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jueves, 22 de septiembre de 2022

El verdadero significado de gobernar

 


Gobernar puede ser considerada como la actividad más noble y hermosa entre todas las que existen. En el alma de tan necesaria gesta está recogida la posibilidad de decidir sobre la felicidad de otros, de escoger si los gobernados pueden o no materializar sus sueños e ideales. En gracia de semejantes posibilidades, quien gobierna es en general visto como una esperanza, como aquel que puede sacarnos de la angustia para llevarnos por el camino de la tranquilidad.

La libertad y la justicia se han convertido en nuestro más preciado logro con el correr de los siglos. Un conjunto de aberraciones a lo largo de la historia de la humanidad se ha encargado de conducirnos a semejante conclusión. Por lo tanto, al gobernante le es entregada la custodia y protección de los principios más valiosos para el ser humano, por encima incluso de la vida y la familia. No existe en el mundo ninguna clase de oficio al que se le otorgue semejante potestad y sobre el cuál se consoliden todos nuestros deseos más profundos.

En atención a semejante voto de confianza, las personas esperan algunas cosas del gobernante, se trata de aspectos que pueden parecer menores pero que en realidad son determinantes. En primera instancia, pretenden que gobierne para todos, que preserve con el mismo ahínco y decisión la libertad de cada uno de los gobernados, que asegure decisiones justas sin reparo alguno en credo, raza, ideología, nivel socioeconómico etc.

En segunda instancia, buscan que respete sus realidades, que entienda que todos ellos están intentando construir una familia, solucionar las necesidades más inmediatas, atender los problemas cotidianos, en general, teniendo en cuenta que sus vidas son suficientemente complicadas, pretenden que no se les moleste y no se le sumen a su ya retadora existencia nuevas complejidades.

En tercera instancia, esperan estar seguros de que lo que necesitan para existir de forma decorosa, estará a su entera disposición siempre y sin restricciones. En general, buscan que toda la cotidianidad externa a su hogar permanezca  suficientemente dotada y correctamente mantenida.

En cuarta instancia, tienen la esperanza de que su entorno y realidad resultarán tranquilos y certeros, que los días no supondrán sorpresas desagradables  causantes de situaciones de angustia y desconsuelo para ellos y todos los que quieren.

En quinta instancia, desean que nadie, bajo ninguna circunstancia, experimente o improvise al tomar decisiones. Sueñan con que el gobernante entienda el valor de la increíble responsabilidad que le ha sido asignada y que por tanto, haga todo con máxima preparación, respeto y cuidado.

En sexta instancia, suponen que cuidará con esmero los recursos que cada hogar le transfiere en medio del esfuerzo y sudor de la frente. Que valorará el hecho de que hasta la persona más humilde, utilizará parte de la remuneración producto de su esforzado trabajo, para financiar la producción de bienes y servicios públicos, no obstante los podrían gastar en proporcionarse una mejor casa o una mejor educación para sus hijos.

En última instancia, aguardan a que el gobernante tenga la grandeza de aceptar con humildad que sus propias expectativas y deseos están enteramente supeditadas a las aspiraciones de los gobernados, que en medio de la más decidida gallardía mantenga por encima de los intereses de todo el gobierno, la absoluta prevalencia y soberanía de quienes pusieron en él sus ilusiones, lo hayan o no elegido.

Por lo tanto, el arte de gobernar está centrado en reconocer y aceptar como un credo todo lo anterior y en buscar a toda costa la felicidad presente y futura de todos los gobernados. En construir un entorno propicio para que cada individuo pueda materializar sus expectativas cualquiera que estás sean.

Sin duda, un resultado de estas características exige un manejo magistral de la economía, manteniendo a toda costa su estabilidad y capacidad para crear bienestar. Esto quiere decir, que mediante la conjugación de decisiones tributarias, fiscales, legales rigurosas y sobre todo responsables, se procurará el crecimiento de los ingresos y la riqueza de todos los hogares e individuos. Ahora, estas decisiones deben ser sostenibles de manera que para mejorar el presenten no se comprometa el futuro.

