lunes, 29 de abril de 2019

Las externalidades de la corrupción pública




Mucho se ha oído hablar de la corrupción pública pero poco se dice de los costos no evidentes de este fenómeno sobre la sociedad, por lo tanto vale la pena dedicar unos minutos a analizar sus implicaciones.

En economía se habla de externalidades, en referencia comúnmente a los efectos no compensados de una actividad de carácter privado sobre el resto de la sociedad. En caso de que la incidencia sea negativa, hablamos de costos o reducciones de bienestar y si la incidencia es positiva, hablamos de beneficios o mejoras de bienestar. En la primera situación, se afirma que quien desarrolla una actividad privada con el objetivo de mejorar su propio bienestar, le está transfiriendo costos o está mermando la felicidad de otras personas que tienen poco o nada que ver en el asunto, mientras en la segunda, le está externalizando beneficios o está mejorando la felicidad de otras personas ajenas al proyecto particular de este individuo.

El problema de las externalidades en economía es bien conocido, en general antes de emprender cualquier actividad que busca beneficios privados, los individuos, consciente o inconscientemente, desarrollan un análisis beneficio-costo dirigido a identificar los costos potenciales en que incurrirán y los beneficios que recibirán en contraprestación. Si la resta es positiva, lo más seguro es que decidan adelantar la actividad, si es negativa la evitarán. Así las cosas, cuando los costos de una actividad son asumidos por alguien más, son externalizados o sacados de la ecuación, es más probable que las personas decidan emprender una actividad que reduce de forma importante el bienestar del resto. Tal vez convenga describir un ejemplo para aclarar un poco más el concepto:

Cuando un vecino ruidoso, en un edificio de apartamentos, pretende adelantar una fiesta, durante el proceso de análisis beneficio-costo, considerará los costos del licor y los pasabocas que posiblemente se consumirán, el costo por hora de la música en vivo que animará la fiesta y potencialmente, la reposición de uno que otro implemento casero que sea destruido cuando sus comensales empiecen a elevar los niveles de alcohol en la sangre, no obstante, durante el proceso de tomar la decisión, no tendrá en cuenta los costos que le transferirá a sus vecinos, quienes con seguridad, estarán inmersos en otras actividades, la mayoría  de las cuales, se verán interrumpidas por la apoteósica fiesta que está a punto de adelantarse. No cabe duda que en el marco de un evento de estas características, quien organiza la fiesta y sus invitados experimentarán una mejora de bienestar sustancial, la cual compararán con los costos de la preparación y que dicha resta arrojará un resultado positivo, por lo que el proyecto de fiesta seguirá su rumbo sin mayores contratiempos. Otra sería la decisión si el vecino ruidoso considerara en su evaluación los costos que transfiere a los demás y que decidiera compensarlos de alguna manera por las incomodidades o que una administración responsable e interesada por el bienestar general de todos los residentes, optara por sancionarlo con una multa suficientemente alta como para compensar el malestar que está a punto de causar, en ese caso posiblemente el beneficio recibido por su escandalosa actividad no será suficiente para compensar tales costos aumentados.

En el caso de una actividad como la corrupción el análisis beneficio-costo privado es relativamente simple: modificando irregularmente, directa o indirectamente, un conjunto de decisiones, el corrupto recibirá montos de recursos públicos que utilizará para mejorar su propio bienestar y el de sus allegados, los costos evidentes en los que incurrirá tendrán que ver con la sumatoria de los montos que debe pagar para salirse con la suya, con el cuestionamiento de su integridad, las sanciones sociales, morales, legales y de toda índole, que deberá asumir por cuenta de tales decisiones. No obstante, ¿qué pasa con los costos no evidentes? ¿Qué pasa con los costos que el corrupto transfiere a los demás, no incluye en su análisis beneficio-costo y por los cuales no nos está compensando al resto de la sociedad? Hagamos un breve análisis de algunos de ellos utilizando en primera instancia un ejemplo, con la esperanza de que el lector extienda sus fundamentos a los demás escenarios públicos, teniendo en cuenta que las dinámicas en infraestructura, son similares a las de salud, educación, etc:

1.       Costos asociados a fallas en la provisión de bienes y servicios públicos: vamos a suponer que un corrupto incide en las decisiones, en lo que tiene que ver con la selección de un proponente que construirá una nueva vía, importante para la competitividad de un país entero. En este caso, son varias las formas en que transfiere costos a la sociedad que no son necesariamente evidentes. En primer instancia, El Estado que debe seleccionarlo diseña todo un show procesal dirigido a hacer más transparentes los mecanismos de selección y de dientes para afuera, intentar frenar la corrupción; esta condición hace que procesos que deberían tardar unos cuantos días terminen durando meses y que el disfrute de la vía con las respectivas implicaciones en materia de mejora en productividad, reducción de tiempos de viaje, reducción de contaminación del aire etc.,  se retrase innecesariamente.  De otro lado, considerando que el corrupto muy probablemente no va a ser el oferente más idóneo técnicamente o de lo contrario no necesitaría utilizar la corrupción como mecanismo para resultar favorecido, la sociedad va a recibir una vía de mala calidad que no va a satisfacer sus necesidades y que seguramente tendrá que reemplazar antes de lo esperado.  Así las cosas, el recibo de los anhelados bienes y servicios públicos por parte de la sociedad, puede tardarse 2 o 3 años más de lo que debería y considerando los costos del reemplazo, pueden costar el doble o el triple de lo que costarían unos de calidad razonable.
2.       Costos asociados a la complejidad y consecuente ineficiencia administrativa: de otro lado, para intentar lidiar con la mala calidad sistemática de los productos públicos entregados y el comportamiento deshonesto de sus servidores, la organización pública que contrata las vías, debe tener en su interior ejércitos de personas encargadas de adelantar cada uno de los dispendiosos pasos necesarios, para llevar a cabo la selección de los oferentes. En sus huestes contará con infinidad de abogados que se dediquen a elaborar términos de referencia y contratos  excesivamente complejos, multitud de contratistas que adelanten los procesos de supervisión e interventoría, hasta el punto de que su tamaño puede terminar siendo 4 veces más grande del que tendría en caso de que la corrupción no existiera. Además, considerando que a pesar del tamaño de estos ejércitos el control no será efectivo, se requerirán sendas instancias externas a la entidad, de magnitudes también especialmente grandes como contralorías, procuradurías, veedurías y otras tantas, que intentarán, de dientes para afuera, reducir la corrupción, también infructuosamente.
3.       Costos asociados al pago de impuestos innecesariamente altos: no es tarea fácil financiar los recursos que desaparecen por cuenta de la corrupción, los sobrecostos de la baja pertinencia y calidad de los productos y de un aparato público innecesariamente grande. Lograrlo requerirá un flujo de ingresos fiscales suficiente, para mantener un ecosistema criminal de estas características. En contraste, en países sin corrupción, con la mitad de los recursos se podría entregar el doble o el triple de bienes y servicios públicos. Así las cosas, las implicaciones para la sociedad de tener altos niveles de corrupción, están relacionados con tener que pagar una tasa impositiva que puede ser el doble o el triple de la que pagaría si no existiera este flagelo. En este sentido, si pensamos en que los impuestos son una forma de apropiarse de parte del ingreso de las personas, que lo que gana cada uno procede de horas de trabajo cuya remuneración es usada para comprar bienes y servicios que proporcionan bienestar; la corrupción se apropia de horas de trabajo de las personas y reduce su capacidad para adquirir bienes y servicios que con seguridad mejorarían su felicidad. Eso sin mencionar que eleva los precios de los productos que dicha sociedad produce, haciéndolos menos competitivos en el panorama internacional y por lo tanto, más difíciles de vender en mercados globales, reduciendo en conjunto el ingreso total de la economía y por lo tanto su capacidad agregada para proporcionarse bienestar.
4.       Costos asociados a la conformación de delincuencia organizada pública: con el ánimo de intentar controlar entornos tan complejos como los mencionados y de garantizar en el tiempo la sostenibilidad del lucrativo negocio, los corruptos intentarán ubicar en posiciones claves a sus fichas, por lo tanto, incidirán en procesos de elección popular y nominación pública, para garantizar en el legislativo,  actores capaces de definir normas que de dientes para afuera, satisfagan a la opinión pública, pero de dientes para adentro, faciliten su accionar; en el ejecutivo actores que tomen las decisiones más convenientes para sus propios intereses, aun en contravía del bienestar de la sociedad y en la rama judicial peones que tengan la potestad de incidir durante los procesos sancionatorios, de manera que los costos dentro de su ecuación personal, resulten ser lo suficientemente pequeños como para garantizar un análisis beneficio-costo positivo.  En este caso, el resultado para la sociedad no es otro, que contar con un conjunto de normas y decisiones que la perjudican en vez de beneficiarla y un esquema de justicia completamente desigual, que trata a las personas de forma totalmente inequitativa asignándoles diferente peso en la balanza.  
5.       Costos asociados a desigualdad social y violencia: una de las formas más claras y expeditas para reducir la desigualdad, es entregando bienes y servicios públicos de alta calidad a las clases menos favorecidas, que les permitan equipararse con las que están en mejor condición, sin duda, en primer lugar, es necesaria la reducción de la iniquidad en materia de justicia. Bajo las condiciones mencionadas en los anteriores numerales, en un entorno corrupto no es posible por definición materializar ni lo uno ni lo otro, así las cosas, la corrupción extiende indefinidamente la existencia de sociedades desiguales e injustas, con evidentes conflictos de intereses entre El Estado y los ciudadanos. Mientras el primero concentra su actuación en decisiones que benefician a los pequeños grupos dominantes, los segundos incrementan su nivel de frustración en un entorno en el que no gobierna la ley, con el consecuente surgimiento de multitud de fenómenos de violencia.  Por lo tanto, las consecuencias para la sociedad no son otras que polarización y muerte. Finalmente, para intentar controlar estos fenómenos, será necesario hacer gastos mucho más altos de seguridad y defensa que los que harían Estados en los que no existe la corrupción, con el consabido aumento en los impuestos que conducen a una apropiación aún mayor por parte del Estado, del bienestar de la sociedad y la desviación de recursos de sectores de alta rentabilidad social como educación y salud, a sectores que en principio no deberían existir como los mencionados.

