domingo, 30 de octubre de 2022

El Management: un arte importante pero increíblemente escaso


Fuente: IB Training Center

La capacidad gerencial es un aspecto que explica las diferencias más importantes en el resultado alcanzado por las distintas organizaciones. No obstante, se trata de una condición escasa en el entorno colombiano, por esa razón principalmente nuestras organizaciones tanto de carácter privado como público, se encuentran claramente rezagadas en relación con el resto del mundo. Al leer este enunciado, la mayoría de lectores un tanto ágiles para concluir y posiblemente  poco familiarizados con el concepto, estarán pensando en que hay otros aspectos que definen tales diferencias, sin embargo, vale la pena anotar de forma también rápida, que todas las dimensiones que vienen a sus cabezas, están afectadas de forma determinante por el concepto del management.

Precisamente, uno de los factores generadores de semejante circunstancia, es la ignorancia social en relación con los aspectos más esenciales de un arte tan sofisticado. La mayoría de personas entienden la gerencia de forma superficial, asociándola a aspectos tan diversos como el emprendimiento, el ejercicio del poder o la toma de decisiones.

Tal ignorancia es sustancialmente menor en sociedades más desarrolladas, en su caso, tanto el entorno público como privado, han venido construyendo a lo largo de los años capacidades indudables, que han separado drásticamente el nivel de producción privada y la eficacia de la gestión pública, del que ostentan el resto de países. No es una coincidencia que las organizaciones más valiosas y los gobiernos más adelantados, compartan entorno con las mejores escuelas de negocios del mundo.

Pocos tienen en la cabeza que El management es en realidad el arte de articular y gestionar recursos de toda índole, de forma efectiva, con el propósito de lograr la materialización de resultados concretos. Considerando tal definición entenderán la relevancia de generar una capacidad como ésta. Lo que se puede ver en la práctica en relación con semejante desconocimiento es una especie de sensación de superioridad, la mayoría de nosotros nos creemos gerentes simplemente porque jerárquicamente, tenemos la posibilidad de ejercer más poder que otros y peor aún, respaldados por la suficiencia que nos entrega la ignorancia, nos consideramos a nosotros mismos buenos gerentes, logremos o no los resultados esperados.

Aspectos fundamentales para asegurar la movilización y articulación de recursos como la estrategia de negocio, privado o público, así como la forma de organizarse; son irrelevantes para multitud de directivos. Capacidades esenciales como el liderazgo, el pensamiento sistémico y estratégico, están ausentes de su repertorio o desviados hacia versiones distorsionadas que deterioran drásticamente su capacidad para materializar sinergias y lograr resultados.

En la mayoría de los casos están sujetos a conceptos antiguos, atrasados o a experiencias del pasado que generaron capacidades gerenciales limitadas y rudimentarias. Nuevamente la ignorancia mezclada con el ego les juega una mala pasada, pues los lleva a pensar que todos los cuestionamientos a su manera de hacer las cosas, así como las aproximaciones gerenciales más actuales, no son más que “teorías” interesantes que no pueden ser aplicadas. No se dan cuenta de que al ser el management un arte, carece enteramente de tales planteamientos irreales, mientras todo lo que propone es práctica pura extraída de organizaciones más avanzadas, mejor gerenciadas, que han demostrado su capacidad para obtener resultados superiores a los de todas aquellas con las que están familiarizados.

Considerando las implicaciones del problema, es urgente que como sociedad lo afrontemos con decisión y contundencia. Lo primero, que debemos hacer, es de forma humilde, aceptar que somos ignorantes. Lo segundo es, prepararnos con ahínco para superar todas nuestras deficiencias y lo tercero, es empezar a operar cambios en todos nuestros entornos, que nos conduzcan a mejorar nuestros resultados empresariales y gubernamentales.

Un requisito esencial para asegurar semejante evolución, es el fortalecimiento y desarrollo de las escuelas de negocios y de gerencia pública, así como el estrechamiento paulatino de la relación academia, empresa, gobierno. Otro determinante, es poner a la gerencia por delante de todo, considerarla un valor social fundamental, promoverla al interior de los diferentes sectores, independientemente de si son privados o públicos.

De avanzar en este sentido, lo más probable, es que en unos años seamos un país desarrollado, que mire a lo lejos a otras sociedades en las que apenas se empieza a gestar está misma discusión.

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domingo, 9 de octubre de 2022

Estrategia corporativa, competitiva y desarrollo

 


Lo que se espera de un buen gobierno, es que configure el entorno legal, económico y fiscal de un país para mejorar la riqueza y bienestar de todos y cada uno de los gobernados. La redistribución, cuando no se genera riqueza que pueda distribuirse lo único que hace es trasladar recursos de los menos pobres a los más pobres dejando a los primeros en peor situación, y a los segundos en dependencia, de otra parte, la historia nos ha demostrado en múltiples países que la estabilidad y la transparencia en la gestión de la economía son los pilares más grandes del desarrollo, lo demás no son más que habladurías e irresponsabilidad.

En el caso de Colombia, la esencia de un resultado como el mencionado tendrá su base en el diseño acertado de su estrategia corporativa y competitiva. Nos urge concentrarnos en estos dos aspectos pues durante años, nos hemos comportado como un país planeador, al interior del cuál estamos obsesionados con los objetivos y las metas, pero no existe ninguna claridad en relación con la ruta que nos conducirá hacia el desarrollo.

La primera de estas estrategias, se concentra en decidir el portafolio de negocios del país, mientras la segunda, se focaliza en la forma en la que creará la mayor rentabilidad social posible al interior de cada una de las líneas de negocio escogidas. Una mezcla óptima de estas decisiones explica claramente las razones por las cuales, algunos países tienen niveles de desarrollo superiores a otros.

En lo que tiene que ver con estrategia corporativa, un análisis de contexto externo nos sugiere de inmediato que es necesario empezar a migrar el portafolio de negocios centrado en petróleo y carbón a producción de energías limpias, al tiempo que se fortalecen las líneas de negocio de la agroindustria y de la tecnología. Los cambios en el mundo en lo que tiene que ver con la evolución hacia la movilidad eléctrica y la recomposición de la matriz energética en múltiples países, nos dicen que las industrias del carbón y el petróleo iniciarán en los próximos años un proceso de declive por lo que sería lógico profundizar drásticamente, pero de forma sostenible, la explotación y exportaciones de estos dos recursos, con el fin de generar excedentes que nos permitan invertir en las líneas de negocio de reemplazo a la velocidad necesaria.

En el caso de la agroindustria, lo pertinente es desarrollar está línea de negocio para aprovechar de forma contundente los recursos y las capacidades con las que cuenta el país que en la actualidad están desperdiciados. El propósito es que la producción en esta materia empiece a multiplicar su participación en el PIB, cuidando que la cantidad de bienes y servicios producidos crezca, pero aumentando en una proporción mayor, el ingreso recibido por el país gracias a que los productos vendidos incrementen su valor agregado.

De otra parte, la evolución del Metaverso, el Blockhchain, la aceleración de la transformación digital etc., dejan claro que en los próximos años la realidad del mundo será eminentemente digital, por tanto, habrá una demanda creciente de servicios tecnológicos. Se trata de un sector de muy escaso desarrollo en el país que necesitará un proceso agresivo de construcción de recursos y capacidades.

En las tres líneas de negocio habrá que configurar todo un ecosistema productivo inexistente en la actualidad que garantice su rotundo éxito. Por lo tanto, será necesario crear un fondo totalmente independiente del sector público, dedicado enteramente a hacer las inversiones requeridas para lograr este resultado. El modelo podría ser similar al del Fondo Soberano Noruego con una lógica organizacional parecida a la del Banco de la República, de suerte que sus decisiones sean ajenas a los intereses políticos tradicionales. La idea es que este fondo reciba la totalidad de los recursos provenientes del incremento de la explotación de las líneas de negocio de petróleo y carbón y los invierta de forma totalmente autónoma y eficaz. 

