este mismo aprendizaje, por ejemplo, hacemos una reforma tributaria cada año, asumiendo que decisiones de este estilo no van a originar daños sobre la economía y que no se materializarán efectos nocivos sobre el ecosistema productivo. De hecho, tenemos una lógica de gobierno pendular, inmadura que cambia de parecer cada cuatro años e ingenuamente asumimos que está indecisión no tendrá efecto sobre la actividad privada, la fuga y parálisis de capitales.

Incluso, las declaraciones de los gobiernos de turno, que intentan de forma ilusa tranquilizar los mercados, en el entretanto de la incertidumbre generada por ellos mismos, en general, se refieren a la incidencia de sus decisiones sobre los grandes capitales, lo cual es extraño por cuánto la economía real de los hogares y pequeños negocios es la que configura el ADN de la riqueza de las naciones. En este sentido, cualquier aspecto que genere incertidumbre en la clase media, por ejemplo, aplaza sus motivaciones de emprendimiento y consumo, lo cierto es que, éstas decisiones son las que en realidad generan efectos adversos sobre el desarrollo de un país, pues son los negocios agrícolas,  los restaurantes, las tiendas, las peluquerías, panaderías etc., los que verdaderamente ofrecen posibilidades de empleo e ingreso a la mayoría de la población.

En Latinoamérica tenemos por doquier ejemplos fallidos de gobiernos que ingenuamente se creyeron más inteligentes que cientos de equipos económicos dotados con un arsenal de herramientas de última generación. Alucinantes intentos por manipular la economía causaron, entre otras cosas, la impresionante crisis de desabastecimiento en Venezuela y una irracional inflación, que destruyeron el bienestar de los hogares, al punto de generar una de las diásporas más grandes de la humanidad, detrás se cuentan ejemplos similares, guardadas proporciones, como el de Argentina, Nicaragua etc.

En esencia, nuestros gobiernos gerencian de forma descuidada y poco rigurosa la economía y pretendemos tener procesos económicos de creación de valor y riqueza de países  desarrollados, los cuales se comportan de una forma totalmente diferente.

Dicho lo anterior, es importante anotar que, Latinoamérica viene eligiendo gobiernos que proponen cambios estructurales en aspectos que durante años han permanecido invariables. Es claro, que el progresismo en cualquier escenario es pertinente para materializar verdaderos procesos de mejora, la innovación que motiva el cambio es necesaria para garantizar resultados evolutivos sociales positivos. Ahora, debe tenerse mucho cuidado con confundir el progresismo con la intención de traer del pasado ideas que han mostrado no funcionar, simplemente porque son propuestas por ideologías particulares, pues se trata de dos cosas totalmente diferentes. Cuando lo que se procura es la instalación social de ideas antiguas, en realidad no hay progresismo sino un marcado conservadurismo. En efecto, en procesos como el de Venezuela, Argentina y Nicaragua lo que se puede ver, es la terquedad de ideas absolutamente conservadoras de una vertiente ideológica que no había gobernado, insertadas en economías que se encuentran años por delante de tales planteamientos.

De otra parte, debe aclararse que el progresismo no puede suponer la gerencia ligera y descuidada de la economía, por el contrario, teniendo en cuenta sus objetivos en términos de cambio social, necesita de la gestión magistral de las transformaciones y además, de la generación de riqueza estructural, que asegure el verdadero mejoramiento de la felicidad de todos y cada uno de los hogares, creando las condiciones para que efectivamente se muevan de manera equitativa, hacia una situación de mayor abundancia en comparación con la que existía antes de dar inicio a su gobierno.