A manera de cierre, vale la pena mencionar, que la sanción por corrupción debería en primera instancia, reconocer una compensación consecuente a la sociedad, por todos los costos que el corrupto le externaliza y que en segunda instancia, si la sanción es lo suficientemente efectiva para que el corrupto deba involucrarla en su  análisis beneficio-costo, seguramente tendríamos mucha menos corrupción pública en nuestras sociedades que la que hoy día tenemos. 



Disponible en audio: https://anchor.fm/armando-ardila/episodes/Las-externalidades-de-la-corrupcin-pblica-e1l4mfo/Las-externalidades-de-la-corrupcin-pblica-a888913

viernes, 11 de enero de 2019

¿Queremos un Estado controlador o facilitador? ¿Alguien tiene la respuesta?


Todas las personas independientemente de la nacionalidad, tenemos similares ambiciones y capacidades, la diferencia entre nosotros radica fundamentalmente en las condiciones que nos proporciona el entorno para materializar todo nuestro potencial y lograr lo que nos proponemos.

De otra parte, las características del entorno dependen en buena medida de los estímulos que una organización denominada Estado define con cada una de sus decisiones.

Por lo tanto, la posibilidad de que las personas de uno otro contexto nacional, materialicen sus objetivos individuales depende en buena medida de la cultura del Estado que rige su existencia.

Estados con una cultura basada en el control de sus ciudadanos, en decidir qué pueden y qué no pueden hacer, para los cuales el pueblo está al servicio de la burocracia; son Estados en los que por definición se dificultará materializar cualquier clase de meta individual. Por el contrario Estados cuya cultura se abstiene por completo de restringir los objetivos de sus ciudadanos, pone la felicidad colectiva por encima de todo, para los cuales la burocracia está al servicio del pueblo; serán Estados en los que resultará increíblemente fácil lograr propósitos propios.

Ahora bien, los Estados del primer tipo, los controladores, son por definición ineficientes en términos de su capacidad para proveer bienes y servicios, en general deben invertir buena parte de su tiempo y recursos en supervisar y controlar a sus ciudadanos. Los del segundo tipo, los facilitadores, son altamente productivos pues todos sus recursos están focalizados en producir bienes y servicios oportunos y de alta calidad.

En consecuencia, los Estados controladores demandan una parte importante del total de la producción privada, la cual expropian a través de onerosos impuestos mediante los cuales financian su existencia. No obstante, dada su marcada ineficiencia, dichos gravámenes resultan siendo un costo para los ciudadanos que en la práctica no supone ningún beneficio. En contraste, los Estados facilitadores cobran impuestos bajos que regresan a los ciudadanos en la forma de bienes y servicios altamente valiosos que facilitan notablemente sus actividades cotidianas.

Ahora, dado este contexto, vale la pena preguntarse qué tipo de Estado tenemos en Colombia, para evaluar de manera sencilla sus características podemos remitirnos a analizar algunas de sus decisiones, en dos aspectos cruciales para la cotidianidad de cualquier ciudadano como el transporte y la justicia.

Si pensamos detalladamente en un bien o servicio público de alta relevancia para el logro de los objetivos de cada ciudadano como las vías por ejemplo, podremos lograr algún grado de validación para los conceptos recién expuestos.

Nuestro país ocupa los últimos lugares en calidad vial, una situación como ésta sería afrontada por un Estado facilitador focalizando todos sus esfuerzos y productividad en construir nuevas vías de altísima calidad. Sin embargo, buena parte de las medidas para solucionar dicha problemática se han focalizado en controlar el comportamiento de los ciudadanos, por ejemplo, reducen drásticamente la velocidad de movilización con la esperanza de evitar que las personas terminen muertas gracias a que las actuales características viales son causantes directas de accidentes.

En las áreas urbanas las restricciones han llegado al punto de racionar el uso de las vías a través de la implementación de mecanismos de carácter permanente como el “pico y placa”, que le otorgan la posibilidad de movilizarse a algunos vehículos determinados días de la semana mientras que otros deben permanecer parqueados. En contraste un Estado facilitador dirigiría todas sus baterías a ofrecerle a sus ciudadanos todos los modos de transporte existentes de forma que quien quiera transportarse lo pueda hacer como y cuando quiera.

Además, Colombia es un país con serios y claros problemas para garantizar “el gobierno de la ley”, no obstante, para mitigar este fenómeno su Estado focaliza sus medidas en controlar excesivamente todas las actuaciones de sus afiliados, aspectos como el uso de armas, el registro de la propiedad, las reglas contractuales etc., son excesivamente regulados en un esfuerzo infructuoso por evitar irregularidades, cuando lo lógico sería concentrarse en garantizar una provisión de justicia rápida y altamente efectiva que garantice el respeto universal por parte del pueblo, de un conjunto de reglas simples y elementales.