En lo que tiene que ver con la estrategia competitiva, vale la pena aprender de lo que ha venido pasando a lo largo de los años en el mundo empresarial, en la actualidad, las organizaciones más valiosas del mundo son plataformas, se trata de instancias que construyen un entorno diseñado para  facilitar la interacción entre oferta y demanda de distintas características, utilizando la tecnología como mecanismo para dinamizar dicho relacionamiento. Así las cosas, lo que habría que hacer es convertir al Estado colombiano en una plataforma centrada y focalizada en facilitar las transacciones en todas sus líneas de negocio. La idea es configurarlo como el diseñador y administrador de un entorno que estimule y posibilite la interacción entre los diferentes integrantes de la oferta, la demanda y el ecosistema habilitador de estos nuevos negocios. Parece una tarea fácil, pero en realidad se trata de una reinvención completa de las ramas del poder público colombiano, aprendiendo de las experiencias de las organizaciones actuales más avanzadas.  

En relación con la estrategia funcional, lo más importante y urgente, es rediseñar enteramente la estrategia financiera del país, esto implica configurar a Hacienda como una herramienta para mejorar el bienestar de cada colombiano, materializar la estrategia corporativa y de plataforma descritas. La idea es analizar la totalidad de la cadena productiva para mediante la estrategia tributaria garantizar el crecimiento rápido de los sectores que se quieren desarrollar. Además, a través de la política fiscal, relocalizar todo el gasto público,  invirtiendo esencialmente en el desarrollo de los habilitadores del ecosistema que soporta los sectores de interés. Finalmente, garantizar una alta y consecuente estabilidad económica, de suerte que los capitales internos y externos necesarios para hacer crecer de forma sostenible los nuevos negocios se movilicen a raudales.

Nada de lo mencionado se ejecutaría a través de la contratación masiva de consultorías, más bien, todo se haría mediante estrictos y sofisticados procesos de gerencia al interior del propio gobierno. Por lo tanto, sería necesario sacar al Consejo de Ministros de todos los escenarios que lo distraen para centrarlo en gestionar eficaz  y rigurosamente las organizaciones estatales y de esa forma poder alinearlas con la estrategia y garantizar buenos resultados muy rápidamente.

 

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jueves, 22 de septiembre de 2022

El verdadero significado de gobernar

 


Gobernar puede ser considerada como la actividad más noble y hermosa entre todas las que existen. En el alma de tan necesaria gesta está recogida la posibilidad de decidir sobre la felicidad de otros, de escoger si los gobernados pueden o no materializar sus sueños e ideales. En gracia de semejantes posibilidades, quien gobierna es en general visto como una esperanza, como aquel que puede sacarnos de la angustia para llevarnos por el camino de la tranquilidad.

La libertad y la justicia se han convertido en nuestro más preciado logro con el correr de los siglos. Un conjunto de aberraciones a lo largo de la historia de la humanidad se ha encargado de conducirnos a semejante conclusión. Por lo tanto, al gobernante le es entregada la custodia y protección de los principios más valiosos para el ser humano, por encima incluso de la vida y la familia. No existe en el mundo ninguna clase de oficio al que se le otorgue semejante potestad y sobre el cuál se consoliden todos nuestros deseos más profundos.

En atención a semejante voto de confianza, las personas esperan algunas cosas del gobernante, se trata de aspectos que pueden parecer menores pero que en realidad son determinantes. En primera instancia, pretenden que gobierne para todos, que preserve con el mismo ahínco y decisión la libertad de cada uno de los gobernados, que asegure decisiones justas sin reparo alguno en credo, raza, ideología, nivel socioeconómico etc.

En segunda instancia, buscan que respete sus realidades, que entienda que todos ellos están intentando construir una familia, solucionar las necesidades más inmediatas, atender los problemas cotidianos, en general, teniendo en cuenta que sus vidas son suficientemente complicadas, pretenden que no se les moleste y no se le sumen a su ya retadora existencia nuevas complejidades.

En tercera instancia, esperan estar seguros de que lo que necesitan para existir de forma decorosa, estará a su entera disposición siempre y sin restricciones. En general, buscan que toda la cotidianidad externa a su hogar permanezca  suficientemente dotada y correctamente mantenida.

En cuarta instancia, tienen la esperanza de que su entorno y realidad resultarán tranquilos y certeros, que los días no supondrán sorpresas desagradables  causantes de situaciones de angustia y desconsuelo para ellos y todos los que quieren.

En quinta instancia, desean que nadie, bajo ninguna circunstancia, experimente o improvise al tomar decisiones. Sueñan con que el gobernante entienda el valor de la increíble responsabilidad que le ha sido asignada y que por tanto, haga todo con máxima preparación, respeto y cuidado.

En sexta instancia, suponen que cuidará con esmero los recursos que cada hogar le transfiere en medio del esfuerzo y sudor de la frente. Que valorará el hecho de que hasta la persona más humilde, utilizará parte de la remuneración producto de su esforzado trabajo, para financiar la producción de bienes y servicios públicos, no obstante los podrían gastar en proporcionarse una mejor casa o una mejor educación para sus hijos.

En última instancia, aguardan a que el gobernante tenga la grandeza de aceptar con humildad que sus propias expectativas y deseos están enteramente supeditadas a las aspiraciones de los gobernados, que en medio de la más decidida gallardía mantenga por encima de los intereses de todo el gobierno, la absoluta prevalencia y soberanía de quienes pusieron en él sus ilusiones, lo hayan o no elegido.

Por lo tanto, el arte de gobernar está centrado en reconocer y aceptar como un credo todo lo anterior y en buscar a toda costa la felicidad presente y futura de todos los gobernados. En construir un entorno propicio para que cada individuo pueda materializar sus expectativas cualquiera que estás sean.

Sin duda, un resultado de estas características exige un manejo magistral de la economía, manteniendo a toda costa su estabilidad y capacidad para crear bienestar. Esto quiere decir, que mediante la conjugación de decisiones tributarias, fiscales, legales rigurosas y sobre todo responsables, se procurará el crecimiento de los ingresos y la riqueza de todos los hogares e individuos. Ahora, estas decisiones deben ser sostenibles de manera que para mejorar el presenten no se comprometa el futuro.

Por supuesto, en línea con todo lo mencionado, todo buen gobernante tiene claro hacia donde debe y puede moverse la sociedad, pero más que eso, tiene clara la manera de hacerlo de forma inteligente y cuidadosa evitando a toda costa dar saltos al vacío. Esto implica que debe ser un buen estratega capaz de plantear una estrategia sólida que encamine a los gobernados hacia la creación indiscutible de todas las condiciones necesarias para mejorar su felicidad.

En el mismo sentido, quien espere gobernar exitosamente debe dominar profundamente el arte de la gerencia. En la esencia del gobernante está la necesidad de movilizar y articular infinidad de recursos y capacidades tanto públicas como privadas para lograr los objetivos necesarios para materializar la estrategia. Este resultado únicamente se logrará si se comprende realmente la mejor forma de organizar tales recursos, capacidades y gestionarlos para que su combinación e interacción sea la mejor entre todas las posibles.

Por supuesto, todo buen gobernante debe ser un buen líder, está condición implica que entienda de forma precisa cómo motivar y persuadir a todos aquellos que deben intervenir en el logro de los objetivos, para que se comprometan con ellos y verdaderamente los alcancen. Naturalmente su liderazgo esta mediado por la orientación a  resultados y el logro, a la materialización de metas concretas antes que la acostumbrada venta de humo y promesas. Por supuesto, no se trata de un liderazgo autoritario centrado en obligar y prohibir sino más bien en motivar y facilitar.