Por supuesto, en línea con todo lo mencionado, todo buen gobernante tiene claro hacia donde debe y puede moverse la sociedad, pero más que eso, tiene clara la manera de hacerlo de forma inteligente y cuidadosa evitando a toda costa dar saltos al vacío. Esto implica que debe ser un buen estratega capaz de plantear una estrategia sólida que encamine a los gobernados hacia la creación indiscutible de todas las condiciones necesarias para mejorar su felicidad.

En el mismo sentido, quien espere gobernar exitosamente debe dominar profundamente el arte de la gerencia. En la esencia del gobernante está la necesidad de movilizar y articular infinidad de recursos y capacidades tanto públicas como privadas para lograr los objetivos necesarios para materializar la estrategia. Este resultado únicamente se logrará si se comprende realmente la mejor forma de organizar tales recursos, capacidades y gestionarlos para que su combinación e interacción sea la mejor entre todas las posibles.

Por supuesto, todo buen gobernante debe ser un buen líder, está condición implica que entienda de forma precisa cómo motivar y persuadir a todos aquellos que deben intervenir en el logro de los objetivos, para que se comprometan con ellos y verdaderamente los alcancen. Naturalmente su liderazgo esta mediado por la orientación a  resultados y el logro, a la materialización de metas concretas antes que la acostumbrada venta de humo y promesas. Por supuesto, no se trata de un liderazgo autoritario centrado en obligar y prohibir sino más bien en motivar y facilitar.

La historia es la encargada de catalogar a los gobernantes, de definir sus bondades y desaciertos, de determinar si fueron lo suficientemente inteligentes y humildes para reconocer la magnitud de la oportunidad que la sociedad les ha dado y aprovecharla con sabiduría. Por lo tanto, nos ha dicho y nos seguirá diciendo, quiénes verdaderamente comprenden estos principios y por tanto entienden lo que es realmente gobernar. 

 

 Versión en audio

 

 

 

jueves, 25 de mayo de 2017

Nuestra sociedad no necesita a los políticos

                                           Fuente: http://www.birgrupyazar.com/kuru-siki-hayatlar/


Cuando nos referimos a las actividades de quienes rigen o esperan regir los asuntos públicos, nos vienen a la cabeza todo tipo de perspectivas centradas en lograr una mejor sociedad,  garantizando que cada uno de los individuos que la conforman, sea capaz de lograr sus expectativas y que por esta vía, tenga la posibilidad de alcanzar un estado de felicidad razonable. Esa, naturalmente, es la lógica del deber ser de la política, la cual en el caso de Colombia y de un sinnúmero de países en el mundo, dista mucho de lo que pasa en la realidad.

La culpa de una diferencia tan marcada entre el deber ser y lo que es, está enquistada en un conjunto de imaginarios que a lo largo de los años, han venido posicionándose en nuestras sociedades, hasta el punto, de que muchas personas creen que no es posible concebir un entorno de poder público diferente al actual, sienten que la lógica política contemporánea es producto de un estado natural social que no puede modificarse, al cual todos indefectiblemente tenemos que acostumbrarnos.

Lo cierto es que los políticos, un grupo minoritario de personas, se han encargado de hacernos pensar de esta manera, a través de siglos de decisiones amañadas nos han convencido de que son necesarios para mantener el equilibrio social y satisfacer nuestras necesidades.  Tan falsa es esta posición que históricamente, buena parte de su tiempo, lo han invertido en discursillos focalizados en tratar de defender lo indefendible y mantener un conveniente status quo.