En el marco de estos antecedentes, ires y venires de gobiernos de una y otra ideología, los cuales logran poco o nada en términos de mejorar nuestra felicidad; vale la pena preguntarnos qué Estado queremos: uno controlador e ineficiente que nos dificulte la vida o uno facilitador y eficiente que nos ayude a materializar todas nuestras metas individuales. Sin embargo, antes de encontrar la respuesta, no perdamos de vista que cualquier asomo de cambio depende de las acciones futuras que cada uno de nosotros emprenda.

viernes, 4 de mayo de 2018

La moral colombiana: entre los “usted no sabe quién soy yo” y los “abeja”



Hace unos días, en el marco de alguna de las interesantes conversaciones cotidianas que la mayoría de nosotros sostenemos a diario, con personas que no conocemos del todo pero que tienen mucho que decir, con respecto a lo que sienten viviendo en un país como el nuestro, un taxista me preguntó en medio de su frustración por el escalamiento de la violencia en las regiones colombianas y los descarados casos de corrupción rampante, de carácter tanto público como privado, “¿cuál puede ser el problema de Colombia para que estemos tan jodidos?”.  

El objetivo de este blog es responder esa misma pregunta que a varios, incluyéndome, nos ha dado tantas vueltas en la cabeza durante mucho tiempo. Lo primero que hay que precisar es que la precaria situación de la sociedad colombiana está explicada por las características de la moral en el marco de la cual se materializan todas sus interacciones sociales.

Al respecto, lo que se puede decir es que cada sociedad define un conjunto de reglas que persiguen en última instancia, la posibilidad de vivir en armonía al interior de un modelo social, que garantice la felicidad de todos sus individuos en el marco de principios fundamentales como la libertad, la equidad, el bienestar etc. Dichas reglas, que le dan forma a la concepción de justicia sobre la cual la sociedad toma decisiones que afectan a cada uno de sus miembros, se definen y fundamentan mediante procesos de prueba y error que les muestran a los individuos lo que más les conviene a el largo plazo, en términos de lograr materializar sus expectativas o su felicidad. Ese conjunto de reglas es lo que llamamos “moral” y su estudio lo conocemos como “Ética”.

La sociedad colombiana desarrolla actualmente sus actividades cotidianas, en el marco de un grupo particular de reglas, a las que llegamos gracias al doloroso proceso histórico que hemos vivido durante décadas. Específicamente las condiciones de marcada desigualdad en las que ha existido el país desde siempre, terminaron por definir reglas sociales que sistemáticamente han buscado perpetuar dicha desigualdad e incluso profundizarla paulatinamente.

En esencia vivimos en una sociedad con una moral compleja, en la que la virtud individual y el ejercicio de la justicia, claramente no están en primer lugar del orden del día. Estas reglas son tan injustas que priorizan de facto las necesidades del grupo poblacional más rico, pues le proporcionan mejor calidad de vida, mejor educación, mejor salud etc.  El estrato social, por ejemplo, es un discriminador evidente, pues es claro que las dotaciones con las que cuenta los barrios de estratos cinco y seis son mucho mejores que las propias de estratos uno y dos, de otra parte, las reglas que conducen a tener un sistema de salud ineficiente y corrupto, le ofrecen a los pobres un estándar de calidad completamente distinto al que pueden acceder las personas que tienen la posibilidad de pagar un buen plan de medicina prepagada, incluso, la calidad de la educación en los colegios públicos en los que estudian los pobres, en promedio, es claramente  inferior a la que ofrecen las instituciones privadas más costosas.

 La moral asociada a todas estas dinámicas queda muy bien representada en la cultura del ciudadano “usted no sabe quién soy yo”, todo un planteamiento social que legitima el hecho de concebir personas más importantes que otras, con derecho a gozar de privilegios a los que los demás no pueden acceder y suficiente poder para imponer reglas que perpetúen la posibilidad de continuar recibiendo tales beneficios.

De otra parte, el grupo poblacional mayoritario más pobre, consciente de las diferencias y de las serias dificultades que interpone la sociedad para reducirlas, termina legitimando una serie de reglas basadas en desconfianza, aprovechamiento, revanchismo, lucha por los recursos escasos y justicia por la propia mano.  La moral resultante de esta lógica está muy bien representada en la cultura del ciudadano “abeja”, aquel individuo que se aprovecha de la “ingenuidad” de los demás, dispuesto a pasarse por la faja las necesidades del resto de la sociedad con tal de mejorar su propio bienestar.

Todos estos aspectos y otros innumerables más, rompen lo que John Rawls llamó “el velo de la ignorancia”, esa condición de libertad e igualdad verdaderas, por medio de la cual, en una sociedad justa, cada uno de sus individuos tendría las mismas posibilidades de materializar sus expectativas y conseguir la felicidad.  En últimas nuestra moral nos conduce a la existencia de la injusticia como una condición socialmente aceptada y defendida por todos los miembros de la sociedad, ricos y pobres. Luego de una conclusión como ésta, valdría la pena preguntarse ¿bajo qué circunstancia, una sociedad cuyas reglas hacen honor a la injusticia no debería estar indefectiblemente jodida?


lunes, 5 de marzo de 2018

¡Si yo fuera presidente!



Estas épocas electorales, resultan muy interesantes para personas de mi talante, genuinamente preocupadas por el devenir político colombiano. Las reuniones de amigos, el entorno laboral y académico se convierten en espacios  de apasionantes discusiones. Café va, café viene, desayuno un día, almuerzo el otro; encuentros que se transforman en interesantes y enriquecedores debates con personas que conocen lo público usualmente desde una perspectiva directiva, pero fundamentalmente técnica.

En alguna de estas acaloradas discusiones, uno de mis inteligentes amigos, cuyo nombre prefiero no enunciar para evitarle problemas, de quien solamente diré que forma parte de este gobierno… me preguntó: “¡bueno! Y si usted fuera presidente entonces ¿qué es lo que haría?”.

Ante semejante pregunta, mi primera reacción fue mirarlo fijamente, intentando no delatar con los ojos, la emoción asociada a poder responder un cuestionamiento de ese calibre.  Después de una larga pausa me desaté en prosa, en el marco de un relato sobre el cual solamente compartiré una que otra idea, con el ánimo humilde de que alguna de las campañas en las que he colaborado intelectualmente o en su defecto cualquiera de los candidatos actuales, bien sea de derecha o de izquierda; tome como suyos estos planteamientos y tenga a bien ayudarle en su materialización a un consultor, profesor inquieto, que no tiene filiación política u orientación ideológica alguna, distinta a la propia de sacar del embrollo en el que se encuentra, a esta apesadumbrada sociedad colombiana.

Reduciría a cero los montos de financiamiento de las campañas políticas.

Un principio fundamental de la democracia es que el voto de cada ciudadano: rico, pobre, empresario, empleado, hombre, mujer  etc., vale exactamente lo mismo y que ninguno de ellos representa un poder de elección superior al de los demás.

Lo cierto, es que nada atenta de manera más directa contra este pilar fundamental, que el increíble despliegue de marketing político y el proceso de “engrase” de las maquinarias electorales, en que se gastan los cuantiosos recursos que financian las campañas electorales. En últimas, quien gana en la contienda electoral actual, no es aquel que tiene un mejor programa o ha mostrado mejores resultados durante su trayectoria; quien sale airoso es el que tiene recursos para pagar más carteles, más lechonas, más publicidad en medios, más buses etc.

No perdamos de vista que usualmente, quienes aportan los dineros que financian las campañas, son grupos de interés dispuestos a invertir cuantiosos recursos en promover un candidato que defiende sus intereses, los cuales usualmente, van en contravía del interés general.