La historia es la encargada de catalogar a los gobernantes, de definir sus bondades y desaciertos, de determinar si fueron lo suficientemente inteligentes y humildes para reconocer la magnitud de la oportunidad que la sociedad les ha dado y aprovecharla con sabiduría. Por lo tanto, nos ha dicho y nos seguirá diciendo, quiénes verdaderamente comprenden estos principios y por tanto entienden lo que es realmente gobernar. 

 

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martes, 30 de agosto de 2022

La cultura pública al desnudo


Fuente: Leviatán, Thomas Hobbes

Los sistemas organizacionales están conformados principalmente por personas, mientras la cultura es un aspecto esencial que incide directamente en las decisiones de los individuos y la colectividad; por lo tanto, la cultura organizacional determina el comportamiento y los resultados de toda clase de organizaciones.

El Estado Colombiano, como organización,  está definido por unos rasgos culturales muy particulares, los cuales, afectan de forma contundente el entorno privado y en general, todo el contexto económico y social del que formamos parte, por supuesto, vale la pena estudiar los  más evidentes, con el propósito de identificar mecanismos de transformación cultural que aseguren un mejoramiento paulatino de nuestra realidad. 

A lo largo de décadas de trabajo en diferentes sectores y con distintos equipos, he venido recopilando los elementos de perfilamiento cultural que se muestran a continuación, naturalmente, cómo tiende a suceder con la cultura, ninguno de estos aspectos es declarado o reconocido al interior de lo público, no obstante, es ratificado por las decisiones que se toman cotidianamente en todos los niveles organizacionales.

Ciudadanos de segunda: lo primero que hay que decir, es que a pesar de todo lo que se afirme o se pretenda, el ciudadano, es decir,  ese actor que paga impuestos para financiar la operación de la organización pública y que además, es el principal cliente de todos los bienes y servicios que aquella produce; es considerado como un actor secundario, más bien como una especie de circunstancia incómoda con la que hay que lidiar de cuando en cuando. En los imaginarios y prácticas públicas, no son relevantes sus preferencias, expectativas y necesidades; la realidad es que, para quienes trabajan al interior de lo público, este actor, un tanto ignorante, no sabe bien lo que quiere, ni lo que es bueno para él, mientras quienes toman decisiones públicas lo comprenden perfectamente. Por otra parte, existe la percepción de que sus exigencias y preocupaciones siempre son faltas de fundamento, producto de procesos de desinformación, las cuales, terminan por distraer los equipos públicos de lo verdaderamente relevante. Incluso, quienes trabajan en lo público implícitamente parecen sentir que, el ciudadano debería estar agradecido por los favores que recibe de ellos y debería ser siempre paciente, esperando con tranquilidad hasta que haya tiempo para atender sus molestos requerimientos. 

No hay nada malo con el funcionamiento del Estado: para quienes forman parte de la organización estatal, la realidad actual de las cosas es conveniente y apropiada, la forma en la que opera la organización pública es pertinente y bien concebida, las personas que están en su interior sienten que están haciendo bien su trabajo.  El hecho de que tengamos semejantes niveles de pobreza en el país, tal número de asesinatos por cien mil habitantes, que no se atiendan de forma apropiada servicios tan esenciales como salud, educación, provisión de infraestructura, movilidad, justicia etc., es resultado del mundo en el que nos tocó vivir, pero no de una deficiente organización estatal. En general, asumen que su trabajo no tiene por qué garantizar la creación de valor público y que tal arreglo organizacional es correcto y apropiado, por ejemplo, no tienen objeciones con invertir toda su jornada en actividades que no tienen ninguna relación con el ciudadano, organizarán tantos eventos y reuniones como sean necesarios, elaborarán tantos documentos y formatos como les soliciten y al final del día, se sentirán satisfechos porque ejecutaron una cantidad importante de tareas.  Por otra parte, las dinámicas políticas más cuestionables como el clientelismo, las componendas e incluso la corrupción, son para ellos males necesarios relativamente normales e inherentes a la dinámica pública.

Todos los problemas de lo público se explican por la insuficiencia de recursos: para quienes trabajan en la organización pública, los recursos disponibles para concretar sus objetivos nunca serán suficientes. De hecho, la razón por la cual no se materializan los resultados esperados, es básicamente que los recursos no son ilimitados, si lo fueran, con toda seguridad hace tiempo se habría logrado todo lo que la sociedad de una u otra manera espera. Bajo estas circunstancias, habrá que gastar tanto como sea necesario y por supuesto, habrá que recaudar tanto como se requiera, si queremos avanzar en la solución de los problemas que en la actualidad nos aquejan. En sus imaginarios la eficiencia no es la variable más relevante, el desperdicio razonable de recursos es necesario para identificar alternativas de solución que funcionen. En esencia, todo será correcto, siempre y cuando,  las organizaciones estatales gasten todo el presupuesto que les es asignado, más allá de si dicho gasto garantiza el mejoramiento del bienestar de las personas. De otra parte, la forma en la que se gasta es apropiada, los servidores públicos son responsables de verificar que en el proceso se cumpla con la ley y los requisitos establecidos en los estándares de contratación publica, sin importar si el resultado de tales contrataciones coincide o no con las necesidades de la sociedad colombiana.

La salida más viable siempre será la que le facilite la vida al Estado: en el imaginario de las personas que trabajan dentro de la organización pública, está muy fundamentada la idea de evitar complicarse, ser totalmente pragmáticos en la manera de afrontar los problemas. Tal condición implica, que al evaluar diversas alternativas, la posibilidad opcionada siempre será la de más corto plazo que además implique un menor esfuerzo para el Estado. Adicionalmente, al implementar las soluciones, tienden a trasladarle al ciudadano buena parte de la responsabilidad y carga que no pretenden asumir ellos. Por ejemplo, en vez de ejecutar proyectos que desarrollen los sistemas de movilidad en las ciudades, las personas que forman parte de la organización estatal, han preferido implementar durante 20 años medidas de restricción vehicular, que les facilitan la organización del tráfico, sin tener que desarrollar la infraestructura y ampliar la oferta en múltiples modos de transporte, que distribuyan la demanda y garanticen una calidad aceptable en el viaje.

Están dispuestos a engañar para salirse con la suya: para las personas al interior de lo público el fin justifica casi siempre los medios, en este sentido, con el propósito de sacar algún tema de propio interés adelante, se engañará al público, tantas veces como sea necesario. Se hará lo que se considere pertinente para que los ciudadanos de segunda, en su acostumbrada molesta actitud, no se interpongan en el camino del Estado. Se ajustarán resultados de indicadores, se mostrará selectivamente información, se posicionarán ideas en el público etc., cuantas veces se requiera. Particularmente, quienes tienen interés en ser elegidos y todos los nominados por ellos, adelantarán masivas campañas de marketing engañoso para garantizar la favorabilidad de los votantes, en efecto, desde las campañas políticas, hasta el desarrollo de funciones por parte de gobernadores, alcaldes, concejales, diputados, ministros, presidentes etc., se publicarán infinidad de piezas publicitarias intentando promocionar productos públicos que no necesitan ser promocionados cómo carreteras, hospitales, subsidios etc. De otra parte, les pondrán nombres extraños a políticas que van en contravía del bienestar de las personas, para que no se den cuenta de su verdadera naturaleza e implicaciones.