Lo interesante del caso es que las nuevas generaciones “no comen cuento”, a partir de los millennials, el mundo está conformado por un conjunto de personas críticas capaces de identificar las fallas sistémicas de los modelos políticos, económicos y sociales que  nos han regido durante años. Por primera vez en siglos estas personas son capaces de acceder alrededor de todo el mundo, de manera irrestricta, a volúmenes ingentes de información, puntos de vista, teorías, paradigmas etc; y lo más interesante de todo, es que tienen la capacidad necesaria para unir los puntos y darse cuenta de que “el tigre no es como lo pintan” las personas que en la actualidad rigen nuestros destinos. 

Lo claro es que como sociedad estamos en un proceso de transición hacia un paradigma político diferente, al cual nos dirigimos caminando pero algunos creemos que es necesario empezar a correr. Es evidente que YA NO NECESITAMOS A LOS POLÍTICOS, que actualmente toman decisiones sobre nuestras vidas.

Quién puede necesitar individuos egoístas que piensan más en su propia conveniencia que en el bienestar del pueblo que los eligió directa o indirectamente. Se trata de personas que ven en lo público una carrera por la que se mueven en el marco de una especie de gueto, a costa de tomar decisiones que preservan los intereses de aquellos que tienen injerencia en su proyección profesional, aun cuando vayan en contra del bienestar de la sociedad. Operan como una especie de logia que preserva a toda costa los intereses de sus miembros, pero a la que le tienen sin cuidado las afugias de nuestra golpeada sociedad. Muy al estilo de la mafia siciliana de antaño, concentran su gestión en hacer favores que después alguien debe pagarles y en recompensar a aquellos que en algún momento de su vida les ayudaron a avanzar en el marco de su crecimiento político. 

No obstante puedan haber alcanzado niveles educativos altos, en general se trata de personas poco técnicas, escasamente estructuradas, cuyo único mérito radica en su capacidad para relacionarse con la logia indicada y entender los mecanismos para evitar ser expulsados.

Quién puede necesitar personas que no construyen su agenda política en torno a la solución estructural de problemas sociales, sino alrededor de propuestas que preservan los intereses de los grupos económicos más poderosos, los mismos que son capaces de pagar ingentes sumas de dinero para venderle a los votantes “el candidato indicado”, mediante la implementación de despiadadas y mentirosas campañas de marketing.

Quién puede necesitar dirigentes completamente ajenos a las realidades del pueblo sobre el cual toman decisiones, que viven en entornos ideales separados, amén de que ellos mismos se encargan de solucionar primero sus necesidades, priorizándolas por sobre las de sus votantes, es decir, se concentran exclusivamente en garantizar la erradicación de sus propios sufrimientos olvidándose del dolor del resto de la sociedad.

Por qué íbamos a querer ser dirigidos por habladores de oficio, cuyo principal mérito es dar discursos, aparecer en fotografías y figurar en redes sociales.  Personas capaces de anteponer un evento político a una reunión técnica cuyo propósito es diseñar la solución efectiva a un problema social; que privilegian una rueda de prensa sobre un ejercicio de gerencia serio, que garantice el correcto funcionamiento de las organizaciones que dirigen; que prefieren abrir eventos en los que participan las mismas con los mismos pertenecientes a su séquito político, antes que trabajar concienzudamente para sacar adelante proyectos que mejorarán el bienestar de los más desfavorecidos.

Quién podría pensar que para nuestra sociedad es útil contar con políticos que mandan al traste la efectividad de las organizaciones que dirigen, llenando sus cargos con individuos que poco o nada conocen de la técnica necesaria para garantizar el logro de sus objetivos misionales, con aspirantes cuyo único mérito es respaldar a toda costa al integrante del gueto que en su momento pudo llegar a un cargo de decisión. 

Quién querría en su entorno personas con un hambre ingente de riquezas, capaces de utilizar la posibilidad de regir nuestro destino, para venderle al mejor postor la decisión que más le  convenga, aún en desmedro del bienestar de la mayoría.