Como presidente propondría una reforma electoral profunda, que empiece por prohibir rotundamente la entrada de cualquier monto de recursos a las campañas políticas, restrinja por completo la mercantilización del proceso de elección y garantice la transformación rotunda del escenario político, de manera que a través de los partidos se diera un proceso de depuración de candidatos que condujera a un número razonable de entre cinco y diez opciones. Estos prospectos tendrían abiertos todos los espacios regionales, nacionales etc., para exponer sus ideas únicamente en debates públicos con presencia de cada uno de ellos, que les permitieran a los ciudadanos hacer comparaciones y tomar decisiones informadas.

Sentaría los pilares para reducir la desigualdad a través de dos mecanismos principales: i. Libre y completo acceso a educación superior completamente gratuita en universidades de alta calidad, ii. libre y completo acceso a un sistema de justicia efectivo y veloz.

Pocas cosas aceleran tanto la desigualdad en materia de ingresos como graduarse o no de una universidad, tener estudios de posgrado y terminar estudios en una universidad bien situada en los rankings de calidad académica. Lo que muestran las cifras es que en el primer caso, las personas solo pueden acceder a un conjunto de posibilidades de trabajo de poca agregación de valor y por lo tanto escaza remuneración, mientras en el segundo, la demanda laboral con el tiempo aprende que las capacidades de las personas que salen de mejores universidades son mayores, en este sentido, concentran sus requerimientos en graduados de este tipo de organizaciones, aumentando gradualmente su disponibilidad a pagar por ellos.

Desde este punto de vista, como presidente, propondría varias reformas a nuestro sistema educativo. La primera de ellas estaría focalizada en ampliar drásticamente los cupos educativos en las universidades públicas, el segundo estaría focalizado en incrementar de manera drástica la productividad de dichas organizaciones públicas, así como la calidad de los servicios educativos y no educativos que ofrecen. En esencia, trabajaría con las facultades de ingeniería industrial, administración, ingeniería de sistemas y derecho de cada una de ellas, para  rediseñar los procesos internos en aras de mejorar drásticamente su agilidad y eficacia. Además, promovería la creación de una superintendencia de educación, completamente independiente, con una estructura similar a la del Banco de la República, encargada de definir, inspeccionar, vigilar y controlar los estándares educativos, a la que le daría bastantes dientes para sancionar de manera efectiva en todos los casos en los que se presenten incumplimientos por parte de los establecimientos educativos.  

De otra parte, no olvidemos que en sociedades desiguales en ingresos y riqueza, los sistemas de justicia complejos y pesados, además de fomentar la impunidad, producen resultados diferenciados premiando en las decisiones a los percentiles de ingresos altos y castigando a los grupos menos favorecidos. Esta condición profundiza la desigualdad e incluso la acelera, pues facilita patrones de abuso y despojo de parte de los grupos favorecidos hacia los más vulnerables. Desde este punto de vista, como presidente, concentraría buena parte de mis esfuerzos en hacer pasar a fuerza, una reforma a la justicia diferente a las que hasta la fecha han sido sometidas a discusión.  En este caso, el énfasis estaría puesto fundamentalmente en acelerar la velocidad de toda la cadena de valor de la justicia, en particular le pediría a abogados, jueces, fiscales, policías, ciudadanos, empresarios etc., que me ayuden a identificar los aspectos más engorrosos de los diferentes procesos que se surten al interior del sistema de justicia, para luego hacer una mejora seria de cada uno de ellos, que incremente de forma drástica su velocidad y eficacia. Dicho cambio, estaría sustentado en suprimir actividades que no agregan valor y modificar prácticas arcaicas que en plena era digital, todavía gobiernan las actuaciones jurídicas.

Reeducaría a todos los abogados del país e introduciría cambios de enfoque en las facultades de derecho para diseñar instituciones focalizadas en “facilitarle la vida a las personas”.

La nuestra, es una sociedad que parece estar sitiada por talanqueras que restringen casi todas las dimensiones de la actividad humana, aspectos como la forma en la que concebimos los contratos entre privados, la interacción de El Estado con los ciudadanos, el papel del gobierno en nuestra actividad cotidiana; parecen estar mediados por una marcada obsesión por dificultar y prohibir, antes que incentivar y facilitar. Al respecto, vale la pena anotar que paulatinamente la ciencia económica ha ido desvelando las razones por las cuales algunas sociedades logran resultados mejores que otras en materia de bienestar y desigualdad. En la actualidad, parece existir un consenso con respecto a que las características de las reglas en el marco de las cuales las sociedades desarrollan toda su actividad, definen la naturaleza de su resultado. Desde este punto de vista, los malos indicadores de Colombia en materia de desarrollo y desigualdad están seriamente predestinados por un conjunto de reglas perversas. Al respecto, vale la pena anotar que los abogados intervienen desde diferentes perspectivas tanto en el establecimiento de las reglas mencionadas, como en su formalización a través de leyes. En últimas, la doctrina jurídica colombiana, es la que nos ha conducido a tener reglas de estas características, por lo tanto,  siendo presidente trabajaría desde las facultades de derecho, en lograr un cambio estructural de los imaginarios de los abogados, que conduzca  a definir reglas de interacción social que lleven a los individuos, las familias, las empresas, el gobierno y El Estado a  construir las condiciones para garantizar la igualdad en materia de ingresos, riqueza y al mejoramiento paulatino del bienestar de la sociedad colombiana.

Implementar una consejería de ingeniería pública que se dedique a mejorar la operación de todas las entidades, cambiando su tecnología y agilizando la manera en la que hacen las cosas.

Las organizaciones públicas son el mecanismo principal por el cual El Estado materializa su accionar sobre la sociedad. Aquellas no son más que un conjunto de personas que se interrelacionan entre sí con el propósito de materializar objetivos comunes, dicha interacción está mediada por la tecnología,  los recursos físicos  y un conjunto de reglas particulares denominadas cultura, jerarquía etc. Sin duda,  la manera en la que estas personas definen tal organización puede conducir a que los objetivos mencionados se logren más o menos rápido, con mayor o menor eficacia. En esencia, si lo pensamos desde un punto de vista práctico, las entidades públicas no son más que organizaciones concebidas para producir bienes y servicios públicos hechos para incrementar el bienestar de los ciudadanos.  Desde este punto de vista, si yo fuera presidente, trabajaría decididamente en mejorar la forma en la que se organizan dichas entidades. Uno de mis objetivos más importantes sería lograr que todas funcionaran como la más ágil y productiva empresa pública, dedicada por entero a la producción veloz, eficaz de bienes y servicios públicos con una alta calidad, centrada en incrementar de manera muy importante y cuantiosa su rentabilidad social. Para lograrlo, en primera instancia escogería un staff de directivos, con una probada capacidad gerencial, que sean capaces de acompañarme durante todo el gobierno e implementar verdaderos procesos de mejora al interior de sus organizaciones. Seleccionaría personas que sean capaces de conservar un bajo perfil, que estén interesadas en hacerse notar por los buenos resultados de sus organizaciones y no por dar discursos, participar en eventos, salir en medios o hacer inauguraciones. Básicamente, configuraría un cuerpo directivo que volcaría todos sus esfuerzos hacia el interior de las organizaciones.

De otra parte, crearía una alta consejería de ingeniería pública, que haciendo equipo con los directivos, se dedique a mejorar una por una dichas entidades, en el marco de un principio fundamental: queda abiertamente prohibido crear, suprimir o reestructurar entidades, simplemente, vamos a trabajar con la estructura de El Estado actual, pero vamos a lograr que todas y cada una de las organizaciones públicas del ejecutivo, funcionen mejor que nunca.








miércoles, 10 de enero de 2018

¿Será mucho pedir, un Estado eficiente que “funcione como un relojito”?