El Estado está para imponer autoridad: el Estado existe para poner en cintura al ciudadano, para controlar todas las dimensiones de su vida, para quienes forman parte de la organización pública, el Estado no se configura como un facilitador de la cotidianidad de las personas, como una instancia llamada a ayudarles a construir su felicidad, sino que más bien, es un censor, concebido para ejercer su autoridad cada vez que se vea la necesidad. En efecto, los servidores públicos, en general, se perciben a sí mismos como superiores al ciudadano, como actores que están por encima de él jerárquicamente. Así las cosas, aspectos tan esenciales como la manifestación de insatisfacción por parte de las mayorías, son vistos por aquellos como reclamaciones infundadas que deben reprimirse y no como las quejas de clientes insatisfechos, que no están conformes con los servicios que la organización pública les ha venido prestando. Toda esta extraña dinámica puede resumirse en que para las personas que forman parte de lo público, el Estado, está para mandar al ciudadano mientras este último tiene la obligación de obedecer, bajo ninguna circunstancia se asume que todo el aparato público está subordinado al ciudadano y que aquel es un cliente que espera una provisión de bienes y servicios públicos de alta calidad y pertinencia.

La realidad pública es única y debe mantenerse separada del resto del mundo: para las personas que trabajan en lo público, el Estado, es un sistema que solamente ellos comprenden, que nadie más, es capaz de entender realmente, en parte, debido a la torpeza de los ciudadanos, pero también, porque sus particularidades hacen que ningún concepto desarrollado por la ingeniería, el management, la psicología o cualquier ciencia que se concentre en la dinámica privada, sea aplicable a su contexto y particularidades. En esencia, todo lo que viene de afuera se descarta rápidamente por lo que el conocimiento público permanece estático. En este sentido,  las personas que trabajan en lo público defienden un estatus quo que se ha mantenido durante décadas prácticamente invariable, los conceptos, definiciones, manera de operar y de enfrentar los problemas sociales son muy similares a los que existían 10 años atrás. Dicho lo anterior, la innovación es muy limitada y se suscribe casi que exclusivamente, a copiar cosas que han implementado en otros países también dentro del entorno público.

Pusilanimidad bajo el amparo de la ley: para las personas que trabajan al interior del Estado, la ley se configura como un mecanismo conveniente que les permite aislarse de los incómodos requerimientos de los ciudadanos y mantener el estatus quo de la organización estatal. Para aquellos, el primer reflejo ante cualquier solicitud ciudadana o iniciativa de cambio será la utilización de la ley para justificar la decisión de no hacer nada. Convenientemente, se da a entender al público que no es posible avanzar en la solución efectiva de las demandas con base en una argumentación selectiva sustentada en normas que parecen respaldar la procastinación de las decisiones y la actuación. En todo caso, es curioso que se utilicen las leyes de esta manera, cuando su fundamento es la priorización de los derechos y demandas ciudadanas por encima de todo. Conforme a esta circunstancia, en el marco de la dinámica pública, es posible identificar recurrentes situaciones en las que es evidente y urgente ponerse de acuerdo y actuar de forma decidida, para garantizar el bienestar de las personas, no obstante, teniendo clara esta necesidad y la posibilidad de afrontarla, se le da la espalda conscientemente en el marco de sendas respuestas con amplios argumentos legales, en los que se explican cuidadosamente las razones por las cuales se prefiere no hacer nada. 

El management y el trabajo en equipo son habilidades escasas: para quienes forman parte de la organización estatal el management es secundario, se trata de un conocimiento y un conjunto de habilidades relevantes para el sector privado pero intrascendentes para el sector público. Definir estrategia, mejorar el diseño organizacional, liderar y conducir a los equipos a lograr objetivos, es más una cuestión de ejercer autoridad, reemplazar equipos, que de orientar, diseñar, persuadir, convencer y entusiasmar. Para aquellos, todo se soluciona con la definición de funciones claras tanto para las organizaciones públicas como para quienes hacen parte de sus equipos de trabajo, por lo tanto, trabajar con otros, articulado con ellos, desarrollando sinergias y resultados conjuntos, es prácticamente improcedente. De hecho, cada vez que se cambian gobiernos, las personas que entran a liderar las organizaciones públicas, no tienen reparo en reemplazar tanto talento humano como sea posible, sin que sean relevantes aspectos como know how, aprendizaje organizacional, el respeto por el desempeño del talento humano etc.

Con el tiempo he comprendido, que las decisiones son el resultado invariable de lo que las personas tienen en su cabeza a la hora de tomarlas. Si tales imaginarios y prácticas coinciden con aspectos que garantizarán el mejoramiento de la vida de todos y cada uno de nosotros, seguramente, nuestro destino se moverá en el sentido correcto. Por el contrario, si su naturaleza va en contravía de la evolución social, gastaremos el tiempo en discusiones interminables sin realmente mejorar nuestra condición.

Estoy seguro de que quien lea este artículo con cuidado y comprenda la importancia de la cultura sobre el desempeño de cualquier organización,  entenderá la necesidad de implementar acciones urgentes que modifiquen sustancialmente tales imaginarios y prácticas. La mayoría de los cuales, son en realidad, altamente lesivos para el desarrollo del país. 

 

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viernes, 12 de agosto de 2022

Reforma tributaria: los cambios inaplazables de la Hacienda Pública colombiana


En los últimos 20 años, hemos tenido 12 reformas tributarias formales nacionales mientras en la actualidad, tenemos otra en curso. En su mayoría, han estado concentradas en aumentar los ingresos del Estado. Es importante aclarar que, esta cifra no tiene en cuenta las decisiones que, en el marco de su autonomía, han venido tomando gobernaciones, alcaldías y ciertas entidades públicas que se financian con ingresos propios, las cuales en su mayoría han incrementado, de forma importante, las tasas asociadas a cobros, tributos, contribuciones etc. 

 

A pesar de lo anterior, para nuestra Hacienda Pública y los gobiernos de turno, los recursos nunca son suficientes. 

 

Una evolución como la descrita, ha generado un sistema tributario antitécnico, con serios problemas de diseño, que, en vez de incentivar el mejoramiento de los ingresos de las poblaciones menos favorecidas, lo que hace es depredarlas, mantenerlas por fuera de un sistema tan hostil, exacerbar su dependencia de subsidios cruzados, transferencias condicionadas y no condicionadas, mientras convierte a las poblaciones de ingresos más altos en los únicos financiadores de todo el gasto público, al tiempo que compromete la posibilidad para sostener sus condiciones y riqueza. 

 

Al final de cuentas, durante todos estos años, se han materializado distorsiones irreconciliables sobre los sectores económicos, que nos mantienen cautivos en la producción de commodities, bienes y servicios de bajo valor. 

 

La gestación de una situación como la descrita, tiene su origen, sin duda, en nuestra Hacienda Pública y las personas del entorno académico que la han asesorado durante años. Por lo tanto, si queremos mejorar el ingreso per cápita del país y reducir en alguna medida la marcada desigualdad que nos carcome, es imprescindible que demos inicio a un drástico proceso de modernización que la ubique en el siglo XXI. 

 

Lo primero y más importante es, cambiar su cultura y filosofía. Las organizaciones públicas post modernas, han entendido que existen para mejorar el bienestar de las personas, para satisfacer enteramente sus necesidades y expectativas, por lo tanto, la Hacienda Pública debe centrarse esencialmente en crear bienestar social. En este sentido, su propósito, no es solamente, recaudar recursos y distribuirlos al interior de la organización estatal, en el marco de ciertas reglas presupuestales y financieras; sino más bien, materializar el mejoramiento gradual del bienestar de cada colombiano. 

 

Un cambio en la filosofía y la cultura de la Hacienda Pública como el anotado, centra su actividad en incrementar sustancialmente el Value for Money de los recursos con los que cuenta el aparato estatal. Esto quiere decir que, debe focalizarse en lograr que cada peso que se recaude se multiplique por dos, por tres etc., al transformarse en gasto, de suerte que cada ciudadano perciba que lo que entrega en materia de impuestos, le es devuelto multiplicado, es decir que la rentabilidad social percibida como contribuyente, es considerablemente alta.   