¿Habrá alguien que necesite personas tan dañinas para una sociedad como la nuestra? Si todos estamos de acuerdo en la respuesta, ¿por qué permitimos que sigan plagando la realidad política de nuestros países? De inmediato podemos tomar la decisión de condenar su existencia, tenemos la posibilidad de dejar de votar por ellos, podemos restringirles la entrada a nuestros entornos cotidianos, hacerles sentir a través de todas las estrategias posibles que no son bienvenidos y que a partir de la fecha son proscritos en una sociedad que tiene la voluntad de garantizarse para sí misma una lógica política completamente diferente.  

martes, 7 de marzo de 2017

Carta abierta a los Servidores de Función Pública


Querido equipo de Función Pública:

Quiero enviarles a todos un caluroso saludo lleno del más profundo agradecimiento y un sincero sentimiento de aprecio. Les escribo por varias razones, la primera, despedirme pues he decidido retornar a mis actividades privadas, asumir de nuevo las labores académicas y el trabajo con los multilaterales. Cuando acepté las riendas de la Subdirección de Función Pública, la entidad me necesitaba, ahora quien necesita de mi apoyo es la empresa que ayudé a construir hace años y a la que también quiero con el corazón. 

Ha sido más que un placer trabajar con todos ustedes y aportar en la materialización de los retos que se ha trazado esta bonita organización. Cuentan con mi absoluta gratitud por los ingentes esfuerzos que han hecho para construir un mejor país, es mucho lo que Función Pública ha aportado en materia de política pública. Con algunos tuve la oportunidad de interactuar más que con otros, sin embargo, de cada uno me llevo gratos recuerdos asociados a sonrisas sinceras y muestras genuinas de aprecio.

La segunda, pedirles algo:

No se olviden que de acuerdo con el DANE aproximadamente un tercio de la población colombiana (27.8%) no gana lo suficiente para poder comprar una canasta mínima (menos de 223.638 mensuales). No pierdan de vista que de acuerdo con el Banco Mundial, Colombia es el séptimo país más desigual del mundo. Por otro lado, asegúrense de recordar que somos el octavo país con más asesinatos por cien mil habitantes de todos los que se incluyen en la medición de la Oficina de Naciones Unidas para las Drogas y el Delito.  Si recuerdan estos datos, tendrán presente que no obstante muchos de nosotros vivamos en una burbuja de aparente bienestar, la mayoría de colombianos no tienen la posibilidad de tener la vida que se merecen.

Desde muy joven me conmovió este particular y me ha motivado durante años a hacer todo lo que puedo para cambiar la situación de millones de colombianos: llegar a la oficina antes de las 6 am y salir cuando se ha ido el sol, trabajar con multilaterales y gobierno, olvidarme de invertir en negocios de alta rentabilidad, para fundar una organización que se dedica a solucionar problemas reales que afectan nuestra sociedad, explicarle a mis estudiantes en las noches y los fines de semana, mecanismos que permiten que la intervención pública y privada cambie el bienestar de las personas y más recientemente, venir a trabajar en Función Pública.

En el caso de ustedes, que seguirán formando parte de esta maravillosa entidad transformadora, tengan presente que su labor y la manera en la que entienden lo público puede hacer toda la diferencia:

  1. Hagan honor a la disciplina, la seriedad, el profesionalismo y el trabajo arduo.
  2. Sean disruptivos, entiendan que la situación actual no es producto del azar, es el resultado de las reglas de juego (instituciones) que nuestra sociedad ha configurado durante años de decisiones y que como cualquier convención, pueden cambiarse cuando lo deseemos.
  3. Lean todo lo que se les atraviese y estudien todo lo que puedan para encontrar soluciones reales a los problemas actuales de lo público.
  4. Manténganse a la vanguardia del conocimiento, entiendan nuevos modelos e impleméntelos.
  5. Piensen diferente, conspiren para cambiar el mundo y persuadan hasta el cansancio  a todos aquellos que pretenden mantener el statu quo.
  6. Cultiven la verdadera inteligencia, procuren entender fenómenos, dilucidar problemas e identificar soluciones estructurales. Sálganse de las dinámicas arcaicas que asocian la brillantez al hecho de recordar líneas de textos, normas o cifras escritas en alguna parte.
  7. Trabajen arduamente por cambiar lo que no funciona y transformen las dinámicas rígidas y conformistas que sostienen tercamente que las cosas no pueden ser diferentes.
  8. Obsesiónense con diseñar organizaciones ágiles, vanguardistas, productivas, que cambien por completo el panorama de lo público y tengan la capacidad para darle la vuelta a los indicadores que mencioné unos párrafos atrás.
  9. No se preocupen por publicitar lo que hacen para mostrar resultados, sabrán que lo están logrando el día que para el ciudadano sea evidente el buen funcionamiento de las organizaciones sobre las cuales Función Pública tiene incidencia.
  10. Cuiden como un tesoro todo lo público, recuerden que nuestras entidades existen gracias al aporte de millones de colombianos que para financiarnos debieron renunciar a una parte de sus ingresos, los cuales podrían haber utilizado para irse de vacaciones, cambiar de carro, comprar una nueva casa, pagar una mejor educación para sus hijos etc. 

Y lo más importante, asegúrense de ser los mejores servidores del mundo y promover que todos los que trabajan en lo público tengan una actitud similar a la de ustedes. No olviden jamás el deber de garantizar la felicidad de 47 millones de colombianos.

Cordialmente, 

Armando Ardila Delgado 
Subdirector

jueves, 18 de septiembre de 2014

BOGOTÁ, METRO Y MIOPÍA EN LA POLÍTICA DE TRANSPORTE MASIVO



La sociedad actual, requiere que las personas se movilicen a diario, en el marco de procesos de transporte vertiginosos, que tienen lugar al comienzo de cada día, con origen en sus viviendas y finalización en sus trabajos;  y que luego, al terminar la jornada, tienen una dinámica inversa que inicia en sus oficinas y culmina en sus hogares. Esta situación hace del transporte, un determinante por excelencia de la felicidad de los habitantes de una ciudad o como lo llaman los economistas, de su “bienestar”. En esencia, si los tiempos que debe destinar una persona, a estos ciclos de movilización diaria son menores, su felicidad se incrementa por cuenta de varios aspectos cotidianos que la mayoría de nosotros conocemos. Podemos dormir media hora más, debido a que madrugamos menos; tenemos la posibilidad de llegar más temprano a nuestras casas y compartir espacios de ocio valiosos con nuestras familias, incluso podemos trabajar más con el objetivo de aumentar nuestros ingresos; en fin…quedamos facultados para hacer todo lo que queramos con el tiempo liberado, el mismo que usualmente debemos invertir en los procesos de desplazamiento diario ineficientes. Además nuestros costos se reducen, en términos generales gastamos menos combustible per cápita y reducimos las condiciones de estrés asociadas a tener que invertir más tiempo del que queremos en esta actividad diaria.

Ahora bien, el tiempo de desplazamiento no es el único elemento importante en el marco de una actividad tan representativa en nuestras vidas. Somos más felices en la medida en que dichos desplazamientos sean más agradables y cómodos, es decir, más amables.

En esencia hay dos formas principales en las que las personas se movilizan, la primera tiene un carácter netamente individual y sus patrones de desplazamiento, dependen fundamentalmente de los medios y rutas que quiera y pueda proporcionarse por sus propios medios cada individuo. La segunda, tiene un carácter colectivo y sus esquemas de funcionamiento, dependen de una oferta disponible proporcionada por un tercero a varios individuos que tienen patrones de movilización similares. En Colombia, la mayoría de las personas se transportan bien sea en carro, moto, taxi etc. (primera alternativa) o en bus tradicional, Transmilenio, buses azules etc. (segunda alternativa).