Recorrer el país es un ejercicio hermoso que nos recuerda a los colombianos el privilegio que tenemos al poder gozar de paisajes increíbles e interactuar con personas maravillosas, no obstante, también es un duro recordatorio de los problemas asociados a la capacidad del Estado para proporcionarnos bienes y servicios públicos de alta calidad. En el entretanto de un largo proceso andariego que me ha permitido conocer realidades maravillosas,  me he enfrentado a carreteras regionales repletas de huecos, que conducen a poblaciones con infraestructuras ajenas a cualquier tipo de mantenimiento, he tenido la posibilidad de transitar por regiones en las que priman patrones negativos como la destrucción ambiental y la violencia soterrada.

No obstante, a pesar de que existen tan evidentes y sentidas necesidades, en todos estos lugares me he topado con ciclo rutas que emulan a las de la capital, notablemente costosas, por las que no circula ni una sola alma; con señalizaciones innecesarias, en carreteras por las que pasa un vehículo de vez en cuando; con tramos pavimentados increíblemente cortos, sobre carreteras veredales, cuyo diseño técnico no parece tener explicación alguna; con decoraciones navideñas que ostentan  motivos extraños, cuyo costo supone un ojo de la cara de los humildes contribuyentes…en fin, con diferentes representaciones de gastos que nadie necesita, pero que seguramente les permiten a los mandatarios locales sacar tajadas jugosas para su propio provecho.  Tan generalizado es el fenómeno, que no se puede decir que exista un solo municipio colombiano  mantenido como “una tacita de té”.

Si ésta es la situación que reina en lo relacionado con bienes públicos tangibles, ¿qué pasará con aquellos difíciles de advertir a simple vista? Los que conocemos los territorios sabemos lo irrisorio que resulta pensar en que los culpables de un robo sean capturados y condenados gracias a las gestiones de la autoridad en una pequeña población colombiana, tenemos claro que si necesitamos buena atención en salud, debemos desplazarnos a las ciudades y sabemos a ciencia cierta, que lo mejor para vivir una vida tranquila es “comer callado y no meterse con nadie” pues literalmente en los pequeños municipios colombianos “no hay quien nos proteja”.

Lo que parece extraño de todo esto, no es la existencia de estos inconvenientes, se trata sin duda de una condición endémica inherente a las sociedades de países como el nuestro. Lo curioso del caso, es que la gente piense que como estamos, estamos bien, que la estructura del Estado y de los mecanismos de gobernanza en los territorios, son pertinentes y que a pesar de todos estos inconvenientes, no hay manera de hacer que nuestra realidad sea diferente.  

Mi sentir, es que toda esta confusión se ha generado fundamentalmente porque creemos que vivimos en un país pobre que no tiene recursos para solucionar todos estos problemas. Sin embargo, quienes conocemos el aparato estatal, sabemos perfectamente que esta afirmación es completamente falsa, en realidad, el erario con que cuenta El Estado es más que suficiente para satisfacer nuestras necesidades en materia de bienes y servicios.

El problema de fondo, es que esta gran masa de dinero entra a un aparataje desordenado y complejo, que la consume desesperadamente en el marco de vericuetos organizacionales arcaicos, de los cuales parecemos sentirnos muy orgullosos.  A veces damos la impresión de que estamos dispuestos a convivir con este karma, siempre y cuando logremos aislarlo de nuestra actividad privada. Lo curioso de todo esto, es que cuando la provisión de bienes y servicios públicos no es eficaz, se necesitan más impuestos para mantener el aparato estatal y además se precarizan las bases más fundamentales para una sólida actividad privada.

El resultado, es que comparativamente con otros países, podemos tener las mismas capacidades, el mismo conocimiento e incluso, la misma tecnología; sin embargo, la precariedad del entorno nos hace menos productivos, mientras la necesidad de que transfiramos más y más impuestos al aparato público, nos deja con menos recursos para invertir en nuevas máquinas, capacitación para nuestros empleados, mejores salarios, investigación y desarrollo para innovar en la industria  etc.

Si queremos incursionar en la ardua senda de solucionar este embrollo en el que estamos metidos, lo primero que debemos hacer es cambiar drásticamente nuestra manera de entender lo público. Cada uno de nosotros tiene que quitarse de encima preceptos que nos conducen a frases como “lo público es diferente” , “hay que entender la lógica de lo público”, “es necesario ser flexible en lo público”; todas ellas no son más que la manifestación de anuencia hacia las prácticas que tienen hundidas en el caos a nuestras organizaciones públicas. Lo segundo es empezar a exigirle a lo público un funcionamiento perfecto en todo el sentido de la palabra, ser implacables en demandar celeridad, productividad, pertinencia, buen servicio y en general todos los atributos asociados a bienes y servicios de altísima calidad etc.  Lo tercero es exigir una separación drástica e irreconciliable entre la gerencia pública y el clientelismo disfrazado, los gerentes de las organizaciones públicas deben llegar a dirigirlas por mérito, después de haber surtido procesos de aprendizaje necesarios al interior de ellas, además deben liderarlas durante largos periodos de tiempo gracias a que su proceso de selección, ha sido lo suficientemente cuidadoso como para constituirse en garantía de buenos resultados. No tiene sentido seguir con la dinámica de poner nuestras entidades en manos de alfiles inexpertos que se quitan y ponen cada vez que es necesario concretar un resultado político. Lo cuarto es garantizar una operación de las organizaciones públicas totalmente estandarizada y sistematizada, que reduzca a su mínima expresión la discrecionalidad actual, que exacerba el velo oscuro sobre el cual yace la corrupción. Lo quinto es concebir organizaciones públicas basadas en la agilidad y la transparencia, con procesos fundamentados en la tecnología, la simplicidad, la velocidad y la satisfacción completa de los ciudadanos.

Toda esta ruptura irreconciliable de paradigma, puede resumirse, en cambiar drásticamente la percepción de que lo público, por su condición, debe funcionar mal; en desvincular el diseño del Estado de la jurisprudencia, cuyos desaciertos bien representados en la complejidad y la inoperancia de La Justicia,  ha logrado extender a las demás ramas del poder público; y en darle la potestad del diseño de lo público a una nueva área del conocimiento denominada “Ingeniería Pública”, cuya obsesión será garantizar que las organizaciones públicas funcionen mejor que cualquiera de las empresas privadas que en la actualidad admiramos

domingo, 22 de octubre de 2017

Para mis "sufridos" estudiantes

Fuente: theodysseyonline.com

Seguro todos los días se preguntan las razones por las cuales pretendo imponer reglas inflexibles en mis clases y las circunstancias que me llevan a ser exigente, buscando que se esfuercen para obtener una buena nota. En los siguientes apartes espero explicar algunas de las más importantes, las demás estoy dispuesto a discutirlas siempre que tengan la voluntad de invitarme un café o algo parecido.

Empecemos por la hora de inicio de la clase, durante no menos de 14 años de ejercicio profesoral he empezado y terminado siempre las clases a la hora en punto. En este caso busco honrar el compromiso establecido con la universidad y con ustedes, pretendo decirles que la seriedad con que veamos el acuerdo de iniciar una clase, será la misma con la que enfrentaremos un negocio, un acuerdo familiar, social etc. Iniciar a la hora establecida Implica la manifestación del respeto por las reglas y sobre todo la firme intención de honrar un compromiso con ustedes, con la universidad y la sociedad. Para que entiendan la importancia de un pequeño acto como este quiero que se imaginen un sitio en el que los médicos, los policías, los abogados, los políticos y en general, todas las personas que desarrollan algún rol en la sociedad, de verdad honraran sus compromisos: ¿no creen que sería una maravilla?.