 

Lo segundo es modificar los métodos de la gestión hacendaria. Incrementar la rentabilidad social, requiere de mecanismos diferentes a los tradicionales, en este sentido, la asignación del presupuesto debe centrarse en la capacidad del receptor de recursos públicos para materializar resultados concretos, en el análisis de su desempeño y posibilidades. 

 

La idea, es dirigir el flujo de los escasos fondos públicos, hacia las entidades que son capaces de garantizar buenos resultados gracias a su buen desempeño. 

 

Además, la política tributaria debe modificarse drásticamente. En adelante, el diseño tributario debe determinar seriamente las implicaciones de cada nuevo tributo, contribución etc., sobre el bienestar de las personas naturales y jurídicas, centrándose en el individuo, es decir, debe considerar un análisis de 360 grados que cuantifique la sumatoria de todos los posibles aportes que esté haciendo cada grupo poblacional al Estado, teniendo en cuenta todas las ramas del poder público, niveles y organizaciones. 

 

Incluso, debe estudiar, las consecuencias de las distorsiones generadas por cada nuevo tributo, contribución etc., sobre los sectores productivos, teniendo en cuenta la sumatoria de los aportes al Estado identificados a lo largo de toda la cadena productiva; para determinar la forma en que cada decisión afecta el ecosistema productivo y deteriora su capacidad para mejorar los ingresos de los colombianos. 

 

Por supuesto, lo expuesto, necesariamente implica, desmontar paulatinamente toda la política de subsidios cruzados, trasferencias condicionadas y no condicionadas, para focalizar los recursos en inversiones públicas de alto valor y con alta capacidad para configurar un ecosistema productivo que, incremente de forma importante los ingresos de las poblaciones menos favorecidas, reduciendo la desigualdad y, por tanto, equiparando la capacidad de los diferentes grupos poblacionales para financiar el gasto público. 

 

De no hacer los cambios anteriores, seguiremos operando bajo la irracionalidad antitécnica de hacer una reforma tributaria cada 1.5 años, distorsionando, complejizando y deteriorando un ecosistema productivo nacional, para el que nos urgen resultados contundentes que nos permitan evolucionar como sociedad y como país. 

 

 

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viernes, 8 de julio de 2022

María Antonieta de Austria, Hacienda e impuestos


Muchos lectores recordarán una frase atribuida, al parecer erróneamente, a María Antonieta de Austria, la odiada archiduquesa decapitada durante la revolución francesa: "si no tienen pan que coman pasteles". Tal expresión ha estado asociada, durante años, a la cultura de lo público, en la cual, el ciudadano está al servicio del Estado y tiene la obligación de pagar tantos impuestos como le sean exigidos.  

 

María Antonieta era odiada por su pueblo, en general, era vista como una gobernante totalmente desconocedora de la realidad de los gobernados, cuya única obsesión era cobrar impuestos para financiar los derroches y los suntuosos gastos a los que estaba acostumbrada. Su vida se suscribía a la burbuja de la corte, ajena a las penurias de los hogares súbditos, situación que se supone motivó la cuestionada iniciativa, de que en su interior se comieran pasteles, cuando se le informó del hambre generalizada y la carencia de pan. 

 

Como sabemos, las instituciones europeas dieron forma al gobierno colonial en los países latinoamericanos y lo cierto, es que su esencia se ha mantenido hasta la época actual. Naturalmente, ya no tenemos monarcas como la repudiada austriaca, pero contamos con gobernantes elegidos democráticamente, que básicamente, en la actualidad, se ajustan a los mismos imaginarios y prácticas. 

 

En el caso colombiano, tal conclusión puede corroborarse fácilmente, revisando el comportamiento de la Hacienda Pública y los denominados “expertos” tributarios. Es claro, que el principal motor de las decisiones que se han tomado a lo largo de los últimos años, es la necesidad de más recursos para incrementar el gasto público. Lo curioso, es que ese gasto adicional, básicamente se está derrochando de manera menos evidente que en las fiestas y palacios de María Antonieta, pero igual de cuestionable. 

 

Nuestro gasto público, está plagado de programas que cuestan cientos de miles de millones de pesos y no generan ningún resultado, obras de infraestructura con notables sobrecostos, desarrollo de estudios onerosos que nadie utiliza, vinculación de huestes de talento humano que no crea ningún valor, decisiones de gerentes inexpertos que nos llevan a gastar cientos de miles de millones en iniciativas fallidas, demandas millonarias por fallas en la toma de decisiones, gastos suntuosos que en la realidad de los proyectos llamamos “elefantes blancos”, eso sin mencionar la corrupción que aporta otra, aunque menor, proporción de tal desperdicio. 

 

De la misma manera, la justificación para ordenar el pago de más impuestos, aunque diferente y maquillada con tecnicismos, es igual de irracional a la de la gobernante francesa. El argumento general, es que los contribuyentes no pagan suficientes impuestos, cuando la realidad, es que no se tiene idea de la carga tributaria acumulada, que el hogar promedio de cada segmento de ingresos en realidad está pagando, tampoco se conoce cuál es la afectación de dichas obligaciones, sobre su poder adquisitivo y su nivel de bienestar. Mucho menos se sabe el costo para el desarrollo económico de cada nuevo tributo y el beneficio que generaría al transformarse en gasto. 

 

Además de todo lo dicho, nuestra Hacienda Pública no es consciente de que Colombia es uno de los países más desiguales del mundo, y que, por lo tanto, la carga tributaria está concentrada en una parte muy pequeña de la población, es decir que buena parte del gasto público está soportado por una porción diminuta del total de colombianos. Tampoco tiene claro, que las decisiones en términos de imponer cualquier tipo de tributo o contribución están descentralizadas, por lo que un mismo hogar puede verse afectado por decisiones de la nación, los departamentos y los municipios. 

 

Dado lo anterior, la realidad de los hogares colombianos que pertenecen a los percentiles superiores de ingresos, que se denominan ricos, buena parte de los cuales en realidad son de clase media; está gravada en todas sus dimensiones e interacciones cotidianas: se pagan tributos, contribuciones etc., en un día promedio al dormir pues debe comprarse una cama y sus accesorios, al bañarse pues tanto los dispositivos como los productos usados están gravados, al desayunar pues la mayoría de elementos que se requieren para preparar el desayuno tienen cargas impositivas, al comunicarse, al adquirir los derechos sobre el predio en el que se vive, al vestirse, al transportarse pues están gravados la propiedad de los vehículos, el consumo de combustibles y su mantenimiento; también se paga al almorzar, al comer algo por la noche, eso sin mencionar que se contribuye también al pagar peajes en una vía por fuera de una ciudad, al utilizar ciertos servicios públicos, al enfermarse, al viajar en avión etc. En todo caso, los recursos con los que se procura todo lo anterior, también tienen impuestos a las transacciones financieras, renta, impuesto a las ventas, industria y comercio etc. 

 

Tales apreciaciones nos llevan a concluir que nuestra Hacienda Pública y los denominados “expertos” deben modernizarse, deben entender mejor las implicaciones de sus decisiones  y recomendaciones sobre la economía y el bienestar de los hogares, deben conocer a ciencia cierta y de forma precisa, el tamaño de la sumatoria de importes que realmente pagan al Estado los colombianos, dejando de hacer comparaciones superficiales relacionadas con el nivel de ciertos impuestos y contribuciones aislados, con países que no se parecen a nosotros en términos de nivel de desigualdad, calidad del gasto y nivel de ingresos. 