Desde hace años, los gobiernos de diferentes ciudades han propuesto el desarrollo de estímulos, que persiguen la migración gradual de los usuarios del transporte individual al transporte colectivo. En general, se han concentrado en elevar el costo generalizado de movilizarse de manera individual. En este sentido, han venido elevando los costos asociados a tener y operar un vehículo privado, elevando los costos de los combustibles, los costos de parqueo, implementando cobros por congestión, restringiendo su utilización con mecanismos como el pico y placa etc. La razón de hacer todo esto, es que desde la perspectiva de un usuario promedio, es mucho más cómodo viajar en transporte individual que en transporte colectivo. Es decir es mucho menos costoso utilizar un medio de transporte como un automóvil o una motocicleta, que cualquiera de los buses con los que hoy día contamos en ciudades como Bogotá. En términos generales somos más felices movilizándonos por nuestros propios medios, porque aunque nos demoramos más, no nos sometemos a elementos que la economía clásica denomina costos de transacción; es decir, todos estos aspectos que nos hacen pensar dos veces antes de decidir dejar nuestro vehículo en la casa y transportarnos en los sistemas colectivos actuales: grandes caminatas para tomar el bus, incomodidades y agresiones generadas por la interacción de un gran número de pasajeros que compiten por un recurso común escaso, tiempos de espera largos, inseguridad etc.

Ahora, si nos hace menos felices movilizarnos en transporte colectivo, debido a todos los costos de transacción asociados; lo lógico, sería reducir de manera drástica todos los elementos traumáticos asociados a esta experiencia.  Con esto, mejoraríamos la felicidad de los que obligatoriamente deben usar este medio e incentivaríamos la migración por parte de los que hoy día se movilizan en transporte individual y ven el transporte público como una alternativa non grata.

A pesar de lo obvia que pueda parecer una afirmación de estas características, lo cierto es que la política de transporte en ciudades como Bogotá, parece pretender hacer menos felices a los bogotanos. Cada vez es más difícil y traumático movilizarse en transporte colectivo, debido a que se trata de un mercado con excesos claros de demanda, generados por un sistema sub dimensionado y un alto grado de precariedad en infraestructura disponible. En términos generales día a día es más costoso trasladarse en transporte colectivo y más atractivo utilizar el transporte privado como primera opción, a pesar de lo caro que pueda resultar.

Para contrarrestar este fenómeno, el gobierno continúa elevando el costo del transporte privado, lo que en ultimas, en una realidad como esta; termina echando por la borda la felicidad de todos los bogotanos. De continuar por este camino,  vamos a terminar en un escenario en el que los costos generalizados  de movilizarse, van a ser demasiado altos sea cual sea el mecanismo que escojamos para transportarnos.

Algunos creemos firmemente en la necesidad de inducir un cambio real en el paradigma de las políticas públicas. Sociedades complejas como las actuales, requieren de gobiernos obsesionados con mejorar la felicidad de sus ciudadanos, comprometidos con reducir al máximo los costos de transacción asociados a cualquier actividad cotidiana. Desde esta perspectiva, ciudades como Bogotá deberían contar en la actualidad con varias líneas de metro, de cable, de buses troncales, alimentadores, complementarios, taxis, ciclo rutas…en fin, todo lo necesario para garantizar que las personas decidan migrar al transporte colectivo, no porque el privado terminó siendo demasiado costoso, sino porque gracias a este desarrollo, la experiencia en el transporte colectivo es maravillosa.