Ahora hablemos de la voluntad de no variar nunca las reglas que se establecen en la primera clase, cada una de ellas es producto de un proceso sostenido de maduración basada en experiencias pasadas, retroalimentaciones de estudiantes que tomaron mis cursos, comentarios de profesores que conocen lo que se imparte en mis materias etc., por lo tanto se trata de reglas justas que se han venido madurando con el tiempo con el propósito de garantizar los mejores resultados pedagógicos posibles. Lo interesante en este caso es que el no variarlas con base en perspectivas individuales, les garantiza a todos y cada uno de ustedes un trato justo y sobre todo igualitario, que les permite tener la confianza de que al interior de la clase todos serán medidos con el mismo racero sin importar su género, nivel socio económico, credo o en general cualquier aspecto que los haga diversos. Lo que quiero expresarles con esta pequeña intransigencia, es la importancia de garantizar una sociedad igualitaria en la que todos seamos tratados de igual manera gracias al imperio de una ley que nadie tiene la potestad de cambiar con el propósito de favorecer sus propios intereses.

Sigamos con la manera estricta de evaluarlos, confieso que al interior de mis cursos no es trivial aprobar y puede ser difícil sacar la máxima nota. Mi responsabilidad con la sociedad es asegurar que quienes aprueban el curso con la mínima nota posible, tienen las capacidades necesarias para aplicar con éxito un conjunto de herramientas con base en las cuales las organizaciones y la sociedad tomarán decisiones importantes. Así las cosas es mi deber garantizar que no aprueben aquellos que por cualquier circunstancia relacionada con una buena conversación a través de WhatsApp, una buena serie en Netflix, desinterés por la materia, los efectos de la rumba, débiles prerrequisitos procedentes de materias anteriores etc.; no lograron la habilidad necesaria para garantizarle a la sociedad un resultado confiable y útil. Antes de juzgar este inflexible punto de vista, piensen en que detrás de una enfermedad mal tratada, de un edificio mal construido, de una organización que se quiebra, de un proyecto innecesario o mal ejecutado etc; hay decisiones de personas como ustedes a las que se les transmitieron al interior de buenas universidades, las herramientas necesarias para enfrentar con éxito toda suerte de problemas, sin embargo todos ellos tomaron la decisión de no estudiar, entender y apropiar aquellos conceptos. Nuestro abollado país necesita buenos médicos, excelentes abogados, maravillosos ingenieros etc; con toda la técnica necesaria en sus cabezas para salvar vidas, lograr un país justo, construir infraestructura durable y en general avanzar hacia una sociedad en la que todo funcione bien.

Para terminar, hablemos de mi desmedida intolerancia hacia la copia y el fraude, quienes me conocen saben que soy capaz de llevar  estos casos hasta las últimas consecuencias. Este tipo de actuaciones, se fundamentan en un irrespeto desmedido por las reglas, suponen salirse con la suya gracias al engaño, alguien que copia o hace fraude seguramente será también deshonesto en una relación contractual y estará dispuesto a sobornar para salirse con la suya, ¿no sería maravillosa una sociedad en la que cada uno logre sus objetivos a costa de la disciplina y el  empeño?.

Después de este pequeño y velado sermón, tengan en cuenta que todo lo que pasa en mis cursos tiene un mensaje que en general está dirigido a conformar un equipo de buenas personas, de férreos principios, con las cuales, estoy seguro, seremos capaces de transformar nuestro bello, pero desorientado país.


jueves, 25 de mayo de 2017

Nuestra sociedad no necesita a los políticos

                                           Fuente: http://www.birgrupyazar.com/kuru-siki-hayatlar/


Cuando nos referimos a las actividades de quienes rigen o esperan regir los asuntos públicos, nos vienen a la cabeza todo tipo de perspectivas centradas en lograr una mejor sociedad,  garantizando que cada uno de los individuos que la conforman, sea capaz de lograr sus expectativas y que por esta vía, tenga la posibilidad de alcanzar un estado de felicidad razonable. Esa, naturalmente, es la lógica del deber ser de la política, la cual en el caso de Colombia y de un sinnúmero de países en el mundo, dista mucho de lo que pasa en la realidad.

La culpa de una diferencia tan marcada entre el deber ser y lo que es, está enquistada en un conjunto de imaginarios que a lo largo de los años, han venido posicionándose en nuestras sociedades, hasta el punto, de que muchas personas creen que no es posible concebir un entorno de poder público diferente al actual, sienten que la lógica política contemporánea es producto de un estado natural social que no puede modificarse, al cual todos indefectiblemente tenemos que acostumbrarnos.

Lo cierto es que los políticos, un grupo minoritario de personas, se han encargado de hacernos pensar de esta manera, a través de siglos de decisiones amañadas nos han convencido de que son necesarios para mantener el equilibrio social y satisfacer nuestras necesidades.  Tan falsa es esta posición que históricamente, buena parte de su tiempo, lo han invertido en discursillos focalizados en tratar de defender lo indefendible y mantener un conveniente status quo.

Lo interesante del caso es que las nuevas generaciones “no comen cuento”, a partir de los millennials, el mundo está conformado por un conjunto de personas críticas capaces de identificar las fallas sistémicas de los modelos políticos, económicos y sociales que  nos han regido durante años. Por primera vez en siglos estas personas son capaces de acceder alrededor de todo el mundo, de manera irrestricta, a volúmenes ingentes de información, puntos de vista, teorías, paradigmas etc; y lo más interesante de todo, es que tienen la capacidad necesaria para unir los puntos y darse cuenta de que “el tigre no es como lo pintan” las personas que en la actualidad rigen nuestros destinos. 

Lo claro es que como sociedad estamos en un proceso de transición hacia un paradigma político diferente, al cual nos dirigimos caminando pero algunos creemos que es necesario empezar a correr. Es evidente que YA NO NECESITAMOS A LOS POLÍTICOS, que actualmente toman decisiones sobre nuestras vidas.

Quién puede necesitar individuos egoístas que piensan más en su propia conveniencia que en el bienestar del pueblo que los eligió directa o indirectamente. Se trata de personas que ven en lo público una carrera por la que se mueven en el marco de una especie de gueto, a costa de tomar decisiones que preservan los intereses de aquellos que tienen injerencia en su proyección profesional, aun cuando vayan en contra del bienestar de la sociedad. Operan como una especie de logia que preserva a toda costa los intereses de sus miembros, pero a la que le tienen sin cuidado las afugias de nuestra golpeada sociedad. Muy al estilo de la mafia siciliana de antaño, concentran su gestión en hacer favores que después alguien debe pagarles y en recompensar a aquellos que en algún momento de su vida les ayudaron a avanzar en el marco de su crecimiento político. 

No obstante puedan haber alcanzado niveles educativos altos, en general se trata de personas poco técnicas, escasamente estructuradas, cuyo único mérito radica en su capacidad para relacionarse con la logia indicada y entender los mecanismos para evitar ser expulsados.

Quién puede necesitar personas que no construyen su agenda política en torno a la solución estructural de problemas sociales, sino alrededor de propuestas que preservan los intereses de los grupos económicos más poderosos, los mismos que son capaces de pagar ingentes sumas de dinero para venderle a los votantes “el candidato indicado”, mediante la implementación de despiadadas y mentirosas campañas de marketing.

Quién puede necesitar dirigentes completamente ajenos a las realidades del pueblo sobre el cual toman decisiones, que viven en entornos ideales separados, amén de que ellos mismos se encargan de solucionar primero sus necesidades, priorizándolas por sobre las de sus votantes, es decir, se concentran exclusivamente en garantizar la erradicación de sus propios sufrimientos olvidándose del dolor del resto de la sociedad.