 

Que hay que reducir urgentemente el grado de derroche de los recursos públicos con los que hoy día contamos, desapareciendo las políticas, programas y proyectos que no dan resultado, reduciendo drásticamente los sobre costos y mejorando la calidad de todas las obras públicas, mejorando las decisiones públicas y la pérdida de recursos relacionada con improvisación e inexperiencia etc. En general, mejorando drásticamente la calidad del gasto público e implementando presupuesto por desempeño y resultados en todo el Estado, para que solamente reciba los recursos, que con mucho esfuerzo aportó una parte sobrecargada de la sociedad, aquella entidad pública que demuestre que los va a gastar con responsabilidad, cuidado y va a lograr resultados notables, que redundarán en el verdadero mejoramiento del bienestar de las personas.


Versión en audio:


https://anchor.fm/armando-ardila/episodes/Mara-Antonieta-de-Austria-y-las-odiadas-reformas-tributarias-e1l09ju


lunes, 20 de junio de 2022

La tiranía de las ideologías

 

Fuente de la imagen: definicion.mx

A lo largo de nuestra existencia, las personas nos enfrentamos a todo tipo de estímulos políticos, económicos, técnicos, científicos, sociales etc. Dependiendo de las características del entorno, de su amplitud, diversidad y de nuestra exposición a su incidencia; conformamos un set de ideas esencial que determinará la mayoría de decisiones que tomaremos en nuestras vidas. Damos forma al conjunto de abstracciones principales de la realidad, almacenado en nuestro cerebro, que definirá la forma en la que interpretamos todo lo que pasa en nuestro alrededor e incluso, establecerá si ideas nuevas pueden entrar a formar parte de este entramado mental de referencia. 

Naturalmente, la forma en la que estas ideologías se configuran y consolidan al interior de cada persona es absolutamente diversa, en algunos, se mantienen en permanente reconstrucción, mientras que en otros, se consolidan en algún momento de su vida con cimientos tan fuertes que impiden cualquier clase de modificación más adelante. En el segundo caso, podemos hablar de ideologías altamente arraigadas o fundamentadas que conducen a que la forma en la que entendemos el mundo no cambie a lo largo de nuestras vidas, a interpretar toda su complejidad y matices mediante el mismo e invariable grupo de configuraciones abstractas. De hecho, nuestro análisis del universo y la vinculación de otros puntos de vista, está dirigida a reforzar nuestra propia construcción mental, por lo tanto, en vez de ampliar el marco de referencia, lo que tiende a pasar con los años es que se reduce, concreta y de alguna manera, se hace más sofisticado. 

El problema obvio de una situación como esta, es la generación de ignorancia tácita. Nos aproximamos a toda clase de nuevas perspectivas y puntos de vista, no obstante, con base en prejuicios motivados por tan rígida estructura mental, terminamos descartando la mayoría de estas nuevas posibilidades.  

Esta actividad permanente nos lleva a decidir lo que consideramos verdadero o falso. En efecto, al tener tan fundamentado un set de ideas específico en nuestras cabezas, concluimos que nuestro punto de vista es el único verdadero y que todas las demás posiciones son falsas. Tal conclusión genera una permanente actitud de protección de nuestra ideología, el ataque sistemático a todo lo que no coincide con ella, es decir, a todo lo que consideramos falso. 

La ignorancia se genera por nuestra posición de decidir no conocer todo lo que no se parece a nuestro ideario, sin duda es tácita y no explícita, pues tenemos la percepción de que hemos accedido a todo tipo de posiciones y puntos de vista, cuando lo cierto es que, a pesar de que interactuamos con ellos, decidimos descartarlos de tajo sin apropiarlos en realidad. 

El hecho de que seamos los únicos que poseemos la verdad y que la posición del resto del mundo sea falaz y equivocada, conduce a un resultado obvio mediado por la imposición de las ideas, por la tiranía del propio punto de vista. En efecto, la voluntad de imposición termina generando violaciones de los principios morales más fundamentales, bajo la perspectiva de que el bien superior generado por la imposición de nuestra verdad, supera a cualquier mal necesario, sin importar sus reales implicaciones. 

Bajo esta premisa, se configuran un sinnúmero de actuaciones cuestionables desde un punto de vista ético, que resultan más cotidianas y parecidas entre ellas de lo que nos imaginamos: una madre castiga físicamente a su hijo, es decir, decide violar sus derechos, infringirle dolor y sufrimiento, por el supuesto bien superior de que tal castigo logrará que su comportamiento se ajuste a lo que ella considera correcto. Un colega técnico decide desacreditar a otro colega, hacer que lo despidan de su trabajo, con las consabidas implicaciones para él y su familia, como lección por ir en contravía de los planteamientos técnicos que aquel considera correctos. Un ciudadano decide que todos los que piensen de forma diferente a como el mismo piensa, deben estar en la cárcel o por fuera de la toma de decisiones políticas, con las implicaciones en el ejercicio de su ciudadanía, que una decisión como esta genera.  Una parte de la sociedad puede concluir que otra porción de ella, debe desaparecer para que se imponga la que ella considera su verdad, con las obvias consecuencias morales de acabar con la vida de un conjunto de personas, catalogadas convenientemente como indeseables. 

Son muchos los ejemplos de la tiranía de las ideologías que pueden contarse en nuestro contexto y han definido nuestra realidad histórica como sociedad occidental: la Santa Inquisición Católica y la imposición de sus ideas religiosas, la Doctrina Truman y la imposición de un conjunto de ideas políticas, el machismo, el feminismo y su voluntad de imponer una ideología de género sobre otra, el esclavismo y la pretensión de imponer a una ideología de raza sobre otra, el capitalismo puro y su idea de imponer una ideología económica sobre otra etc. 

La imposición de ideas genera rupturas sociales, resentimientos, reacciones opuestas que destruyen las sociedades, la única forma de evitar resultados tan negativos, es flexibilizando las rígidas estructuras ideológicas reinantes de cualquier índole y orientación, comprendiendo que no hay un dueño de la verdad y que lo que una parte de la sociedad considera válido, puede no serlo para la otra, de hecho, muy seguramente, no lo será para nadie desde un punto de vista eminentemente objetivo. 

En adelante, cuando nos enfrentemos a una posición técnica, política, económica, social etc.,  diferente desde algún punto de vista y sintamos que está equivocada, que es falsa, que va en contravía de nuestra visión del mundo y controvierte los fundamentos de nuestra ideología, démonos el tiempo de pensar en ella con consideración, cuidado y sobre todo respeto, pues en vez de vulnerar nuestro ideario puede ayudarnos a mejorarlo. 

Tengamos muy presente que lo peligroso en el mundo no son las ideas, aquellas plantean sencillamente puntos de vista diferentes que nosotros no habíamos tenido la posibilidad de advertir, lo peligroso en realidad, es aferrarse a ellas como si se tratara de un credo o de una verdad que nos fue revelada por una instancia suprema. 

No perdamos de vista que el conocimiento es por definición sincrético, es decir, se construye en conjunto, con la mezcla de diferentes perspectivas, posiciones y maneras de ver el mundo, que en la medida en que renunciemos a su evolución y apropiación nos convertiremos en ignorantes, sin importar cuántos libros hayamos leído o cuántos programas académicos hayamos cursado. Si no nos abrimos a aprender lo único que habremos logrado con la revisión de todas aquellas páginas y la participación en todos aquellos escenarios de discusión, será haber estado expuestos a grandes cantidades de información sin lograr ninguna mejora real en nuestro conocimiento y sabiduría.

viernes, 27 de mayo de 2022

Equipos de alto desempeño: menos problemas y disculpas, más acción y solución

 


Un país como Colombia, lleno de retos tanto en el entorno privado como el público, necesita con desesperación, la proliferación en su interior de equipos de altísimo desempeño, capaces de conducirnos por el camino del verdadero desarrollo. Requiere urgentemente, la instalación de la dinámica de equipos altamente efectivos y adelantados, al interior de familias, empresas, universidades, entidades de gobierno, organizaciones sin ánimo de lucro etc. 