A pesar de todo lo expuesto, todavía algunos se siguen preguntando si vale la pena construir un metro en la ciudad, cuando deberíamos estar planeando el número de líneas que precisamos construir para convertir a los bogotanos en ciudadanos menos infelices.

miércoles, 26 de junio de 2013

Delivery System: una estrategia novedosa para mejorar los resultados gubernamentales

Fuente: Sustantperú



Hace unos días, en el marco de un evento realizado por el Departamento Nacional de Planeación (DNP), se desarrolló una interesante discusión acerca de los mecanismos que pueden implementarse en países como Colombia para mejorar la efectividad de las intervenciones públicas. En la mesa me acompañaban como ponentes: Ray Shostak y Wayne Summers (asesores del primer ministro David Cameron en UK), Maria Lorena Gutierrez (alta consejera presidencial para el buen gobierno y la eficiencia administrativa) y Diego Dorado (Director de Evaluación de Políticas Públicas del DNP). Las conclusiones a la que nos aproximamos con este calificado grupo de personas interesadas en mejorar la capacidad de nuestro gobierno para dar solución a los problemas  sociales, convergieron hacia  la necesidad de implementar en nuestro país un modelo de mejoramiento continuo de las intervenciones públicas denominado Delivery System (DS).

Se trata de una aproximación pragmática a lo que Nick Macpherson, un funcionario del gobierno inglés, denominó “Deliverology”[1] acuñando el nombre de una especie de ciencia de la entrega de bienes y servicios públicos.
Al respecto puedo decirles varias cosas, entre ellas que quedé gratamente sorprendido  luego de aproximarme a la minucia metodológica del DS. En sus vericuetos encontré una serie de elementos absolutamente interesantes, todos asociados a herramientas cotidianamente utilizadas por la Ingeniería Industrial en el mejoramiento de las operaciones privadas. Esta simple condición, que puede parecer sutil a los ojos de un observador desprevenido, supone una serie de cambios radicales en los paradigmas de administración de lo público que celebro con todo entusiasmo.  El primero de ellos tiene que ver con entender que la operación pública es una actividad que busca satisfacer necesidades de clientes a los que denominamos ciudadanos. El segundo y no menos importante, tiene su fundamento en comprender que el gobierno persigue la satisfacción de sus ciudadanos y el logro de mejoras sustanciales en su bienestar. El tercero y más representativo tiene que ver con asumir que el aparato gubernamental puede mejorarse a través de métodos y herramientas que el sector privado ha explotado con reconocido éxito, durante años, para objetivos menos altruistas.

La idea general del DS es seductora en la medida de su simplicidad metodológica: en primer lugar busca entender el mapa relacional que define el proceso de entrega de los bienes y servicios públicos en sectores considerados prioritarios, para posteriormente identificar todas las relaciones consideradas críticas y proceder a la identificación de las barreras que impiden su desarrollo fluido.  Luego de este diagnóstico, continúa con la definición de planes de acción dirigidos a destruir los obstáculos y garantizar el cabal funcionamiento de la cadena de entrega. El proceso de implementación de las mejoras es liderado por una oficina denominada Delivery Unit (DU) cuyo interés principal está en ayudar a que todos los actores del proceso de entrega puedan desarrollar su papel de manera más efectiva.

Mi opinión es que este modelo, en términos de estructura y metodología se parece mucho al utilizado por las oficinas de gestión de mejora que encontramos en las grandes organizaciones privadas. El desarrollo de su negocio las obliga a hacer entregas complejas a poblaciones millones de veces más grandes que las de algunos de nuestros países, con las dificultades asociadas a enfrentarse a escenarios tanto o más enmarañados que los del sector público, con múltiples regímenes jurídicos, costumbres, mercados etc.

Durante años nos hemos concentrado en destinar más y más recursos a diferentes frentes pero en pocas ocasiones nos hemos preguntado acerca de mecanismos que nos permitan utilizarlos de manera más eficiente. En hora buena Colombia decidió implementar este modelo, esperemos que goce de la continuidad necesaria para alcanzar su verdadero potencial. Ojalá DNP y presidencia sigan pensando en implementar herramientas que le permitan al gobierno solucionar los problemas de un mayor número de personas, haciendo un mejor uso de los recursos con los que hoy día contamos.




[1] Barber, M. (2008). Instruction to Deliver. London: Methuen Publishing Ltd.