Por qué íbamos a querer ser dirigidos por habladores de oficio, cuyo principal mérito es dar discursos, aparecer en fotografías y figurar en redes sociales.  Personas capaces de anteponer un evento político a una reunión técnica cuyo propósito es diseñar la solución efectiva a un problema social; que privilegian una rueda de prensa sobre un ejercicio de gerencia serio, que garantice el correcto funcionamiento de las organizaciones que dirigen; que prefieren abrir eventos en los que participan las mismas con los mismos pertenecientes a su séquito político, antes que trabajar concienzudamente para sacar adelante proyectos que mejorarán el bienestar de los más desfavorecidos.

Quién podría pensar que para nuestra sociedad es útil contar con políticos que mandan al traste la efectividad de las organizaciones que dirigen, llenando sus cargos con individuos que poco o nada conocen de la técnica necesaria para garantizar el logro de sus objetivos misionales, con aspirantes cuyo único mérito es respaldar a toda costa al integrante del gueto que en su momento pudo llegar a un cargo de decisión. 

Quién querría en su entorno personas con un hambre ingente de riquezas, capaces de utilizar la posibilidad de regir nuestro destino, para venderle al mejor postor la decisión que más le  convenga, aún en desmedro del bienestar de la mayoría.

¿Habrá alguien que necesite personas tan dañinas para una sociedad como la nuestra? Si todos estamos de acuerdo en la respuesta, ¿por qué permitimos que sigan plagando la realidad política de nuestros países? De inmediato podemos tomar la decisión de condenar su existencia, tenemos la posibilidad de dejar de votar por ellos, podemos restringirles la entrada a nuestros entornos cotidianos, hacerles sentir a través de todas las estrategias posibles que no son bienvenidos y que a partir de la fecha son proscritos en una sociedad que tiene la voluntad de garantizarse para sí misma una lógica política completamente diferente.  

martes, 7 de marzo de 2017

Carta abierta a los Servidores de Función Pública


Querido equipo de Función Pública:

Quiero enviarles a todos un caluroso saludo lleno del más profundo agradecimiento y un sincero sentimiento de aprecio. Les escribo por varias razones, la primera, despedirme pues he decidido retornar a mis actividades privadas, asumir de nuevo las labores académicas y el trabajo con los multilaterales. Cuando acepté las riendas de la Subdirección de Función Pública, la entidad me necesitaba, ahora quien necesita de mi apoyo es la empresa que ayudé a construir hace años y a la que también quiero con el corazón. 

Ha sido más que un placer trabajar con todos ustedes y aportar en la materialización de los retos que se ha trazado esta bonita organización. Cuentan con mi absoluta gratitud por los ingentes esfuerzos que han hecho para construir un mejor país, es mucho lo que Función Pública ha aportado en materia de política pública. Con algunos tuve la oportunidad de interactuar más que con otros, sin embargo, de cada uno me llevo gratos recuerdos asociados a sonrisas sinceras y muestras genuinas de aprecio.

La segunda, pedirles algo:

No se olviden que de acuerdo con el DANE aproximadamente un tercio de la población colombiana (27.8%) no gana lo suficiente para poder comprar una canasta mínima (menos de 223.638 mensuales). No pierdan de vista que de acuerdo con el Banco Mundial, Colombia es el séptimo país más desigual del mundo. Por otro lado, asegúrense de recordar que somos el octavo país con más asesinatos por cien mil habitantes de todos los que se incluyen en la medición de la Oficina de Naciones Unidas para las Drogas y el Delito.  Si recuerdan estos datos, tendrán presente que no obstante muchos de nosotros vivamos en una burbuja de aparente bienestar, la mayoría de colombianos no tienen la posibilidad de tener la vida que se merecen.

Desde muy joven me conmovió este particular y me ha motivado durante años a hacer todo lo que puedo para cambiar la situación de millones de colombianos: llegar a la oficina antes de las 6 am y salir cuando se ha ido el sol, trabajar con multilaterales y gobierno, olvidarme de invertir en negocios de alta rentabilidad, para fundar una organización que se dedica a solucionar problemas reales que afectan nuestra sociedad, explicarle a mis estudiantes en las noches y los fines de semana, mecanismos que permiten que la intervención pública y privada cambie el bienestar de las personas y más recientemente, venir a trabajar en Función Pública.

En el caso de ustedes, que seguirán formando parte de esta maravillosa entidad transformadora, tengan presente que su labor y la manera en la que entienden lo público puede hacer toda la diferencia:

  1. Hagan honor a la disciplina, la seriedad, el profesionalismo y el trabajo arduo.
  2. Sean disruptivos, entiendan que la situación actual no es producto del azar, es el resultado de las reglas de juego (instituciones) que nuestra sociedad ha configurado durante años de decisiones y que como cualquier convención, pueden cambiarse cuando lo deseemos.
  3. Lean todo lo que se les atraviese y estudien todo lo que puedan para encontrar soluciones reales a los problemas actuales de lo público.
  4. Manténganse a la vanguardia del conocimiento, entiendan nuevos modelos e impleméntelos.
  5. Piensen diferente, conspiren para cambiar el mundo y persuadan hasta el cansancio  a todos aquellos que pretenden mantener el statu quo.
  6. Cultiven la verdadera inteligencia, procuren entender fenómenos, dilucidar problemas e identificar soluciones estructurales. Sálganse de las dinámicas arcaicas que asocian la brillantez al hecho de recordar líneas de textos, normas o cifras escritas en alguna parte.
  7. Trabajen arduamente por cambiar lo que no funciona y transformen las dinámicas rígidas y conformistas que sostienen tercamente que las cosas no pueden ser diferentes.
  8. Obsesiónense con diseñar organizaciones ágiles, vanguardistas, productivas, que cambien por completo el panorama de lo público y tengan la capacidad para darle la vuelta a los indicadores que mencioné unos párrafos atrás.
  9. No se preocupen por publicitar lo que hacen para mostrar resultados, sabrán que lo están logrando el día que para el ciudadano sea evidente el buen funcionamiento de las organizaciones sobre las cuales Función Pública tiene incidencia.
  10. Cuiden como un tesoro todo lo público, recuerden que nuestras entidades existen gracias al aporte de millones de colombianos que para financiarnos debieron renunciar a una parte de sus ingresos, los cuales podrían haber utilizado para irse de vacaciones, cambiar de carro, comprar una nueva casa, pagar una mejor educación para sus hijos etc. 

Y lo más importante, asegúrense de ser los mejores servidores del mundo y promover que todos los que trabajan en lo público tengan una actitud similar a la de ustedes. No olviden jamás el deber de garantizar la felicidad de 47 millones de colombianos.

Cordialmente, 

Armando Ardila Delgado 
Subdirector

lunes, 13 de febrero de 2017

Redes organizacionales: una oportunidad para el Sector Público

Por: Valeria Parra Gregory*




Actualmente, parece casi increíble que alguna persona no esté conectada a Facebook, Twitter, LinkedIn, o a una de las redes más grandes que existen, Internet. Pero a pesar de haber revolucionado la forma como interactuamos con los demás, su estructura no es nueva y, por el contrario, las redes han configurado muchas de nuestras relaciones en distintos escenarios. En este sentido, vale la pena retomar las características y ventajas de este esquema de trabajo que el Departamento Administrativo de la Función Pública ha venido implementando a través de su estrategia de Equipos Transversales.