 

Desafortunadamente, nuestra cultura, nos lleva por otro camino en el marco de prácticas que nos mantienen estáticos en las situaciones complejas y cuestionables a las que estamos sujetos desde hace años. 

 

En los siguientes apartes pretendo enunciar de forma resumida, algunas de estas costumbres esperando que quienes lean este artículo, logren identificarlas en sus propios entornos, con el propósito de arrancarlas de raíz, a fin de lograr nuestra evolución como sociedad, recordando que los grandes cambios sociales se materializan gracias a decisiones individuales dentro de entornos cotidianos. 

 

Estamos obsesionados con los problemas: tenemos la convicción de que el desarrollo de cualquier discusión debe estar centrado, fundamentalmente, en exponer y precisar las situaciones problemáticas a las que nos enfrentamos. Tomamos problemas triviales y los sobre analizamos, durante el desarrollo de reuniones interminables, en las que cada uno de los participantes expone su punto de vista. Nos sentimos inteligentes cuando en el marco de nuestro discurso citamos cifras, leyes, bibliografía, datos técnicos, todos relacionados con la expansión y profundización de aspectos que ya están suficientemente comprendidos y estudiados.  

 

Si queremos incursionar en la dinámica de equipos de alto desempeño, debemos tener claro que la comprensión de los problemas es valiosa en la medida en que la entendamos, simplemente como un escaño que nos permitirá avanzar en la identificación e implementación de soluciones contundentes. Es fundamental que apropiemos el hecho, de que el estudio de los problemas debe ser profundo, riguroso, informado, pero al mismo tiempo, increíblemente ágil y veloz. Finalmente, es oportuno interiorizar, que a la sociedad no le hacen falta “diagnosticadores” de oficio, lo que realmente necesita, son personas dispuestas a solucionar de forma definitiva los inconvenientes que nos aquejan. 

 

Todo nos parece difícil: generamos la absurda percepción de que hay problemas cotidianos que no pueden ser solucionados, cuando la realidad es que la gran mayoría de ellos, incluso los más complejos, tienen su origen en nuestro comportamiento y decisiones. Promovemos la idea, de que avanzar en soluciones es una tarea titánica, imposible de materializar por personas como nosotros procedentes de sociedades “limitadas” y “tercermundistas”. 

 

La realidad, es que, en un mundo de conocimiento abierto como el actual, no hace falta haber estudiado en una universidad sofisticada o tener estudios avanzados como un doctorado, para dar alcance a una situación problemática, lo único que se requiere, es la comprensión rápida y detallada de las dinámicas sistémicas que la determinan y, sobre todo, la voluntad de afrontarla de forma decidida, con la convicción de que tenemos la capacidad real de solucionarla, gracias al trabajo en equipo. Además, es fundamental quitarnos la tara, de que las soluciones deben venir de otros más capaces y conocedores que nosotros, personas externas a nuestros entornos o incluso procedentes de otros países. Comprender que en un mundo como el actual, conocer de un tema necesario para configurar una potencial solución, es tan fácil como leer un libro, un artículo o ver un video a través de las redes en las que interactuamos regularmente. 

 

Somos poco innovadores: nos aterra ingeniar e innovar, luego de las largas e interminables discusiones en las que se analiza un problema sobre el cual todos tenían algo que decir, se impone un silencio absoluto cuando se reclaman ideas, que puedan materializarse con el propósito de garantizar una solución efectiva. Cuando por fin, empiezan a aparecer unas pocas alternativas, todas ellas se sujetan a proponer cosas que se han hecho en el pasado con cuestionables resultados, y una vez se pone de presente su ineficacia, usualmente recurrimos a llamarlas de otra manera, como si la modificación de la denominación corrigiera su insuficiencia estructural. Eso sin mencionar, que sugerimos revisar de oficio, lo que otros han hecho antes que nosotros, con el ánimo de copiar sus propias soluciones e implementarlas en nuestro entorno. 

 

Si queremos convertirnos en equipos altamente efectivos, debemos comprender que el momento determinante, en el que se requieren todos los aportes, cuando debemos desplegar toda nuestra inteligencia e ingenio; es ése en el que se proponen las soluciones. Teniendo claro, que si algo se ha hecho en el pasado y el problema aún persiste, probablemente la solución vigente no está siendo efectiva, por lo que se requiere una solución alterna mejorada, que no tiene que venir de afuera o haber sido implementada antes por alguien más, sino que más bien, puede ser concebida completamente por nosotros mismos. 

 

La disculpa es nuestra primera respuesta: en nuestra cotidianidad, cada vez que se pone de presente la necesidad de atacar una problemática específica, lo primero que se recibe de parte de los implicados, es una larga e innecesaria disculpa. En el marco de esta dinámica, invertimos buena parte de nuestro tiempo en restarle importancia a problemáticas vigentes y defendernos de las críticas a soluciones que no parecen estar funcionando. 

 

Los equipos de alto desempeño nunca justifican la existencia de problemáticas de ninguna índole y mucho menos defienden soluciones ineficaces, pues lo consideran una real y completa pérdida de tiempo. Asumen la disculpa como una manera de justificar la incompetencia y como un mecanismo mediocre, que lo único que logra es aplazar la formulación de soluciones contundentes. Entienden que la disculpa y la justificación paralizan, en la medida en que reducen la percepción de urgencia de la actuación, por lo tanto, en vez de perder el tiempo en ambos recursos, procuran entender de forma rápida y precisa las manifestaciones problemáticas, para atacarlas con decisión, rigurosidad, oportunidad y contundencia. 


No nos comprometemos a actuar: nos cuesta comprometernos con acciones concretas, preferimos que los problemas se solucionen por sí mismos o que otros tomen la iniciativa de afrontarlos. Cuando nos asignan responsabilidades directas, procuramos no comprometernos con una fecha y si la aceptamos a regañadientes, la asumimos como una sugerencia, que incumplimos regularmente. Incluso, intentamos cambiar el alcance de lo solicitado, con el fin de facilitar nuestro recorrido hasta lograr un resultado, que puede ser cómodo para nosotros, pero que no garantiza la solución del problema que estamos enfrentando. 

 

Migrar hacia la dinámica de equipos de alto desempeño, implica comprometerse a actuar siempre que sea necesario, comprender que el único mecanismo pertinente para solucionar los problemas que nos rodean, es la acción decidida y contundente. Este tipo de equipos jamás intentan moderar el alcance de un resultado para su propio beneficio y mucho menos incumplen las fechas atadas a los compromisos, pues saben que detrás de la solución a una problemática hay expectativas, intereses y preocupaciones de otros equipos o de personas afectadas por dicha situación.  

 

 

 Versión en audio

 

viernes, 22 de abril de 2022

Presidentes Novatos

 

Fuente de la imagen: https://www.bbc.com/mundo/noticias-49377596

El Estado moderno es una organización, no es más que eso, una organización conformada para dar solución a problemas que de manera individual no podemos afrontar. Dentro de ella, El Ejecutivo, tiene la responsabilidad de “ejecutar” todos los mecanismos necesarios para que una parte importante de dichos problemas sea encarada de forma contundente. 

 

Cada tanto, en los diferentes países democráticos del mundo, escogemos al presidente, al gerente general de esta instancia ejecutora, seleccionamos una figura de evidente importancia, que en entornos distintos al público llamaríamos Chief Executive Officer o CEO. La relevancia de esta elección es indudable, pues su capacidad de liderazgo determinará los resultados de innumerables organizaciones subsidiarias con millones de empleados públicos trabajando en su interior: ministerios, secretarías, departamentos, unidades, agencias, empresas estatales etc. Además, afectará en buena medida el desempeño de otras partes del ecosistema organizacional estatal, como las ramas ejecutiva y judicial. 

