Durante los últimos días, se filtraron rumores
relacionados con la creación de un nuevo impuesto a las transacciones
financieras, al parecer ha venido tomando fuerza la idea de modificar el cuatro
por mil y cobrar un impuesto a retiros por montos superiores a los 10 millones
de pesos. Aunque el Ministro de Hacienda públicamente le restó importancia a la
iniciativa, manifestando que se trataba de una propuesta lanzada en el marco de
una discusión parlamentaria, el incidente nos puso a pensar a algunos, en lo
desconsiderada y socialmente irresponsable, que resulta la política tributaria
en este país.
Vale la pena recordar, que en Colombia más de una
reforma tributaria e impuestos tan representativos como el cuatro por mil, el
impuesto al patrimonio y el IVA, proceden también de rumores que pasaron de lo
virtual a lo real en un abrir y cerrar de ojos.
Lo que hay que decir al respecto, es que nuestra clase
media ya no soporta un impuesto más; entre retenciones, IVA, ICA, predial,
impuesto a vehículos, impuesto a los combustibles, impuesto a las transacciones
financieras, impuesto de renta etc…etc…nuestros gobiernos están asfixiando a un
grupo social considerado por algunos, el motor del desarrollo sostenido, de las
grandes economías.
Miren a su alrededor y háganse las siguientes
preguntas con respecto al entorno en el que vivimos: ¿En qué transacción
cotidiana no hay algún impuesto involucrado?¿Qué conocido suyo se da el lujo de
vivir tranquilamente, sin preocuparse por tener lo suficiente para paga el
crédito del apartamento, la cuota del carro o el semestre de las universidades
de los hijos? ¿En qué hogar actual, el salario de uno solo de los padres es
suficiente para sostener una familia de manera decorosa?, ¿Bajo qué
circunstancias estos golpeados hogares, pueden asumir además un impuesto
asociado al pago de obligaciones como las mencionadas?
Nuestros honorables congresistas y nuestros
funcionarios públicos, no son conscientes de que con estas medidas, están
acercando la clase media al umbral de las clases menos favorecidas, reduciendo
de manera sistemática su calidad de vida.
No pretendo ser alarmista, pero si sumamos los
impuestos que paga en un año un hogar promedio de este grupo poblacional, nos
daremos cuenta de que cerca de la mitad de sus ingresos terminan siendo
propiedad del Fisco.
A veces me pregunto qué sería del estado Colombiano,
si la sociedad en pleno, le exigiera hacer su labor en el marco de reglas de
mercado similares a las tenemos los privados. Una empresa, por ejemplo, tiene
que garantizar la plena satisfacción de sus clientes, al mismo tiempo que
ofrece precios competitivos. La única manera de lograr resultados como este, es
mediante el mejoramiento sostenido de la forma en la que se hacen las cosas al
interior de la organización y el incremento de la productividad del su recurso
humano.
Confieso que es difícil imaginar al aparato público
situado en un escenario como este, su condición de monopolio natural, lo exime
de preocuparse demasiado por sus clientes, mientras que su capacidad para
incrementar los precios de sus bienes y servicios por vía normativa, le evitan
pensar mucho en la necesidad de mejorar continuamente.
Es hora de que nuestros gobernantes dejen de pensar en
las reformas tributarias, como el único mecanismo para equiparar los ingresos y
los gastos públicos, y empiecen a obsesionarse con lograr incrementos
sostenidos en la productividad. Si todos en el estado, se concentran en hacer
más con los mismos recursos, el aparato público podrá responder de manera efectiva a las
innumerables necesidades sociales de nuestro país, al mismo tiempo que reduce
la carga impositiva sobre los grupos sociales llamados a generar desarrollo.
El Ministerio de Hacienda, el DNP y el Departamento
Administrativo de la Función Pública, están en mora de formular una estrategia
articulada, que les permita controlar la eficiencia y la eficacia en lo público,
mediante indicadores claves de gestión como el costo comparativo promedio de los
bienes y servicios públicos, la efectividad del gasto público, las variaciones
anuales en la productividad pública etc.
Sin embargo, no basta con formular un buen cuadro de
mando integral, también es necesario trabajar en estrategias activas, que
garanticen la mejora en los resultados arrojados por los indicadores. En este
particular, la Escuela Superior de la Administración Pública, puede hacer su
aporte mediante la creación de programas de formación, concentrados en la
investigación de operaciones pública o la ingeniería de las organizaciones y
las políticas públicas.
Es hora de que le exijamos a nuestros gobernantes
mayor eficiencia y menos reformas tributarias, más calidad de vida y mayor
celeridad en la entrega de bienes y servicios públicos, económicos y de mejor
calidad.