Esta estrategia que inició en 2015 tenía un objetivo, vincular a todos los jefes o coordinadores de las diferentes áreas estratégicas de todas las entidades de la Rama Ejecutiva colombiana en un solo espacio, esto para potenciar sus conocimientos, compartir sus aprendizajes y facilitar el flujo de información relacionada con las competencias de Función Pública y elementos técnicos propios de cada área de trabajo. Se crearon 10 grupos de trabajo conformados por los Secretarios Generales, los jefes jurídicos, de defensa jurídica, de planeación, control interno, comunicaciones, servicio al ciudadano, tecnología, talento humano y contratos. Cada uno como un equipo transversal de una gran red social, entendiendo la red como lo plantea Elina Dabas (1998):

“La noción de red social implica un proceso de construcción permanente tanto individual como colectivo. Es un sistema abierto, multicéntrico, que a través de un intercambio dinámico entre los integrantes de un colectivo (familia, equipo de trabajo, barrio, organización, tal como el hospital, la escuela, la asociación de profesionales, el centro comunitario, entre otros) y con integrantes de otros colectivos, posibilita la potencialización de los recursos que poseen y la creación de alternativas novedosas para la resolución de problemas o la satisfacción de necesidades. Cada miembro del colectivo se enriquece a través de las múltiples relaciones que cada uno de los otros desarrolla, optimizando los aprendizajes al ser éstos socialmente compartidos”.

Por primera vez, personas que compartían los mismos roles en cada una de sus entidades tenían la posibilidad de intercambiar experiencias, dudas, buenas prácticas en un mismo espacio, al tiempo que Función Pública, entidad responsable de las políticas relacionadas con servidores públicos y sus entidades,  podía formular soluciones y alternativas transversales a problemáticas o inquietudes comunes y canalizar información que permearía todo el servicio público.  Así como en organizaciones privadas muchas veces con fines comerciales se ha utilizado el trabajo en red para potenciar los beneficios económicos, este departamento administrativo lo utilizó para potenciar la gestión pública, todo esto poniendo en práctica la siguiente premisa: a mayor capital humano, mayor éxito organizacional (Pardo, C & Díaz, O. 2014).

Ahora bien, para cumplir con su objetivo la Red de Equipos Transversales se ha valido de diferentes herramientas. En primer lugar y reconociendo lo propuesto por autores como Castells (2006), Peci (1998) y Albertín (2002), se ha valido de la tecnología para garantizar el flujo de información en distintos niveles: entre los miembros de cada equipo (de modo horizontal), entre los miembros de diferentes equipos (de modo horizontal), entre cada equipo y su líder técnico (de modo vertical, bidireccional) y entre Función Pública y cada equipo (de modo vertical, bidireccional).  Entre las estrategias utilizadas se destacan:

  • Correo electrónico: inicialmente el canal de comunicación entre los miembros de la red fue el correo electrónico. A través de este mecanismo se compartió información, casi siempre, de manera vertical: desde Función Pública hacia los integrantes de cada equipo.
  • Chats de Whatsapp: atendiendo a las dinámicas ágiles que impone la posibilidad de conectarse casi permanentemente, se crearon 10 grupos de whatsapp, uno para cada equipo con el propósito de facilitar el intercambio de dudas y recursos de común interés. La oportunidad de resolver inquietudes, compartir información y recibir respuesta y contenido entre ellos y de parte de Función Pública ha hecho de esta herramienta una de las más exitosas.
  • Red virtual: poco a poco las redes virtuales con contenidos especializados se han ido posicionado, por lo que desde 2016, se lanzó una plataforma en la que de modo similar a Facebook o LinkedIn, los servidores públicos pueden intercambiar contenidos y participar de foros y debates. Con el propósito de pasar a otro nivel y teniendo en cuenta las dificultades y la dinámica de WhastApp, se diseñó este espacio en el que se comparten artículos más amplios y foros de largo aliento. Además, sirve de repositorio de información para facilitar su búsqueda y la posibilidad de compartirla con los miembros de otros equipos.

 Así mismo y a través de las herramientas tecnológicas ya mencionadas se convocaron y gestionaron otros espacios que han garantizado el cumplimiento del objetivo propuesto: se trata de encuentros y espacios de formación.  Los primeros son espacios periódicos en los que se reúnen los miembros de cada equipo. En el primer momento se presenta un tema competente de Función Pública, en el segundo, un tema de carácter técnico especializado; en el tercero una buena práctica y en el cuarto, se da lugar a la discusión de un tema particular.  En este mismo sentido y  buscando otros escenarios de encuentro que fortalecieran los lazos entre los miembros y con Función Pública, se llevó a cabo un gran encuentro en el que confluyeron los integrantes de toda la red, alrededor de 1200 personas. Esto teniendo en cuenta lo planteado por Cohen y Prusak: la cooperación solo es posible  si existen conexiones activas, valores compartidos, confianza entre los miembros.  Por su parte, los espacios de formación se diseñaron para satisfacer las necesidades específicas de cada equipo transversal y las de la gestión pública en general, esto de la mano de las instancias líderes en torno a los temas técnicos de cada equipo (Departamento de Planeación Nacional, Secretaría Jurídica de Presidencia de la República, Ministerio de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones, entre otros), organizaciones legitimas entre los miembros de la red.

Con todo lo anterior, la Red de Equipos Transversales de Función Pública ha puesto en marcha un modelo de trabajo que hasta el momento se ha hecho más visible en el escenario empresarial o de organizaciones de la sociedad civil, pero que en el sector público ha y puede seguir dando buenos frutos. El objetivo de la red es claro, propender por una mejor gestión pública y para lograrlo identificó a sus miembros, los líderes del servicio público en Colombia, con quienes a través de distintas herramientas ha ido construyendo diferentes lazos. 

El camino recorrido hasta el momento ha permitido identificar las necesidades de la red, los puntos en común y la posibilidad de perfeccionar las herramientas de interacción. Así mismo, se han identificado otros miembros potenciales cuyo capital social aportaría a la red, por lo que desde que inició se han creado dos equipos más, al tiempo que se extendió del nivel central al regional.  Para seguir avanzando es indispensable asumir nuevos retos como fortalecer de la identidad de la red y los lazos confianza entre sus miembros, como también, buscar mecanismos de evaluación de los resultados alcanzados.



Referencias

Albertín, A. L. (2002). Comercio eletrônico: modelos, aspectos e contribuições de sua aplicação. São Paulo: Atlas. Recuperado de: http://www.scielo.br/pdf/rae/v40n2/v40n2a12.pdf

Castells, M. (2000). La sociedad red.  Madrid : Alianza Editorial.

Cohen, D. & Prusak, L. (2001). In Good Company: How Social Capital Makes Organizations Work. En Harvard Business Review Press, Boston. Recuperado de: http://www.amce2014.com/pdf/article/ingoodcompany_abridged_article.pdf

Dabas, E. (1998). Redes sociales: del problema de la violencia a la construcción de un sistema de convivencia. En Kaplan, D.Korinfeld, H. (Ed) Conflictos y violencia en los ámbitos educativos. (pp. 20-31). Argentina: Editorial Novedades Educativas.

Pardo, C. & Díaz, O. (2014). Desarrollo del talento humano como factor clave para el desarrollo organizacional, una visión desde los líderes de gestión humana en empresas de Bogotá D.C. En Suma de Negocios, 5, 39-48.

Peci, A. 1998. Emergência e proliferação de redes organizacionais: marcando mudanças no mundo de negócios. En: Encontro da Associação Nacional dos Programas de Pós-Graduação em Administração, Enanpad 22, 1998, Foz de Iguaçu, PR. Resumos. Foz de Iguaçu, PR: Anpad. 1 CD-ROM. Recuperado de: http://bibliotecadigital.fgv.br/ojs/index.php/rap/article/view/7596/6122





* Secretaria privada de la Subdirección del Departamento Administrativo de la Función Pública.