 

Una decisión similar se toma de cuando en cuando en organizaciones privadas de tamaño importante, al analizar los elementos determinantes de dicha elección en las empresas más valiosas del mundo, resulta evidente la búsqueda de resultados determinados por una indudable madurez gerencial, usualmente, los candidatos son personas que a lo largo de su vida han dirigido equipos de diferentes tamaños, cada vez mayores y han tenido la posibilidad de aprender la manera de llevarlos a lograr buenos resultados. Además, en el marco de un proceso cada vez más complejo de toma de decisiones, han comprendido qué medidas generan buenos réditos y cuáles no. Eso sin mencionar que, han tenido la posibilidad de entender muy bien las dinámicas de los negocios por los que han pasado y la manera en que dichos aspectos pueden afectar el desempeño de las organizaciones que dirigen. Finalmente han apropiado claramente las particularidades de las funciones organizacionales, sus pormenores técnicos y la forma en que deben configurarse para lograr resultados notables.

 

A pesar de que la elección del presidente de un país puede determinar, sin lugar a duda, el desempeño del Estado y su capacidad para solucionar eficazmente los problemas más determinantes de nuestras vidas y las de las personas que amamos; somos mucho menos exigentes que las juntas directivas de las organizaciones privadas de gran tamaño mencionadas, al escoger el candidato que regirá nuestros destinos. En general, nuestra decisión está centrada en las características de su discurso, en lo que promete y en otra serie de aspectos irrelevantes a la hora de materializar una gerencia efectiva como su apariencia, sus creencias religiosas, si tiene hijos o no, si es hombre o mujer etc. 

 

El resultado de diferencias drásticas como las anotadas es evidente, mientras las grandes y complejas organizaciones privadas, gracias a la elección concienzuda de un gerente maduro, logran materializar sus resultados y evolucionar de forma contundente, los estados modernos al interior de los cuales se toman decisiones ligeras e irresponsables como las anotadas, alcanzan resultados mediocres y se sumergen en un preocupante retroceso.

 

La sociedad chilena recientemente eligió un presidente de 36 años cuya experiencia estuvo centrada en ser líder estudiantil y posteriormente diputado. Perú hace poco escogió a un mandatario en cuya trayectoria se cuenta ser profesor de primaria y representante sindical, esta decisión se suma a otras similares que ha tomado este país en los últimos tiempos y han supuesto que, en los últimos 5 años, 6 presidentes hayan renunciado o hayan sido destituidos. Ucrania eligió un presidente de 41 años que toda su vida había sido humorista y en la actualidad, se encuentra sumida en una guerra de magnitudes inesperadas, con su vecino Rusia. El pueblo venezolano hace ya varios años eligió a un mandatario con únicamente estudios de bachillerato, que había sido conductor de bus, guardaespaldas y que, aunque fue diputado, ministro y posteriormente vicepresidente; dados los indicadores del país, no tiene la posibilidad de mostrar ningún tipo de resultado positivo asociado a su gestión en dichos cargos. 

 

Colombia por su parte, está a punto de tomar la importante decisión de elegir su presidente, punteando en las encuestas se encuentran un candidato que fue toda su vida congresista y posteriormente fue alcalde de Bogotá y un aspirante cuya experiencia está centrada en haber sido concejal y alcalde de Medellín. Vale la pena anotar que el actual presidente del país llegó a esta alta dignidad, luego de haber trabajado con multilaterales y haber sido senador de la república. 

 

Lo que nos muestra este balance, es que estamos siendo notablemente irresponsables con nuestras decisiones y que antes de elegir a aquel que afrontará la gerencia de la organización que más impacto tiene sobre nuestra realidad, bien vale la pena ser mucho más exigentes y selectos reclamando que tenga una experiencia amplia y directamente relacionada con la gerencia de organizaciones públicas complejas, que nos asegure una madurez gerencial indudable y sobre todo, exigiendo que el aspirante sea capaz de mostrar resultados contundentes cuando estuvo al frente de cada una de las instancias que tuvo la oportunidad de dirigir. 

 

En resumen y por el bien de nuestras familias, vale la pena exigirle a nuestros políticos y a nuestras instituciones, una mejora sustancial en el nivel de los aspirantes a presidente, de forma que nuestros países dejen se ser dirigidos por presidentes novatos.

Versión en audio

sábado, 8 de enero de 2022

Los alcaldes, concejales, gobernadores y diputados, con su mediocridad, están llevando las regiones al desfiladero.

Parece que nadie se atreve, pero en mi caso, tengo el suficiente carácter para decirlo sin tapujos: los alcaldes, gobernadores, concejales y diputados están destruyendo los municipios de este país y nosotros mismos estamos ayudándoles a lograrlo. Basta con recorrerlos para darse cuenta el nivel de descuido y ruina en el que se encuentran muchos de ellos: cascos urbanos espantosamente mal planeados y mantenidos, veredas abandonadas a su suerte, salud, educación apenas aceptables y orden público casi siempre comprometido. La explicación no es otra que, o son terriblemente incompetentes o se niegan terminantemente a hacer el trabajo para el cual los contratamos. 

Lo preocupante del caso es que nosotros mismos estamos ayudándoles a materializar tal destrucción, aceptando sus disculpas recurrentes y mentirosas relacionadas con complejidades que no existen, presupuestos suficientes que para ellos siempre serán escasos, desconocimiento de lo público convenientemente utilizado para materializar sus propios intereses etc., bajando preocupantemente nuestras expectativas sobre su gestión, aceptando y excusando su falta descarada de resultados y su total incapacidad para solucionar eficazmente los problemas de las personas que los eligieron. 

Pero esta situación no puede continuar, de lo contrario nuestro país terminará en ruinas desde el punto de vista social y ambiental, antes de que nos demos cuenta y posiblemente ya no podamos hacer nada para corregirlo. 

Tenemos que empezar a ser despiadados con ellos, exigiéndoles perfección en sus actuaciones y dejándoles claro, que quien no pueda desempeñarse de la forma esperada, no debe siquiera postularse para tal dignidad. Es necesario que acabemos con esa permisividad que está carcomiendo el bienestar propio y de nuestros seres queridos: hacen el trabajo para el cual los contratamos o los obligamos a hacerlo. 

Mandemos al diablo las mentiras que justifican su incompetencia, comprendamos de una buena vez que tienen todo para hacer una gestión al menos aceptable y si no lo logran, debe ser porque atienden sus propios intereses o  sencillamente no son competentes para desempeñarse en el cargo que ostentan. 

Recordemos que cada ciudadano por humilde que sea, es el jefe natural de estos empleados de lo público, por lo tanto, a la menor evidencia de una mediocre gestión, pongamos el grito en el cielo, teniendo el cuidado de desoír la totalidad de las disculpas que aquellos puedan inventarse, ya que son irrelevantes para nuestros intereses. 

Exijámosle además a instancias como el Departamento Nacional de Planeación, La Procuraduría General de la Nación, la Contraloría General de la República, que dejen de tratar a estos dignatarios territoriales como al “hijo bobo” del que no se espera nunca nada. Lo que necesitamos es que estas tres organizaciones públicas, empiecen a ser contundentes, verificando su gestión, pasando de los indicadores mentirosos e irreales a la verdad pura y dura, de suerte que si existe la más mínima evidencia de que no están siendo diligentes, aprovechen sus competencias para ser implacables con ellos. 

Finalmente, abandonemos todos estos programas de orden nacional y de cooperación internacional, que buscan remplazar el trabajo que estás instancias locales se rehúsan a hacer, dejemos claro que el que no sea capaz de lograr resultados, no debe meterse a gestionar lo público. Abramos al fin los ojos y dejemos atrás está odiosa tradición de mentiras y contemplaciones que tiene nuestras regiones en el atraso y nos hunde en el desespero cada día más.